Capítulo 43: Plan B

Allan

Día entre semana, sin clases, despertando tarde y abrazado a mi chica. ¿Hay una manera mejor de despertar?

—Buenos días, hermosa —la saludé al ver cómo se giró y se acurrucó en mi pecho, es lo primero que hace al despertar.

—Buenos días, pudín pervertido —bostezó.

—¿Algún día dejarás de llamarme pervertido?

—¿Algún día dejarás de ser pervertido? —rebatió con voz adormilada intentando adaptar sus ojos marrones a la luz del día.

—No mientras esté contigo —la tomé de la cintura e hice que se sentara sobre mi torso—. Sabes qué día es hoy, ¿cierto?

—Claro que lo sé —se inclinó recostándose sobre mí—, nuestro primer mesversario —dejó un corto beso en mis labios, demasiado corto para mi gusto.

—Un mes juntos —acomodé su desordenado cabello detrás de sus orejas—, y yo de idiota que pensaba que si algún día llegáramos a tener algo, no funcionaría.

—Yo también lo pensé. Creí que nuestra relación se basaría en constantes comparaciones con las que tuvimos con los innombrables.

Y ha sido todo lo contrario. Desde que estamos juntos, hemos ignorado por completo a los molestos vecinos de al lado. Yo en lo personal no he tenido tiempo ni intención de pensar en Vanessa ni mucho menos compararla con Emma, sencillamente porque no existe comparación entre ambas.

La castaña despeinada acostada sobre mí ha ocupado todo mi corazón y mente. Y comienzo a preguntarme...¿será que en verdad me enamoré de Vanessa? ¿O lo que me hace sentir Emma es más fuerte que lo que una vez sentí por mi ex?

—Pero no es así. Dave y Vanessa son parte de nuestro pasado y, aunque me moleste admitirlo, gracias a ellos estamos juntos.

—Yo no quiero pensar eso —negó con la cabeza—. Fue una mala jugada del destino que nos conociéramos por ellos, pudimos haberlo hecho por las gemelas o incluso por Fátima.

—Pero de no haber sido por los innombrables, no habríamos vivido tantas aventuras en este dúplex —acaricié su espalda, me está comenzando a gustar ese gesto.

—Ok —rodó los ojos—, démosles crédito por eso.

—¿Qué tal si vamos a ducharnos —dejé un beso sobre su cuello— ...juntos?

—¿Ahora? —frunció el ceño.

—¿Qué? ¿Quieres desayunar primero?

—No —se sentó nuevamente—, me refiero al mañanero.

¡Dios santo! ¿Algún día se va a cansar?

—Estoy comenzando a pensar que eres ninfómana o algo.

—El que se queja cuando tenemos que correr a la uni y no podemos hacerlo, eres tú.

—Y la que insinuó que nuestra relación estaba muy inclinada hacia el sexo, fuiste tú.

Eso fue hace como dos semanas. Me comentó que la inquietaba el hecho de que teníamos sexo en exceso y que nuestro noviazgo no tuviese algo más que ofrecer aparte de ello. Para demostrar que no, acordamos pasar una semana sin hacer nada de nada. Leyeron bien, nada, desde el lunes hasta el domingo. ¿Lo más gracioso del caso? Solo aguantamos hasta el miércoles, pero que conste que fue muy romántico.

—Eso fue una idea tonta que se cruzó por mi cabeza —se removió, avergonzada—. Tú y yo sabemos que nuestra relación se inclina hacia todo, desde lo romántico hasta lo pornográfico, y es perfecto.

Sonreí.

—Tú quieres un mañanero y yo quiero ducharme —me senté acomodándola sobre mi regazo—, hagámoslo en la ducha.

El deseo en su mirada y su sonrisa pícara me dio a entender que le encantó la idea.

—¿A qué estamos esperando? ¡Al baño!

(...)

¡ME CAGO EN EL CLIMA, EN LA LLUVIA Y EN EL PUTO METEORÓLOGO QUE DIJO QUE EL DÍA ESTARÍA SOLEADO!

Perdón, me alteré.

Entiéndanme, había preparado un día de campo mega romántico para celebrar nuestro mesversario y justo cuando íbamos a salir, comienza a llover. ¡Ah!, pero no podía ser una llovizna leve o un aguacero corto, no, tenía que ser un puto diluvio digno de construir otra arca como la de Noé.

¿¡Por qué mierda llueve en febrero!? O más bien, ¿¡por qué mierda está lloviendo hoy!?

—Lan, resignémonos —dijo mi chica en un intento por calmarme, ya se me subió el ''Efecto Valery Place'' y comencé a lanzar cosas—. No podemos hacer que pare de llover sin importar las cosas que lances.

—Es que se acaba de arruinar lo que había preparado para ti —gruñí de frustración y me senté a su lado en el sofá—. ¿Qué se supone que haga ahora para que el día sea especial? 

—Podemos quedarnos aquí —me abrazó—, acurrucados, tomando chocolate caliente y viendo películas como solemos hacer.

—Lo acabas de decir, es lo que solemos hacer. Deberíamos festejar de forma diferente a lo común.

—Lan —me tomó de la mano y entrelazó nuestros dedos—, no necesito un plan super especial, me conformo con estar contigo. No me importa el lugar, el plan ni mucho menos el clima.

Una media sonrisa se formó en mis labios.

—¿En serio no te importa?

—¡Claro que no! Haces de cada fecha importante un evento increíble, que las condiciones climáticas no estén a tu favor no quita que eres el mejor en eso.

Y una idea me pasó por la cabeza en ese justo momento...

—Tienes razón. Si llueve afuera, tendremos un pícnic dentro.

—¿Qué?

—Ya verás —le guiñé un ojo.

Aún con ella encima, moví el sofá hacia el lado izquierdo de la sala y repetí el mismo procedimiento con la mesita de centro. Fui a la cocina y regresé con la gran cesta que contenía todo lo que previamente había preparado para el día de campo. Tendí la manta en el suelo para luego organizarlo todo como tenía previsto.

—¿Qué te parece?

Por la sonrisa orgullosa en el rostro de mi chica, deduje que le agradó el cambio de planes. Caminó hacia mí y me dio un tierno beso antes de sentarse sobre la manta con las piernas cruzadas.

—Lo que dije, eres el mejor en esto.

—Espera, aún faltan detalles.

Me dirigí a la cocina con a esperanza de que aún quedaran velas de las que usé para el cumpleaños de Emma y, ¡bingo!, las hallé en uno de las gavetas. De regreso en la sala de estar, apagué las luces y coloqué dos velas encendidas en medio de la manta.

—Ahora sí —me senté frente a mi castaña—, cita lista.

—¿Qué peli vamos a ver?

—No sé —me encojí de hombros—. ¿Qué te gustaría?

—Tampoco sé —rió—. Elijamos una al azar.

Pasamos un rato buscando una película que valiera la pena ver y que no hubiésemos visto antes. Le lancé una mirada desaprovatoria a mi novia al ver qué seleccionó después de tanto buscar.

—¿Shrek? ¿En serio?

—¿Qué tiene? Shrek es una historia de amor preciosa y además se parece a nuestra historia.

Golpeé mi frente con mi mano.

—¿Qué tiene que ver Shrek con nosotros?

—¿Cómo que qué? Fiona y Shrek se enamoraron y al principio no lo aceptaban, nosotros estuvimos meses sin admitir que nos gustábamos. El burro los ayudó todo el tiempo a que estuvieran juntos, igual que Carlos.

—Un momento —río—. Si Carlos es el burro, ¿entonces Mery es la dragona?

Su contagiosa risa inundó la habitación, me priva escucharla reír.

—Ok —cedí—. Veamos Shrek.

Con una sonrisita victoriosa, reprodujo la película antes de acurrucarse a mi lado.

Esta no fue para nada la idea de la cita perfecta que tenía en mente, pero me gustó el toque original que le dimos y...mientras esté con Emma, no me interesa nada más.

La tarde se nos fue volando y lo que al principio solo sería ver una película, se convirtió en un maratón. Después de cuatro películas, una docena de aperitivos y de convertir el picnic en una escena porno, nos encontrábamos semidesnudos recostados sobre la manta.

—Me encanta estar contigo —murmuró sobre mi pecho.

—Y a mí —besé su frente—. Fue una buena cita después de todo.

—Nunca dudé que lo sería —se sentó dejando sus deliciosos pechos desnudos a plena vista—. Ya es hora de la cena. ¿Cocinamos o pedimos pizza?

—Espera —me senté también—, ¿qué hora es?

Me mostró la hora en su teléfono. ¿¡7:30 p.m.!? ¡Carajo!

—¡Mierda!

—¿Qué pasa?

—Pidamos pizza, no me da tiempo de cocinar.

—¿Por qué? —preguntó mientras me levantaba.

—Había olvidado que tengo que trabajar hoy.

—¡No! —objetó, decepcionada—. Se suponía que hoy estaríamos todo el día juntos.

—Em, no puedo faltar. Son jodidamente estrictos y me pueden despedir, no puedo permitirme perder ese trabajo.

—Sí puedes permitírtelo —se levantó, posicionándose frente a mí—. Tienes suficiente dinero para comprar el bar si quisieras.

Touché.

—Sí, pero me gusta vivir la vida pensando que ese dinero no existe y bajo esa lógica, si pierdo este trabajo, mi economía se irá al carajo.

—Lo sé —se cruzó de brazos—, perdón. Es que es un poco deprimente cerrar la noche sin ti en casa.

—Entonces ven conmigo.

—¿Eh?

—Sí. Vas y te diviertes mientras yo trabajo, y durante mis horas de descanso te alcanzo en la pista de baile. ¿Qué te parece?

—Me gusta la idea —sonrió.

—Entonces voy a pedir la pizza —tomé mi teléfono que descansaba encima de la mesa de centro—. ¿Pedimos la mezcla explo...?

¡Explosiva se ve ella!

¡Joder!

Llevaba puesta mi camiseta, la cual se colocó mientras estaba distraído, y le quedaba tan calientemente bien que cierto compañerito allá abajo estaba despertando.

—¿Tu mezcla explosiva? Sí —se apartó el cabello hacia atrás de la forma más sensual posible, ¿acaso no es consciente de que me está volviendo loco?—. Lan, ¿por qué me miras así?

—¿Así cómo? —me relamí los labios.

—Así...como un acosador sexual —rió temerosamente.

¿Tan amenazante luzco?

—¿En serio? —enarqué una ceja.

—Sí, pareces un loco que está a punto de violarme —rió—. ¿Por qué?

—Eso —señalé mi camiseta que le queda cien veces mejor que a mí—. Te queda genial.

—¿Luzco tan sexy? —preguntó mientras inspeccionaba su vestimenta.

—Demasiado —me mordí el labio inferior—. Me encanta que te pongas mi ropa. Es tan... —la tomé de la mano y tiré de ella obligándola a pegarse a mi cuerpo— ...atrayente.

Me observó con una mirada llena de deseo llevando su mano a mi entrepierna. Sí, no cabe duda de que está listo para ella.

—¡Mierda! —jadeó, acariciándome por encima del bóxer y logrando que soltara un gemido en el acto.

—¿Ves lo que provocas? —mi voz sonó mucho más ronca de lo normal, típico, me estaba conteniendo para no lanzarla al suelo y hacerla gemir.

—Pide la pizza —ordenó, con la respiración parcialmente agitada—, y en lo que llega el repartidor, echamos un rapidín.

—Qué buena idea.

(...)

Acuarius, bar-discoteca más codiciado y popular de la zona y el espacio recreativo favorito de todo Johnson. También conocido como mi lugar de trabajo en donde básicamente me encargo solo de servir tragos y sonreírle a las clientes femeninas con el fin de que consuman más alcohol.

Sí, no es solo un lugar en donde me exigen vestirme elegante como parte del uniforme, también me pagan por ser la carnada de las mujeres solteras y no tan solteras. A Carlos y a mí nos dieron el trabajo por ser guapos, y no hablo en sentido figurado, los dueños contratan a chicos como nosotros como bartenders y a chicas guapísimas como camareras con la finalidad de incrementar el consumo de los clientes y la popularidad del negocio.

A mí en lo personal no me molesta que vengan un montón de chicas pidiendo más bebida de la que su sistema es capaz de soportar como pretexto para mantener una ''charla amistosa'' conmigo. Por lo general les doy plática, pero nada más, ellas no van más allá de la barra que nos separa y yo tampoco tengo la intención de hacerlo. No soy más que un...caballero de compañía, pongámosle ese nombre.

Ahora, ¿cuál es el problema? Que traje a mi novia y a ella no le hace mucha gracia que una bola de borrachas me estén coqueteando —palabras dichas por ella—. De hecho, sigue regañándome por ello.

—¿¡Me trajiste para que viera cómo esas sanguijuelas intentan pegarse a ti!? ¿Te parece un lindo regalo de mesversario?

Reí, se ha montado un monólogo entero y lleva como diez minutos gritándome, y por algún motivo ver cómo una vena brota de su frente a causa del enojo, me incita a reírme. Tapé mi boca con mi mano para que no notase las cortas carcajadas que se me escapaban.

—¿¡Te estás burlando de mí!? —me gritó histérica y más gracia me dio.

—No, cariño —se me escapó la risa—. No.

—¡No es gracioso! ¿Acaso te gustaría que vinieran un grupo de chicos a mi trabajo a insinuárseme descaradamente?

—A tu trabajo sí van chicos que te coquetean, lo he visto cuando voy a recogerte. ¿Y qué me respondías al respecto? Que son clientes y que debes tratarlos bien para que dejen propina, pero que no se propasarán contigo. Pues, esto es lo mismo.

Su cara se puso roja, su boca se abrió y golpeó con su puño la reluciente barra transparente iluminada con luz de neón azul que nos separa.

—¡No puedes compararlo! —me apuntó con el dedo—. En mi trabajo los chicos insinúan cómo les quedaría la ropa y otros comentarios de esa índole, pero no se me abalanzan encima como hizo la chica del vestido rojo. ¡Casi te restriega los senos en la cara!

Virgen María, ayúdame con sus celos paranóicos.

—No me restregó los senos en la cara, solo se inclinó para señalarme la botella de la que quería su trago. Eso es todo.

—¡A propósito! Lo hizo a propósito para que le vieras los senos.

—¡Eso qué más da! —bufé y tomé su barbilla para que me mirase—. Los únicos senos que me interesan ver son los tuyos, esos melones de actriz porno.

Durante un segundo flaqueó y estuvo a punto de sonreír, pero rápidamente regresó a su postura firme y molesta.

—No quiero que se te acerquen —gruñó, en serio, lo hizo igual que el pastor alemán que nos atacó el día de la borrachera monumental que ganamos en la fiesta.

—Em, lo siento. Me guste o no, ser amable con ellas y soportar sus insinuaciones es parte de mi trabajo, pero eso no quiere decir que me interesen, al contrario —se cruzó de brazos dirigiendo su vista hacia otro lado para no mirarme—. No seas celosa.

—Lo siento, Lerman, lastimosamente tienes una novia celosa.

—¡Dios! Qué dramática.

—¿Qué dijiste?

Mierda, lo dije en voz alta.

—Qué problemática. ¡Dije problemática! —alcé ambas manos, demostrando que estoy en son de paz—. Por favor no hagas que explote la vena de tu frente.

—¿¡Vena en mi frente!? —se llevó la mano a la zona—. ¡No es cierto!

—Sí lo es —señalé la protuberante vena—. Ahí está.

Gruñó otra vez—. ¡Vete a la mierda!

Sin más que decir, bajó del taburete en el que estaba sentada y caminó con dirección a la pista de baile. La observé contonear sus caderas y mis ojos viajaron a ese culito perfecto que resalta sobre la tela de su ajustado vestido negro.

Modestia aparte, mi novia está buenísima.

Me sentí un poco culpable por hacerla enojar así, quizás el tema de su vena emergente no es de su agrado. Esa sensación desapareció cuando vi a mi mejor amigo acercarse muerto de la risa y entonces recordé que Mery solía hacerle lo mismo a él al principio.

—Y yo pensaba que mi novia era exagerada —se carcajeó, sosteniéndose del borde de la barra para no caer al suelo—. La tuya acaba de quitarle la corona de ''Miss Celos Locos''.

No pude seguir conteniendo la risa y me uní a mi amigo. Recuerdo cuando Mery hacía esas mismas escenas de celos, luego se vengó de Carlos cuando comenzó a ser la personal trainer de los jugadores de lacrosse de la universidad, eso sin duda fue una patada en los huevos para él.

Y hablando de venganzas...

—¿¡Y eso qué mierda es!? —gruñí, tanto o más que mi novia hace unos minutos atrás.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó mi amigo sin entender mi brusco cambio de humor.

Señalé con mi dedo índice el puto medio de la pista de baile donde MI novia estaba bailando muy sensualmente al ritmo de la música. Todos a su alrededor la miraban y le hicieron espacio conviertiéndola en la protagonista de la noche, pero eso no fue lo que me molestó, lo que me jode es que hay varios babosos comiéndosela con los ojos como si su baile estuviese dirigido a ellos.

Convertí mis manos en puños en un intento de calmarme. Nada, no sirvió una mierda.

—Allan, cálmate —dijo pausadamente mi amigo colocando su mano sobre mi hombro, él mejor que nadie sabe que soy un potencial peligro cuando mis celos escalan.

—¿¡Qué me calme!? —le grité, haciendo que se sobresaltara—. ¡Se están comiendo a mi novia con los ojos delante de mis narices, ¿y pretendes que me calme?!

—Sí, eso pretendo —asintió restándole importancia, cómo se nota que no es Mery a la que están mirando.

—Eres mi amigo, deberías estar de mi lado.

—Yo estoy del lado de Alma.

—¿Alma? —enarqué una ceja.

—Al de Allan y Ma de Emma, es el nombre del ship.

—Da igual —bufé—. Voy a sacar a mi chica de ahí —dije mientras apoyaba mis manos en la barra con la intención de saltar al otro lado, pero mi amigo frustró mi intento—. ¡Déjame ir!

—No voy a dejar que hagas el ridículo. Le acabas de decir a Emma que no tiene motivos para estar celosa porque a ti no interesan las chicas que te coquetean y tú tampoco tienes nada de qué preocuparte porque ella no le hará caso a esos imbéciles, así que estate tranquilito y atiende a los clientes.

Me trago mi orgullo porque, en definitiva, tiene razón. Sería muy hipócrita de mi parte ir a reclamarle a Emma y sacarla de la pista con la excusa de que estoy celoso cuando sé perfectamente que ella me está dando una lección. Si ella está celosa y no hago nada, ella me pondrá celoso y no podré hacer nada. Brillante, Cenicienta.

Atendí a unas pocas clientas sin prestar la suficiente atención —no sé si le serví un Gin Tonic al tipo que quería una cerveza o un tequila a la chica que me pidió un matini— ya que estaba enfocado por entero en el show que daba mi novia a un par de metros de distancia. A su alrededor seguían los mismos idiotas, pero no lo suficiente cerca, aun así mis celos iban en aumento.

Llegué a mi límite cuando vi que se le acercó un rubio fornido y al parecer la invitó a bailar. No vi su cara ya que estaba de espaldas, pero sí pude ver una seductora sonrisa dibujada en el rostro de MI castaña la cual me dedicó segundos antes de rodear el cuello del chico con sus brazos y de que este llevase sus manos a su cintura. Oportunamente una jodida canción lenta comenzó a reproducirse y el rubio aprovechó la oportunidad para pegarse más a ella.

Esto...

Es..

El...

Puto...

¡Colmo!

Sin importarme que dejé a un cliente esperando su bebida, que mi horario de descanso era dentro de quince minutos y los gritos de Carlos pidiendo que me tranquilizara, salté con éxito sobre la barra y a pasos agigantados llegué al centro de la pista. Tomé al rubio por su camisa y lo lancé a un lado, apartándolo de Emma.

—Allan, ¿¡qué coño haces!? —me gritó.

—¿¡En serio me lo estás preguntando!? —la tomé con fuerza de la cintura pegándola a mi cuerpo—. Ya me diste mi lección, provoca unos celos horribles que alguien se acerque a tu novio, ya entendí.

Una sonrisa victoriosa se forma en sus labios.

—Qué bueno que ya sabes cómo se siente. Ahora vuelve a atender a tus clientes mientras yo me divierto con ese guapo rubio.

¡QUÉ COJONES!

—¡Ni hablar! —la aprisioné con más fuerza—. Me importa una mierda qué tan celosa estés y sé que a ti te importa lo mismo que yo también lo esté, pero que una cosa te quede claro, Wilson —acerqué su rostro al mío—, yo soy tuyo y tú eres mía. ¿Entendido?

—Entendido —sonrió justo antes de besarme.

Olviden los besos tiernos y románticos a los que están acostumbrados, este fue un beso brusco, lleno de deseo y con sentido de pertenencia. Oh sí, ella es solo mía.

Un carraspeo nos interrumpió y supuse que provino del rubio, pero yo seguí con lo mío, ignorándolo por completo. Por mí se podía ir a la mierda en un jet privado.

—Hey, estoy aquí —nos llamó, haciendo que Emma se separara de mí.

Inhalé y exhalé con pesadez, tratando de rebajar las intensas ganas que tenía de matarlo. Emma soltó una sonrisita ante la expresión de búfalo en estampida que seguramente reflejaba mi rostro.

—Mejor no estés, agradecería tu ausencia —pronuncié sin dignarme a girar para mirarlo.

—Hakuna Matata, Allan —rió.

Un momento...

¿Hakuna Matata?

¡Yo conozco esa voz!

Giré sobre mis pies y al fin vi el rostro del rubio. Ojos azules, mirada penetrante, cuerpo tonificado, imagen seductora y sonrisa encantadora. ¡Es él!

—¡Brook!









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Nuevo capítulooo!!!

El primer mesversario estuvo interesante, jajaja.

Allan y Emma con celos en acción, ¿qué les pareció?

¡Brook llegó! ¿Qué giros creen que provoque este personaje?

Besos de Karina K.love 😉

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