Capítulo 53: Intentos
Emma
Estaba decidida, iba a recuperar a mi chico a como diera lugar.
No va a ser nada fácil, él no me quiere ver ni en pintura y esquivar las reglas de convivencia no es tan sencillo, pero no voy a descansar hasta volver a ser su reina.
Pero por ahora la Misión: Reconquistando a Allan está en segundo plano, ¡son las putas 3:00 a.m. y en el otro lado del dúplex sigue la fiesta que comenzó hace horas!
Enojada, en pijama y descalza, decidí ir a reclamarle al molesto vecino. ¡Es una falta de consideración total! Aunque viniendo de Dave no esperaba más. De haber estado Allan aquí, no tendría la necesidad de hacer esto, pero faltó durante muchos días al trabajo y a duras penas convenció a sus jefes de que no lo echaran, por ello ahora tiene que trabajar de lunes a sábados para compensar.
Molesta, toqué insesantemente la puerta de la entrada del lado contrario del dúplex hasta que alguien se dignó a abrirme, pero la persona que me recibió fue la última a la que creí ver en ese lugar. Su indumentaria no era para dormir, pero tampoco para asistir a una fiesta, tampoco parecía sentirse a gusto con el ambiente.
—¿¡Vanessa!?
—Hola, Emma —hizo una pequeña mueca y cerró la puerta tras de sí—, no has podido dormir nada, supongo. Lo siento —lucía realmente apenada al respecto.
—Espera, ¿primero podrías decirme por qué estás aquí? ¿No te habías ido del dúplex?
—Regresé —introdujo sus manos los bolsillos traseros de su jean negro.
—¿Por...Dave? Tiene que ser una broma.
Ok, no soy quien para juzgar a alguien que regresa por el chico que ama, pero entre mi historia con Allan y la suya con Dave hay una enorme diferencia, kilométrica diría yo.
—No, regresé por ti y por Allan.
—¿Eh? —ladeé la cabeza.
—Carlos me contó que volviste y que no has logrado arreglar las cosas con Allan.
—¿En serio Carlos te lo contó? —enarqué una ceja.
—Sí. Sigo sin caerle bien, pero según él, me gané puntos por contarte lo que ocurrió y haberle pedido perdón a Allan.
Eso nadie lo podía negar, Vanessa está comenzando a hacer las cosas bien. No he considerado perdonarla y tampoco tratarla, pero ha demostrado arrepentimiento e incluso se tomó el tiempo de hablar conmigo, eso no lo hace cualquiera.
—El punto es que volví porque me siento culpable. Que ustedes hayan peleado en parte es mi culpa. Si perdí a todos mis amigos por mi relación con Dave, debí lamentarme por eso también en lugar de buscar a Allan. Además, es una forma de redimirme por la gran traición y la jugarreta del dúplex, eso fue muy hijo de puta de mi parte.
—No...tenías que regresar por nosotros, es algo que yo debo solucionar.
—Pero no está de más una ayudita —esbozó una pequeña sonrisa—. Sé que aún no me has perdonado y todavía te caigo mal, pero en serio lo siento por todo y si puedo hacer algo para que ustedes se reconcilien, lo voy a hacer.
Nunca creí que le diría esto a la pelirroja teñida, pero...
—Gracias, es un gesto muy lindo de tu parte.
—De nada. Y en cuanto a la fiesta, haré lo que pueda para que sean menos ruidosos.
—Te lo agradecería.
Ella iba a decirme algo más cuando una potente luz blanca nos iluminó, eran las luces de la moto de Allan. Aparcó fuera de la casa y caminé hacia él, no suele llegar a esta hora sino un poco más tarde y más si está haciendo horas extra de compensación.
Vi cómo se quitó el casco, dejando su alborotado cabello negro a la vista, ¡qué imagen tan sexy!
—Hola —le sonreí.
Él me lanzó una mirada desaprobatoria e hizo un movimiento de cabeza a modo de saludo.
—Hey.
—¿No venías más tarde?
—¿Qué? ¿Acaso no tengo permiso de llegar más temprano? —más que sarcasmo sonó hostil.
—No es eso, solo me sorprendió que llegaras antes.
Hizo una mueca extraña.
—Me da igual.
Se dispuso a abrir la puerta del garaje accionando el pequeño dispositivo que sacó del bolsillo de su pantalón. Tomó la moto y la llevó al interior antes de cerrar la puerta sin volverme a dirigir la palabra.
¿Ya les dije que su indiferencia duele más que sus palabras frías?
—Ese de allí no era Allan, ¿a dónde fue el que todos conocemos? —comentó Vanessa, posicionándose a mi lado.
—Me gusta pensar que sigue allí, solo que aún no se ha recuperado del daño que le causé.
—Con más razón Misterio a la Orden debe intervenir.
—¿Misterio a la Orden? —alcé una ceja.
—Sí —rió—. Brook es Fred, Jane es Daphne, Carlos es Shaggy, Mery es Vilma y yo soy Scooby Doo. Nos toca resolver el misterio de porqué carajo ustedes no han vuelto.
Tuve que ahogar una carcajada, las estupideces que se les ocurren a mis amigos no se les ocurren a nadie más.
—¿Y por qué tú eres Scooby Doo? Por el cabello rojo deberías ser Daphne.
—Según Jane, por perra.
Ohhh, Jane.
—Lo siento por ella, te la tenía guardada desde hace tiempo.
—Tranquila —hizo un ademán, restándole importancia—. No es mi apodo favorito, pero no esperaba menos de la mejor amiga de la chica a la que le quité el novio —al decir lo último sus ojos se ensancharon y se mordió el labio inferior, apenada—. Lo-lo siento, no quise decirlo así.
—Eso es lo que es —dije, en un tono de voz firme, haciendo que agachara la cabeza.
No voy a mentir, no sé cómo sentirme con respecto a ella. Que ahora esté arrepentida y aparentemente tenga buenas intenciones no quita el daño que nos hizo a Allan y a mí.
—Tienes razón —levantó la mirada—, es lo que es. Pero eso no quiere decir que me vaya a rendir, me voy a ganar tu perdón y el de Allan —alegó con decisión.
Y eso me hizo entender...
Vanessa y yo estamos en la misma posición, ambas tratando de ganarnos el perdón de alguien a quien lastimamos por nuestras malas acciones. Un perdón que será difícil de alcanzar y de brindar, por ese lado entiendo a Allan. Y por último la actitud, como chica enamorada arrepentida comparto con la pelirroja la disposición de no rendirme hasta que mis disculpas sean aceptadas, pero haré algo diferente a lo que Lan está haciendo conmigo, yo sí le voy a dar una oportunidad.
Al final, solo son merecedores de perdón aquellos que, además de mostrarse arrepentidos, también demuestran estar dispuestos a enmendar sus errores.
—Gánatelo entonces —demandé, pero con una sonrisa amable.
—Lo haré —sonrió—, empezando hoy.
—¿Hoy?
—Sí, no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, ¿no? —se encogió de hombros—. Hazlo como puedas, pero arrastra a Allan hasta el patio contigo. Les voy a dejar una sorpresita que no les va a agradar, pero hará que no te quite los ojos de encima.
—¿Qué tramas, Vanessa? —entorné los ojos.
—Solo confía en mí —me guiñó un ojo antes de entrar corriendo a su lado del dúplex.
Suspiré y aún sin entender qué se traía entre manos, ingresé a mi lado. Allan estaba en la sala de estar quitándose la chaqueta antes de arrojarla al sofá. ¿Cómo puede lucir tan sensual haciendo algo tan simple como eso?
—¿Qué miras? —gruñó al notar que babeaba por él.
Un momento, ¿estaba babeando por él?
Tierra, ¿no te parece que es un buen momento para tragarme?
—Na-nada.
Masculló algo que no fui capaz de escuchar negando con la cabeza y con una ligera sonrisa en su rostro. Si estuviésemos juntos estoy segura de que habría dicho ''Pervertida'' y luego lo reemplazaría por algo que rime; tengo que recuperar eso como sea.
Ahora, ¿cómo mierda lo convenzo para que vaya al patio?
A ver, piensa, Emma. Las reglas de convivencia, una de ellas dice que solo lo llame cuando sean asuntos relacionados con la casa y...¡bingo!
¡Ya lo tengo!
—Allan, ¿me acompañas al patio?
—¿Para qué? —preguntó como si mi voz le molestase con tan solo escucharla.
—El ruido de la fiesta de al lado, ¿no lo escuchas?
—Sí, ¿y qué? —se encogió de hombros.
—Que no he podido dormir en toda la maldita madrugada y tú que estás aquí abajo dudo que lo consigas. Hablé con Vanessa para pedirle que bajaran el volumen, pero no me han hecho ni puto caso —me crucé de brazos—. Esto es un problema que afecta directamente a la casa, así que podemos hacerlo juntos, lo estipulan las reglas de convivencia.
—¿Y qué pretendes? ¿Que nos metamos en el otro lado y paremos la fiesta porque nos da la gana? Llamemos a la policía y que ellos se encarguen.
Qué difícil puedes llegar a ser, pudín.
—¿Recuerdas lo que nos dijo Mery? Debe haber una alteración del orden público muy grande para que la policía intervenga, y solo nosotros nos estamos quejando.
—Mierda —gruñó, ya molesto—. Ok, veamos qué podemos hacer.
Fuimos hacia el patio desde donde la música se escuchaba aún más alto. Posicionados en medio de este, Allan comenzó a pensar en una forma de hacerlos ''entrar en razón'' mientras yo esperaba un tanto impaciente eso que Vanessa había preprado.
Allan caminó hacia la puerta del lado de los innombrables con la intención de abrirla, pero estaba cerrada con llave. Miré hacia la ventana del pasillo del segundo piso con vista al patio en busca de alguna señal de mi nueva aliada y entonces la vi. Me hizo una seña indicando que me posicionara junto a Lan frente a la puerta, no entendía qué pretendía, pero le obedecí.
—Es inútil, está cerrada —exhaló, cansado—. Y dudo que gritándoles desde aquí nos escuchen.
—¿Y qué propones?
—Podríamos llamarlos por la puerta principal y... —no terminó la frase ya que una repentina cascada de agua helada fue derramada encima de ambos dejándonos emapapados.
¿Es en serio, Vanessa?
—¡Puta madre! ¡Qué fría! —me abracé a mí misma, tiritando.
—¿Quién habrá sido el chistoso? —se quejó entre dientes mirando hacia la ventana, también dirigí la mirada hacia allí, pero no había rastro de la pelirroja.
Volví a mirar a Allan y fue en ese momento en el que entendí cuál era el plan inicial. La camiseta blanca de mi chico se había adherido a su piel marcando perfectamente su abdomen, sus rizos mojados se pegaban a su frente y sus ojazos estaban posados en un lugar en específico: mis pechos.
¿Así que tu idea era que nos comiéramos con los ojos el uno al otro? Buena esa, Vanessa.
—¿Qué miras? —sonreí cruzándome de brazos de forma tal que en lugar de cubrir mis pechos, los alcé para brindarle mejores vistas y por primera vez en semanas lo vi nervioso ante mí.
—Na-nada —tartamudeó exactamente igual a como yo lo hice provocándome una pequeña risita—. Bueno... —se aclaró la garganta—, no creo que logremos nada así, vamos a secarnos.
Se agitó el cabello como siempre hace cuando está nervioso y caminó de regreso a nuestra casa. Con una sonrisa imborrable en mis labios, lo seguí sin decir nada, quería disfrutar del momento hasta que volviera a su pesado estado de ánimo.
—Quédate aquí y sécate —ordenó una vez llegamos al baño—, yo voy a ir a la habitación a buscarnos ropa seca.
Asentí en respuesta y se marchó. Me quité la blusa del pijama y posteriormete los shorts antes de depositarlos sobre el lavamanos. Mi ropa interior también estaba mojada y recé porque mi chico también trajera un cambio de ella.
Apareció poco después con la ropa de ambos. Sus ojos por segunda ocasión fueron a parar a mí, pero en lugar de mis pechos escaneó todo mi cuerpo y se relamió los labios un par de veces. Le sigo gustando, eso es buena señal.
—T-ten —me pasó un pijama celeste compuesto por unos shorts y una blusa de tirantes junto a ropa interior del mismo color.
—Gracias —tomé una de las toallas blancas de repuesto que solemos dejar en caso de emergencias para que se secara.
Ambos dejamos nuestros cambios de ropa sobre una pequeña cómoda que compramos el día de la visita a la mueblería. Allan se quitó la camisata dejando a la vista ese torso perfecto esculpido por los mismísimos ángeles, para haber pasado dos semanas encerrado en casa y alimentándose a base de comida chatarra, no ha perdido la forma en lo absoluto. Supe que enloquecería cuando tomó otra vez la toalla y la pasó por su cabello y sus tonificados brazos.
¿Por qué tienes que estar tan bueno?
Desvié la mirada antes de que se me mojara otra parte del cuerpo más difícil de ''secar''. Proseguí a desabrochar el cierre de mi sujetador, pero antes de quitármelo, el chico frente a mí se giró dándome la espalda.
Sigues siendo un caballero, pudín.
—No tienes que girarte, no hay nada que no hayas visto y tocado ya —me deshice del sujetador y de los panties.
—Eso no quiere decir que no seas una dama que merece respeto, yo ya no tengo derecho a verte —dijo en un tono muerto mientras se quitaba los jeans y los bóxers.
¡Mierda, Allan! ¡Voltéate por favor!
—Yo no te he quitado ese derecho —reí sugerentemente secando mi cuerpo de igual forma aunque él no pudiera verlo.
—No, yo me estoy privando de él porque ya no me interesa.
Auch.
—No me malentiendas, sigues siendo mi tipo y tu cuerpo aún es de infarto. Simplemente he perdido interés en todo lo que tenga que ver contigo. Todo.
Eso duele, imbécil.
Conteniendo tanto como me era posible las ganas de llorar, lancé la toalla mojada al cesto de la ropa sucia y comencé a vestirme con rapidez. Él no tardó mucho en vestirse tampoco, pero de igual forma salí del baño primero y corrí hasta llegar a la habitación.
¿Por qué es tan cruel? Hay muchas formas de decir que ya no quiere nada conmigo. Hubiese preferido que me dijera que ya no le intereso sexualmente antes que escuchar que ha perdido el interés en mí en general.
Al menos fue sincero contigo, acotó mi subconsciente aunque no me servía de nada, al contrario, me entristecía el doble.
Me lancé a la cama enterrando la cara entre las almohadas. La música del otro lado continuaba resonando con fuerza imposibilitándome dormir y maldije toda mi jodida existencia.
Será una noche muy larga.
Allan
—¡Eres un idiota! —me gritó Carlos.
—Ni a la más puta, zorra, descarada y cualquiera se le dice algo así. Te estás pasando, hermano —me reprendió mi otro mejor amigo.
Nos reunimos los tres en el departamento de Carlos para ver un partido de fútbol ya que en estos días el televisor en el dúplex le toca usarlo a Emma y aprovechando que Mery está haciendo unas prácticas en Phealls.
En algún momento surgió el tema de cómo estoy llevando la convivencia con mi ex y, como me siento culpable por lo que le dije anoche en el baño, decidí desahogarme con mis amigos. Ellos, lejos de decirme algo que me haga sentir mejor, me están regañando como lo estarían haciendo las gemelas si estuviesen presentes.
—Gracias por las palabras de ánimo —dije sarcásticamente.
—Oye, todos estamos de acuerdo en que Emma la cagó como nadie, pero, ¿no crees que te estás pasando un poco? —indagó el castaño.
—¿Por qué todos dicen que estoy siendo muy duro con ella? —me levanté del sofá y comencé a caminar de un lado al otro—. Todos ustedes estaban allí cuando ella me dijo cosas iguales o peores cada vez que intenté explicarle, y fueron muchas. Además, la evito la mayor parte del tiempo para no tener que dirigirle la palabra, pero cada vez que ella me busca o me saca conversación...
—Te enojas —terminó el ojiverde por mí.
—¡Exacto! —me revolví el cabello, pero no por nerviosismo sino por frustración—. Me enoja su actitud. Me hierve la sangre que intente acercarse a arreglarlo como si hubiesemos peleado por algo insignificante.
—Amigo, yo mejor que nadie te entiendo, tú viviste conmigo lo de Mery y sabes que perdonarla fue una de las cosas que más me ha costado hacer. Pero nunca la traté mal a propósito para liberar la tensión y el dolor que yo sentía.
—Lo tuyo con Mery fue muy diferente a lo mío con Emma.
—Es pérdida de confianza e intento de reconciliación de igual forma —comentó Brook, colocando una mano sobre mi hombro—. Lan, tú no eres así. ¿Por qué la atacas?
—Ya lo dije, estoy enojado con ella.
Mentira.
—Los tres sabemos que eso es tan falso como que somos vírgenes —reímos por lo bajo, todos recordamos muy bien que perdimos la virginidad el mismo día y en la misma fiesta hace seis años—. Además de enojado estás dolido y hay otra razón, ¿cierto?
Sí, la hay, aunque me duela admitirlo.
—Todavía la amo, chicos —admití—. Y mi estúpido corazón me pide a gritos que le dé una segunda oportunidad, pero cada vez que la veo se reproducen en mi cabeza sus imágenes dudando de lo que siento por ella y tirando el anillo.
—Lan...
—Quiero odiarla, pero no puedo, y me odio a mí mismo por eso.
—Guerras entre el cerebro y el corazón —suspiró Carlos a mi lado—, son las peores.
—Todo era más fácil cuando ella estaba lejos. Si quería olvidarla, me tomaba cervezas hasta quedar rendido sobre el sofá. Si la extrañaba, bastaba con subir a la habitación y encontrarla vacía. Si por un desliz la llamaba, era en vano porque me había bloqueado. Tenía todas las putas herramientas para sacármela de cabeza y ahora regresó, y no tengo idea de cómo lidiar con eso. Necesito mantenerla lejos para organizar mis pensamientos y emociones, por tanto mientras viva conmigo, debo esquivarla.
—¿Y no hay una manera más amable de esquivarla? Porque estás siendo un poquitín hijo de puta —Brook intensificó la presión en mi hombro apretándolo a modo de regaño.
—En mi defensa diré que es ella la que se me acerca a pesar de que le dejé bien claro que me molesta que lo haga.
—¡Porque quiere reconquistarte, animal! —espetó Carlos, levantándose también—. ¿¡Que no te das cuenta!?
—¡Pero yo no quiero que lo haga! —me acerqué a él, liberándome del agarre del rubio—. Solo quiero superarla y no podré hacerlo teniéndola encima de mí todo el tiempo.
—No la ibas a poder superar de todas formas —Carlos también se aproximó a mí, encarándome—. Allan, acéptalo, estás enamorado perdidamente y siento informarte que cuando llegas a ese grado, es casi imposible superarlo, menos aún cuando la otra persona está dispuesta a recuperar la relación y también te ama.
—Ella no me ama —murmuré con amargura.
Recuerdo cuando se lo dije por primera vez y no supo cómo responderme y luego cómo se quedó callada cuando le pregunté qué sentía por mí bajo la excusa de que ''no era el momento''.
—Perdón por contradecirte —objetó el rubio detrás de mí—, pero si no te amara no habría vuelto y no estaría soportando que la trates como mierda.
—Que quiera regresar conmigo no es sinónimo de amor —me crucé de brazos—. Alguien que ama de verdad no tiene miedo a decirlo.
—No hace falta que lo diga cuando lo ha demostrado, Lan —dijo, Carlos—, antes y después de que pelearan. Ella logró que celebraras tu cumpleaños y te alegró diciembre entero. Hizo que olvidaras del todo a Vanessa incluso sin darte cuenta. Trató de reconciliarte con tu padre antes de enterarse de la mierda que es. Te aceptó con cada uno de tus secretos y te brindó su hombro para llorar —dio un paso más cerca de mí—. Y lo más importante, te hizo feliz. Feliz como no te veía desde antes de la muerte de la tía Jude. Ese fue el motivo por el que supe que ella era la indicada.
—Yo hice por ella lo mismo que hizo por mí, la traté como una reina y di todo de mí para hacerla feliz. Todo eso lo olvidó en una fracción de segundo por un malentendido bastante estúpido y sus inseguridades que aún guarda, que son las que en realidad le impiden decirme te amo. No voy a volver a darlo todo para recibir la mitad.
—¿Quieres que ella lo dé todo también? —inquirió el ojiazul, posicionándose junto a su primo—. Dale la oportunidad de hacerlo.
—¿Por qué tengo que hacerlo?
—¡Por amor, maldito terco! —gruñó Carlos.
—Ya tuve suficiente de esto por hoy, me largo —caminé hacia la puerta y me giré hacia ellos antes de abrirla—. Ustedes no entienden nada.
Salí del departamento, escuchando los llamados de mis mejores amigos que en lugar de estar de mi lado, están del lado de ella. ¿Acaso es tan difícil de entender? Quiero olvidar a Emma y para conseguirlo la necesito lejos, pero ella no entiende el concepto de tomar distancia.
Estando ya abajo, subí a la moto, dirigiéndome directo a casa. A estas horas de la tarde Emma debía estar en la uni o quizás trabajando, no lo sé, he perdido el orden de su horario.
Llegué al dúplex pocos minutos después. En la sala de estar no había rastro de ella, así que debía estar en su cuarto o no estaba en casa; eso me alivió, lo último que quería era cruzármela.
Caminé hacia la cocina, necesitaba beber algo para eliminar el nudo que se formó en mi garganta desde que los chicos me inducieron a hablar sobre mis sentimientos. Me detuve en seco al ver sobre la mesa un cupcake de chocolate con una pequeña nota debajo.
Debe ser un regalo de Emma. Ignóralo. No lo mires.
A la mierda, lo voy a ver.
Me acerqué y tomé el cupcake dejándolo a un lado para tomar la nota. Era igual a las que yo solía dejarle, el mismo tipo de papel. La desdoblé, encontrándome con un mensaje escrito con su letra.
"Sé que no quieres que te hable ni te mensajee a menos que sean cosas relacionadas con la casa. Bueno, no dijiste que no pudiera dejarte notas.
Que tengas lindo día, ojos grises.
Pd: También dijiste que nada de los viejos apodos, ojos grises no es uno de ellos."
Una de esas idiotas sonrisas se dibujó en mi rostro al leerlo, una sonrisa de loco enamorado.
¡Mierda!
Rompí la nota y junto al cupcake la tiré a la basura. ¿Que por qué lo hice? Porque estoy enojado con ella y más conmigo mismo por no ser capaz de superarla.
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Nuevo capítulooo!!!
Vanessa de aliada, ¿qué opinan?
Allan no da su brazo a torcer, ¿sus opiniones?
Emma ya comienza a encontrar formar de esquivar las reglas de convivencia, ¿qué les pareció?
Besos de Karina K.love 😉
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