Capítulo 48: Anillo y Malentendido
Allan
Me encontraba en la cafetería que frecuentamos esperando a mis dos mejores amigos. Tengo un asunto importante que tratar con ellos y, aprovechando que Emma está en clases, el tiempo me sobra.
Los chicos llegaron pocos minutos después, riendo seguramente por alguna broma tonta de las que suelen hacer.
—Hola, bro —me saludó Carlos, sentándose frente a mí y Brook a su lado.
—Tienes cara de que algo te preocupa —dedujo el rubio, leyendo mi expresión—. ¿Todo bien?
—Sí —apoyé mis codos sobre la mesa—, solo necesito un consejo de ustedes.
—¿Sobre qué?
Saqué del interior de mi camisa, una pequeña cadena de plata que llevaba como dije el anillo del mismo material. Tomé el pequeño aro decorado con un sencillo lazo con pedrería incrustrada entre mis dedos mostrándoselos a los chicos.
—¿Ese no es el anillo de...? —comenzó a decir Brook.
—Sí —terminé por él—, este es.
—Llevaba años sin verlo. ¿Por qué lo sacas ahora? —indagó el castaño, observando el accesorio con una expresión de clara confusión.
—Quiero regalárselo a Emma.
Tan pronto lo dije, ambos se atragantaron, lo que me hizo reír. Me esperaba muchas reacciones, pero no precisamente esa.
Carlos tomó mi vaso de jugo y le dio un sorbo antes de hablar.
—¿Le vas a regalar el anillo a Emma? Sabes lo que eso significa, ¿verdad?
—Sí, lo sé —asentí y sonreí al imaginarme a mi novia portándolo en su dedo.
—Es como si fueras a pedirle matrimonio, todos sabemos lo que significa para ti —exclamó Brook, exagerando como siempre—. Es la primera vez que consideras dárselo a alguien, ni Vanessa tuvo ese privilegio.
Cierto. Nunca me sentí lo suficientemente enamorado como para pensar en entregárselo a Vanessa ni a ninguna otra chica...hasta que ella apareció.
—Entonces es definitivo —sonrió Carlos—, es Emma.
—Sí, es ella —sonreí como el tonto enamorado que soy—. Llevo varios días pensando si debo darle el anillo ahora o me estoy apresurando demasiado, solo llevamos poco más de un mes juntos y...
—¡Para! —me interrumpió—. Esto no es cuestión de tiempo, es cuestión de sentimientos. La pregunta es: ¿Estás cien por ciento seguro de lo que sientes por ella?
Por primera vez desde que la conocí, esa pregunta fue fácil de responder.
—Nunca he estado más seguro de algo.
—Entonces dáselo, tienes mi bendición —dijo Carlos con tono de madre orgullosa.
—Brook, ¿y tú qué opinas?
A pesar de que la promesa de la chica ideal fue un trato específico entre Carlos y mi madre, la opinión de Wanda y Brook también es importante para mí. Durante mi adolescencia, mientras Rowsell truncaba todas mis posibles relaciones, Saunders me animaba diciendo que algún día esa mujer indicada aparecería.
—Te he visto precipitarte una y otra vez y darte tantos golpes amorosos que...ahora que veo tus ojos brillar por una chica cuyos ojos también brillan por ti, no puedo hacer otra cosa que no sea apoyarte. Es la primera vez que estás así de feliz y solo por eso creo que Emma se merece ese anillo.
Tengo un par de amigos de oro, de eso no tengo dudas.
—Gracias por su apoyo, chicos. No me refiero a ahora con Emma sino a toda mi trayectoria amorosa en general, gracias por estar ahí hasta que al fin hallé a mi reina.
—Fue un placer complir con la misión de la tía Jude —sonrió Carlos haciendo una improvisada reverencia.
—Hasta aquí llegamos nosotros dos. A partir de ahora eres tú con tu reina, campeón.
—Lo sé —asentí.
—Y...¿cuándo piensas entregarle el anillo? —preguntó el más chismoso de mis amigos, apoyando los codos en la mesa al igual que yo.
—Hoy mismo, la voy a llevar a una cita.
(...)
—Por enésima vez, ¿a dónde vamos? —inquirió una intranquila Emma a mi lado en el asiento del copiloto.
—Por enésima vez, estamos por llegar.
—Eso dijiste hace quince minutos —se cruzó de brazos, estaba actuando un tanto infantil.
—Eso dije hace cinco minutos, no quince.
—Da igual —bufó—. Sabes que no me gustan los viajes largos y ya no siento las piernas por estar tanto tiempo sentada aquí. ¿A dónde me llevas? ¿A Hale? ¿A Heaven Gold City?
Exagerada, ni siquiera estamos cerca de Rellestt.
—No, te voy a llevar a la frontera con Lérivan.
—¿Lérivan? ¿¡No hemos llegado ni tan siquiera a Lérivan!?
—Nop.
Los pondré en perspectiva. Emerald Hills es una ciudad constituida por varios condados. Nosotros vivimos en uno de los extremos de la ciudad en el condado de Johnson, de ahí viene el nombre de la universidad, que limita con Rellestt y Lérivan. Valery Place está en el centro-norte, Inalpah y Phealls al este, y Hale en el extremo norte. Quedan otros condados, pero apenas los visitamos.
¿Conclusión? Los viajes largos convierten a mi chica en una paranoica geográfica.
Después de pasar el cartel gigante con el mensaje inscrito de ''Bienvenidos a Lérivan'', me desvié hasta llegar finalmente a mi destino: un terreno enorme en medio de la nada. Al ser de noche, lo único que se divisaba eran las estrellas y una pequeña colina a lo lejos.
—¿Esto es una broma, Allan? —negué con la cabeza—. ¿¡Me trajiste todo el viaje hasta aquí para traerme a un campo vacío a sabiendas de que detesto acampar!? —asentí—. ¿¡Y se supone que esto es una cita!?
Contener la risa se me dificultó como nunca antes, ese es el efecto que causa su enojo en mí. Aunque debo admitir que esta vez me pasé de la raya. ¿Qué clase de novio lleva a su chica a una cita en un terreno oscuro que incluso luce espeluznante? Ninguno en su sano juicio, a menos que...
—Esto no, bueno, no del todo.
—Ahí vas otra vez con tus misterios —rodó los ojos.
—Ya verás —le guiñé un ojo y la tomé de la mano—. Vamos.
Nos adentramos al campo, esquivando un par de arbustos y charcos de lodo. Me detuve frente a una escalera de madera que conduce a una rústica casa del árbol.
—¿Qué es esto? —preguntó, confundida.
—Te gustará cuando estemos arriba, sube.
La tomé de la cintura, colocándola entre mi cuerpo y la escalera. Se agarró con fuerza de ambos lados de esta y comenzó a ascender a paso lento, siendo cuidadosa para evitar una caída, aunque yo me estaba ocupando de ello. Subí un par de escalones después de ella hasta que llegamos a la cima.
Arriba estaba un poco oscuro, lo único que iluminaba el interior eran unos pocos haces de luz.
—¿Es aquí? —cuestionó.
—Es afuera.
La guié hacia la terraza únicamente adornada con un barandal lo suficiente fuerte como para apoyarse en él y dos farolas a cada lado brindando luz en la penumbra del lugar.
—¡Wow! Desde aquí arriba todo luce mejor —sonrió.
Y así es. El cielo nocturno lucía tan despejado y estrellado que me gustaría atesorarlo como fondo de pantalla, ni un solo sonido perturbando la tranquilidad que envuelve el lugar y la brisa opacando el calor que la despedida de febrero trajo consigo. Todo genial.
—Sabía que te gustaría —la abracé por detrás.
—¿Cómo encontraste este sitio? —se giró ligeramente, sonriéndome—. No me digas que la casa del árbol también te la dejaron de herencia.
Reí.
—No. Este lugar lo encontramos Carlos, Mery y yo en uno de nuestros alocados viajes de carretera. Recuérdame contarte esa historia luego.
—¿Y por qué no ahora?
—Porque quiero que disfrutes de la vista mientras...yo preparo lo que te voy a decir.
—No entiendo.
—Son cosas mías, no te preocupes.
Volvió a posar toda su atención en las luces estelares que adornaban el cielo y yo me quedé absorto en mis pensamientos.
¿Cómo se lo digo?
''Emma, te entrego este anillo porque te amo. Pero no te asustes, no es de compromiso''.
¡No! ¡Qué horror!
''Hermosa, eres lo mejor que me ha pasado en la vida y por eso te regalo este anillo''
No, eso suena como si la estuviese premiando por quererme o algo así.
¡Mierda! ¿Cómo lo digo?
Al final del día es un regalo como cualquier otro, con la única diferencia de que tiene un valor especial para mí, aunque las razones por las que lo es no se las voy a revelar a ella, no quiero asustarla y que piense que voy demasiado rápido o que quiero atarla de alguna forma.
—¿Lan?
—¿Sí?
—Sea lo que sea, te lo estás pensando mucho —movió ligeramente su cabeza haciendo que nuestros ojos se encontraran—. Dímelo sin rodeos.
Inhalé y exhalé pesadamente en un vago intento por calmar los nervios que afloraban en mí. Solté el agarre que ejercía sobre su cintura y me posicioné frente a ella. Y, al percatarse de mi nerviosismo, tomó mis manos y las acarició con delicadeza.
—Todo está bien, Lan —susurró.
La suavidad de su voz y la dulzura en su mirada me ayudaban, nada mejor que admirar a tu persona favorita para aliviar la tensión del momento.
Solté una de sus manos para abrir el cierre de la cadena que colgaba de mi cuello. Con mucho cuidado, tomé el anillo una vez que se deslizó y desprendió de la cadena.
Emma observó el pequeño aro plateado entre mis dedos sin comprender mi intención.
—Esto no es una pedida de matrimonio. Tampoco es un regalo cualquiera... Este anillo es el objeto más importantes que he atesorado durante años y...quiero que lo tengas.
Sus ojos viajaron hacia los míos abriéndose con sorpresa.
—A-Allan, yo... —tartamudeó, buscando las palabras para responderme.
—No tienes que aceptarlo si no quieres, no quiero que te sientas en la obligación de hacerlo solo venir de mi parte.
—¡No! No es eso —aclaró rápidamente—. Es solo que no me lo esperaba —se sonrojó, adoptando la expresión más tierna que he visto.
—¿No te esperabas que te obsequiara algo importante para mí?
—No en cuestión —ahora era ella la que lucía nerviosa—. Llegué a tu vida un poco tarde, cuando ya muchas chicas habían pasado por ella e incluso te habían roto el corazón. Por eso cuando tienes estos detalles en los que soy tu primera experiencia o me demuestras que no soy como las otras chicas con las que has estado, no puedo evitar sentirme...afortunada.
No era consciente de que Emma pensara así. Es cierto, cuando la conocí ya había experimentado de todo con infinidad de chicas. Ella no fue mi primera novia ni mi primer beso y tampoco mi primera vez, pero fue la primera a la que preferí no declararme para no incomodarla, la primera en dormir en mi cuarto en Valery Place, la primera a la que le hice el amor y la única merecedora de portar mi anillo.
—No tienes que ser la primera —acuné su rostro, acariciando sus mejillas con mis pulgares—, eres la única y serás la última. Creéme, eso vale mucho más.
Sonrió con amplitud.
—Entonces gustosa acepto su anillo, Sr. Pudín.
—Como guste, mi reina.
Tomé su mano derecha y deslicé el aro en su dedo índice. La frase de ''Como anillo al dedo'' quedaba perfecto con la situación, así como le quedó exacto a ella.
—¡Wow! —sonrió alzando la mano a la altura de su rostro admirando cómo relucía en su dedo—. Pareciera que fue hecho a la medida para mí.
Claro que sí, es el anillo que debía regalarle a mi chica ideal, y esa eres tú.
(...)
—¿Cuándo regresas? —lloriqueé al teléfono.
Desde que Emma fue aceptada como pasante en Union News, ha hecho viajes a Valery Place semanas alternadas como parte de sus prácticas. Le proporcionan el transporte e incluso hospedaje pagado en un hotel, el gran problema es que se va de lunes a jueves y yo me quedo aquí extrañándola como un loco. Se supone que regresa hoy, pero ya son cerca de las 8:00 p.m. y no hay señales de ella.
—Lan, hubo un inconveniente con el ómnibus que nos transporta y tendré que quedarme hasta mañana.
¿¡QUÉ!?
¿¡Y qué mierda voy a hacer ahora con la cena romántica sorpresa que preparé para ella!? ¿Dársela a los innombrables?
—No puede ser —gruñí por lo bajo—. ¿Y si voy a buscarte? Estoy acostumbrado a conducir a Valery Place.
—Pudín, es tardísimo. Para cuando llegues serán al menos las 10:00 p.m. y será pasada la medianoche cuando regresemos al dúplex. Ni siquiera tendremos tiempo de besarnos y será un gasto de gasolina innecesario.
—La gasolina es lo de menos, ¿tienes idea de lo mucho que te estoy extrañando?
—Yo también te extraño muchísimo —murmuró con dulzura—. Mañana a primera hora estaré ahí, lo prometo.
—Quisiera no tener que esperar hasta mañana —suspiré.
—Pienso igual, pero sabes que este tipo de obstáculos se puede dar. Aún me falta el último trimestre antes de graduarme y mientras tanto tendré que viajar constantemente de Johnson a Valery Place.
—Muero porque nos graduemos y nos mudemos a Valery Place de una vez. Allí no tendremos que separarnos.
—Faltan tres meses aún, así que por el momento, debemos acostumbrarnos.
Lo sé, pero es difícil acostumbrarse a tenerte lejos de mí.
No le digas eso, Allan, sonarás como novio intenso.
—Sí, comprendo —asentí aunque ella no pueda verme.
—¿Ya cenaste?
—Pues... —me giré hacia la mesa en la que figuraban los spaguettis napolitanos a la luz de las velas—, no. Te estaba esperando para hacerlo.
No quiero comer solo por cuarta vez consecutiva en la semana.
—Seguro está delicioso lo que preparaste.
—Sabes que lo está —presumí, haciéndola reír—. ¿Y tú? ¿Cenaste ya?
—Estoy en eso. ¡Pizza! ¿Adivina de qué?
—¿Mi mezcla explosiva? —deduje.
—Mhm —sonaba a que estaba masticando—. Por tu culpa me he vuelto adicta a ella.
—¿Mi culpa? —reí—. Culpa de los ingredientes por combinar tan bien.
—Ok, es un empate —rió—. Ahora cena, debes estar muerto de hambre.
—No tengo tanta... —mis tripas rugieron como el rey león en ese preciso momento—, hambre.
—¿Ah no? ¿Entonces esos rugidos qué eran? ¿Estás viendo Animal Planet?
—¿Lo escuchaste? —reí.
—Creo que en Phealls se escuchó —rió—. Anda, come. Te llamaré antes de ir a dormir.
—Ok, reina mandona. Te amo.
—Eh...adiós, pudín —y colgó.
Me da ternura que la ponga tan nerviosa que le diga que la amo. Aunque en esta ocasión en específico le di pie para que me lo dijera de vuelta y quizás eso la incomodó porque sé que aún no está del todo lista. No me molesta que no lo ha dicho, sus anteriores relaciones amorosas fueron un total desastre y siempre salía lastimada, no puedo culparla por ser precavida con su corazón. Además, yo sé que me ama, no necesito que me lo confirme con palabras cuando lo hace de otras forma todo el tiempo.
Me dispuse a sentarme a la mesa y probar el primer bocado de la cena para dos que ahora es solo para uno. No me había quedado nada mal, pero preferiría tenerla a mi lado degustándolo también.
Antes de que pudiera llegar siquiera a la mitad, comenzó a sonar el timbre insesantemente. Le advertí a mis amigos que no se aparecieran por aquí para que no arruinasen la sorpresa de Emma, así que sin tener ni puta idea de quién era, fui a abrir.
Del otro lado de la puerta se encontraba uno de mis mejores amigos y me bastó observarlo durante dos segundos para percatarme de que estaba borracho hasta el tope.
—Hola, Lerman —sonrió a lo idiota, tambaleándose a los lados, llevaba una cámara de video en su mano.
Suspiré.
—Hola, Saunders.
Me hice a un lado, dejándolo pasar. Dios sabe que no hay nada peor que lidiar con su insistencia cuando está borracho, de hecho, si un día se le ocurre presentarse delante de Jane así, no pararía hasta convencerla de pasar la noche con él.
—¿Por qué estás así? ¿No es muy temprano para beber? —pregunté, intentando que no se cayera mientras grababa con la cámara todo a su alrededor.
—¿Cuál es el motivo principal por el que siempre me emborracho a propósito?
Debí suponerlo, sus padres.
Aurora y John Saunders son el prototipo de padres estrictos. Durante toda la vida lo presionaron para ser el mejor en todo e incluso lo obligaron a estudiar administración de empresas, carrera que no le disgustaba del todo, pero que nunca fue su primera opción. Por eso cada vez que discute con ellos, se emborracha, toma su cámara y comienza a grabarlo todo ya que ser director de cine siempre fue su sueño. Es su forma de liberar la frustración que le ocasionó no estudiar lo que en verdad le gusta.
—Siento haber venido sin avisar —hipó—. ¿Emma ya llegó?
Negué con la cabeza.
—No vendrá hasta mañana, al parecer su transporte se averió.
—¿Entonces te importa si me quedo? Mañana me largo en cuanto salga el sol, looo prometo —alzó su meñique como si quisiera hacer la pinky promise.
—No te preocupes, sabes que eres bienvenido —miré hacia el comedor—. Tengo un plato libre, ¿quieres comer?
—¡Comiiidaaa! —gritó corriendo hacia el comedor, tropezando y cayendo al piso en el proceso—. ¡Uy! Creo que mi cámara se rompió —rió, dando vueltas.
Me golpeé la frente y solté un suspiro cansado. ¿Por qué siempre me toca a mí lidiar con los borrachos?
Le quité la camára para luego depositarla en una mesita, al lado del portarretratos con la foto mía y de mi novia. Levanté a mi amigo del suelo y casi a rastras, conseguí sentarlo en el asiento de mi chica.
—Vamos, come —ordené mientras tomaba asiento en mi lugar.
—¿Qué es esto? —tomó uno de los spaguettis examinándolo como si nunca hubiese visto uno—. ¿Gusanos?
—No, son spaguettis napolitanos —tomé su tenedor enredándolo en la pasta—. Come —se lo entregué.
Lo observó por unos pocos segundos, debatiendo si debía comérselo o no. Finalmente lo hizo y así concluyó con el resto de su plato. Lo único bueno de Brook borracho es que es fácil de manejar, cumple las órdenes sin tener que insistir demasiado.
Al terminar de cenar, lo llevé a la habitación para que durmiera allí. A mí no me importaba dormir en el sofá, de todas formas no dormir con Em incluso me quitaba el sueño. No sé qué mierda voy a hacer sin su compañía en el mes que quedará después de irnos del dúplex y antes de la graduación, será un suplicio.
Decidí ir a darme un baño, pero cuando estaba cruzando el pasillo, unos golpes en la puerta que lleva al patio me alarmaron. Caminé rápidamente hacia allí, encontrándome a Vanessa al otro lado de la puerta transparente.
—¿Vanessa?
—Siento molestarte a esta hora, pero... —se abrazó a sí misma—, ¿podemos hablar?
Por un instante quise rechazar su petición, después de todo entre ambos nada es rescatable, pero ella estaba mal. Vestía un pijama que consistía en una blusa corta de tirantes y unos shorts, sus ojos estaban hinchados y rojos de tanto llorar y su expresión dejaba ver como mínimo que estaba destrozada.
Ok, es Vanessa, la ex que me hizo pedazos. Pero en este momento solo era una chica triste y necesitada de consuelo, no podía dejarla en ese estado pudiendo hacer algo al respecto.
—Claro.
Abrí la puerta, dejándola entrar. La guié hasta la sala de estar donde la dejé sentada en el sofá y caminé hacia la cocina. Serví en una taza un poco del café que previamente había preparado y se la entregué antes de sentarme a su lado.
—Gracias —me sonrió débilmente antes de darle un sorbo.
—¿Qué te ocurre? La Vanessa que yo conozco jamás se deja entristecer y menos por un chico, porque se trata de él, ¿verdad? —asintió—. ¿Qué te hizo?
—Se está tirando a otra —respondió con la voz quebrada—. En mi cuarto, en mi cama...justo ahora.
¡Mierda!
Sé de sobra que Dave es un hijo de puta, pero ya es mucha desfachatez tirarse a sus amantes en el dúplex y en la habitación que comparte con Vanessa.
—Ese tipo es un idiota —apreté mis puños y me levanté—. Voy a ir a ponerlo en su lugar ahora mismo.
Mi ex me tomó del brazo impidiéndome mi cometido.
—¡No vayas! —bajó la mirada—. Ni siquiera vale la pena y además...me lo merezco.
No, se merece que la hayan engañado como ella lo hizo conmigo, pero no que pisoteen su dignidad.
Me senté otra vez.
—No quiero que vuelvas a decir que te mereces ser humillada así. El karma ya hizo su trabajo contigo, pero esto es demasiado.
—Una traidora se merece que la traicionen —sollozó—. Fui una ilusa por creer que yo sería la gran excepción de Dave, por enamorarme de él sabiendo que me desecharía tan pronto dejara de interesarle.
—Vanessa, escucha. No hiciste las cosas bien conmigo. Me engañaste, me dejaste y encima me hiciste compartir esta mitad con una completa extraña. En resumen, la cagaste.
—Lo sé —asintió—, y lo siento muchísimo en serio. Ahora que sé lo que se siente que la persona que amas te traicione...me di cuenta de lo mal que me porté contigo.
—Exacto, hasta ahí llega tu lección. Tu karma. Pero, ¿soportar que meta a otras chicas en tu casa y se las tire frente a tus narices? ¿En serio, Vanessa? Ninguna mujer debería pasar por eso.
—Pero es que lo amo...
Mierda, esto es peor de lo que creí.
—Tu amor por él no puede ser más fuerte que tu amor propio. Ambos sabemos que nunca valorará tu amor ni el de ninguna otra mujer, porque es un imbécil que cree que agrandar la lista de chicas que ha llevado a la cama vale más que una persona que siente algo genuino por él.
—Eso lo entiendo. ¿Pero con qué cara le reclamo por sus infidelidades cuando yo empecé con él aún estando contigo? No tengo moral para hacerlo.
—¿Y por eso debes soportar que te engañe en tu propia casa? ¿Te quieres tan poco?
Ella simplemente bajó la cabeza, deslizando sus dedos por el borde de la taza.
—En mi opinión, creo que uno de los debería irse del dúplex antes de que la toxicidad empeore. Él no te respeta y tú estás saliendo lastimada, ese ambiente de mierda no es sano.
—Sabes que no cederá —rió sin gracia.
—Entonces vete tú. Sé que el dinero que invertiste en el alquiler no es poco, pero es preferible perderlo antes que seguir presenciando escenarios como ese. No es justo para ti.
—Puede que tengas razón —asintió—. Gracias por dejarme pasar, Allan —sonrió a medias—, ni siquiera sé porqué lo hiciste.
—Porque soy Allan Lerman, alguien incapaz de abandonar a su suerte a una persona que se ha ganado mi empatía.
—Cierto —sonrió, nostálgica—. ¿Crees que...me he ganado tu perdón?
—Esas son palabras mayores. Lo que me hiciste no es algo que se pueda perdonar de la noche a la mañana con un par de disculpas.
—Entiendo —asintió cabizbaja.
—Pero quizás lo considere. Al menos te has mostrado arrepentida, admitiste tu error y supiste pedir perdón, no todos son capaces de hacerlo —dije esto último pensando en Dave y en mi padre, esos dos tienen las puertas del cielo cerradas con candado—. Además, en su momento te dignaste a romper conmigo y me dijiste las cosas de frente. Hiciste las cosas bien en ese sentido, tarde, pero bien. Y te agradezco eso, así que...creo que sí, puedo reconsiderarlo.
—No esperaba más y estoy bien con eso. Gracias por escucharme, lo necesitaba.
—No tienes nada que agradecer —le regalé una media sonrisa.
—Ya me voy —me entregó la taza mientras se levantaba, pero en un mal movimiento lo que quedaba de café se derramó sobre su blusa—. Mierda.
—Tranquila —me levanté—. Ve al baño a lavarla, es por ese pasillo —lo señalé, aunque de su lado la arquitectura es igual a esta—. Yo puedo buscarte algo mío para que te pongas.
—Gracias.
Dicho esto, fui a la habitación donde mi rubio amigo seguía durmiendo plácidamente y busqué una camiseta mía. Bajé al baño y sin entrar, le entregué la camiseta a la pelirroja. Gritó un ''Gracias'' desde dentro y volví a la sala de estar.
Emma no vino y acabé encargándome del borracho de Brook y del corazón roto de Vanessa. Qué noche tan loca.
Antes de que pudiera siquiera sentarme en el sofá, el sonido de unas llaves y la puerta principal abriéndose me detuvo. Cuando parpadeé, tenía a mi novia corriendo hacia mí para abrazarme dejando su maleta tirada en el camino.
—¡Pudín! —la envolví entre mis brazos.
—¿No se supone que no venías hasta mañana? —sonreí al separarnos.
—Era una broma —rió—. A mitad de camino se ponchó una rueda del autobús y hubo que cambiarla, por eso me atrasé.
—Eso ya no importa —la tomé de la cintura—, estás aquí.
Me acerqué a su rostro para besarla, pero una voz nos interrumpió, justo en el momento menos indicado.
—Allan, ya termi... —avisó Vanessa y paró en seco al ver a Emma.
Mi novia por su parte la miró y se separó bruscamente de mí. La pelirroja vestía mi camiseta que le llegaba a la mitad del muslo y tapaba sus shorts, eso se prestaba a confusión. Entonces entendí en el gran problema que acababa de meterme.
—¿¡Qué mierda es esto!? —gritó con las lágrimas acumulándose en sus ojos marrones.
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Nuevo capítulooo!!!
¡Chan, chan, chaaannn!
⚠Alerta spoiler⚠: Esto se va a poner feo.
¿Por qué creen que el anillo de Allan es tan especial?
¿Qué opinan de Vanessa?
¿Cómo creen que reaccione Emma ante el malentendido?
Besos de Karina K.love 😉
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