Capítulo 33: ¿Cómo evitar lo inevitable?
Allan
—Espera, recapitulemos —dijo mi mejor amigo cuando terminé de contarle todo lo que pasó anoche—. Cuando nos fuimos, no terminaron ''la tarea'' y Emma te propuso que la conquistaras.
Estábamos en nuestra cafetería favorita sentados en la mesa de siempre. Jane la apodó cariñosamente como ''El tablero del chisme''. El nombre le quedaba perfecto en vista de nos reunimos ahí con el único propósito de hablar tanto de nuestras vidas como de las ajenas, los chismes son cortesía de Carlos y su cuñada.
—Exacto —asentí.
—Ustedes dos son demasiado complicados. ¿Qué les costaba tener sexo salvaje sobre el sofá y comenzar la relación como un par de universitarios normales?
—Quizás así se hubieran dado las cosas si tú y las gemelas no nos hubiesen interrumpido —entorné los ojos en su dirección.
—Mierda, es cierto —resopló por lo bajo—. Pero en mi defensa diré que cuando te escuché tan destrozado por teléfono sentí que como tu mejor amigo debía ir a apoyarte.
Ok, en eso tenía razón.
Cuando Emma se fue a esa cita, sentí que la había perdido por completo, incluso me dolió más que la traición de Vanessa. Pero luego cuando la vi regresar, supe que era mi última oportunidad de declararme, y cuando me dijo que sentía lo mismo por mí, solo pude pensar en lo mucho que quiero a esa chica.
—De todas formas prefiero las cosas así —me encogí de hombros.
—¿En serio? —frunció el ceño.
—Sí. Esa idea de conquistarla a la vieja usanza me parece muy original. Además, Cenicienta aún no sabe a lo que se enfrenta, el Allan playboy no se parece en nada a lo que ha visto hasta ahora —sonreí con picardía.
—¡Ese es mi mejor amigo! —chilló exageradamente—. Gracias, Diosisto —alzó las manos—, prometo ir a misa este domingo.
Reí ante su melodramática reacción y tomé mi vaso de malteada para darle un sorbo.
—Por cierto, ¿cuándo llegan las chicas?
Miró detrás de mí y sonrió.
—Las llamaste con el pensamiento. Ahí vienen.
Me giré y observé a las tres chicas dirigirse hacia nosotros. La mía en específico lucía hermosa. En realidad siempre luce bien, pero al parecer el clima frío hace que su piel reluzca y su bonito color de ojos resalte. ¿Acaso puede ser más encantadora de lo que ya es?
—Hola, chicos —dijeron las gemelas al unísono.
—Aún no me acostumbro a eso —rió Carlos haciéndoles un espacio a su lado.
Emma por instante dudó si sentarse conmigo o no, pero en un movimiento rápido Jane la tomó de los hombros y la sentó a mi lado, luego tomó asiento junto a su hermana.
Decidimos pasar por alto el gracioso momento y quise romper el hielo.
—¿Saben que yo tampoco me acostumbro a que las chicas hablen a las vez? —comenté—. Se puede decir que me habitué a no verlas juntas y durante las pocas excepciones solo discutían. Pero no me malentiendan, adoro verlas tan unidas —sonreí.
—Pues sí —asintió la rubia—, poco a poco todo está volviendo a ser como antes. ¡Ah! Y yo también adoro verlos juntos a ustedes dos —guiñó un ojo refiriéndose a mí y a Emma.
Ya se habían tardado.
—Chicos, no empiecen —pidió mi castaña—. Ya admitimos que nos gustamos e incluso nos declaramos, así que pueden dejar de molestarnos al respecto.
—¿Dejar de molestarlos? ¿Ahora que por fin admitieron que están locos el uno por el otro? —bufó Carlos—. ¡Ni de chiste!
Emma y yo soltamos unos cansados suspiros a modo de rendición. Nos van a molestar hasta que estemos juntos y quizás un poco más después de eso, ya me había hecho a la idea.
—Yo ya imaginé todo en mi cabeza —dijo Jane haciendo sus divertidas muecas—. Primero tendrán al menos dos años de una mágica relación. Luego se casarán en Hawái y se quedarán allí para la luna de miel, así se ahorrarán un dinerito. Unos añitos después tendrán dos hermosos pequeños, una niña pelinegra con los ojos grises de Allan y un castaño de ojos marrones como Emma, serán Allana y Enmanuel. ¿Qué les parece?
No sé cómo reaccionó Cenicienta, pero yo me quedé boquiabierto. Cuando me imaginaba con ella, no preparaba escenarios tan bien elaborados, creo que Jane tendrá futuro como cuentacuentos.
—A ver, Jane —comenzó a decir Emma—. En primer lugar te estás adelantando demasiado a los acontecimientos. Segundo, nuestros hijos no se llamaran como nuestras versiones del sexo opuesto, ni lo sueñes.
Esperen un momento...
Me giré lentamente hacia ella haciendo que me mirara.
—¿Por alguna casualidad acabas de decir indirectamente que sí quieres tener hijos conmigo? —una sonrisa se dibujó en mis labios al formular la pregunta.
Ella, al darse cuenta de lo que dijo y de las miradas pícaras de nuestros amigos, se puso roja, pero a un punto extremo esta vez. Parecía que sus mejillas estaban a punto de explotar.
—Eh... —balbuceó nerviosa—. Necesito ir al baño.
Se levantó de la mesa a toda prisa, logrando hacerme reír. Siendo alentado por nuestros amigos, me levanté también y corrí tras ella. Logré atraparla justo afuera de la puerta del baño de mujeres, la tomé de la cintura y pegué su cuerpo al mío, abrazándola. Me incliné y dejé un casto beso en su cuello que logró estremecerla. Su reacción me causó ternura, como todo ella en verdad.
—Allan, ¿qu-qué haces? —tartamudeó casi temblando, no sabía que causaba esas sensaciones en ella y en serio me gusta.
—Me pediste que te conquistara y eso estoy haciendo.
—¿Abrazarme por detrás y besarme el cuello es tu método que conquista?
—Es uno de muchos —deshice el abrazo y, colocando mis manos sobre su cintura, hice que girara para ver esos hermosos ojos que tanto me gustan—. Pedirme que te conquistara fue un grave error, Quinn.
—Yo creo que no, porque no estoy arrepentida en lo absoluto, pudín.
(...)
¿En qué momento nos dejamos envolver para venir al cine?
Ok, la idea de ver una comedia romántica junto a tus amigos quienes se ofrecieron a pagar la comida sonaba bastante tentadora al inicio. Pero caí en cuenta de que el trío lo tenía todo planeado cuando llegamos y vimos en la cartelera el gran anuncio de ''Las mejores películas románticas en vísperas de San Valentín''. Esto era ridículo. Recién comenzó enero y ya estaban promocionando el día del amor, es como cuando comienzan a disfrazarse para Halloween desde septiembre o adornan los hogares para Navidad desde noviembre.
—Chicos, sabían de esto, ¿cierto? —los miré acusatoriamente.
—¿Cómo podríamos saber que había una especie de festival de cine romántico en pleno enero? —dramatizó Carlos, era obvio que estaba sobreactuando para demostrar que en efecto todo fue un plan.
—Ya que estamos aquí, elijamos una peli y veámosla —se encongió de hombros Mery.
—Ok. ¿Qué más da? —suspiró Emma.
Vimos el catálogo digital de las quince películas que estaban transmitiendo. Fue difícil escoger una buena que ninguno de nosotros hubiese visto antes, al parecer nuestros amigos son tan aficionados a este género cinematográfico como nosotros y han visto la gran mayoría de los clásicos. Después de un agotador debate, nos decidimos por una llamada The Accidental Husband protagonizada por Uma Thurman.
Nos posicionamos al final de la fila de una de las cabinas donde venden las entradas, era un tanto larga, pero también la más corta en comparación con las otras. Finalmente llegó nuestro turno y Carlos se encargó de pedir los boletos y pagar por todos. Cuando el castaño nos dio a cada uno nuestra respectiva entrada, nos percatamos de quién era la empleada al mando.
Ay no...
—¡Son ustedes! —nos señaló a mí y a Emma—. Los chicos de la no cita que vieron una película para niños. ¿Ahora sí vienen en plan novios?
—¡No! —respondió Em—. Bueno...sí. Es que...
—Es complicado —terminé por ella.
—¿Ustedes son sus amigos? —le preguntó a los chicos a lo que ellos asintieron—. Pues hagan algo para que estén juntos ya, hacen muy linda pareja.
—Eso es lo que intentamos hacer todo el tiempo, créame —le respondió Jane como si fuera su amiga o algo por el estilo.
—Es que son muy testarudos —siguió Carlos—. Acaban de declararse el uno al otro después de estar casi tres meses negando lo que sienten. Estuve a punto de prepararles una sopa afrodisíaca para que al menos consumaran el acto.
Tapé mi rostro con mi mano por la vergüenza, no por mí sino por lo chismoso e indiscreto que puede llegar a ser mi mejor amigo.
—Hoy vinieron a ver una película romántica en lugar de una infantil, eso es un avance —acotó la encargada.
—Sí —asintió Mery—, pero lo ideal sería que avanzaran hasta la etapa del sexo.
—¡Chicos! —intervino Emma algo harta de que ventilaran nuestra vida privada en público—, la conversación está en serio interesante, incluso dan ganas de tomarnos unas tazas de café y charlar también sobre la universidad. Pero las personas de la fila nos están mirando mal y tenemos una película que ver.
—Uff, alguien se levantó de malas hoy —comentó la empleada cuyo nombre aún desconozco.
—Emma tiene razón —la apoyé—. Vamos a ver la peli.
Los chicos se despidieron animadamente de la encargada e ingresamos al local. Compramos las palomitas de maíz y los refrescos, luego buscamos la sala correspondiente al film que veríamos. Estando allí, tuvimos otro pequeño debate sobre dónde nos íbamos a sentar.
Finalmente la discusión acabó cuando Jane nos dejó hablando solos para ir a sentarse en una de las filas de en medio. Ya que ella tomó la decisión por todos, la seguimos y tomamos asiento a su lado. Para nuestra sorpresa ella estaba conversando muy a gusto con un chico.
—Wow, Jane es rápida —rió por lo bajo Carlos.
—¿En serio crees que vendría con dos parejas y haría el papel de mal tercio? Estamos hablando de Jane Campbell, siempre tiene un chico con el que pasar el rato —murmuró Emma, sentándose.
Al final quedamos sentados de la siguiente forma: Jane con su chico, luego Carlos y Mery, y por último Emma y yo. Nos distribuímos los botes de palomitas y los refrescos justo antes de que las luces se apagaran y la película comenzara.
El film dio inicio e intenté prestarle toda mi atención, me fue bastante difícil ya que para empezar la protagonista también se llamaba Emma. La trama era divertida e interesante, pero no podía concentrarme, por la más mínima tontería acababa posando mis ojos sobre la hermosa chica a mi derecha.
¿Cómo no hacerlo? La luz tenue de la pantalla iluminaba su rostro, incluso con la cara de color azul se veía preciosa. Cada vez que ocurría una escena divertida, su risa era lo que en realidad me interesaba escuchrar. Cuando se llevaba una palomita a la boca me provocaba unas intensas ganas de besarla. En resumen, de seguro parecía un asqueroso acosador, pero mi argumento es que ella me vuelve loco en todos los sentidos.
—Lan, deja de mirarme —murmuró sin apartar la vista de la pantalla.
—No puedo —sonreí a lo idiota.
Se giró hacia mí y me dedicó una sonrisa.
Oh sí. Eso es mejor que cualquier película, sin dudas.
—¿No te gusta la peli?
—Sí, pero me gustas más tú.
Con delicadeza rocé mi mano con la suya hasta entrelazar nuestros dedos. Sí, me encanta lo que me hizo sentir un gesto tan simple como ese.
Se reacomodó en su asiento y sin previo aviso, posó su cabeza sobre mi hombro sin soltarme de la mano. Durante ese breve lapso de tiempo sentí que éramos solo nosotros dos a pesar de que estábamos rodeados de docenas de personas. Deseé detener el tiempo en ese momento y quedarnos así, gracias a eso entendí porqué la gran mayoría de las parejas solo van al cine a besarse, no es la película ni la cita, sino esa persona especial con la que compartes una hora y media.
—Así está mejor, ¿verdad?
—No podría mejorar más —sonreí.
Emma
Allan. Allan. ¡Allan! Era el pensamiento más recurrente en mi cabeza.
Ha pasado una semana desde nuestras declaraciones y en todo ese tiempo él se ha dedicado única y exclusivamente a seducirme y mimarme. Se preguntarán, ¿qué tiene de malo eso? Después de todo el pelinegro es esa atractiva mezcla entre lo sexy y lo tierno. El problema es que es demasiado irresistible y si le pedí que me conquistara era porque quería ir lento y ver cómo fluían las cosas, pero el tiro me salió por la culata y cada día que pasa más caigo a sus pies.
—Emma. ¡Emma! —me llamó Lizzie, una de mis compañeras de clase—. Ya sonó la campana, la clase terminó —me sonrió divertida.
—Oh —volví a la vida real—, gracias.
—Alguien estaba pensando en cierto chico guapo —me guiñó un ojo.
Ok, no podía negarlo. ¿Cómo podría concentrarme en clases después de lo que pasó ésta mañana?
Resulta que desperté un poco más temprano que de costumbre y me dirigí al baño para darme mi ducha matutina. Aún me encontraba un poco somnolienta así que no percaté que la ducha estaba abierta y entré como si nada. ¿Adivinen quién se estaba duchando y pensó que era una pervertida acosadora que quería ducharse con él? Sí, ese que están pensando.
Se me cayó la cara de vergüenza, Allan me molestó el resto de la mañana y la peor parte es que no he podido sacarme de la cabeza su imagen completamente desnudo y mojado. ¡Es demasiado sexy! Y si miramos un poco más abajo... ¡Dios! Con solo recordarlo me ruborizo.
—¡Emma, te pusiste roja! —rió con picardía la chica de gafas.
—No es para tanto —guardé mi cuaderno y lapicero dentro de mi mochila, me la colgué al hombro y me levanté—, solo estaba...soñando despierta.
—Pues deja de soñar y mira hacia allá —señaló con el dedo hacia la puerta.
Me giré en esa dirección y ahí estaba él, apoyado en el marco de la puerta, sonriéndome. Agitó su mano en señal de saludo, lucía muy tierno.
—Anda ve —Lizzie me dio un pequeño empujoncito—, tu chico te espera.
Me despedí de ella y caminé hacia mi pelinegro. He de admitir que el gesto de venir a recogerme después de clase me encantaba, ninguno de mis novios universitarios lo había hecho.
—Hola —le sonreí y recibí un corto beso en respuesta.
Mis mejillas van a explotar.
—Hola —sonrió.
—¿Qu-qué fue...eso? —tartamudeé, nerviosa.
—Un beso. ¿Ya no recuerdas lo que es? Porque puedo recordártelo —se relamió los labios que estaban algo resecos por el frío.
¿Ven a lo que me refiero? ¿Cómo se supone que me resista a eso?
Noté que aún nos encontrábamos en la entrada del salón y varios alumnos salían, pero obstruíamos parte del paso. Esa sería mi excusa para escapar.
—Vayamos a otro lugar, estamos en medio.
—Claro. ¿Tienes más clases ahora?
—No, esta fue la última.
—Genial. Yo tampoco tengo más clases. ¿Vamos a alguna parte juntos?
—Me gusta la idea —asentí.
Quitó la mochila de mi hombro y la cargó él en su lugar. Ese detalle se ha vuelto recurrente y la verdad a mí me agrada. Salimos de la facultad tomados de la mano, para todo Johnson ya somos pareja hace meses y a pesar de que no es así, tampoco nos hemos tomado la molestia de desmentirlo.
Abordamos la camioneta y Allan comenzó a conducir con destino desconocido. No le tomé mucha importancia al rumbo que tomábamos, después de todo lo que realmente me importaba era ir con él.
Aparcó fuera de una pequeña tienda de mueblería. Un lugar un poco raro para una cita o para pasar el rato desde mi punto de vista. Entramos al local en el que predominaban los colores ocres y marrones. En exposición se encontraba todo tipo de muebles, de distintos estilos y para diferentes presupuestos.
Nos recibió una señora de mediana edad que parecía ser la encargada.
—Emma, ella es Glenda —me la presentó Allan y me sorprendió que la conociera—, y nos ayudará con todo lo que necesitemos.
—Hola, Srta. Emma —me sonrió la señora y por un segundo sentí que estaba en Hale de compras con mi mamá.
—Hola —le devolví el saludo y miré al pelinegro—. ¿Puedes explicarme qué hacemos aquí?
—Pues...me he dado cuenta de que, aparte de nuestras cosas, no hay nada más que sea nuestro en el dúplex.
—¿En qué sentido?
—Que nos rentaron el dúplex completamente amueblado, pero no a nuestro estilo. Ya que estamos viviendo ahí y nos quedan tres meses y medio de estadía, pensé que podíamos ponerle nuestro toque a la decoración.
—La verdad no lo había pensado, pero me agrada la idea.
—¡Genial! —sonrió—. Entonces elige lo que quieras, yo pago.
—¿¡Qué!?
—Sí. Literalmente escoge todo lo que te guste y correrá por mi cuenta.
Me acerqué a él lo más disimuladamente posible, ya que Glenda no nos quitaba la mirada de encima.
—¿Con qué dinero piensas pagar por todo esto? —susurré en su oído.
—Con el mío. Solía ser un chico de Hale, ¿recuerdas? ¿Qué te hace pensar que no tengo mucho dinero?
Me aparté de él ligeramente avergonzada. Era cierto, hasta la separación de sus padres él solía vivir en Hale y lo poco que sé del padre de Allan es que es un hombre adinerado que aún reside allá. Además, Johnson no es una universidad para nada barata y las becas no son fáciles de conseguir, así que asumí que tiene una buena posición económica, pero jamás indagué en ese tema porque siendo sincera, si tiene mucho dinero o no, no es de mi interés.
—Era broma —rió intruduciendo sus manos en los bolsillos de su chaqueta—. Tengo mis ahorros, suficientes para amueblar el dúplex a nuestro gusto.
—Pero no estoy de acuerdo con que pagues por todo, yo quiero contribuir también.
—Nop —negó sonriente—. El que invita, paga. Y yo invité, así que... —alargó esta última palabra.
—No lograré hacerte cambiar de opinión, ¿verdad?
—Sabes que no... —alargó la última palabra nuevamente.
—Ok —reí ante su conducta infantil—, tú pagas.
—Amo cuando cedes —mordió su labio inferior mientras me observaba, como si fuera lo más tierno que había visto.
Admito que me gusta que me mire así.
—A comprar.
Comenzamos a recorrer la tienda en busca de los muebles ideales según los gustos de ambos. Con respecto al sofá y los sillones de la sala de estar estábamos satisfechos, por lo que nos centramos en otras zonas de la casa. Encontré un sillón color fucsia muy cómodo e ideal para mi cuarto, primera compra. Luego Allan escogió un perchero de pie y lo estrenó colgando su chaqueta, quedando solo con su camiseta blanca. Así continuamos comprando otros artículos hasta que llegamos a...llamémoslo la zona de fuego.
Las camas.
Glenda nos dio una breve explicación de los materiales, durabilidad y calidad de las camas. No íbamos a comprar una ya que con la que tenemos es suficiente y solo la ocupo yo, pero no quería interrumpirla ya que por lo visto, le gustaba hablar del tema con sus clientes. Cuando culminó, di un paso al frente con la intención de informarle que no estábamos interesados.
—Las camas lucen excelentes, pero nosotros no... —no terminé de decir nada porque Lan me detuvo cubriéndome la boca.
—No podemos tomar una decisión sin probarlas —terminó por mí—. ¿Hay algún problema con que lo hagamos?
—Para nada. Incluso les daré su privacidad para que se sientan más a gusto. Llámenme cuando hagan su elección final —sonrió la señora y seguidamente se marchó.
En cuanto Glenda estuvo fuera de nuestro campo visual, me giré hacia el chico.
—¿Qué fue eso? Sabes que no vamos a comprar ninguna cama y...
No me dejó terminar mi reclamo y, tomándome de la cintura, me lanzó sobre una cama imperial al estilo Luis XV que se encontraba detrás de nosotros. Antes de que pudiera reaccionar, lo tenía a él encima de mí sosteniendo mis muñecas y sonriendo con malicia. Sabía que esto no terminaría bien.
—¿Qué haces? —pregunté, intentando disimular los nervios que me provocaba tenerlo tan cerca y en esa posición.
—Probando la cama, ¿no es obvio? —fingió inocencia mientras rozaba mi cuello con su nariz.
Virgen María, libérame de la tentación.
—Allan Lerman, deja de jugar. Este no es el lugar indicado.
—¿Una cama no es el lugar indicado? —rió—. ¿Entonces cuál lo es? ¿La ducha?
Me sonrojé al recordar el incidente de esta mañana. Presentía que usaría esa ''arma'' contra mí en cualquier momento.
—Fue un accidente —me justifiqué avergonzada.
—Sí, claro —bufó con sarcasmo—. Accidentalmente entraste a la ducha sabiendo que yo estaba ahí y aún más accidentalmente me comiste con los ojos —se acercó a mi oído—, en especial la zona pélvica —susurró.
Si ya estaba roja antes, ahora puedo jurar que pasé a carmesí intenso.
—Wow, nunca te había visto así de sonrojada —rió.
Aproveché esa oportunidad para zafarme de su agarre y levantarme. Me moría de vergüenza, no tenía cara para negarle que lo había mirado como si fuera un stripper.
No sé en qué momento se levantó y me abrazó por detrás. Últimamente lo ha tomado como costumbre y no voy a mentir diciendo que no me gusta.
—¿Sabes que te ves jodidamente tierna así de sonrojada?
—Y tú te ves jodidamente sexy en la ducha —me giré, quedándonos frente a frente.
—Estaría genial ducharnos juntos, ¿no crees? —propuso descaradamente ganándose un golpe.
—Sigamos probando las camas.
—¿No dijiste que no compraríamos ninguna?
—Ah no. La pobre Glenda nos explicó de todo sobre ellas y nos dejó solos para que eligiéramos la que más nos guste, así vas a comprar alguna y se la envías a Carlos, Wanda, los innombrables o a quien quieras, pero la compras.
—Como usted diga, generala.
(...)
Estaba tranquila en mi cuarto haciendo una tarea cuando del otro lado del dúplex comenzaron a escucharse ruidos inusuales. No me refiero a los exagerados gemidos de placer de siempre, sino a una discusión. ¿Los innombrables discutiendo? Creí que ellos solo se dedicaban a tener sexo todo el día.
No presté atención al motivo de su discusión, no era de mi incumbencia y además me importa una mierda, pero sus gritos no me permitían terminar mi tarea. De todos los lugares de la casa, ¿por qué tenían que discutir justamente en la habitación?
Hice un último intento por concentrarme en mi trabajo, pero fue en vano. Dejé los cuadernos y apuntes de lado y solté un gruñido de molestia. ¡Estos imbéciles no paran de fastidiar incluso sin ser intencional!
En ese momento una loca idea se cruzó por mi mente. ¿Y si justo ahora en medio de este momento de tensión entre ellos, alguien comenzara a gemir solo para molestar?
Buena idea, Emma.
Me senté sobre el cabecero de la cama pegando mi espalda a la pared que divide mi habitación de la suya. Comencé a emitir cortos gemidos en un tono no tan alto, eso de fingir cosas sexuales no era lo mío y debía ensayar. Traté durante un rato más, pero en lugar de gemidos de placer, sonaba más como una embarazada con dolores de parto.
—Emma, la comida está lis... —anunció Allan ingresando a la habitación—. ¿Te encuentras bien? —frunció el ceño.
Tierra, serviré como abono. Trágame ya.
—E-es...una broma que quería hacer —tartamudeé.
—¿Broma? ¿Para quién? —caminó hacia la cama.
—Dave y Vanessa están discutiendo y se me ocurrió la tonta idea de fingir que estaba teniendo sexo para molestarlos como ellos han hecho con nosotros.
—No es una idea tan tonta. Solo que fingir gemidos no es tu fuerte.
—Lo sé —reí.
—¿Sabes? Yo también estoy harto de que siempre estén gritando y perturben nuestra paz —sonrió con malicia—. Yo te ayudo con la broma.
¿¡Whats!?
—Sí-sí, pero...todo es fingido. No tendremos sexo en realidad.
—Lo sé. Y créeme, no necesito llegar hasta tener sexo para hacerte gemir.
¡Dios!
Se subió a la cama de rodillas y abrió un poco mis piernas colocándose entre ellas. Tomó mis rostro entre sus manos antes de plantarme un beso que perduró hasta dejarnos a ambos sin aliento. Descendió por mi cuello dejando un rastro de besos en él, eso definitivamente me sacó más de un gemido y lo aproveché subiendo mi tono de voz. Introdujo sus manos dentro de mi abrigo de lana acariciando mi espalda, vientre y con cierta sutileza también mis senos por encima del sujetador. ¡Sentía que estaba en la puta gloria!
Quise participar también y me aventuré a besarlo. ¡Moría de ganas de hacerlo! Me siguió el beso gustoso hasta que me percaté de que la discusión del otro lado había cesado y muy a mi pesar me separé de él.
—Ya...está hecho.
—Eh...sí —dijo tan nervioso como yo—. ¿Vamos a comer?
—¡Cierto, la cena!
—Sí, quizás ya se enfrió —rió agitando su cabello.
—No importa, yo estoy caliente —dije por lo bajo.
—¿Qué dijiste? —preguntó, entornando los ojos.
—Que espero que siga caliente —repuse.
Soltó una risita y negó con la cabeza mientras bajaba de la cama.
—Pervertida y encima mentirosa —rió.
—¿Qué dijiste?
—Que para acompañar la comida tenemos gaseosa —me guiñó un ojo.
Tontito.
▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪
Nuevo capítulooo!!!
Espero que les hayan gustado estas primeras probaditas de todo el amor que seguirá surgiendo entre nuestros protagonistas.
¿Qué les pareció?
Besos de Karina K.love 😉
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top