Capítulo 31: Declaraciones e interrupciones
Allan
¡Por fin estaba de regreso al dúplex!
Regresé solo ya que Carlos fue a Phealls a ver a su novia y de paso la traerá en unos días. Yo decidí venir una semana antes de la reanudación del semestre porque moría por ver a Emma. He descubierto que la vida es bastante aburrida sin sus sonrisas y sonrojos alrededor.
Abrí la puerta de la casa dejando mi maleta en medio de la sala de estar. Todo estaba exactamente igual a como lo dejamos el año pasado, así que supuse que mi roommate no había llegado aún. Tomé la maleta y subí hacia la habitación, debía desempacar y organizar todo en mi lado del clóset.
Cuando abrí la puerta del cuarto, me encontré con ella haciendo justo lo que yo tenía pensado hacer. No sé si fueron las semanas que estuve sin verla más allá de una pantalla o que en serio se hizo un cambio de look, pero lucía diferente. Diferentemente hermosa.
—¿Me trajiste mi regalo de Navidad? —bromeé para llamar su atención en vista de que no se había percatado de mi presencia.
Dejó a un lado la ropa que estaba colgando en un perchero para voltearse en mi dirección. En menos de un segundo una de sus estelares sonrisas adornó su rostro y me sentí orgulloso de ser el causante. En serio estaba amando la idea de ser el motivo de sus sonrisas.
—¡Allan! —chilló justo antes de correr a abrazarme.
La recibí con gusto, moría por abrazarla así. Quizás solo fueron un par de días —en los cuales nos mantuvimos en contacto todo el tiempo—, pero extrañarla fue mi sentimiento más constante. Nunca creí que sentiría algo tan fuerte por una persona como para extrañarla así a pesar de no ser nada. Pero aquí estaba ella, volcando mi mundo de cabeza con el simple hecho de existir en mi vida.
—Te extrañé, hermosa —besé su mejilla sin separarme de su cuerpo, podría estar así el resto del día.
—Y yo a ti —nos separamos—. Y a este dúplex hermoso —extendió ambos brazos.
—Creí que odiabas el dúplex.
—No lo odiaba, solo me incomodaba la idea de tener a los innombrables al lado. Pero ahora ellos me dan igual y este lugar tiene calor de hogar —sonrió—, y a ti.
Ok, ella me dijo algo lindo, lo cual me da pie para decirle eso que tanto he esperado decirle.
Vamos, Allan, tú puedes.
—Emma, tengo que hablar contigo sobre algo importante —comencé mientras me agitaba el cabello.
Dios, estoy muy nervioso.
—Claro, di... —fue interrumpida por el tono de llamada de su celular—. ¿Me disculpas un segundo?
—Claro.
No me había importado que esa estúpida llamada haya interrumpido mi momento hasta que escuché el nombre de la persona que llamó. Connor. Ese idiota siempre venía a joderme cuando estaba a punto de dar el siguiente paso con Emma, y al parecer aún conservaba la manía. No tardó más de tres minutos en hablar con él, pero a mí se me hacieron eternos. ¿Qué tanto era eso de lo que hablaban?
—Listo —me sonrió al colgar—. ¿Qué es eso que querías decirme?
Ah no. Ahora vete con tu amiguito Connor.
—Luego te digo —dije, intentando sonar menos brusco que en mi mente, pero digamos que ocultar mis celos no es mi fuerte.
Me giré hacia el clóset para no quedar más evidencia de lo que ya lo había hecho. Tomé mi maleta y la abrí sacando un par de camisetas.
—Allan Lerman —me llamó a lo que me giré para mirarla—, estás celoso otra vez, ¿verdad?
—¿Quién ha dicho algo sobre celos? —esquivé su mirada y guardé las camisetas en una de las gavetas de abajo.
—Tu cara y tu actitud. Estabas muy animado antes de la llamada de Connor y cuando colgué te pusiste así.
—¿Así cómo? —repetí el mismo proceso que había realizado anteriormente pero esta vez con mis bóxers.
—Molesto, esquivo y distante —se interpuso entre el clóset y yo—. En resumen, celoso —sonrió.
—No. Estoy. Celoso —respondí pausadamente, intentando convencerla de algo que ni yo mismo me creía.
—Sí lo estás —se acercó un tanto más y me tomó completamente desprevenido cuando comenzó a hacerme cosquillas.
—Que no —reí.
—Que sí.
Continuó torturándome a base de cosquillas haciendo que poco a poco retrocediera. Accidentalmente choqué con la cama haciendo que cayera sobre esta, llevándome a Emma conmigo. Ok, mi expectativa de nosotros dos sobre una cama no era precisamente esta posición, pero debo admitir que no me quejo, tenerla tan cerca siempre es un privilegio.
Nuestros ojos se encontraron durante un corto lapso de tiempo, pero en cuanto notó lo incómodo de la escena, se sonrojó y se levantó de encima de mí.
—Lo-lo siento, Lan —se giró, evitando mirarme directamente.
—¿Por qué te disculpas? —me senté, mirándola con diversión—. Después de todo lo que hemos pasado juntos, ¿en serio te da vergüenza caer sobre mí?
—Sí —admitió aún más sonrojada que hace un rato.
Reí y me levanté quedando frente a ella. Tomé sus mejillas entre mis manos y le sonreí.
—Eres tan tierna —le di un corto beso en la frente.
—Extrañé mucho esto —sonrió.
—¿Qué?
—Estar aquí...contigo.
—¿En serio? —sonreí.
—Sí, eres una buena compañía.
Tierra, trágame.
¿Buena compañía? Bueno...supongo que eso es mejor que solo roommate o solo amigo. Pero, ¡mierda! ¿Cómo se supone que me declare si no me considera más que una buena compañía? ¿Qué soy? ¿Un perro?
—Es...bueno saberlo —hice una pequeña mueca.
—¿Te pasa algo? —frunció el ceño con confusión.
—No es nada —di un paso atrás, liberándola de mi agarre—. ¿Quieres que vaya a abajo a preparar algo de comer?
—Es idea mía o quieres escatimarte de organizar tus cosas en el clóset y pretendes que yo lo haga a cambio de una merienda —se cruzó de brazos.
—Tal vez —reí.
—Oh no, pudín. Tu ropa, tu problema.
Ok, tú ganas, Cenicienta.
(...)
—¡Extrañé demasiado tus arepas! —chilló luego de probar el primer bocado.
—Te he preparado de todo desde que vivimos juntos —tomé asiento a su lado en la mesa—. Aún no entiendo porqué las arepas son tus favoritas.
—Fue lo primero que me cocinaste a pocos días de instalarnos aquí. Me recuerdan cómo comenzó todo, además son deliciosas.
—Me halagas, Quinn.
—Y cuéntame, ¿cómo pasaste las fiestas?
—Como todos los años. Carlos y Wanda me mantienen lo suficientemente distraído como para que no echara tan en falta la ausencia de mi mamá, mi padre me envió una tarjeta de felicitación por año nuevo que de seguro redactó su secretaria, Brook me llamó para decirme cuanta tontería se le ocurrió para hacerme reír y las videollamadas contigo me hacían olvidarme de que era diciembre. En resumen, lo pasé muy bien.
—¿En serio? —sonrió animada.
—Sí. ¿Qué tal te fue a ti?
—También fue como cada año. Mamá hizo su cena para diez personas que acabamos devorando solo nosotras dos, vimos películas navideñas e intentamos no deprimirnos por la falta de mi papá durante todo ese proceso.
—¿Fue difícil? —tomé su mano.
—No —me sonrió—. Te lo he dicho antes, hace mucho tiempo superamos su muerte. Es solo que en fechas festivas es imposible no recordarlo y echarlo de menos.
—Te entiendo muy bien.
No tuve la oportunidad de conocer a su padre, pero es obvio que era persona extraordinaria. Cuando Emma me contó la forma tan trágica en la que murió, pero que lo hizo para salvarla, supe que fue un padre excepcional. El tipo de padre que me hubiese gustado tener. El tipo de padre que me gustaría ser...
—Pero lo pasé muy bien. Tengo a mamá y solo nos necesitamos la una a la otra.
—¿Qué hay del resto de la familia?
—Todos viven jodidamente lejos. Mi tía paterna favorita en Summer Hills, mi tío materno y su familia en Heaven Gold City, y lo mismo pasa con el resto. Además, tampoco somos una familia muy grande.
—Siento que no hayas podido estar con ellos. Si te sirve de consuelo, yo también tengo solo a Carlos y a Wanda.
—¿Y qué hay de tu padre? No hablas mucho acerca de él.
No toques esa tecla, hermosa.
—Mi padre... —fruncí los labios, odio ese tema— no se merece que lo incluya en lo que conozco como familia. No me interesa restablecer nuestra relación y él tampoco se esfuerza demasiado de todas formas.
—Lo siento —apretó mi mano en un gesto de apoyo.
—No importa, la verdadera familia es la que se esfuerza por permanecer unida a pesar de las circunstancias. Las gemelas, por ejemplo.
—¡Cierto! —sonrió—. ¿Cómo están ellas?
—¿Jane no se ha comunicado contigo?
—Sí, pero no me ha dado detalles. Dijo que no quería contarme por teléfono o videollamada. ¿Tú qué sabes?
—Mucho, Carlos y yo armamos un complot para que se quedara en Phealls —sonreí.
—¿¡Qué!? ¿Hicieron un plan sin mí? —fingió decepción.
—Si hubiésemos ido a buscarte a Hale, no habría resultado el plan.
—Bueno y...¿qué fue lo que planearon?
—Después de que los Campbell prácticamente echaran a Carlos de su casa, fui a buscarlo y Jane nos pidió que la trajésemos de vuelta al campus. ''Accidentalmente'' mi camioneta se ''averió'' y también ''accidentalmente'' perdió el único autobús que podría llevarla. Al día siguiente nosotros nos fuimos antes del amanecer y Mery se encargó de retenerla allí para Navidad.
—¡Dios me libre de ser el objetivo de alguno de sus complots! —bromeó sonriente.
—Contigo no hace falta, te portas muy bien —reí acariciando su cabeza.
—Ey, no soy un perro —entornó los ojos en mi dirección.
—¿Ah no? —fingí inocencia.
—Este es tu fin, Lerman.
Se levantó de su asiento y caminó peligrosamente hacia mí. Retrocedí un poco sobre mi silla, pero sabía que no podría escapar de su furia. Quiso darme un golpe, pero sostuve su brazo y de ahí se desató una infantil guerra de manos que acabó con ella sentada a horcajadas sobre mi regazo.
¡Carajo! Estar juntos en esta posición es demasiado sexy.
En algún momento el juego se transformó en un duelo de miradas, sus brazos dejaron de agredirme para cruzarse alrededor de mi cuello y mis manos pasaron a posarse sobre sus caderas. Juro que en ese momento lo único que quería hacer era besarla...y lo habría hecho de no ser por los gemidos de los innombrables que comenzaron a escucharse.
—¡Maldita sea! ¿En serio necesitan jadear como actores porno cada vez que lo hacen? —maldijo En levantándose de encima de mí.
¡Putos innombrables! Siempre vienen a fastidiar los mejores momentos.
Pero algo me había despertado la duda al notar la reacción de Emma. Tenía que preguntarle o la curiosidad me carcomería.
—¿Aún te molesta que estén juntos?
—Claro que no, sinceramente sus vidas me importan una mierda. Lo que en realidad me molesta es que no tengan ni un poco de consideración con sus vecinos.
Uff, qué alivio.
—Somos sus vecinos gracias a la trampa que nos pusieron, no creo que entiendan el concepto de consideración —me levanté también.
—Tienes razón —rió un poco más relajada.
—¿Qué tal si vemos una película a todo volumen para amortiguar...eso?
—Mientras no sea la trilogía de Cincuenta Sombras de Grey, todo está bien —bromeó.
—De acuerdo, veremos entonces Amigos con Beneficios —bromeé de vuelta haciendo que se pusiera roja.
¡Dios! Adoro a esta chica.
(...)
—¿Te gustó? —pregunté una vez que acabó la película.
—Amo a Adam Sandler —respondió, ocultando su rostro.
—¿Estás... —aparté sus manos de su rostro— ...llorando?
—Es que esa película es hermosa. Es increíble que alguien te ame tanto como para recordártelo cada día a sabiendas de que lo olvidarás al día siguiente —sollozó un poco.
—Sí, por eso 50 First Dates es una de las mejores comedias románticas —rodeé su delgado torso con mis brazos.
—Me gustaría pasar el resto de mis días con alguien así, ¿sabes? Yo no tengo la enfermedad de Lucy, pero sería maravilloso despertar cada mañana junto a alguien y que me dijera que me ama, cada día como si fuera la primera vez.
Yo estoy dispuesto a ser ese alguien. Decirle cada mañana de cada día lo afortunado que me siento por el simple hecho de haberla conocido.
—De hecho yo...
El sonido del timbre me interrumpió. ¡Maldita sea!
—Yo abro —anunció mientras despejaba su rostro de todo rastro de lágrimas y se levantaba del sofá.
La vi caminar hacia la puerta y abrirla, pero nuestro visitante era justo a la última persona a la que quería ver. Emma lo invitó a pasar y tomó asiento en uno de los sillones.
—Hola, Allan —me saludó animadamente.
—Hola, Connor —le devolví el saludo, pero no con el mismo ánimo, incluso sonó casi como un gruñido.
—No estamos de humor hoy al parecer —comentó por lo bajo.
Emma me lanzó una mirada de reproche y en respuesta traté de formar una especie de sonrisa; eso no era lo mío, pero que conste que lo hice por ella.
—La verdad es que sí estoy un poco estresado y ahora que lo recuerdo, dejé un montón de ropa arriba que aún debo organizar en el clóset —me levanté—. Disfruten de su charla.
Subí las escaleras y entré a la habitación. Lo de que no había organizado la ropa era cierto, la mitad de mi maleta aún estaba llena. Terminé la labor que dejé a medias de mala gana, no es broma cuando digo que detesto limpiar o cualquier otra cosa que tenga que ver con la organización. Pero, si tenía que elegir entre limpiar y ver cómo Connor le coqueteaba a Emma, prefería mil veces barrer las calles de todo Emerald Hills con su cepillo de dientes. Jodido idiota roba-chicas.
Acabé un rato después, pero aún podía escuchar las voces y risas de Emma y Connor abajo. No me torturaría viendo la escena en vivo y tampoco era fan de sentirme incómodo o en mi propia casa, o bueno, en mi propio lado del dúplex. Salí de la habitación para dirigirme al ático, una vez allí subí las pequeñas escaleras que conducen al techo.
Llevaba un buen tiempo sin disfrutar de la vista de ese lugar. La primera vez que subí fue siguiendo a Emma, que en ese primer momento me parecía una loca por atreverse a subir. Ese día no solo descubrí que me sentiría a gusto con mi roommate, sino que también me gané los apodos de Joker y Pudín; aquí empezó todo. No me importaba que los dedos se me estaban congelando y que, fuera del típico panorama de los jardines y tejados de las casas teñidos de blanco por la nieve, no había ninguna vista interesante que admirar. Solo quería centrar mi atención en algo que no fueran mis celos y mis declaraciones de amor inconclusas.
—¿Allan? —la escuché llamarme un buen rato más tarde.
—¡Aquí arriba! —grité.
—¿Dónde?
—¿Dónde crees?
Escuché el crujir de las escaleras del ático mientras subía, se sentó junto a mí poco después. Noté que el frío que yo apenas sentía, a ella sí le estaba afectando, así que me quité la chaqueta y la coloqué sobre sus hombros.
—Así está mejor —sonrió acomodando la chaqueta—. Gracias.
—De nada —le brindé una media sonrisa.
—¿Hace cuánto que no subíamos? —preguntó, admirando la vista.
—Creo que desde finales de noviembre, cuando comenzaron a bajar las temperaturas.
—Debemos retomarlo, es genial.
—Sí —carraspeé—. ¿Ya se fue Connor?
—Anjá. Siento que haya tomado tanto tiempo, sé que no te cae bien y...
—No tienes porqué disculparte —la interrumpí—, es tu invitado y no tienes que acortar tu tiempo con él solo porque a mí no me cae bien.
—Pero tampoco me gusta dejarte solo en el tiempo que se supone es para que lo compartamos juntos.
—No tendrías porqué disponer de un tiempo específico para mí —refuté—, después de todo no somos nada y eres libre de estar con el chico que quieras.
Ok, eso sin duda alguna fueron el enfado y los celos hablando por mí, pero en mi defensa diré que solo estaba confirmando un hecho. Me duela o no, ella es libre de dedicarle tiempo a quien quiera y yo no ocupo un lugar lo suficientemente importante en su vida como para merecer más atenciones que Connor; esa es la cruda realidad.
—Sí...yo... Olvídalo —negó con la cabeza.
—Quiero preguntarte algo. ¿Puedo?
—Claro —asintió dirigiendo su vista hacia mí.
—¿De verdad te gusta Connor?
Se detuvo a pensarlo unos segundos. En dependecia de su respuesta sabría si debía declararme o dejarla ser feliz con una persona que no haya tardado tanto tiempo en darse cuenta de que lo mejor que le puede pasar a un chico es tenerla como novia. Si en serio le gustaba ese chico, me haría a un lado sin chistar, estaba harto de pretender cosas que no son y luego salir lastimado por no obtener reciprocidad.
—Pues...sí. Es divertido, inteligente, guapo. Me siento muy bien con él y aunque no tengo pensado dar el siguiente paso aún, es un chico genial.
Ahora sí, Tierra. Trágame.
Le gusta.
Creí que solo le atraía o le gustaba como amigo, pero en serio le gusta; y aborrezco que lo haga.
Todos tenían razón, tardé demasiado en aceptar lo que siento y ahora su atención está centrada en alguien más, alguien no tan indeciso como yo. Pero quizás eso sea lo mejor para ella. Sí tardé tanto simplemente en admitir para mí mismo lo que sentía por ella, entonces la seguiría cagando. Emma no merece eso. Merece a alguien que le baje la puta luna si se lo pide.
—Cool —respondí, intentando ocultar mis ganas de lanzarme al vacío en ese preciso instante.
Un pesado silencio se instaló entre nosotros, lo cual era raro ya que nunca nos hemos quedado sin tema de conversación, pero no tenía fuerzas para fingir que todo estaba bien como lo había hecho otras veces. Estaba sintiendo cómo se me despedazaba el corazón y eso no es algo que se pueda disimular con facilidad. Duele.
—En año nuevo... —rompió el hielo—, dijiste que tenías algo que decirme. ¿Qué era?
La miré directo a esos ojos color canela que tanto me gustaron desde el día uno y le sonreí con la poca fortaleza que me quedaba.
—Ya no importa.
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Nuevo capítulo!!!
Allan no se declaró. Lo sé, quieren matarme (o golpearme con una silla).
Por favor, dejen aquí sus quejas y sugerencias📥. Gracias.
Besos de Karina K.love 😉
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