Capítulo 34: Puto príncipe azul

Emma

Organizar en la casa todo lo que habíamos comprado en la tienda de mueblería no era tarea fácil. No me había dado de cuenta de la cantidad de muebles que compramos hasta que estos llegaron a casa por envío esta mañana. Ahora, un poco después del mediodía, no habíamos sido capaces de ponerlo todo en su sitio. ¿Por qué mierda compramos tantas cosas?

—¡Estoy muerta! —solté luego de estar sentada durante un rato en el sofá junto a Allan.

—Y yo —soltó un suspiro de cansancio—. Esto de reamueblar la casa cansa más de lo que creí.

Me giré hacia él para comprobar que estaba tan cansado como yo, pero me distraje viendo otra cosa. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración agitada, su cuerpo estaba bañado en una ligera capa de sudor provocando que su camiseta blanca se pegara a su definido torso y sus rizos negros a su frente. Sonreí al darme cuenta de que incluso en ese estado lucía igual de sexy que de costumbre, o quizás solo era yo sexualizando y admirando todo gesto de él. En resumen, el cansacio vale mierda cuando tienes tan buenas vistas.

—Sé que te gusto, pero deja de mirarme así, me haces sentir como un modelo de ropa interior —se relamió los labios y fijo su vista en mí.

—Con ese cuerpo créeme que podrías ser modelo de ropa interior —suspiré como idiota.

—¿Qué? —rió, sorprendido ante lo que dije.

Un momento...¿¡dije lo que creo que dije!?

¡TIERRA, TRÁGAME YA!

—Que no perdamos el tiempo y sigamos con la remodelación —repuse, sonrojada.

—Oh, creí haber escuchado otra cosa —fingió inocencia—. ¡Qué pena! —se levantó colocándose delante de mí con cada mano apoyada al respaldo del sofá a ambos lados de mi cabeza—. Porque a mí no me importaría modelar para ti.

Es tentador...

—¿Qu-qué? —tartamudeé.

—Que no me importaría cocinar para ti —''rectificó'' separándose de mí—. Ya es mediodía y debes tener hambre.

—La verdad sí —reí por lo bajo, estaba tan embelesada admirándolo que obvié el rugir de mis hambrientas tripas.

—Si quieres ve al patio a esperar, esto aquí dentro está hecho un asco —propuso observando el desastre que había a nuestro alrededor.

—Sí, será mejor que ir a mi cuarto que también está hecho un asco.

Me levanté del sofá y después de tomar mi abrigo, fui hacia el patio. No había pasado mucho tiempo allí ya que lo compartimos con los innombrables y al principio quería evitarlos a toda costa, pero es un buen lugar para pensar y pasar el rato.

Me puse mi abrigo y me recosté en la tumbona de madera, lo único mío y de Allan presente en el patio. Saqué mi celular y maté el tiempo navegando en Instagram, con todo lo del regreso a clases y al dúplex tenía las redes sociales un tanto olvidadas, aunque, después de ver varios posts de mis compañeros de clase, noté que en realidad no me había perdido de mucho.

—¿Dónde dejaste a tu galán, Emmita? —preguntó cierta persona bastante conocida y despreciada por mí.

Solté un suspiro pesado y guardé mi teléfono en uno de los bolsillos de mi abrigo. Dirigí mi mirada hacia él, asqueada al recordar el diminutivo de mi nombre por el que solía llamarme cuando estábamos juntos. Nada tan nefasto como volver a escucharlo pronunciarlo con ese tono burlesco que tanto detesto.

—No es de tu incumbencia, pero si tanto te interesa, te lo diré —me levanté de la tumbona y caminé hacia él—. Está cocinando para mí. Un lindo detalle que jamás vi de parte tuya.

—Porque ese no es mi estilo y lo sabes —rió sin gracia.

—¿Qué quieres, Dave?

—Felicitarte por tu numerito de anoche. Qué buena sesión sexual —escupió con sarcasmo.

—¿Lo escucharon? —reí—. ¡Cuánto lo siento, vecino! —dije con la misma dosis sarcástica que él había utilizado.

—Disculpas aceptadas. Solo no sobredimensiones la situación como si fuera la gran cosa. Recuerda que Vanessa lo dejó por mí y uno de sus motivos fueron que el sexo es mejor conmigo —sonrió con suficiencia.

Ok, recapitulemos, Emma. Es un machista, imbécil con aires de grandeza que ve a las mujeres como objetos sexuales y no las respeta ni tan siquiera un poco. ¿¡Qué hacías en una relación con él!?

—Primero, los motivos por los que Vanessa haya dejado a Allan me importan una mierda. Segundo, no necesito preguntarte tus motivos para dejarme a mí porque salta a la vista que eres un idiota que piensa con su miembro.

—Este idiota que piensa con su miembro te dio el mejor sexo de tu vida durante todo un año —"presumió", engrandeciendo atributos y...habilidades, que nunca tuvo—. Tú a partir de los seis meses ni siquiera pudiste darme algo medianamente bueno.

Hace tres meses ese comentario me habría herido el orgullo y bajado el autoestima. Pero he entendido algo, nada ni nadie puede hacerte dudar de lo que vales como mujer, mucho menos un hombre tan básico como mi ex. Nada de lo que me dijo esa noche en la que me dejó era cierto, o al menos no en el contexto en el que me lo restregó en la cara, y mi peor error fue creer en sus idioteces y dejarme herir por ellas. Él es un idiota narcisista que no me veía como algo más que su "novia trofeo" y yo fui y sigo siendo demasiada mujer para esa basura.

—No me dejaste terminar. Tercero —sonreí con malicia y me acerqué a su oído—, la próxima vez que vayas a compararte con Allan, recuerda que tú solo sabes satisfacerte a ti mismo y anoche él logró hacerme gemir sin tocarme directamente ni una zona erógena.

—No seas ridícula —rió sin gracia, pero lo conozco lo suficiente como para saber que acababa de herirle su orgullo de ''macho''.

—Me da igual si no me crees, pero así es. Y aunque Allan sabe muy bien cómo complacer a una mujer, logra excitarme por algo que tú jamás me diste, me hace sentir la mujer más sexy del mundo con tan solo admirarme.

—Ya empezaste con tus cursilerías baratas —bufó—. ¿Ves? Por tonterías románticas como esas me aburrí de ti. Y él también se aburrirá cuando vea que eres ese tipo de novia que siempre está encima de su pareja y busca atención todo el tiempo. Afróntalo Emma, fuera del sexo no tienes nada más que ofrecer.

—¿Sabes por qué estaba siempre ''encima de ti''? Porque eras mi novio y quería que te sintieras bien conmigo en un lugar que no fuera la cama, me preocupaba por tus intereses y quería hacerte feliz. Y si buscaba tu atención, era porque necesitaba al menos un poco de reciprocidad de tu parte, pero siempre fuiste un maldito egoísta.

—Vanessa no se queja —se cruzó de brazos, creyendo que ese comentario barato me afectaría.

—Entonces eso quiere decir que es tan hueca como tú, ambos se merecen. Pero estoy segura de que tarde o temprano te aburrirás de ella y le harás lo mismo que me hiciste a mí, buscarás a otra chica que te ''satisfaga mejor'' y la dejarás porque así eres tú, solo piensas en ti.

—Y si lo hago, ella no armará tanto drama —rodó los ojos.

—Lo siento por ella. No porque te tiene como novio, al fin y al cabo ella lo decidió así. Sino porque cuando se dé cuenta de que dejó a alguien tan especial como Allan por una mierda como tú, será demasiado tarde y quizás no vuelva a encontrar a alguien como él.

—No te preocupes tanto por mi novia y métete en tus asuntos —gruñó, molesto.

—Tú fuiste quien vino a meterte en mi vida sexual con Allan —reí ante su cinismo—, pero tranquilo, la próxima vez que lo hagamos procuraré no hacer ruido —giré sobre mis pies y caminé hacia la puerta que lleva al interior de mi casa, pero me detuve ahí antes de entrar y me giré nuevamente hacia mi ex—. Aunque no te prometo nada.

Iba a decirme algo, pero lo dejé con la palabra en la boca e ingresé a la casa, ya bastante tiempo había desperdiciado con...bueno, con ese desperdicio.

(...)

—¡No puedo creer que hayamos terminado al fin! —gritó mi pelinegro lanzándose a mi cama.

—Ni yo —me recosté a su lado, guardando cierta distancia para no caer en la tentación.

—Me daría otra ducha, pero ya sería la cuarta del día y hace mucho frío —rió.

—Ya son las 5:30 p.m. Hemos estado casi todo el día en esto, por suerte hoy es sábado.

—Por suerte para ti, yo tengo que trabajar esta noche —se lamentó.

—¡Mierda, es cierto! —me senté y lo miré—. Tienes que ir al bar esta noche.

—Sí, y aún no sé con qué fuerzas. Estoy muerto.

—Tienes tiempo de dormir una buena siesta. Quédate aquí, estarás más cómodo que en el sofá.

—Eso suena bien, pero, ¿te acostarías conmigo?

¿¡QUÉ!?

—¿Eh? —apuesto a que ahora estoy roja.

—Acostarte a dormir —rió y me regañé mentalmente por mis pensamientos pecaminosos—. Boba.

Se deshizo de sus zapatos y los depositó en el suelo antes de acomodarse en el lado izquierdo de la cama, siempre ocupa ese lado cuando duerme conmigo. Extendió su brazo y me hizo una seña indicando que me acurrucara en él.

Aún sonrojada, acepté la oferta y gateé hacia él. Pero en el último momento decidí que acostarme sobre su torso sería entregarme a la tentación con mucha facilidad, así que deposité mi cabeza sobre su brazo, pero me acosté de lado, dándole la espalda.

—¿Vas a jugar este juego, pequeña? —preguntó seductoramente a lo que asentí desde mi posición—. Ok, entonces jugaré contigo.

Dicho esto, se movió acurrucándose detrás de mí y rodeó mi cintura con su otro brazo. Nuestros cuerpos estaban tan unidos que podía sentir su respiración pausada sobre mi nuca.

Sí, fue mala idea evitarlo.

—Buenas noches —susurró en mi oído mientras nos arropaba con el edredón y, una vez hecho, volvió a la misma posición.

Estaba tan nerviosa por su cercanía que dudaba bastante poder llegar a quedarme dormida. Había vivido escenarios parecidos a este más de una vez, en la misma habitación y la misma cama; pero era distinto en aquel entonces, no sabía que mis sentimientos por él eran recíprocos para conmigo. Así que esta vez lo sentía más íntimo, más nuestro. Su fornido cuerpo abrazando al mío, su aroma colándose por mis fosas nasales, su agradable calor corporal haciendo contraste con el mío...la atmósfera era sencillamente ideal.

—Buenas noches, pudín —le susurré de vuelta y cuando volteé para mirarlo, me sorprendió con un pico que me tomó desprevenida; acto seguido sonrió con dulzura y volvió a a acomodarse, pero esta vez con sus labios descansando sobre mi nuca.

Definitivamente en este juego de seducción siempre acabo perdiendo.

(...)

—¿Cómo me quedó? —le pregunté a Allan al verlo degustar el primer bocado de los macarrones con queso que preparé para la cena.

Desperté media hora antes que él y, aunque siempre se encarga de cocinar, esta vez quise hacerlo yo y darle una sorpresa. Cuando despertó y me vio en la cocina, se quedó con la boca abierta, literalmente no había cocinado ni una sola vez desde que me mudé al dúplex, a excepción del desayuno del primer día. Le ordené que fuera a bañarse mientras yo terminaba la cena y recién regresó vestido como suele hacerlo para ir al trabajo: elegante y seductor a partes iguales.

—¡Wow! De haber sabido que eras tan buena te habría dejado cocinar más seguido —sonrió.

—¿En serio?

—¡Sí! ¿Por qué no me dijiste que cocinabas tan bien?

—Porque no me dejabas ni prepararme un café, te adueñaste de la cocina.

—Cierto —rió—, pero que conste que esa fue una de las reglas de convivencia que pusimos cuando nos mudamos. Yo cocino y tú limpias.

—Pues como hoy tú limpiaste y organizaste, que sé que lo odias, te premié con una rica cena.

—Y luego te preguntas porqué me gustas —comentó haciendo que me sonrojase.

Justo como ahora, muchas otras veces ha hecho comentarios así de lindos sin darse cuenta del impacto que provoca en mí. Ni siquiera se esfuerza, solo le sale así, al natural. Eso me hacía pensar en que, si así de romántico es espontáneamente, cómo sería si se lo propusiera en una cita por ejemplo.

Mordí mi labio inferior con la intención de ocultar mi sonrisa de idiota y me concentré en degustar mi cena que, modestia aparte, no me había quedado nada mal. No paraba de mirarlo a cada rato comprobando si en serio le había gustado. A decir verdad la cocina nunca fue uno de mis fuertes, pero me esforcé haciendo esto para él. Pero ni siquiera notó que lo estaba observando como una acosadora —o al menos eso quise creer—, estaba centrando toda su atención en su plato.

Después de terminar de devorar los macarrones con queso, fuimos a la sala de estar a buscar las cosas del pelinegro ya que debía irse a trabajar. No quería quedarme sola, incluso estuve a punto de vestirme para ir a una noche de copas al bar, pero a pesar de la siesta aún estaba cansada por el esfuerzo físico realizado durante el día.

Vi que estaba intranquilo, buscando algo en los bolsillos de su pantalón y de su elegante chaqueta azul añil.

—¿Qué buscas?

—Mis llaves —comenzó a inspeccionar los costados del sofá—. ¿Las has visto?

—No, pero te ayudo a buscarlas.

Comenzamos a buscar por todas partes. Con todo el movimiento de muebles que hicimos durante el día, las llaves podrían encontrarse en cualquier lugar. Después de un rato las hallé sobre una mesita de madera que compramos y que habíamos colocado cerca de la televisión.

—¡Las encontré! —le avisé mientras las tomaba.

Al agarrar el llavero, noté que detrás de este había un portarretratos con una foto nuestra específicamente del día que fuimos al restaurante de Wanda. Era una selfie tomada por él en el que simulábamos hincarle el diente a uno de esos delicosos tacos al pastor que trajimos al dúplex al volver. Quedamos muy bien.

Tomé el portarretratos y me giré hacia él.

—¿Y ésta foto? —sonreí, mostrándoselo.

—Oh, eso —se agitó el cabello en señal de nerviosismo—. La imprimí hace un tiempo, pero no sabía dónde ponerla. Hoy con toda la remodelación busqué un lugar y creí que se veía bien sobre la mesita. Además, desde mi posición de dormir en el sofá podré verla todos los días —sonrió.

Dios...es un puto príncipe azul.

—¿Por qué una foto aquí en el dúplex? Recuerdo que ese día nos tomamos otras en el restaurante.

—Porque este lugar se ha vuelto importante para mí gracias a ti.

—No entiendo —fruncí los labios, confusa.

—Gracias a este dúplex pude verte de nuevo, aquí te conocí mejor y aquí me comenzaste a gustar —se acercó quedando frente a frente a mí—. No sé qué pasará cuando nos vayamos, pero mientras tanto, quiero recordar cada día todo lo que me has hecho sentir mientras vivimos aquí.

¿Dónde estuviste durante toda mi vida, Allan Lerman?

—No...sé qué decir...yo...

—No digas nada —me cortó a la vez que llevaba un mechón suelto de mi cabello hacia atrás de mi oreja—. Quien se encarga de conquistar aquí soy yo, ¿recuerdas?

Asentí sin poder ocultar mi enorme sonrisa por más tiempo. Depositó un tierno beso en mi frente y le entregué sus llaves.

—Nos vemos dentro de un par de horas, Cenicienta. No me golpeés con un bate de béisbol si te despierto en la madrugada.

—No lo haré —reí por lo bajo—. No de nuevo.

—De todas formas vendré preparado para lo peor —bromeó, ganándose un codazo de mi parte—. Adiós, princesa.

Caminó hacia la salida mientras jugaba con las llaves. Tan pronto escuché el sonido de la puerta al cerrarse, me lancé al sofá con la mano sobre mi pecho sintiendo los acelerados latidos de mi corazón. Volví a observar la foto, que acababa de adquirir un hermoso valor sentimental para mí y dejé un beso sobre el vidrio del portarretratos.

—El dúplex también se ha convertido en un lugar importante para mí gracias a ti, Lan.

(...)

—¿¡Me puedes explicar cuándo coño piensas violar a Allan!?

El regaño de Jane desde el otro lado de la línea telefónica, lejos hacerme sentir incómoda como de costumbre, me hizo gracia. Ok, puede que con toda esta tonta estrategia mía de hacerme la dura para ver cómo Allan tenía pensado conquistarme se estuviera alargando un poco, pero no estaba tan desesperada como para llegar a esa locura. Además, desde que ambos nos declaramos no hemos parado de besarnos —y a veces tocarnos un poco— cuando se nos antoja y la regla de convivencia de la indumentaria fue revocada, así que tampoco es que seamos los "casi algo" más recatados del mundo.

—No voy a violar a Allan, Jane —negué con la cabeza, risueña.

—¿Por qué no? De hecho ni siquiera sería violación porque él accedería. Más bien sería...un asalto sexual consensuado.

—Deja de decir idioteces y cambiemos de tema, anda —reí—. ¿Qué tal van las cosas con Mery?

—Pues...van bien.

Algo en ese tono de voz me dijo que no estaba siendo del todo sincera conmigo.

—¿Segura? —inquirí—. Suena a que no es así.

—Sí vamos bien —aseguró y luego suspiró—. Lo que ocurre es que...llevaba años adaptada a su desprecio, a que me odiara. Y ahora está poniendo todo de su parte para que volvamos a ser igual de unidas que antes.

—¿Y eso es malo?

—No, no lo es. El punto es que siento que se siente presionada a restablecer nuestra relación porque, de cierto modo, también se siente culpable por no haber estado a mi lado cuando pasé por todo ese infierno. Y no quiero que se sienta de ninguna de las dos formas. Solo me gustaría que volviéramos a ser las gemelas de antes porque así lo quiere ella.

—Comprendo. Pero escucha, aunque quizás tengas razón en varios puntos, tu hermana te adora y ese es el principal motivo por el cual se está acercando de nuevo a ti. Y también creo que deberías hablar de esto con ella. Hazle saber qué te inquieta y cómo te gustaría manejar todo este proceso. No creo que haya alguien que te entienda mejor que tu propia gemela, ¿no?

—Tienes razón, En. Debería conversar con ella al respecto. Gracias.

—Para eso estamos las amigas. Ahora ve a dormir y déjame dormir a mí también, estoy muerta.

—Ok, Cenicienta mojigata. Buenas noches.

—¡Oye, yo no soy una...! —pero ella ya me había colgado.

Me quedé como una idiota observando la pantalla de mi teléfono. La charla con Jane, a pesar de haber sido corta, había logrado quitarme el sueño. Si bajaba a la sala de estar a ver una película o algo por el estilo, acabaría desvelándome por completo, así que opté por ir en busca de la solución a todos mis problemas: Allan.

Lo llamé y esperé pacientemente a que me contestase, aunque no pasaría nada si no lo hiciera, después de todo estaba trabajando y quizá ni siquiera se percataría de mi llamada. Pero me llevé una sorpresa cuando su voz se coló en mi oído.

—Hola, preciosa. ¿No deberías estar dormida ya? ¿Pasó algo en casa?

—No, todo está en orden. Solo tengo algo de insomnio.

—¿Y me llamaste para que te cantara una canción de cuna? —bromeó.

—No, tonto —reí—. Solo...quería escuchar tu voz antes de dormir.

—¿Ah sí? —apuesto una teta a que ahora se está agitando el cabello—. Bueno, entonces estás de suerte, porque estoy en mi descanso y seré todo tuyo por los próximos veinte minutos. ¿De qué quieres que te hable? ¿Noticias nacionales? ¿Pronóstico del tiempo?

—Basta de bromas, quiero dormir —reí.

—Ok, ok —rió él también—. Acuéstate, abrígate y cierra los ojos.

Acaté sus órdenes al pie de la letra con una sonrisa en mi rostro.

—Lista.

—Bien. Ahora imagina que estoy ahí contigo, abrazándote, acariciando tu cabello y dejando besitos desde tu hombro hasta tu cuello.

No era difícil de imaginar y esperaba que la escena imaginaria no se tornara más íntima o de lo contrario pasaría de ser romántico a hot.

—Me gusta ese escenario —confesé.

—A mí igual. Ahora visualízame encima de ti, vestido —hizo énfasis en esa última palabra, como si me estuviese advirtiendo que no lo pensara en modo pervertido—. Rozando nuestras narices mientras nos sonreímos el uno al otro y besándonos a cada rato.

Tragué saliva. Eso sonaba demasiado bien y lucía perfecto en mi mente. Definitivamente no me estaba ayudando a dormir.

—Allan Lerman, ¿acaso quieres volverme loca? —murmuré.

—Cuando haga realidad todo lo que acabo de decirte, quizás sí. Quizás te vuelva loca.

Puto príncipe azul.











▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪
Nuevo capítulooo!!!

¿No son lo más tierno del mundo? O bueno, al menos de este universo literario.

¿Alguien tiene un nombre para el ship?

Besos de Karina K.love 😉

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top