Capítulo 4: Dúplex

Allan

Habían pasado dos semanas y media desde que Vanessa rompió conmigo y desde que descubrí que sería el roommate de mi ''compañera de copas''.

Ya saben, los primeros días post-ruptura no son precisamente los más bonitos.

Para qué negarlo, lo he pasado mal. Después de una relación tan larga es difícil desadaptarse de esa persona, y más aún bajo estas circunstancias. He evitado, en la medida de lo posible, no volver a ahogar mis penas en alcohol —algo difícil teniendo en cuenta que trabajo en un bar-discoteca—, pero de vez en cuando es necesario. La extraño, pero la misión diaria ahora es superarla, después de todo ella está con alguien más —un reverendo idiota teniendo en cuenta cómo rompió con Emma— y no me queda de otra que aceptarlo.

Y hablando de Emma, ella es...interesante.

Tenía su teléfono y en las últimas semanas hemos hablado y chateado, para ir entrando en confianza. Aún me siento un poco mal por haberle dicho lo que le dije esa noche, fui un insensible de mierda y lo acepto. Pero, para mi sorpresa, ella me dice que olvide el tema cada vez que lo toco. Dudo que un bote de helado y una nota hayan bastado para que me perdonase, me inclino más a que lo hizo porque me disculpé, y eso era justo lo que necesitaba de parte de los imbéciles que compartieron y comentaron el video de su ruptura y, en especial, del idiota de su ex.

La verdad es que solo hemos tocado temas banales y sin sentido, para ambos sigue siendo muy incómodo todo esto de ser roommates casi sin conocernos, pero debo decir que ella me agrada. Es...espontánea, llamémosla así.

Y hoy por fin nos mudaremos.

Estaba terminando de empacar mis cosas para mudarme, iría a recoger a Emma y nos instalaríamos. Nuestros ex ya lo habían hecho hace una semana, por lo que no tendríamos que ver cómo se mudaban y con un poco de suerte no tendríamos que cruzarnos mucho con ellos.

Cuando estaba por cerrar la maleta, mi teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo de mi pantalón. Al divisar la pantalla me percaté de que se trataba de mi mejor amigo y contesté al instante.

—Hola, amigo —me saludó, animado. Desde la ruptura me ha estado hablando como presentador de programa infantil, según él, para hacerme reír.

—Hey.

—Oye, Mery y yo queremos invitarte a un bar esta noche. Fátima va a ir, quizás con suerte eches un polvo —dijo con su tono pícaro.

Aquí vamos de nuevo.

Suspiré.

—Primero, no puedo, hoy me mudo al dúplex. Segundo, no me gusta Fátima, es una odiosa.

—Cierto, olvidaba que hoy te mudas con tu Cenicienta —declaró en un tono socarrón—. ¿Quién quiere a Fátima si la tienes a ella?

—Creía que te caía bien Fátima —reí mientras cerraba la maleta.

—No la soporto, pero es la prima de Mery y de un tiempo para acá siempre está pegada a nosotros en las salidas. Porque le gustas, por si no te había quedado claro.

Eso es obvio. Fátima es prima de Mery y un auténtico dolor de cabeza para todos los que tenemos la desdicha de conocerla. No es mala persona, pero sí ese tipo de chica egocéntrica que cree merecerlo todo y cuando se encapricha con algo —especialmente con un chico— se torna un tanto intensa. Y adivinen quién es su nuevo objetivo: un servidor.

—Sí, me ha quedado claro. Entonces deduzco que me la estás tirando encima para que los deje tranquilos a ti y a Mery.

—Exacto —ni siquiera se molestó en ocultarlo—. Pero no como novia, ella no es lo suficientemente buena para mi mejor amigo.

—Eres como mi madre, ninguna mujer te parece lo suficientemente buena jamás —reí a la vez que me apoyaba contra la pared a mi izquierda.

—Se lo prometí a la tía Jude y, aunque ella no esté, lo seguiré cumpliendo.



Flashback

—¡Allan! ¡Carlos! Salgan de la piscina y vengan a merendar —nos gritó mi mamá y salimos lo más rápido que pudimos de allí.

Hicimos una de nuestras típicas carreras desde el borde de la piscina hasta donde se encontraban las tumbonas, nuestras madres y esa esperada merienda. Ya era hora, me estaba dando hambre.

—Ya estamos aquí —le sonreí a la pelinegra hermosa que tengo por madre—. Ahora, por favor, dame uno de tus deliciosos sandwishes, mamá —pedí y al instante recibí mi sandwish.

—Nuestros niños se están poniendo muy guapos, Jude —sonrió la madre de Carlos.

—Sí, pero cualquier niña que no sea digna de mi precioso hijo tiene prohibido el acceso —advirtió mi mamá, avergonzándome.

—¡Mamá! —me quejé.

—Te tendré monitoreado, Lan —me apuntó acusatoriamente con su dedo la ojigris.

—¿Y cómo piensas hacerlo? —la reté, adoro hacerlo y ella adora que lo haga, es parte de nuestra relación de madre e hijo.

—Carlos me ayudará —dijo, haciendo que mi amigo se atragantase con el pedazo de sandwish que estaba comiendo.

—¿Qué? —logró decir luego de recuperar el aliento.

—Tú, mi querido Carlos, no permitirás que ninguna chica que no sea buena, educada, cariñosa, amigable y ame a mi hijo más que nadie, sea su novia. Él se merece a la mejor chica del mundo y tu misión es hacer que no termine con la equivocada.

—Será una tarea difícil, generala. Pero la cumpliré con honor —aseguró  Carlos como todo un soldado haciendo el típico saludo militar.

En ese momento creí que era broma, pero no. Nunca lo fue.

Fin del flashback


—Tienes razón, por cierto, me debes una por lo de Vanessa —bromeé, sé que jamás le gustó la idea de que formalizara mi relación con ella.

—Oye, eso no. Te lo dije muchas veces y no podía encerrarte en mi cuarto a jugar videojuegos cada vez que tenías una cita para que las chicas te dejaran, como hacía cuando teníamos 13.

Espera, ¿¡qué!?

—No te lo puedo creer, por esa razón es por la que di mi primer beso a los 15.

—Pues sí —admitió entre risas.

—Te llamaría hijo de puta, pero Wanda no tiene la culpa, ya bastante tiene con tener un hijo como tú —me burlé y seguidamente le colgué antes de que pudiera responder, sé que odia eso y de lo único que me arrepiento es de no poder ver la cara que pone.

Carlos, Wanda y Brook —el primo de Carlos y mi segundo mejor amigo— fueron mi más grande apoyo cuando mi madre murió. Solo tenía 14 años y perdí a la persona que más amaba en el mundo. Mi padre ni siquiera se presentó en su funeral, toda la vida sus negocios y su dinero fueron lo más importante para él. Por eso le guardaba rencor, antes, ahora ya ni eso siento por él, no vale la pena.

Carlos se convirtió en mi mejor amigo cuando mamá y yo nos mudamos a Valery Place —su condado natal de la ciudad— luego de que se divorciara de mi padre. Wanda y ella solían ser grandes amigas desde niñas y además eran vecinas, así que los cuatro nos volvimos muy unidos. A Brook lo conocí tiempo después y sin duda un nerd como él era el ingrediente que le faltaba a la fórmula del desastre en el que nos transformamos años después. Y bueno, cuando mi mamá se fue, Wanda hizo un trato con mi padre para que ella tuviera mi custodia legal hasta que fuera mayor de edad, así que la considero mi segunda madre y a Carlos y a Brook mis hermanos.

Tomé mis maletas y me despedí brevemente del que ha sido mi apartamento este último año, lo pasé bien aquí mientras duró. Bajé al estacionamiento, guardé el equipaje en la parte trasera de mi camioneta, abordé la misma y me dirigí hacia la residencia de Emma. El trayecto no fue muy largo, tan pronto llegué al edificio, me adentré en él. Después de perderme un par de veces —ya que solo vine una vez y fue de noche, por lo tanto no recordaba la ubicación exacta de la habitación de Emma— decidí preguntarle a unas cuantas chicas y lo único que obtuve fueron indicaciones incorrectas hacia sus cuartos y algunos de sus números. Números a los que no llamaré porque en estos momentos lo último que necesito es un "acostón de despecho". Finalmente —y por mis propios medios— encontré la habitación de mi futura roommate.

Alabado sea el señor.

Toqué a la puerta y a los pocos segundos me abrió Fátima. De veras que estoy teniendo muy mala suerte últimamente.

—Hola, Allan. Creí que no te vería hasta esta noche, pero no me quejo —dijo sugerentemente a la vez que acariciaba mi pecho y en respuesta formé una mueca de incomodidad sin que me viera.

—De hecho no me verás esta noche y tampoco vine por ti —respondí, alejándome y tratando de sonar lo más cortés posible—. Estoy buscando a Emma.

—¿Emma? ¿La insípida y aburrida de Emma? —se burló como si le hubiese contado el chiste del siglo, y lo admito, eso me molestó.

—Sí, busco a Emma —reafirmé en un tono firme, dejando claro que no me gustó para nada la forma en la que se refirió a la castaña—. Pero, como yo la conozco, no tiene nada de aburrida y mucho menos de insípida. La paso mejor con ella que con otras personas —hice énfasis en estas últimas dos palabras para que captara la indirecta— y eso que solo la he visto tres veces.

Con esto su expresión pasó de pura diversión a completa furia. Para nadie es un secreto que Fátima es la típica niña mimada de mamá y papá que cree que el mundo está a sus pies, pero eso no le da derecho a menospreciar a Emma ni a nadie, y obviamente es una razón más para no querer tenerla cerca.

Estuvo a punto de tirarme la puerta en la cara cuando Emma apareció de la nada, deteniéndola.

—Hola, Allan —me saludó con una leve sonrisa.

Bonita sonrisa.

—Hola —le sonreí de vuelta—. ¿Lista para irte?

—Sí —asintió, sacando sus maletas.

Me percaté de que eran al menos cinco maletas que lucían pesadas y lo comprobé cuando la ayudé a sacarlas. Soy un caballero ante todo, desde pequeño.

—Qué bueno que por fin te vas, odiaba la idea de verte la cara todos los días —escupió Fátima en su tono más hostil hacia Emma, y muy alto, pareciera que su intención era que toda la residencia la escuchara.

—Yo también odiaba la idea de tenerte como compañera, Allan será mucho mejor roommate que tú —contraatacó Cenicienta y...creo que tenemos una ganadora, señoras y señores.

—¿Qu-qué...qué dijiste? —preguntó la bruja de Fátima aún sin salir de su asombro.

—Lo que oíste —le sonrió falsamente la castaña—. Ya sabías que mi ex me engañó con la ex de Allan, ¿no? Pues, como ellos dos se mudaron a una mitad del dúplex, yo me mudaré a la otra mitad con uno de los chicos más guapos del campus. ¿No crees que es el premio de consolación perfecto? —la remató y la bruja dio un portazo de la rabia, lo que me causó mucha risa.

Emma soltó un suspiro que no supe identificar como de cansancio o alivio antes de girarse hacia mí.

—Lo siento por esto —se disculpó. Es una ternura.

—No pasa nada —le resté importancia—. A las personas groseras hay que ponerlas en su lugar de vez en cuando. ¿Nos vamos?

Asintió con media sonrisa y salimos de allí. Una vez afuera, acomodé las maletas de Emma en la parte trasera de mi camioneta para luego subirnos a ella. El dúplex quedaba a unos veinte minutos de la universidad por lo que el viaje fue muy rápido. Pero no crean que fue incómodo, al contrario.

—Lo siento de nuevo —habló de pronto, dejándome confuso— por utilizarte hace un rato. En serio quería devolvérsela a Fátima.

—Tranquila, yo tampoco la soporto y no me gustó para nada como me habló de ti.

—Es una odiosa, no ha hecho más que molestarme desde que entré a la universidad. ¿Puedes creer que llevaba dos años aguantándola?

—Te compadezco —reí por lo bajo—. Y para celebrar que te zafaste de las garras de esa bruja, ¿qué tal si escuchamos música?

—Estaría genial.

Encendí la radio y justo comenzaba a sonar Shut up and dance with me de Walk the Moon. Al instante contuve mis ganas de cantar al estilo karaoke como suelo hacer con Carlos y Mery —soy un asco cantando y no quería darle una mala impresión a mi roommate—, pero al parecer Emma no es ni la mitad de penosa que yo y comenzó a cantarla a todo pulmón, así que solo me limité a sonreír y acompañarla en el canto.

Llegamos al dúplex y la sonrisa de Emma se desvaneció. Supongo que la última vez que vino lo hizo con la ilusión de vivir con la persona que amaba y creía que él la amaba también a ella, sé muy bien cómo se siente.

Nos bajamos de la camioneta y comenzamos a bajar nuestras maletas. Yo llevaba las más pesadas y solo dejé que Emma cargara las más ligeras, no es por presumir mis músculos —mi estilo de conquista no es ese, y tampoco estoy interesado en involucrarme con mi roommate—, más bien era una cuestión de caballerosidad.

Por suerte durante todo el movimiento del equipaje no vimos ni a Dave ni a Vanessa, y fue un gran alivio. Aún no sé cómo reaccionaré al verlos juntos aquí, en el dúplex.

Por cierto, el dúplex estaba genial. La mitad del par de hienas era azul marino por fuera y por dentro, lo sé porque en esa mitad pensaba vivir con mi ex. La nuestra era rosa por fuera y blanca por dentro, totalmente amueblada.

En la sala de estar figuraba un televisor de plasma, enfrente un sofá-cama de cuero negro, una alfombra de peluche color blanco y una mesita de centro. Nada más, y por lo mismo lucía espaciosa.

La cocina pareció ser del agrado de Emma. Era amplia, lo suficiente como para no necesitar una segunda habitación que hiciera función de comedor, a dos metros de la encimera se ubicaba la pequeña mesa para seis personas. Estaba pintada de un llamativo amarillo mostaza y tenía todo el inmueble impecable. También estaba equipado con todos los utencilios necesarios.

Había un pasillo al fondo el cual llevaba al baño hacia la derecha y al pequeño patio compartido con el otro lado del dúplex a la izquierda. Además de una puerta que llevaba hacia el garaje con espacio para mi camioneta y otro vehículo más pequeño.

Solo había un cuarto en el piso de arriba, lo cual tal vez sería un problema en vista de que no somos una pareja que se sentiría cómoda compartiéndola. Pero ya me había hecho a la idea de que dormiría en el sofá.

¡Ah! También tenemos un pequeño ático, aunque creo que no le daremos suficiente uso.

Ignorando todos los acontecimientos anteriores con nuestros ex, la verdad es que fue un dinero bien gastado en su momento.

—Hogar dulce hogar —gritó Emma dando vueltas en el piso de arriba, me llamó la atención y fui hasta donde se encontraba.

—¿Qué haces? —pregunté  asomándome por el balcón de la habitación y mirando hacia arriba, ¡Emma estaba sentada en el tejado! O bueno, en nuestra parte de este.

—Ver la hermosa vista —me contestó abriendo los brazos de par en par.

—¿Acaso no podías hacerlo desde este presioso balcón en el que me encuentro? —recalqué con algo de sarcasmo.

—Sube —me invitó.

—Estás loca —sonreí incoscientemente.

—Solo hazlo, no te arrepentirás.

Salí de la habitación y vi que al final del pasillo había una escalera que llevaba al ático. Subí por ellas y me encontré con otra escalera que llevaba al techo. Al subir me quedé asombrado por la vista, Emma tenía razón, era hermoso.

—Te lo dije —me dijo como si hubiese escuchado mis pensamientos.

Me senté a su lado. Ella estaba apoyada hacia atrás sobre sus antebrazos mientras que sus piernas quedaban extendidas hasta llegar al borde que nos separaba del suelo por la gran altura. Cualquiera pensaría que es una suicida, pero ver el condado, la montaña a lo lejos y el atardecer, hacía que valiera la puta pena.

—Hola, Harley Quinn —bromeé, me gustaba lo de suicida.

—Hola, Pudín —me respondió y al instante entendí la referencia.

Supongo que ahora soy el Joker, junto a Harley Quinn, en un dúplex.






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Nuevo capítulooooo!!!!

Espero que les haya gustado!

Besos de Karina K.love 😉

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