Capítulo 5: Reglas de convivencia

Emma

Luego de ver la hermosa puesta de sol desde nuestro tejado, mi roommate y yo bajamos.

Era algo incómodo, la verdad. Él era un total desconocido con el cual había chateado durante un par de días y lo único que teníamos en común eran nuestros ex, su engaño y el dúplex; además de una noche de copas en la que según Allan me gané el apodo de ''Cenicienta''. Era de esperarse, mi "problemilla" con los tacones rotos siempre me llevan a situaciones como estas.

Nos dirigimos hacia la cocina y nos sentamos en la mesa, uno frente al otro. Si antes era incómodo, ahora lo era el doble. Era como cuando conocías a alguien por internet y la primera vez que se ven en persona no tienen idea de qué decir ni de qué hacer con tu cara, esa sensación.

Luego de unos pocos minutos de silencio, decidí hablar para romper el hielo. Además, había ciertas cosas que quería dejar claras ahora que oficialmente viviríamos juntos.

—¿Qué tal si entablamos algunas reglas de convivencia? —propuse—. Ya sabes, para no tener discusiones y podamos convivir lo mejor posible.

—Estoy de acuerdo —asintió y formó una media sonrisa en sus labios—. Lo mejor es que cada uno se adapte a las costumbres del otro y pasaremos estos seis meses lo mejor posible.

Ok, empezamos bien.

—Ok. Me levanto a las 6:30 a.m. para prepararme e ir a la universidad.

Dejé esto claro en caso de que mis horarios irrumpieran con los suyos o con su sueño.

—No tengo problema con eso, yo también me levanto cerca de esa hora.

Perfecto, así no tendré que salir de la habitación sin hacer ruido para no despertarlo.

Un momento...¡joder! ¡La habitación!

—Por cierto... —comencé a decir, removiéndome en mi silla por la incomodidad que este asunto me generaba— ¿cómo haremos con la habitación?

—No te preocupes, yo puedo dormir en el sofá —se ofreció, dejándome algo descolocada.

Estamos hablando de un chico de mi edad, con cierto historial de mujeriego —información que mi mejor amiga consiguió para mí— y que luego de la ruptura cabe la posibilidad de que quiera...¿cómo lo digo bonito?...sexo de despecho. Eso quiere decir que quizás quiera su espacio para...bueno, ya saben. Pero me está cediendo la habitación, así sin más.

—Oye, tu pagaste por el alquiler tanto como yo. No puedo permitir que estés incómodo.

—Es un sofá cama, estaré bien —se encogió de hombros.

—¿Seguro? —inquirí.

—Obvio.

Este chico cada vez me agrada más.

—Bueno, yo tengo un problema. Saliendo de la universidad tengo que ir a mi trabajo de medio tiempo los lunes, miércoles y viernes. Tiendo a llegar cansada a casa y esos días no puedo cocinar.

—Tranquila, sé cocinar y puedo hacerlo esos días —me sonrió sin mostrar los dientes—. Y, si quieres, todos los días.

Un chico que sabe cocinar y está dispuesto a hacerlo a diario. Gracias por el regalo, Diosito.

Pero no está bien que él cargue solo con todo el trabajo.

—Oh no, yo cocinaré los demás días —lo contradije—. No me gusta la idea de que alguien haga las cosas por mí, incluso si es mi roommate.

—De acuerdo, hagamos un trato —se inclinó hacia adelante, apoyando sus antebrazos sobre la mesa—. Yo cocinaré todos los días si tú limpias. Detesto limpiar.

Bueno, el dúplex no es muy grande y no creo que la limpieza sea muy trabajosa. A menos que...

—¿Qué tan desastroso eres en cuestiones de limpieza? —me crucé de brazos, no pensaba ocuparme de limpiar si él era de esas personas asquerosas que no saben lo que es el orden.

—No te alarmes, no te daré trabajo. Y si consideras que sí, entonces se deshace el trato.

—Bueno, me gusta ese trato, pudín —acepté a lo que rió en respuesta, creo que le gustó ese apodo tanto como a mí. Además, siempre será una buena forma de romper el hielo.

—Ok, Harley —bromeó de vuelta—. Yo también tengo mis reglas.

—Te escucho, Joker.

—Trabajo en la noche en un bar y llego muy tarde en la madrugada, así que no te asustes si llega un loco a las 4:00 a.m. porque seré yo. En serio, ya he recibido varios golpes por eso —rió y me contagió, este chico es muy risueño y debo admitir que su sonrisa es hermosa.

—Tranquilo, pero cuando llegues, me envías un mensaje o me llamas. Un día puede ser un ladrón de verdad y yo de tonta le puedo abrir la puerta pensando que eres tú.

—Tienes razón, te avisaré de alguna forma —asintió—. En cuanto a lavar, creo que es mejor que cada uno lave lo suyo, ¿no crees?

—Totalmente de acuerdo. Soy un poco quisquillosa con la ropa.

—¿Tanto como con los tacones? —rió por lo bajo.

—¡Ey! —ese fue mi intento de reclamo de indignación, pero se me escapó la risa.

—Lo siento —rió conmigo—. Estaba esperando el momento justo para soltar una broma con respecto a eso.

—Muy gracioso —bufé—. Continuemos.

—Me gusta que siempre haya música en la casa, ¿te parece bien?

—Siempre y cuando sea buena música como la de la camioneta cuando veníamos, estaría genial.

—Mis amigos Carlos y Mery puede que vengan a molestar de vez en cuando. Te caerán bien, pero a veces son...inquietos, llamémoslos así.

—Me da igual, tú también vas a tener que soportar a Jane —lo digo en serio, mi mejor amiga está loca.

—A propósito, hablando de mejores amigos, los míos son muy fiesteros y...

Sé por donde va y no me gusta para nada esa idea.

—NO. Nada de fiestas —le prohibí.

—Oh vamos, Emma —se quejó echándose hacia atrás en su asiento.

—No, Allan. Si quieres irte de fiesta, yo incluso iré contigo, pero aquí no. Eres libre de llamarme aburrida, pero no pienso permitir que una manada de universitarios borrachos desteuyan la casa y luego sea yo quien limpie ese desastre.

—Está bien —dijo tras un suspiro y alzando sus manos a modo de rendición—. Y tienes razón, sería un desastre.

—Me gusta que estemos de acuerdo.  ¿Algo más que quieras agregar a la lista de reglas?

—Intentemos no hablar de Dave y de Vanessa, aunque estemos juntos aquí por ellos no me gusta ese tema —pidió, bajando la mirada.

—Yo también odio ese tema —murmuré.

—Por cierto...¿cómo estás? —me lanzó una mirada compasiva.

—Pues... —suspiré— no han sido mis mejores semanas.

—Si te sirve de consuelo, estoy igual —intentó sonreír, pero no lo logró.

—Es gracioso, ¿no crees? Pudiendo coincidir de tantas maneras, acabamos haciéndolo por tener el corazón hecho trizas.

—También por este dúplex, eso está mejor, así que disfrutémoslo mientras vivamos aquí, Quinn.

Me gusta su actitud.

Toda esta situación es incómoda, molesta y cuesta buscarle los pros, pero él se los está buscando. Está siendo menos negativo que yo, con eso basta.

—Hagámoslo —sonreí un poco.

—Genial —su mirada viajó hacia una de las pequeñas ventanas con vista al patio, ya era de noche—. Ya anocheció. ¿Cenamos? —asentí y se levantó y caminó hacia la nevera, rió por lo bajo al encontrarla vacía—. No tenemos nada en el refrigerador, así que...no sé. ¿Pedimos pizza?—propuso.

—¿Pizza de...?

—¿Qué te parece...de pepperoni, piña y extra queso? Sé que es una mezcla explosiva, pero es mi favorita —dijo, alborotándose el pelo y sonriéndome, lo que lo hizo ver sexy y tierno a la vez.

¿Cómo carajo consigue hacer eso? Ah claro, fue un playboy experto en las nobles artes de la seducción, y puede que vuelva a serlo después de su decepción amorosa, así que quítate esas tontas ideas de la cabeza, Emma.

—Me gustaría probar tu mezcla explosiva —le sonreí de vuelta y luego de hacer el pedido se sentó junto a mí en la mesa, pero en una silla más cercana.

Trajo consigo dos copas de cristal —deduje que las había sacado de la alacena— que contenían agua —supuse que del grifo porque, repito, la nevera estaba vacía— y las colocó sobre la mesa.

—¿Sabes? Creo que me gustará compartir este lugar contigo —comentó, dándome una de las copas y sosteniendo la otra para que ''brindáramos''.

—Igualmente —le digo ''brindando'' con él y bebiendo del ''vino transparente''.

(...)

—Jane, no seas exagerada —rodé los ojos al escuchar la tanda de tonterías que me decía a través de la línea telefónica.

Me encontraba en la habitación, terminando de hacer la cama y con el móvil pegado a mi oreja siendo sostenido por mi hombro. Mi mejor amiga me estaba dando un informe completo acerca de la fama de playboy de Allan. Que tuviera cuidado, que después de tanto tiempo en una relación estable y por su decepción amorosa estará dispuesto a follarse todo lo que camine y yo soy el blanco más cercano, que tenga sea precavida ya que ese tipo de chicos tienen más labia que los electos a presidentes... En fin, ella y sus exageraciones.

—Ya te dije que estipulamos reglas de convivencia —le recordé por enésima vez.

—Sí, y por lo que me contaste ninguna te protege de caer en la tentación.

Reí por lo bajo. Se estaba comportando como mi madre en lugar de como mi mejor amiga, aunque siempre voy a apreciar lo mucho que me cuida y se preocupa por mí y por mi corazón emocionalmente inestable.

—A ver, mamá, según tú, ¿qué reglas de convivencia faltaron por imponer?

—Nada de folleteo entre roommates por ejemplo.

Esta vez sí me reí con ganas.

—Eso está implícito, loca.

—Para ti, pero seguramente para él no —rebatió, sí que tenía ganas de un debate. Secuelas de provenir de una familia de abogados.

—Créeme, para él también está claro. Además, está decepcionado amorosamente tanto o más que yo.

—No, cariño. Tú estás más jodida —esto último lo dijo en un tono empático—. Por eso quiero cuidarte.

Esa es Jane Campbell, una amiga excepcional que el cielo me regaló después de tantos amigos falsos que tuve en el pasado. Sí, tiene un cable suelto. Sí, es una playgirl a tiempo completo a la cual le importa un bledo la opinión ajena. Sí, en cuestiones de amor quizás no sea la más experimentada. Pero sé que, con todas sus peculiaridades y defectos, nunca me dejará caer. Y si se descuida y caigo, no descansará hasta levantarme.

—Lo sé —sonreí, sentándome en mi cama ya lista.

—Volviendo al tema —gruñí por lo bajo—. No me gruñas, esto es por tu bien.

Dios, ¿qué hice para merecer esto? ¿Es una especie de karma por enamorarme de idiotas?

—Bien, dime, ¿qué otra regla faltó?

—La regla de indumentaria.

—¿Indumentaria? —alcé una ceja, dudosa, aunque ella no era capaz de verme.

—Anjá. No pensarás pasearte en ropa interior por la casa y mucho menos dejar que el ande por ahí sin camisa y en bóxer, ¿no? En especial porque duerme en la sala y te lo podrías encontrar así más de una vez. ¿Acaso no pensaste en eso?

¡Mierda! ¿Cómo no se me ocurrió?

—No lo pensaste, ¿verdad? —suspiró como si me hubiese leído la mente.

—E-en un rato te llamo. Voy a resolver ese problema.

—¿Qué sería de ti sin mí? —rió.

—Ya cállate —le saqué la lengua a la pantalla de mi teléfono. Sí, muy maduro de mi parte.

—Deja de discutir conmigo y ve a decirle a tu roommate que se vista. Bye —y así sin más me colgó.

Dejé el teléfono sobre la mesita de noche, me puse mis pantuflas y corrí a toda velocidad hacia el piso de abajo. Me regañé mentalmente durante el corto trayecto por no haber pensado en ese detalle antes. Una vez abajo, me encontré frente a frente con el tonificado cuerpo de Allan, ¡y sin camisa! Brazos y abdomen perfectamente definidos, espalda ancha, músculos apetecibles; todo acorde a su tamaño y edad, nada de musculatura excesiva ni exagerada.

¡Joder!, sí que está bueno.

Estaba distraído colocando una sábana sobre el sofá —que ya estaba hecho cama— y no se había fijado que yo estaba ahí, babeando por lo atractivo que es. Pero al parecer sintió el peso de mi lasciva mirada ya que se volteó y me regaló una de esas sonrisas amables que bien pudieran confundirse con coquetas.

Me falta el aire.

—Hola, Emma.

—Eh-eh...yo... —balbuceé, ¿por qué mierda estaba balbuceando? Me aclaré la garganta e intenté no avergonzarme más a mí misma—. Es que recordé que nos faltó una regla importante por acordar.

—¿En serio? ¿Ahora?

—Si no fuera importante, no te molestaría.

—Ok —asintió y se sentó en el posabrazos del sofá—, te escucho.

—Es acerca de la indumentaria en casa.

—¿Indumentaria? —me causó risa que reaccionó igual a como lo hice yo.

—Me refiero a que, para que ninguno de los dos incomode al otro, deberíamos cohibirnos un poco con nuestra comodidad en el vestir. O sea... —¿Por qué mierda estoy nerviosa?—. Te agradecería que no te pasearas por aquí así sin camisa.

—No lo haré, solo me es más cómodo dormir así.

—Aun así —me mordí el labio inferior, esto empezaba a incomodarme.

—Ok —rió por lo bajo—, es un poco hipócrita de tu parte que me reclames eso cuando tu pijama consiste en un mini short y una blusita de tirantes que no cubre todo tu abdomen, es escotada y por lo visto no llevas sostén porque se te marcan los pezones.

¡Joder, qué puta vergüenza!

Por inercia —y por decencia— crucé mis brazos a la altura de mi busto, cubriéndome. Sí, fue bastante tonto de mi parte venir a exigir algo cuando yo misma no estaba dando el ejemplo. Sentí el calor apoderándose sin piedad de mis mejillas, odio sonrojarme en estas situaciones.

—Lo siento. Lo siento —me disculpé sin tener el valor suficiente como para mirarlo a los ojos.

—De hecho lo siento yo por ser tan explícito y mirón —se agitó el cabello—. No me excusa, pero tus pechos son grandes y llaman mucho la atención.

—Lo sé, lo sé —me atreví a mirarlo—. Iré a ponerme algo no tan revelador.

—Por mí estás bien así —se encogió de hombros—. Son buenas vistas.

Ok, eso fue una broma e indirectamente un halago, pero no pude tomarlo como otra cosa que no fuera la realidad: los chicos nunca ven más allá de mi físico. A mi mente vino la imagen de Dave gritándome que el único motivo por el que nuestra relación duró tanto tiempo fue que disfrutaba de mi cuerpo, pero que aun así no supe "usarlo bien". Y, aunque me duela admitirlo, no es el primer ex que me hace saber que su interés hacia mí se basaba en mi atractivo y el sexo.

Y eso duele.

—¿Dije algo malo? —preguntó, levantándose del posabrazos para acercarse a mí.

—No, solo dijiste la verdad y...de paso me recordaste que para el sexo opuesto no soy más que eso, buenas vistas.

Un atisbo de arrepentimiento cruzó sus ojos grises. Luego negó con la cabeza y dio un paso más cerca de mí.

—Emma, yo vi el video. Vi todas las cosas horribles que te dijo ese imbécil y lo que más me enojó fue justo la parte en la que te rebajaba a un buen cuerpo que supuestamente no sabes usar. Lo detesto un poco más por eso. Pero quiero que sepas que nada de lo que esa basura dijo es cierto. Sí, tienes un cuerpo de escándalo y un rostro hermoso, pero eres más que eso. Eres divertida, espontánea, inteligente, agradable...tienes cientos de cualidades y te lo está diciendo alguien que te acaba de conocer. Tienes mucho más que ofrecer además de sexo y buenas vistas, y sé que un día encontrarás a alguien que no sea tan idiota como para no verlo.

Me quedé en shock.

Era la primera vez en mi vida en la que un chico me decía algo así y...joder, no, el corazón palpitando a millón de nuevo no. ¡Con él no!

Se acercó un tanto más, tomó mis sonrojadas mejillas entre sus manos y depositó un beso en mi frente. ¡Dios, qué tierno!

—Lamento haber dicho lo que dije —susurró—. Al parecer me estoy volviendo un experto en cagarla contigo.

—Tienes una forma muy tierna de arreglar tus cagadas.

Rió por mi comentario y se separó de mí. Se dirigió de regreso al sofá, tomó una camiseta y se la colocó rápidamente.

—¿Contenta con esta indumentaria? —señaló con ambos pulgares su camiseta recién puesta, asentí en respuesta. Al parecer mi expresión de corderito triste no había desaparecido ya que hizo un mohín y preguntó—: ¿Estás bien?

—No te preocupes, lo estoy.

—¿Segura? —inquirió.

—Cien por ciento —asentí.

—Ok, me conformaré con eso por hoy —me sonrió de lado—. Buenas noches, Emma.

—Buenas noches, Allan.

Giré sobre mi propio eje y me encaminé escaleras arriba, pensando en lo que acababa de pasar. Da igual cuántas reglas de convivencia impongamos, él sigue siendo demasiado atractivo y demasiado lindo a la vez.

Y eso es un problema.






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Nuevo capítuloooo!!!

Reglas de convivencia. ¿Cuáles quitarían y cuáles dejarían como están?

Besos de Karina K.love 😉

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