Capítulo 32: Cita fallida y...¡Por fin!
Emma
¡Connor me invitó a una cita!
Me emociona porque comencé el año nuevo con optimismo y expectativas altas en cuestiones de amor. Aún no veía a Connor como una futura pareja, pero sí como un inminente interés amoroso. Quería darle una nueva oportunidad al amor, estaba harta de enamorarme de los chicos equivocados y acabar sufriendo por ello, así que esta vez iría lento salvaguardando mi corazón.
Estaba en la tienda en la que trabajo, pero no como empleada, sino como cliente. ¡No tenía nada que ponerme para la cita! Emma Wilson siempre tiene que tener algo que ponerse, ¡es ley!
Iba por el quinto vestido que me probaba y que Jane descartaba. La cuestión es que yo buscaba el vestido perfecto y ella, a pesar de que no lo admitía, estaba intentando sabotear mi compra porque no quiere que vaya a esa cita con Connor.
—¿Qué te parece este? —pregunté a mi amiga luego de salir del probador.
Llevaba un vestido azul añil corto, ceñido, con escote corazón y un cinturón metálico dorado alrededor del abdomen. Ella por su parte estaba sentada sobre un mueble, ojeando una revista de moda. Alzó la mirada ante mi pregunta y me escaneó con desinterés.
—No me gusta —dijo haciendo una mueca extraña.
—¡Jane! —me quejé, su actitud estaba comenzando a molestarme.
—¿Qué quieres que te diga, Em? Tienes un cuerpazo de escándalo y todos los vestidos que te has puesto te han quedado excelente.
—Pero...
—Pero este es muy provocativo y hace mucho frío para algo tan corto.
Touché.
—Ok, tienes razón, pero ambas sabemos que hay otro motivo por el que has rechazado todos y cada uno de los vestidos —la observé acusatoriamente.
—Obvio, porque estás buscando el vestido correcto para el chico incorrecto.
—Jane, otra vez —suspiré cansada de este asunto.
—Creí que cuando volvieras al dúplex le dirías a Allan lo que sientes por él, no que te irías de cita en cita con Connor.
—Eso tenía pensado, pero... —me removí en el lugar, incómoda— las cosas han cambiado.
—¿En qué sentido? —alzó una ceja.
Suspiré una segunda vez y tomé asiento a su lado en el mueble que estaba ocupando.
—A ver. Allan me sigue gustando, es un poco obvio.
—Demasiado diría yo —comentó por lo bajo—. Pero el punto es, ¿por qué no declararte de una puta vez?
—Quise hacerlo el día en el que regresamos al dúplex, pero algo me hizo pensarlo mejor.
—¿Qué?
—Después de que Connor vino a verme, Allan subió al tejado y lo seguí un rato después. Él estaba celoso o al menos eso es lo que quiero creer.
—Más evidencia de que tú también le gustas —sonrió.
—El punto es que cuando quise explicarle porqué tardé tanto con Connor, me respondió con frialdad que no tenía que darle explicaciones porque no somos nada y que yo tenía la libertad de estar con el chico que quisiera. Él nunca había sido tan...seco conmigo. Me dolió.
—Si lo piensas fuera de tu punto de vista, eso también se puede interpretar como celos.
—Pero luego me preguntó si en verdad me gusta Connor y le respondí lo que en serio pienso de él. Después me respondió con un ''Cool'' y a partir de ese día, la última semana ha estado muy frío y distante hacia mí.
—¡Emma, por Dios! —gruñó, añadiéndole una excesiva cantidad de muecas—. Si él te dijera a ti que le gusta otra chica lo más normal es que te alejaras. Estarías desilusionada y dolida, y más si esa chica estuviese con él todo el tiempo.
—¡Connor no está conmigo todo el tiempo! —rectifiqué—. Además, todo lo dices sobre la base de la supuesta atracción que Allan siente por mí, recuerda lo que dijo.
—Yo sigo creyendo que dijo eso de dientes para afuera. La química entre ustedes es más intensa que una novia tóxica. ¡Acaben de admitir que se gustan de una puta vez! —las muecas hicieron acto de presencia una vez más—. Luego cásense, váyanse de vacaciones a París, cómprense una casa, tengan dos hijos y un perrito.
Reí a carcajadas ante su romántica imaginación, lo cual es irónico considerando que ''no está preparada para el amor verdadero''.
—Por ahora creo que me concentraré en mi cita. Ahora, querida amiga, ¿podrías ayudarme a encontrar el vestido ideal?
Rodó los ojos y suspiró.
—Sigo sin estar de acuerdo —me lanzó una mirada de advertencia—, pero como tu mejor amiga es mi deber ayudar a que te veas fabulosa —sonrió—. A ver si así Allan se da cuenta de lo que se está perdiendo.
(...)
¡Sin duda alguna no hay mejor equipo que dos amigas buscando el vestido ideal!
Finalmente nos decidimos por un vestido negro, largo hasta la mitad del muslo, un sencillo escote redondo que disimulaba mi generoso busto y obviamente, elegante para el lugar y la ocasión acompañado de unos tacones a juego. Dejé mi cabello suelto, pero peinado hacia la derecha dejando caer mi cabellera castaña hacia ese lado. Apliqué maquillaje no muy provocador a pesar de que la indumentaria lo ameritaba. Y finalmente mi perfume favorito, regalo de Navidad de mi tío Kyle; que sea dueño de la más afamada empresa de perfumería de Heaven Gold City tiene sus ventajas.
Bajé hacia el piso de abajo para esperar al chico de mi cita que, conociendo lo puntual que es, no tardaría en llegar. Tan pronto bajé el último escalón, lo primero que me encontré fue la mirada espectante de mi roommate. Estaba acostumbrada a que sonriese como idiota cada vez que bajo esa escalera con un nuevo look, pero hoy fue diferente. Me admiraba, pero aun así su expresión era vacía e inexpresiva, eso me hizo sentir incómoda hasta cierto punto.
—Hola —fue lo primero que se me ocurrió para romper el hielo.
—Hola —respondió sonriendo a medias—. Te ves...hermosa, como siempre.
¿Por qué no suena como él? ¿Por qué siento que me lo está diciendo a través de un teléfono a miles de kilómetros de distancia? ¿Por qué la atmósfera es tan fría?
—Gracias —traté de sonreír—. Siempre es bueno saber tu opinión.
—Mi opinión siempre es la misma. Te ves hermosa todos los días, da igual lo que te pongas.
Una semana atrás, ese comentario habría logrado sonrojarme en cuestión de segundos. Pero ahora todo era tan impersonal y frívolo que parecíamos un par de desconocidos.
—Esto es demasiado raro —comenté, frustrada.
—¿A qué te refieres? —frunció el ceño.
—A esto —nos señalé a ambos—, nosotros. Hemos vivido situaciones muy embarazosas y nunca nos hemos sentido tan incómodos el uno con el otro. ¿Qué pasa, Lan?
—No pasa nada —respondió con un tono cansado.
—Sí pasa.
—No, no pasa —se exaltó—. No pasa absolutamente nada y ese es el gran problema.
—¿Qué quieres decirme? —inquirí—. Dilo sin rodeos.
—Yo...
Lo que sea que iba a decirme, fue interrumpido por el sonido del timbre. Seguramente Connor estaba del otro lado de la puerta, pero esta vez quería escuchar lo que el pelinegro tuviese para decir.
—Adelante —suspiró—. Connor te está esperando.
—Él puede esperar un poco más. Dime lo que quieres decirme de una vez.
—Es largo, complicado y exhaustivo de explicar. Créeme, lo pasarás mejor en tu cita.
—¿Será así a partir de ahora? Esas respuestas a medias, la atmósfera pesada, la distancia... ¿En esto se convirtió lo que teníamos?
—Supongo que sí —se encogió de hombros, evitando mirarme.
Una vez dicho esto, caminó con dirección a las escaleras y se sentó en uno de los escalones ignorando por completo nuestra discusión, o lo que sea que haya sido eso. Tuve la intención de girarme para hablar con él e intentar reparar algo del daño, pero un segundo toque del timbre me distrajo de mi cometido.
—Diviértete, Em.
—Lo haré —murmuré.
Caminé hacia la puerta y al abrirla encontré al rubio-castaño vistiendo un smoking clásico que ciertamente lo hacía ver muy guapo. Es el tipo de chico que desprende elegancia sin mucho esfuerzo.
—¡Estás preciosa! —sonrió con tan solo verme.
—Lo mismo digo de ti.
—¿Nos vamos? —me ofreció su brazo.
Me giré para ver a Allan una última vez, algo me impulsó a hacerlo. Aún estaba sentado en la escalera, observándome con una expresión triste que, aunque trataba de ocultar o camuflar, seguía siendo evidente. Por un momento quise regresar con él y suspender la cita, pero una sonrisa de aprobación y un asentimiento de su parte me convencieron de tomar el brazo de Connor.
—Vámonos.
(...)
El restaurante que visitamos en nuestra primera cita se mantenía igual de glamoroso y ostentoso como la vez anterior. Algunos detalles decorativos habían cambiado, pero en sentido general la esencia del negocio se mantenía vigente.
En esta ocasión ambos estábamos mucho más relajados y yo en lo personal ya no estaba tan pendiente de las elegantes personas que ocupaban el resto de las mesas. Reímos, bromeamos y charlamos como solemos hacerlo, cualquiera diría que estábamos teniendo la mejor cita de nuestras vidas.
¿El problema? A Connor le estaba ocurriendo lo mismo que mí en la cita anterior, su mente se encontraba en otro lugar, o más bien en alguien más. Para ser exactos se trataba de una camarera a la cual no vi antes y ahora juraría que tiene algo que ver con él.
Lo dejé pasar durante la charla previa a la cena y posteriormente en el transcurso de la misma, pero el constante intercambio de miradas entre ambos despertaron cierta curiosidad e incomodidad en mí. Tenía que preguntar.
—Connor, esa chica... —señalé disimuladamente a la camarera que parecía de nuestra edad—, es tu ex, ¿verdad?
—¿Es tan obvio? —admitió apenado.
—He sido un adorno más del restaurante para ti desde que la viste.
—Qué mal —frunció los labios—. Em, lo siento mucho. Es solo que llevo un buen tiempo sin verla y...
—Tienes sentimientos encontrados ahora —terminé por él.
—Sí —suspiró, nervioso.
—Puedes contarme, si alguien tiene experiencia en dramas de ex-novios esa soy yo.
Le lanzó otra mirada fugaz a la chica para luego agachar la cabeza, al parecer desde la ruptura no había hablado mucho del tema; necesitaba desahogarse.
—Liah y yo fuimos novios durante poco más de un año —alzó la mirada—. Estábamos...muy enamorados.
—¿Y qué pasó?
—Lo que pasa cuando un chico rico de Hale se ''mezcla'' con una chica no tan rica de Inalph, mis padres se opusieron. Le hicieron la vida tan imposible que llegado un punto, decidió dejarme —relató con notable trsiteza.
—¿Y todo fue por la estúpida diferencia de clases sociales?
—Anjá. A nosotros no nos importaba, sabíamos que veníamos de mundos muy diferentes, pero eso no fue impedimento en ningún momento. Pero cuando vienen terceros a mostrarte todos los contras de tu relación, poco a poco comienzas a creer que quizás no deberían estar juntos; eso fue lo que nos pasó.
No solo le pasó a él.
A mí también.
La diferencia es que yo no me dejé llevar por terceros sino por mis propios temores e inseguridades. Pero el resultado es el mismo, acabas privándote de algo bonito que podría suceder entre tú y ese alguien especial a quien quieres.
—Connor, es obvio que nosotros no tenemos esa chispa que se necesita para llegar a ser pareja —fui directa—. Nuestra charla es increíble, reímos juntos y tenemos muchas cosas en común, pero solo somos amigos y es inútil forzar algo que claramente no va a ninguna parte.
—Tienes razón —asintió, dándome la razón.
La vista de ambos se centró en esa linda camarera de cabellera azabache.
—Ve por ella —lo animé—. Olvida lo que digan tus padres o la estúpida sociedad clasista de la ciudad. Cuando tienes la suerte de encontrar a alguien que te quiere tal cual eres, debes ser muy estúpido si lo dejas escapar.
—Entonces deberías ir a buscar a Allan —sonrió—. Ya no pueden seguir ocultando lo que sienten el uno por el otro.
Quería rebatir esa opinión como lo hice tantas otras veces con las de mi madre y las de Jane, pero, ¿para qué seguir negándolo? Allan es quien realmente me mueve el piso y había sido demasiado idiota hasta ahora por no habérselo confesado.
—Sí...debería ir con él ahora —sonreí.
—Entonces te llevo —se ofreció gustoso.
—No. Tú has esperado tanto por Liah que mereces estar con ella, no esperes ni un segundo más. Yo puedo regresar en taxi.
—Claro que no, Emma. Yo te traje y yo te llevaré.
—Que no. Puedo regresar al dúplex en taxi sin problemas, solo paga la cuenta —le guiñé un ojo mientras me levantaba.
—De acuerdo —rió—, pero no olvides llamarme cuando llegues a casa. Y...gracias, Emma.
—Para eso estamos los amigos —dije antes rodear la mesa para darle un abrazo de amistad, porque eso es lo único que hay y habrá entre nosotros.
Me gustaría terminar en tan buenos términos con todas las relaciones de mi vida como acababa de hacerlo con él. Supongo que he madurado y aprendido a cortar las cosas de raíz cuando no van a ninguna parte.
Nos despedimos y salí corriendo de ese costoso y aburrido restaurante. Dato curioso de la noche: se me rompió un tacón un segundo antes de subir al taxi.
El trayecto de vuelta al dúplex se me hacía eterno, aunque quizás solo se debía a mi prisa por llegar a mi destino. En cuanto el taxi se detuvo fuera del lado rosa de la casa, mi corazón comenzó a martillar contra mi pecho; nunca había estado más nerviosa en mi vida. Le pagué al taxista y de paso me disculpé por apresurarlo durante todo el camino.
Al bajar del vahículo, mi pie derecho hizo contacto con el frío pavimento y supe que para bien o para mal, estaba haciendo lo correcto. Le hice una llamada a Connor y colgué antes de darle la oportunidad de responderme, no quería interrumpir su reconciliación. Caminé hacia la puerta, saqué mis llaves de mi bolso y las introduje en el cerrojo notando el temblor de mis manos no provocado por el frío. Abrí con sumo cuidado, como si en lugar de una puerta se tratase de una delicada vajilla de porcelana, los nervios aún estaban presentes.
Una vez dentro, caminé directamente hacia la sala de estar. Allí me encontré con Allan que permanecía en el mismo lugar en el que lo dejé hace una hora atrás, sentado sobre las escaleras. Me sentí muy culpable al verlo así, tan desanimado y cabizbajo por mi causa.
Me acerqué con lentitud hacia él, toda la prisa que tenía hasta entonces se había esfumado, ahora solo me quedaba un profundo temor ante su posible reacción.
—Hola —pronuncié, apenas audible.
Él alzó la vista y sus ojos encontraron los míos. Un destello de alegría brilló en esas perlas grises. Por mi parte los míos comenzaron a inundarse en lágrimas, la verdad no estaba segura del porqué de mi ataque sentimental, pero no pude evitarlo.
—Em, ¿estás bien? —preguntó preocupado mientras se levantaba y caminaba hacia mí.
—Sí, yo...
—¿El imbécil de Connor te hizo algo? —endureció sus facciones faciales con enojo.
—No, de hecho ahora debe estar con su ex reanudando su relación.
—¿¡Qué!? —espetó molesto—. ¡Voy a partirle la cara ahora mismo!
—No, Lan —lo sostuve del brazo—. Yo lo animé a que lo hiciera.
—¿Eh? —frunció el ceño con confusión.
—Me di cuenta de que...Connor no me gusta. Él es un simple amigo con el que la paso muy bien, pero nada más.
—Espera, esto es demasiada información —agitó la cabeza—. ¿Me estás diciendo que Connor no te gusta, quedaron como amigos y él regresó con su ex?
—Sí, digamos que no fue mi mejor cita —bromeé.
—Comprobado, Connor es un idiota —rió sin gracia—. ¿Quién en su sano juicio dejaría escapar a una chica como tú?
«Una chica como tú.»
Acaba de regresarme a hace un tiempo atrás cuando dijo indirectamente que no soy su tipo.
Dudas e inseguridades, bienvenidas sean.
—Una chica como yo...el tipo de chica con la que nunca estarías —dije en un tono bajo intentando no sonar tan afectada.
Su expresión cambió en una fracción de segundo. Lucía avergonzado y comenzó a frotarse el cabello como cuando está nervioso.
—Soy un imbécil, Em —suspiró frustrado—. El tipo de imbécil que dice esas estupideces y no se da cuenta de lo hirientes que pueden llegar a ser sus palabras. El tipo de imbécil indeciso que no se sintió capaz de decir cómo se sentía hasta que estuvo a punto de perder a la chica de sus sueños. Pero esta es mi última oportunidad y no pienso desperdiciarla también —sonrió.
¿Oportunidad?
—¿Tu oportunidad para qué?
—Emma... —acunó mi rostro entre sus manos con dulzura—, me gustas.
¿¡QUÉ!?
—¿¡QUÉ!? —grité, en estado de shock.
—De hecho no, no solo me gustas —sonrió con nerviosismo—. Creo que...me estoy enamorando de ti.
De nuevo, ¿¡QUÉ!?
Lo que me acababa de decir Allan me había dejado en shock. ¡Yo le gusto! No, no solo eso, ¡se está enamorando de mí! ¿¡Es un puto sueño o una puta broma!?
Sospeché que no duraría mucho tiempo en pie tras escuchar semejante declaración, así que caminé hacia la escalera y tomé asiento justo donde él estaba hace un rato.
—¿Estás bien? —preguntó preocupado agachándose frente a mí.
—¿Qué-qué...fue lo que me dijiste? —tartamudeé.
Suspiró—. Me gustas, Em. Me gustaste desde el primer día cuando entraste a ese bar con el corazón roto.
Qué tierno.
—Y...¿por qué no me lo dijiste antes?
—Primero porque creí que sería incómodo ya que vivíamos juntos y por todo el lío con los innombrables. Pero después te conocí mejor y... —sonrió— ...fue imposible no comenzar a enamorarme de una chica así de especial. Mi problema es que tenía un millón de inseguridades y miedos, y cada vez que intentaba acercarme para decirte cómo me siento, pasaba algo o aparecía alguien que me hacía dar un paso atrás.
Algo en mi mente hizo clic al instante.
—Lo...que querías decirme cuando llegaste al dúplex...¿era esto?
—Sí —se agitó el cabello—, era esto.
—Y no me lo dijiste porque prácticamente te dije que me gustaba Connor, ¿cierto?
—Exacto —asintió.
Tierra, te pediría que me tragues, pero se me acaba de declarar el chico de mis sueños.
—Soy una tonta —gruñí cubriendo mi rostro con mis manos.
—¿Por qué lo dices? —preguntó, apartando mis manos.
—Porque lo soy. Porque... —me mordí el labio inferior para luego sonreír— tú también me gustas, Allan.
Mi confesión hizo que se pusiera pálido de golpe. No se esperaba que se lo dijera, así como yo tampoco me esperaba su declaración; estamos a mano.
—¿Me-lo...puedes repetir? —titubeó con nerviosismo.
—¡Que tú también me gustas! —casi chillé, ahora que al fin lo había soltado, quería seguir diciéndolo—. En serio me gustas, pero yo...no sé, quise convencerme de que solo yo me sentía así. Cuando me dijiste que nunca estarías con una chica como yo, fue como si me lanzaran un balde de agua fría y...desistí de la idea de que pudiera haber algo entre nosotros.
—¡Mierda! En serio soy un imbécil —resopló—. No lo dije con la intención de hacerte sentir mal. Lo dije en el sentido de que una chica tan increíble como tú se merece a alguien que no haya tardado tanto tiempo en admitir sus sentimientos, alguien no tan indeciso como yo. Pero supongo que no me supe expresar bien ni ese día ni ningún otro hasta hoy —rió ante esto último.
—Yo tampoco me quedo atrás —reí por lo bajo—. Si hubiera dado el primer paso en lugar de esperar a que tú lo hicieras, quizá habríamos tenido esta conversación mucho antes.
—Es increíble que nos estuvimos comportando como niños de secundaria todo este tiempo —negó con la cabeza, riendo.
—Tengo que decirte una última cosa.
—¿Qué?
—Lo que quería decirte en fin de año era que tú también me gustaste desde ese primer día en el bar, que estoy harta de que seamos solo amigos y...creo que yo también me estoy enamorando de ti.
Su respuesta fue una sonrisa gigante, la cual me contagió a mí y de paso me sonrojé. Nos observamos fijamente el uno al otro como tantas veces antes lo habíamos hecho, pero esta vez ninguno de los dos apartaría la mirada o rompería la atmósfera; ahora ambos sabíamos lo que queríamos.
Nos acercamos con lentitud hasta que nuestros labios se rozaron y ahí empezó todo. Fue un beso lento, tierno y dulce; diferente a todos los que nos dimos antes. ¿Saben qué hace realmente especial a un beso? Que ambos sonrían mientras se besan, eso hicimos.
—Em. Em, espera —dijo mientras se separaba de mí, dejándome con ganas de más—. Esto es incómodo.
¿¡Qué!? ¿Incómodo?
Mis hombros cayeron y desvié la mirada. Creí que le había gustado el beso y ahora resulta que es incómodo. ¿Acaso besé mal?
—Nosotros no, Em —rió—, la escalera. Es incómodo besarte en esta posición sobre la escalera.
—Oh —musité, avergonzada.
—Eres tan tierna —sonrió, levantándose.
Sin previo aviso, me tomó de las piernas y me cargó. Por inercia las crucé alrededor de su cintura y me agarré de su cuello. Él sin reparo alguno me sostuvo colocando sus manos en mis nalgas.
—Así está mejor —se mordió el labio inferior de esa forma tan sexy que solo él logra y acto seguido me besó.
Ahora era un beso mucho más...pasional, por así decirlo. Entre juguetonas mordidas, juegos de lenguas y sonrisas entre beso y beso, acabamos en el sofá conmigo a horcajadas sobre él.
No voy a negarlo, adoro esa posición.
Allan comenzó a dejar besos húmedos en mi cuello logrando sacarme uno que otro gemido. Bajó la cremallera de mi vestido para luego deslizar los tirantes por mis brazos, dejando a la vista mi sostén negro de encaje.
—¡Dios! —exclamó con la mirada clavada en mis pechos.
—Ya los habías visto antes —reí.
—Pero estaba borracho y no cuenta, ahora sí.
Me observó de una forma que no lo hacía precisamente desde esa noche de borrachera: con deseo; y me encanta que lo haga.
—Entonces aprovecha ahora que estás sobrio —murmuré en su oído y seguidamente tiré de su cuello hasta acostarnos ambos sobre el sofá, él encima de mí.
—Me gusta tu faceta pervertida, ¿sabías? —sonrió acomodándose.
Volvimos a besarnos, pero en esta ocasión con más deseo y rapidez que las anteriores. Ambos sabíamos lo que estaba a punto de pasar y seguiríamos con gusto. Tomé los bordes de su camiseta y la alcé quitándosela por encima de su cabeza. ¡Dios! ¿Cómo se las arregla para estar tan bueno?
—Ya lo habías visto antes —sonrió burlón al notar que babeaba por él—, y sobria.
—Pero estás muy bueno, eso no te lo había dicho antes —tiré de él para que siguiera besándome.
Tenía mucha hambre. Hambre de él.
Mientras los besos continuaban, gané tiempo deslizando mis manos entre nuestros cuerpos hasta llegar al cierre de su jean. Él tampoco se quedó atrás y torpemente intantaba deshacerse de mi vestido. ¡Moría por acabar ambos desnudos!
Y justo ahí.
En el momento más caliente...
...tocaron el timbre.
—¡Mierda! —gruñó contra mis labios.
—Oh no. Esta vez nadie nos va a interrumpir. Deja que siga sonando y crean que no estamos aquí —dije, o más bien jadeé, entre besos.
Continuamos con lo nuestro pero el timbre continuó sonando y luego se escucharon los insesantes gritos de Carlos. Oficialmente el momento hot había acabado.
—Voy a matar a Carlos —suspiró enojado separándose de mí—. ¡YA VOY!
Me incorporé y me recoloqué el vestido como si no acabase de tener la mejor sesión de besos de mi vida. Vi de reojo cómo Allan se abrochaba el cierre del pantalón que previamente yo había desabrochado y distinguí cierta protuberancia en la zona. No podía culparlo, yo tenía una cascada entre las piernas.
Se levantó del sofá y extendió su mano. Alcé la vista y noté que estaba indicando que la tomara.
—Vamos, quiero darle una sorpresa a Carlitos —sonrió con malicia.
Tomé su mano y me levanté también. Caminamos juntos hasta la puerta y al abrirla nos percatamos de que no solo Carlos estaba allí, sino también las gemelas.
—Hola, chicos —los recibió el pelinegro con una sonrisa falsa.
—¿Qué hacen aquí? —pregunté, aguantando mis inmensas ganas de matarlos.
—Le rompiste el corazón a nuestro Allan y vinimos a consolarlo —me respondió el castaño—. Yo soy el que debería preguntar qué haces tú aquí.
Me giré hacia Lan.
—¿Te rompí el corazón?
—Digamos que...no me tomé bien lo de tu cita con Connor —rió nervioso.
¿Quién es el tierno ahora?
—Yo diría que sonaba deprimido —se cruzó de brazos la rubia—. ¿Nos pueden explicar por qué están juntos?
—A ver, les haré un resumen —anunció Allan—. A Emma no le gusta Connor como yo pensaba, regresó de la cita antes y cuando me lo contó, vi mi oportunidad de decirle lo que siento. Me declaré, se declaró, nos besamos y...ya saben.
No pude evitar reír ante la original forma de Lan para relatar los hechos, pero lo que en serio causaba risa era la expresión de los chicos tratando de procesarlo.
—Un momento —dijo Jane de un momento a otro—. Allan sin camisa. Emma despeinada y desarreglada. Labios hinchados...
—¡IBAN A FOLLAR! —gritaron los tres al unísono.
—Shhh —siseé—. ¿Acaso quieren que se entere el barrio entero?
¿Recuerdan mi baile feliz? Pues ahora eran nuestros amigos los que lo hacían. Se veían bastante ridículos, pero el espectáculo valía la pena, en especial porque morían porque estuviésemos juntos.
—¡Por fin! ¡Por fin escuchaste mis plegarias, Diosito! —festejó la castaña, alzando las brazos al cielo.
—¿Plegarias a Diosito? Yo estaba a punto de hacerles un amarre —comentó Carlos.
—Chicos, esperen —los detuvo Mery, que es por mucho la más sensata—. ¿No se dieron cuenta? Los acabamos de interrumpir.
—¡Oh, mierda! —maldijeron al unísono.
—¿Se dan cuenta recién ahora? —rió el pelinegro.
—Lo sentimos mucho —lloriqueó Jane—. De hecho nosotros nos vamos ahora mismo, pueden continuar con lo suyo.
—Chicos, ¿a dónde van? —reí.
—Imaginen que nunca vinimos y sigan con su escena porno —pidió el castaño, caminando hacia la calle con las gemelas—. ¡Ah! —paró en seco y se giró hacia nosotros—. Y si mañana se les ocurre regresar a la estupidez de que solo son amigos, haré el amarre y luego los encerraré desnudos en un ascensor.
Allan y yo estallamos en risas mientras veíamos a nuestros amigos marcharse dando saltitos de alegría. Al perderlos de vista, entramos a casa y volvimos a la sala de estar.
Sin previo aviso Lan me tomó de la cintura e hizo que me girara aterrizando sobre su pecho. Me encanta esta nueva etapa en la que no nos cohibimos al mostrar lo que sentimos el uno por el otro.
—¿Tú qué crees? ¿Seguimos donde lo dejamos o fue suficiente calentura por hoy?
—Yo creo que la chispa murió por esta noche —reí.
—Yo también —rió igualmente—. Lo que no voy a permitir que muera es lo nuestro.
—No, eso no —le di un corto beso—. Ahora la pregunta del millón. ¿Qué somos?
—Ni idea. ¿Qué quieres que seamos?
—Eso depende de ti —sonreí traviesa.
—¿Qué tramas, Wilson?
—Que el hecho de que te hayas declarado no te califica directamente para ser mi novio.
—¿Entonces qué tengo que hacer? Porque en serio quiero ser tu novio.
Me derrito.
—Conquístame.
—¿Qué? —rió confundido.
—Lo que oíste. Tendrás que esforzarte y conquistarme como si nunca hubiésemos vivido juntos en este dúplex.
—Ok, acepto el reto. Pero te advierto algo.
—¿Qué? —lo reté con la mirada.
—Hasta ahora me has conocido como compañero de copas, roommate y amigo, pero no tienes idea de cómo es el Allan conquistador. Prepárate.
▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪
Nuevo capítulooo!!!
¡Llegamos a los 7k! Mil gracias, lectores míos.
¡Allan se declaró por fin! ¿Ven? No lo hice sufrir por mucho tiempo, jeje.
¡Emma también se declaró! ¡Allan se propuso conquistarla! ¿Qué les pareció?
Besos de Karina K.love 😉
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top