Capítulo 45: Peleas
Emma
Vivir en Hale desde siempre ha hecho que desarrolle cierto aversión a los chicos vestidos con trajes caros y sonrisas arrogantes. Pero, una vez más, Allan Lerman demuestra que es diferente en todos los putos sentidos.
Lucía un traje negro elegante que le brinda un aire más adulto, alejado del aura despreocupada con la que se siente más cómodo. Sus rizos rebeldes estaban peinados a la perfección, parecía haberle puesto empeño. El hecho de que no le agrade su indumentaria y mucho menos el evento para el que se vistió así, hizo que su semblante estuviese serio; esa expresión rígida lo hace ver muy sexy, dicho sea de paso.
En conclusión, esta vez fui yo la que babeó al bajar las escaleras. Lucía como un modelo.
El sentimiento fue mutuo, ya que no me quitó los ojos de encima a medida que iba descendiendo escalón por escalón. Después de días buscando el vestido ideal con ayuda de las gemelas, encontré uno rojo vino de infarto. Falda suelta asimétrica —o sea, largo hasta la mitad del muslo en la parte delantera y en la trasera hasta los tobillos— y escote halter dejando al descubierto parte de mis ''pechos de actriz porno''. Tacones altos a juego, maquillaje de noche no muy escandaloso y mi cabello ondeado peinado hacia el lado izquierdo.
—No me canso de decir que eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida —sonrió tan pronto me posicioné frente a él.
—Y tú eres eres el hombre más guapo que he visto yo —lo abracé, aspirando la fragancia de su nuevo perfume, lo adoro.
—Allana y Enmanuel serán preciosos entonces —bromeó en un intento de liberar la tensión, es obvio que no quiere ir a esa fiesta.
Cuando me contó que su padre siempre se las ingeniaba para orillarlo a complacer sus peticiones, no estaba bromeando. En Valery Place se encuentra la sede de una importante empresa a la que Carlos y Allan tienen pensado ir a probar suerte después de graduarse, al parecer el Sr. Lerman es socio de dicha compañía y básicamente amenazó con entorpecer su aplicación si no aceptaba asistir hoy. Jodida movida sucia.
Justo por lo mismo me sentía culpable. Nunca debí aceptar esa invitación, independientemente de que de una forma u otra arrastraría a Allan a ese evento, no tenía porqué inmiscuirme. El Sr. Lerman sonaba tan amable y cordial al teléfono que por un momento creí que sería beneficioso para Allan asistir a esa fiesta y pasar tiempo de calidad junto a él, pero es evidente que me equivoqué.
—Aún estamos a tiempo de retractarnos y quedarnos a ver películas —le sonreí, intentando que imite mi gesto.
—No. Desafiar a mi padre a estas alturas del partido no me conviene —llevó sus dedos a mi barbilla y dibujó media sonrisa en su atractivo rostro—. Además, estás preciosa y sería una lástima que Hale se lo perdiera.
—Gracias por el cumplido, pero de lo que se esté perdiendo Hale no me importa. Lo que en verdad me interesa es cómo te sientes tú.
Amplió su sonrisa un tanto, solo un poquito.
—Puedo con esto, en especial porque estarás ahí conmigo.
—Siempre voy a estar ahí cuando me necesites —tomé su mano—. ¿Nos vamos?
—Vamos.
Después de colocarnos nuestros abrigos y salir, subimos a la camioneta que previamente había sido cargada con municiones: mucha comida. Son aproximadamente tres horas de viaje hasta Hale y luego un poco más para llegar a la casa del Sr. Lerman. Si queríamos llegar a tiempo, debíamos evitar las pausas innecesarias en restaurantes de carretera.
Con tan solo diez minutos a bordo, me encontré con una escena bastante grotesca al detenernos en un semáforo en rojo. A mi derecha, fuera de una pequeña cafetería, se encontraba mi ex besándose apasionadamente con una chica. ¿Y adivinen qué? No era Vanessa.
La verdad no esperaba menos de semejante parásito. Tarde o temprano se iba a aburrir y recurriría a otra que "satisfagera sus necesidades''. Es un imbécil que nunca va a cambiar.
Recordar el hecho de que hasta hace poco más de cinco meses me encontraba en una relación con él, hizo que se me revolviera el estómago. ¿Cómo pude entregarle mi corazón tan deliberadamente a alguien como él? Alguien que no me apoyaba para cumplir mis metas y sueños, que no me valoraba como pareja ni como mujer, que buscaba en mí solo placer sexual y luego me tiró a la basura alegando que era pésima en la cama cuando fui yo quien tuvo que fingir más de un orgasmo porque no quería herir su orgullo. Realmente estaba idiotizada a más no poder.
Me giré hacia Allan quien también estaba admirando la escena con una ligera expresión de incredulidad y una sonrisa sarcástica.
—Antes de romper, cuando Vanessa creaba escenas de celos tontas para hacernos pelear a propósito, dijo como excusa una vez que un mujeriego nunca deja de ser un mujeriego —mencionó—. Pero lo que en realidad debió haber dicho es que un traidor siempre será eso, un poco hombre.
Por estúpido que suene, me sentía mal por Vanessa. No por el hecho de que Dave le esté haciendo lo mismo que me hizo a mí, eso se lo merece hasta cierto punto, sino porque dejó escapar a un ser tan maravilloso como Allan por ese estiércol de persona bajo la excusa de que lo romántico no es lo suyo y se sentía asfixiada entre tanta cursilería.
Tiene que estar bromeado. Está bien, no todas las mujeres son amantes de los detalles románticos y las relaciones melosas, y no tiene nada de malo. Pero una cosa es eso y otra muy diferente es engañar a una persona que te quiere reemplazándola con otra que no respetó a su anterior pareja y por ende no te respetará a ti.
—Concuerdo, pero ambos se merecen.
El semáforo cambió al color verde y seguimos nuestro camino, obviando lo que acabábamos de ver. No me interesaba Dave ni lo que decida hacer con su vida. Estos últimos meses, independientemente de que él y la otra innombrable son nuestros vecinos, no hemos mantenido contacto ninguno excepto por un par de contiendas y sus odiosos gemidos durante el sexo. Cuando llegué al dúplex creí que me sería imposible superarlo teniéndolo tan cerca, pero el pelinegro que tengo al lado no solo hizo que evitara su presencia, también logró que olvidase por completo el mal trago que pasé.
Allan ha sido un roommate divino, un amigo incondicional y un novio del cual no tengo ninguna queja. Me ha apoyado, me ha hecho sentir bien conmigo misma, entre otras cosas que nadie más logró antes...todo sin siquiera ser mi novio aún.
Lo quiero, no tengo dudas de eso. Y...muy en el fondo creo que me estoy engañando a mí misma al no admitir que lo amo. Pero aún no me siento lista para decirlo, quiero hacerlo cuando lo considere oportuno y esté cien por ciento segura.
Mientras tanto voy a estar aquí para él, tomando su mano libre durante las restantes dos horas y media de viaje que nos quedan, brindándole el apoyo que necesita.
(...)
Cuando Allan me dijo que su padre vivía en una mansión, no imaginé que sería en la mejor zona de Hale. Una edificación colosal que podría muy bien compararse con la Casa Blanca se erigía frente a nosotros, el lujo podía percibirse sin siquiera acercarnos demasiado. Aparcamos en la carretera individual del lugar antes de bajar de la camioneta.
—¿Estás bien? —le pregunté al ver la forma en la que observa la enorme mansión, su expresión se endureció y podía jurar que sus manos, las cuales se encuntran dentro de su pantalón, estaban formando puños.
—Esto va a ser peor de lo que tenía pensado —respondió con amargura, esa actitud tan desganada no es propia de él.
Hice que sacara una de sus manos de los bolsillos y la tomé, entrelazando nuestros dedos. El gesto hizo que mirase en dirección a donde nuestras manos estaban unidas y me sonrió.
—Gracias por acompañarme esta noche.
—No solo soy tu novia para los momentos buenos, en los difíciles también estoy aquí.
—Gracias...bombón.
—¿Bombón? —alcé una ceja—. ¿No tienes algo más original?
Lan lleva ya un tiempo buscando un apodo cariñoso por el cual llamarme aparte de los que ya usaba antes. A ambos nos parece lindo y yo ya decidí llamarlo pudín, pero a él se le está dificultando encontrar alguno que me haga justicia.
—Esto de los apodos de novios es difícil. Cuando éramos solo amigos se me hacía muy sencillo.
—Ya se te ocurrirá algo —suspiré.
—Sí —suspiró también—, vamos a entrar.
Caminamos hasta llegar a la gran puerta de la entrada. Luego de tocar el timbre, una señorita que parecía ser del personal de servicio, nos invitó amablemente a pasar. Siendo guiada por mi novio, recorrí varios pasillos en los que figuraban obras de arte originales de reconocidos artistas, jarrones preciosos e incluso algunas esculturas de mármol. Una cosa más que odio de Hale, el estilo ostentoso de la decoración de interiores. Tantos adornos costosos para evidenciar y presumir del dinero que ostentan los dueños, no lucen mal, pero la elegancia no tiene que ser tan presuntuosa para llegar a ser digna de admirar.
Finalmente, al doblar a la derecha en un pasillo más, llegamos al comedor. Era una habitación gigantesca, en el medio figuraba la larga mesa portadora de la cena, los aperitivos y varios candelabros de plata.
¿Es en serio? ¿Candelabros?
A la mesa se encontraban sentados un total de cinco personas. El asiento del patriarca lo ocupaba un hombre de mediana edad, de cabello gris teñido por las canas y lucía un traje que evidenciaba su alta posición social. A su derecha una mujer de aproximadamente 30 años, rubia, de ojos ámbar y luciendo un vestido negro que resaltaba su esbelta figura. Junto a ella, un hombre pelinegro y una pareja de señores de edad más avanzada, pero bien conservados.
Tan pronto el señor del cabello gris giró ligeramente su cabeza para mirarnos y pude detallar su rostro, caí en cuenta de quién se trataba. ¿¡Cómo no lo pensé antes!? ¡Era muy obvio! Lerman no es un apellido muy común, y si Allan nació en Hale, eso quiere decir que...
—Sí —afirmó lo que estaba pensando al ver mi expresión de asombro—, mi padre es Mauricio Lerman, uno de los hombres más ricos de la ciudad.
Mauricio Lerman, cualquier persona residente de Emerald Hills es consciente de quién ese hombre. Posee siete empresas dedicadas a distintas ramas de la economía, desde el turismo hasta la construcción. Su patrimonio está evaluado en una importante cantidad de dólares, convirtiéndolo en una de las personas más adineradas de la ciudad.
Ese hombre es el padre de Allan...aún no me lo creo del todo.
Mi pelinegro tiró de mi mano, haciéndome caminar hacia la mesa. Tomamos asiento, Allan a la izquierda de su padre y yo a su lado, después de saludar con un simple ''Buenas noches''.
—Allan Lerman —sonrió el señor de cabello blanco que vino acompañado de su esposa—, vaya que has crecido, muchacho.
Lan en respuesta le regaló una media sonrisa y pasó a mirar un punto fijo en algún lado de la gran sala. Su incomodidad y deseos de salir corriendo de aquí eran evidentes.
—Se ha convertido en todo un hombre —Maurició colocó su mano sobre el hombro de mi chico como si presumiera un trofeo—, es mi orgullo.
Allan rió por lo bajo y con disimulo hizo un movimieto para liberarse del agarre de su progenitor, tal parece que le asquea su tacto.
—¿Y quién es está chica tan guapa que te acompaña? —preguntó el señor pelinegro que estaba sentado frente a mí mirando sin reparos hacia mi escote.
Me removí, incómoda ante su mirada. ¡Qué puto asco!
—Es su novia —contestó el Sr. Lerman—. Vanessa, ¿cierto?
Tierra, ¿no te apetece tragarme ahora?
Escuchar ese nombre hizo que mis pelos se pusieran de punta. Sabía que la relación entre él y Allan es casi inexistente, pero no al grado de no estar enterado que hace meses esa relación acabó y no de la mejor manera.
Mi chico carraspeó, molesto.
—Emma, papá. Mi novia se llama Emma.
Un aura incómoda se alojó en el ambiente. Evitando el exceso de atención que estaba recibiendo por parte de los presentes, bajé la cabeza mirando hacia mi regazo y de reojo noté que mi novio estaba apretando su puño con fuerza. Estaba conteniendo sus ganas de golpear algo, lo sé.
Con la palma de mi mano envolví su puño logrando que lo deshiciera poco a poco. Quería ayudarlo a sobrellevar todo esto.
—Oh, lo siento, Emma —rió Mauricio, ''apenado'' por la confusión—. Es que estoy acostumbrado a las andadas de mi hijo, nunca ha sido partidiario de tener novia oficial.
Qué poco conoce a su hijo, por Dios. Allan fue un playboy codiciado, sí, pero siempre estuvo en busca de la chica ideal y mantuvo varias relaciones formales. Yo lo conozco hace menos de un año y lo sé.
—Pero ella no es una de mis andadas, es Emma, y te pedirías que mínimo te aprendieras su nombre —exigió, los músculos tensos de su rostro dieron a entender lo enojado que estaba a pesar de su tono de voz calmado.
Aparte de lo incómodo de la situación, me agradó la forma en la que me defendió. Dijo Emma como si fuera sinónimo de algo muy importante para él; eso me hizo sentir muy especial.
—Bueno, un gusto conocerte, Emma —me sonrió la mujer del vestido negro—. Soy Agatha Landford, la pareja de Mauricio.
Debo admitir que ella era la única en esa sala que me caía medianamente bien. Parecía estar haciendo un gran esfuerzo por alivianar el ambiente y hacer que la cena resultara lo mejor posible.
—Un gusto.
A partir de la iniciativa de Agatha, comenzaron las presentaciones que debieron efectuarse en un inicio. El tipo que me miraba los senos es Finneas Paul, amigo de Mauricio y su mayor socio, mientras que la pareja de señores son Meredith y John Vincent, viejos amigos de el fallecido abuelo Lerman.
Los empleados de servicio nos trajeron el plato entrante, el cual nos dedicamos a degustar en silencio. Literalmente no se escuchaba otro sonido además de los cubiertos haciendo contacto con los platos. Nunca me había sentido tan fuera de lugar como ahora, aunque yo no era la única con ese sentimiento.
Bajo la mesa, Allan agarraba mi mano. No sé si fue porque mi gesto de hace rato lo tranquilizó, si me necesita para mantener su autocontrol o si es su forma de disculparse por el mal rato que estamos pasando ambos. Solo sé que dentro de tanta pesadez, la calidez de su tacto fue lo único que me hizo sentir a gusto en este sitio.
—Allan, estás pronto a graduarte, ¿cierto? —preguntó Meredith, rompiendo el silencio.
—Sí, administración de empresas —respondió en un tono menos frío que las anteriores veces que habló, pero aún manteniendo su semblante serio.
—Eso significa que pronto podrás unirte a las compañías Lerman —celebró Finneas—. ¿En qué empresa quieres incursionar?
—En ninguna —respondió robóticamente mi pelinegro, ganándose una mirada de incredulidad por parte de todos los presentes, exceptuándome.
Mauricio rió.
—¿Entonces qué quieres? ¿Iniciar con tu propia empresa? Podemos hacerlo, hijo.
Lan soltó un suspiro pesado, estaba a nada de llegar a su límite y lo comprendí.
—No. Tú y yo no podemos hacer nada juntos —se giró hacia su padre—. Y por favor no vuelvas a hablarme en ese tono paternal tan falso, deja de fingir que te importo.
El rostro de Mauricio se endureció, pero trató de disimularlo con una sonrisa claramente fingida.
—¿De qué hablas, hijo?
—¡Deja de llamarme hijo! —alzó la voz.
Es oficial, llegó a su punto cúspide.
—Toda esta cena es una maldita farsa —escupió con desdén—. Me hiciste venir para simular delante de tus amigos y de tu novia una relación de padre e hijo que está rota hace más de diez años. Y no me hagas mencionar el porqué estoy aquí.
El Sr. Lerman no se inmutó ni tan siquiera un poco ante las palabras de su hijo, parecía no afectarle en lo absoluto. Mantuvo su postura firme con los brazos cruzados sobre su pecho.
—Te habías tardado en armar tu showcito —rió con suficiencia.
¿Qué? ¿Showcito? ¿Eso es lo que cree al respecto?
Allan se levantó de su asiento bajo nuestras miradas expectantes. Colocó sus puños sobre la mesa, apoyándose en esta y observó a su padre.
—Showcito. Así que yo estoy armando el show, ¿eh? ¿Por qué no le dices a tus distinguidos invitados que hace exactamente un año que no me ves? ¿Por qué no les dices que yo mismo pagué la colegiatura de mi carrera universitaria y no tú como seguramente les hiciste creer? ¿Por qué no les muestras como realmente eres?
Mauricio rió por lo bajo, como si esperara esa reacción por parte de Allan.
—Igual de dramático que tu madre.
Golpe bajo, Sr. Lerman. Golpe jodidamente bajo.
En un parpadeo, mi novio tomó a mi suegro de la solapa de su traje levantándolo consigo. La rabia resplandecía en sus lindos ojos grises mientras que en los negros de su adversario solo encontré frivolidad. Todos nos levantamos de nuestros asientos y caminamos hacia ellos para evitar un conflicto mayor.
—No vuelvas a mencionar a mi madre con tu sucia boca, ¿me entendiste? —gruñó mi chico.
—Eres igual a ella, débil y estúpido.
Esas palabras bastaron para que mi pelinegro estampara su puño contra su mejilla ocasionando que perdiera el equilibrio sin llegar a caer al suelo.
Un grito de sorpresa se escapó de mi boca, nunca había visto a mi novio así de molesto y temía que perdiera el control aún más de lo que ya perdió.
—El único error que cometió mi madre fue involucrarse con una mierda como tú. La usaste a tu antojo, le fuiste infiel varias veces y no descansaste hasta quitarle todo cuando se divorciaron, solo que no contaste con la herencia que mis abuelos le dejaron.
—Tú no sabes nada, eras un mocoso en aquel entonces —respondió en un tono mucho menos tranquilo que antes, el golpe lo dejó un tanto descolocado.
—Sí, pero ahora no lo soy. Tú de verdad crees que soy estúpido, ¿cierto? ¿Crees que te voy a dejar apoderarte de ese dinero que tanto quieres?
No entiendo nada. ¿De qué hablas, pudín?
—Deja la paranoia, Allan. No necesito esa miseria —alegó mientras señalaba el lugar con ambas manos, aludiendo a su riqueza.
—No la necesitas, pero sí la quieres, siempre la quisiste —me preocupé al escuchar su voz quebrarse—. Por eso la desconectaste cuando tuvo el accidente, para tomar ese dinero, pero no contaste con que ella me lo dejó todo en su testamento y no podría obtenerlo hasta cumplir los 20 años. Ella dejó a Wanda como albacea y tú, para no tener que cargar conmigo, le exigiste quinieientos mil dólares a cambio de cederle mi custodia, ¿crees que no lo sabía?
Esto es más información de la que puedo procesar.
Ese hombre de cabello gris a pocos metro de mí es un monstruo ambicioso y por lo que pude notar en su expresión, estaba sorprendido, pero no arrepentido, ni tan solo un poco. ¿Cómo es que alguien como él comparte parentesco con Allan? Es inconcebible.
—Y ahora que me voy a graduar y ya dispongo de mi dinero, quieres que trabaje contigo para eventualmente quitármelo todo como intentaste hacer con mi madre —secó una rebelde lágrima que se deslizó por su mejilla—. Me das asco.
—¿Terminaste? —rió con sarcasmo, qué tipo tan cínico—. Sí, hice todo eso, ¿y qué? Gracias a mi visión en los negocios he hecho crecer todo este imperio y tú serás mi heredero. Deberías agradecérmelo en lugar de comportarte como un niño llorón que no ha superado la muerte de su mami.
Esas tediosas palabras bastaron para que Allan se lanzara sobre él y ambos cayeran al suelo donde comenzó a golpearlo sin piedad.
Finneas intentó separarlos, pero falló, Agatha le pedía a sus empleados que fueran por ayuda, los señores Vincent salieron del lugar y yo, yo solo podía gritar que se detuvieran, horrorizada ante lo que estaba viendo.
En un movimiento brusco, Mauricio tomó el control posicionándose sobre su hijo y propinándole varios puñetazos.
—Niño malcriado, eso es lo que siempre fuiste.
Lan le propinó un rodillazo en el estómago el cual provocó que ese...señor, se doblegara a causa del dolor y se tirara a su lado. Mi chico no perdió el tiempo y se posicionó sobre él.
—¡Bastardo! —gritó, justo antes de golpearlo nuevamente.
Esto estaba mal. Independientemente de que ese tipo se lo merezca, no podía permitir que el corazón del chico que amo se llenase de odio a causa de alguien que no vale la pena.
—¡Allan! —grité, pero él no me prestó atención—. ¡Allan, mi amor, para!
Y, como si mis palabras fueran una especie de orden divina, se detuvo.
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Nuevo capítulooo!!!
¿Quién odia a Mauricio Lerman?
¿Qué creen de lo que dijo Allan con respecto a las acciones de su padre?
¿Quién ayuda al pobre Allan a buscarle un apodo a Emma?
¿Qué creen de la declaración de amor interna de Emma?
Besos de Karina K.love 😉
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