Capítulo 30: Año nuevo

Emma

Sin duda alguna lo único que me gusta de Hale es mi casa, su estilo bohemio y sus colores neutros y modernos. Cuando llegué, mamá me recibió con los brazos abiertos y su radiante sonrisa. La extrañé muchísimo estos últimos meses, la última vez que la vi aún estaba con Dave así que tenía demasiadas cosas que contarle. Se quedó atónita cuando le relaté con detalles cada una de las historias que he vivido antes y después del dúplex.

Hoy es 31 de diciembre y por tradición familiar, mamá y yo hacemos todo tipo de actividades para mantenernos ocupadas hasta la hora de la cena. Desde que murió papá hemos hecho eso cada año para que su ausencia no sea tan notoria. Él solía ser el alma de las festividades familiares mientras nosotras hacíamos función de público de sus ocurrencias. No importa cuánto tiempo haya transcurrido desde esa última ocasión en la que disfrutamos de sus pequeños shows, lo seguimos extrañando como el primer día.

Mi problema era que ya lo había hecho todo. El árbol de Navidad continuaba perfectamente adornado, la casa lucía impecable, ya habíamos organizado todo para la noche y mi madre estaba en la cocina preparando la cena sin permitirme acercarme, esa es su actividad favorita de las fiestas y nadie más que ella puede desempeñarla.

Fui a mi cuarto y tomé mi laptop, quizás podría matar el tiempo viendo alguna película en Netflix o algo por el estilo. Me senté sobre mi cama con las piernas estiradas y coloqué el portátil sobre estas. Una videollamada grupal entrante por Skype me desvió de mi plan inicial, una sonrisa se dibujó en mis labios al imaginar de quiénes se trataba.

Acepté la videollamada y de inmediato llenaron mi pantalla dos cuadros, en uno se encontraban las gemelas mientras que en el otro figuraban Allan y Carlos.

—Hola, chicos —los saludé.

—Hey, Cenicienta —chilló Carlos agitando rápidamente su mano como niño pequeño.

Ante su gesto, Mery y Allan se golpearon sus respectivas frentes sintiéndose avergonzados por él, Jane por su parte se limitó a hacer sus muecas. Justo en ese instante algo me llamó la atención, que los chicos estuviesen juntos era normal ya que viven en la misma casa en Valery Place, pero...¿¡las gemelas juntas!?

—Jane, ¿estás en Phealls? —pregunté animada, me hacía mucha ilusión que su respuesta fuera sí.

—Anjá, estoy aquí en casa de mis padres. En mi cuarto para ser exactos —respondió sonriente.

—¿Me dan un segundo? —pedí antes de ''salir de escena'' para hacer mi baile de la victoria.

Bajé de la cama y comencé a bailar como una lunática sin importarme parecer una desequilibrada mental. Estaba feliz. Feliz porque Jane y su familia se están dando la oportunidad de reunirse. Feliz porque las cosas entre las gemelas están mejorando poco a poco. Feliz sencillamente porque mi mejor amiga se ve feliz.

—¿Emma? ¿Estás ahí? —escuché la voz de Mery por lo que volví a la cama reincorporándome a la videollamada.

—Mery, ¿por qué la interrumpes? —la regañó mi pelinegro—. Estaba haciendo su baile feliz.

Me puse roja cual tomate en cuanto lo escuché decir eso. Es cierto que me ha visto hacer ese baile muchas veces, pero me sorprendió y a la vez enterneció que me conozca lo suficiente para saber que lo hago cuando estoy contenta.

—¡Uhh! Ya se puso roja, chicas —dijo Carlos seguido de un silbido—. Esa es nuestra señal.

—¿Señal para qué? —fruncí el ceño.

—Señal para irnos —respondió Mery.

—¿Qué? ¡No! No hemos hablado casi nada. Quiero saber los detalles de lo de Jane.

—Ya tendremos tiempo para eso, amiga. Ahora te dejo con tu galán.

—¡Jane!

—Bye, tortolitos —guiñó un ojo y se desconectó, desapareciendo de la pantalla junto con su hermana.

—Yo también me voy —sonrió pícaramente Carlos antes de irse de al lado de Allan, a lo que este le respondió mostrándole el dedo del medio.

—Lo siento, Em. Ya sabes cómo son nuestros amigos y ahora que Jane se reconcilió con Mery, los tres están unidos y no nos dejarán en paz.

—Me lo temía —reí—. Ahora solo somos tú y yo, Lan.

—¿Lan? ¿Desde cuándo me llamas así? —sonrió.

—Tú me llamas Em. ¿Por qué yo no puedo llamarte Lan?

—Sí puedes. De hecho me gusta como suena viniendo de ti.

Oh no. Corazón, contrólate. Mariposas estomacales, ustedes también.

—¿Y...cómo estás pasando el último día del año, Sr. Odio diciembre?

—Bien, cocinando y esquivando los sartenazos de mi madrina —rió—. Se pone muy agresiva cuando vamos a la cocina a robarle los aperitivos.

—Aquí pasa algo parecido. Mi madre se pone muy tensa con la cena y aunque tarde horas preparándola no deja que nadie la asista. Puede llegar a ser muy quisquillosa.

—¿Segura que no es pariente de Wanda? —bromeó haciéndome reír—. Extraño tu risa, ¿sabes? Siento que no hemos hablado en siglos.

—Oh, vamos —rodé los ojos—. Hablamos ayer.

—No es igual. Esto tan virtual no me gusta. Estoy acostumbrado a una rutina donde tú formas gran parte de mi día a día. Tu risa a través de una pantalla no se escucha igual, ¿me explico?

—Sí, te explicas —suspiré como adolescente enamorada.

¿Así o más evidente?

Por favor, Tierra. Necesito que me tragues.

—Pero...no deberíamos apegarnos tanto a esa rutina juntos, después de todo cuando concluyan los seis meses y tengamos que dejar el dúplex, tomaremos caminos separados.

—No había pensado en eso... —murmuró cabizbajo.

Mierda, metí la pata. ¿Por qué dije eso? Si yo tampoco soporto la idea de que nos separemos.

Yo adoro esa rutina, adoro estar con él en realidad. No quería que pensara que no quiero apegarme, pero tampoco podía decirle que me gusta que vivamos juntos porque tengo sentimientos por él.

—Pero aún nos quedan cuatro meses —respuse—. Bastante tiempo para pasar juntos, ¿no crees?

—Cierto, muchas cosas pueden pasar en cuatro meses.

—¡Como que estén juntos de una puta vez! —escuché la voz de Carlos a lo lejos.

—¿Me esperas un momento? —preguntó, su expresión me daba a entender que planeaba hacer algo.

—Claro —asentí.

Se levantó y tomó una especie de jarrón de aluminio que se encontraba en un estante dentrás de él. Vi cómo lo lanzó y también escuché un gemido de dolor que, si mal no escuché, era de Carlos. Luego de esto volvió a sentarse como si nada pasara.

—Listo, ya estoy contigo.

—¿Le lanzaste ese jarrón a Carlos?

—Se lo merecía —se encogió de hombros.

—Creí que era Wanda la que arrojaba cosas —reí.

—En esta casa todos arrojamos algo. Sartenes, jarrones, almohadas, al gato...

—¿Un gato?

—Síii... —se agitó el cabello—, digamos que nos ponemos creativos.

—Por favor no te pongas creativo conmigo cuando regresemos.

—Lo prometo —rió—. A ti solo te lanzaré a las entrevistas de trabajo Union News que se efectuarán en enero.

—¿Qué? ¿Union News? ¡Ese es el mejor noticiero de la ciudad! Se ubica en Valery Place, ¿cierto?

—Anjá. De buena fuente me enteré que cada año captan a siete aprendices universitarios prontos a graduarse en las carreras de Meteorología, Comunicación Social y Periodismo. Son en enero y además tengo una palanca para que entres más rápido.

—Allan esto...¡es increíble! Pero...

—¿Pero qué? —me interrumpió.

—Te he dicho antes que no estoy segura de querer ser reportera y menos en un canal de noticias tan importante como Union News —me abracé a mí misma—. La verdad me veo en un periódico escribiendo artículos.

—¿Otra vez estás tomando en cuenta lo que dijo el estúpido de Dave? Creí que habías superado esa etapa.

—Ya superé a Dave y no se trata de lo que él me dijo o no, sino que hasta cierto punto tenía razón. Emerald Hills es una ciudad muy competitiva y exigente, si no rindes lo suficiente o no tienes influencias, tendrás que confiar únicamente en tu talento y habilidades.

—¿Y tú no confías en tu talento y habilidades? —alzó una ceja.

—Claro que sí. Es solo que hay miles de estudiantes de Periodismo tan o más buenos que yo y Jonhson no es la única universidad de la ciudad, dijiste que solo son siete vacantes.

—Estás siendo demasiado pesimista —suspiró—. Te preguntaré algo.

—Dispara —me encogí de hombros.

—Cuando decidiste estudiar Periodismo, ¿cómo te veías cuando te graduaras? ¿Qué rumbo pensabas tomar al acabar la carrera?

—No me vengas con eso. Todos iniciamos la universidad con un montón de ilusiones y altas expectativas.

—No evadas la pregunta, solo responde —inquirió.

Miré hacia unos años atrás. Siempre fui parte del periódico escolar y otras actividades extracurriculares parecidas, pero mi mayor meta siempre fue ser reportera o presentadora de un noticiero. No me importaba si era local o internacional, mi deseo siempre fue ser la imagen de un canal de noticias en el que el público confiara e informarlos debidamente.

¿En qué momento perdí esa ilusión?

—Quería ser reportera —confesé—. Ya fuera como presentadora de un canal de noticias o haciendo trabajo de campo, siempre y cuando fuera periodismo serio, cualquiera de las dos opciones me gustaba.

—Eso es todo lo que necesitaba escuchar —sonrió a medias—. Tienes la oportunidad de hacer ese sueño realidad y, si te aceptan, tendrías que trasladarte a Valery Place después de graduarte, dijiste que siempre quisiste vivir aquí.

—No sé, Allan —hice una mueca.

—Tienes dos opciones, Em. Intentarlo y ganar una gran oportunidad o quedarte con las ganas y preguntarte qué hubiese pasado.

—Visto de esa forma...

—No tienes nada que perder y...estaré ahí para apoyarte y darte ánimos.

—¿En serio?

—Obvio. ¿Crees que te empujaría al abismo sin que saltases conmigo?

Eso me hizo sonreír al instante. Poético y algo cursi, pero...encantador. ¿Y se supone que este es el chico al que debo olvidar? Me lo pone muy difícil.

—Entonces saltemos.

—¿Eso quiere decir que lo vas a intentar? —sonrió con amplitud.

—Tú lo dijiste, no tengo nada que perder.

—¡Esa es mi chica!

Continuamos hablando un rato más, para mí fue poco tiempo pero me di cuenta de que no cuando mi madre me llamó para bajar a cenar. ¡Llevaba dos horas hablando con él! Nos despedimos prometiendo que nos llamaríamos a la medianoche para felicitarnos por el año nuevo.

Bajé al comedor lista para hincarle el diente al delicioso pavo asado que mamá prepara cada año. Normalmente cocina dos platillos principales y uno de ellos siempre es ese pavo. No me quejo, le queda exquisito.

Al llegar, vi la enorme mesa familiar adornada como una mesa buffet. En el centro figuraba el jugoso pavo y un gran plato de lasaña. Como acompañante había arroz, ensalada, salsas de diferentes tipos, patatas al horno y un cóctel de mariscos. De plato secundario había una bandeja de sushi y una de esas pastas italianas que tanto me gustan. El postre eran un pastel de chocolate y para beber teníamos el vino tinto favorito de mamá.

Ella me observaba con sus divinos ojos avellana —nunca le voy a perdonar a mi código genético no haber heredado ese color— esperando que articulara palabra alguna, pero aún no había procesado que preparó todo eso en cuestión de un par de horas. Sin duda es una artista en la cocina.

—¿Y bien? ¿Qué te parece?

—¿Que qué me parece? ¡Está increíble!

—¡Qué bien, mi niña! —chilló.

—Eres muy talentosa, ¿lo sabías? —caminé hacia ella para darle un caluroso abrazo.

—Sabes que las fiestas me inspiran.

—Las fiestas siempre sacan lo mejor de los Wilson. Papá contaba chistes y anécdotas, tú haces arte culinario y yo hablo durante horas con cualquier persona.

—Y este año esa persona afortunada fue Allan, ¿cierto? —sonrió con picardía.

—¿A qué viene ese comentario? —esquivé su mirada.

—No disimules. Has hablado con él cada día desde que llegaste. Para no ser novios son demasiado cercanos —me codeó divertida.

—¿Qué insinúas, mamá?

—Que es demasiado obvio que se gustan. Parecen un par de adolescentes cuando se enamoran por primera vez —tomó asiento en la silla del patriarca, o en este caso, la matriarca.

—No es así, mamá —me senté en mi puesto bajo su mirada desaprobatoria por lo que recién dije—. Bueno...a mí sí me gusta él, me encanta en realidad. Pero no es recíproco, ya te conté lo que dijo sobre que soy el tipo de chica con la que nunca estaría.

—Olvida eso —hizo un ademán restándole importancia—. Si no le gustases a ese chico, no se preocuparía tanto por ti ni te llamaría todos los días. Eso sin contar todo lo demás que ha hecho por ti desde que se conocen.

—Mamá, no quiero ilusionarme pensando que existe la posibilidad de que haya algo entre nosotros. Ya he salido lastimada muchas veces antes, no quiero agregar una más a la lista.

—Las veces anteriores saliste con chicos que no valían la pena. Dave es el mejor ejemplo de ello. Pero Allan te provoca ese brillo especial en los ojos que ningún otro chico ha podido sacar a relucir.

—¿Desde cuándo defiendes tanto a los chicos que me gustan? —me crucé de brazos—. Además, creí que estabas en contra de que viviera con un desconocido.

—Al principio sí, porque estaba preocupada por ti. Pero seamos honestas, ¿que hombre de esa edad se resiste a una chica como tú viviendo bajo su mismo techo? ¡Es imposible! —dramatizó—. Es respetuoso, caballeroso, atento, responsable, con planes de futuro... ¡Dios, hija! ¿¡Qué haces dejando escapar a semejante partido!?

Me fue imposible contener la risa ante su exageración. Mamá, cuando se lo propone, puede llegar a ser peor que Jane. Pero tenía razón, estaba dejando escapar al chico de mis sueños a causa de mis inseguridades y mi manía de pensar demasiado las cosas.

—¿Sabes? Me consiguió una entrevista de trabajo para Union News.

—¿¡Union News!? Eso sería un despegue magnífico de tu carrera como periodista.

—No te emociones antes de tiempo, mamá. Solo hay siete vacantes para estudiantes universitarios y estamos hablando de todas las universidades de la ciudad. ¿Sabes cuántos como yo van a ir a probar suerte?

—Cientos, pero confío en que si te preparas lo suficiente, te elegirán —sonrió brindándome apoyo—. ¿Cuándo es la entrevista?

—Para finales de enero. Allan me va a acompañar y dice tener una palanca que me puede asegurar un puesto.

—¿Ves lo que te digo? ¡Ese chico vale su peso en oro!

—No puedo creer que Catherine Wilson esté halagando a un chico que me gusta —negué con la cabeza, pero sin poder evitar sonreír en el acto.

—Porque creo que este es el correcto. Él es contigo como tu padre fue conmigo desde que nos conocimos hasta el día de su muerte —admitió con nostalgia.

A lo largo de los años mamá y yo hemos normalizado hablar de papá. Fue un hombre intachable, excelente esposo y maravilloso padre, no merece menos que ser recordado en cada ocasión por todo lo bueno que él representaba como persona. Así que cuando lo menciona así, solo puedo recordar y sonreír.

—Mamá... —tomé su mano, adora ese gesto en momentos como este.

—Quizás por eso nunca rehíce mi vida con otra persona. Tu padre me llenó de tanto amor que nunca quise conformarme con menos de lo que él me brindó, el problema es que pocos son como lo fue él —una pequeña lágrima se deslizó por su mejilla derecha.

—¿Ese también es el motivo por el que nunca aprobaste a ninguno de mis novios?

—La verdad sí —acarició mi mejilla como solía hacer cuando era niña—. Hija, quiero que seas feliz, que seas plena al lado de una persona que te haga sentir como la mujer más especial del mundo. Mereces a alguien que te ame y te lo demuestre cada día de sus vidas, nunca te conformes con menos que eso.

—Qué hermoso que papá te haya hecho sentir así cada día...hasta que se fue —dije con la voz quebrada, hablar de mi padre siempre me emociona y esta vez en específico lo extraño más que nunca.

Mamá se levantó para abrazarme. Esa calidez que transmite ha sido mi mayor consuelo todos estos años.

—Lo extraño, mamá. Lo extraño muchísimo.

—Y yo —se separó de mí para secar mis lágrimas—. Pero él, donde sea que esté, no quiere vernos así en un día tan especial como este. Él querría ver a sus castañas felices y celebrando contentas como si estuviese aquí con nosotras.

—Lo está. Aquí —señalé nuestros corazones.

—Exacto, mi niña.

Allan

Faltaba menos de un cuarto de hora para darle la bienvenida al nuevo año. Wanda y Carlos estaban en la sala viendo esos programas de variedades que transmiten cada fin de año, yo por mi parte estaba en mi cuarto observando una fotografía de mi madre.

Gracias a Emma he logrado sobrellevar este mes que tanto detestaba, pero llegado un punto, tuve que apartarme y brindarle unos minutos al recuerdo de mamá. En estas fechas ella solía llevar a cabo todo tipo de supersticiones para atraer la prosperidad en el año nuevo. Yo nunca creí mucho en esas tradiciones, pero ella tenía una singular manera de animar a los demás hasta que los convencía de unírsele. Hoy mataría porque estuviese aquí.

Unos toques en la puerta me apartan de mis pensamientos. Mi madrina abrió la puerta, pero no del todo y me miró esperando mi aprobación para entrar. Asentí lentamente, invitándola a pasar. Entró y se sentó a mi lado sobre la cama.

—Sabía que estarías viendo esa fotografía. El día en que ella y Carlos hicieron la promesa de no aceptar a ninguna chica a menos que fuera la indicada —sonreímos al recordarlo.

—Amé ese día. Ese y todos los que pasamos los cuatro juntos hasta que ella...

—Para mí también fueron días maravillosos. Había recuperado a mi mejor amiga y ganado a un guapo ahijado —me acarició el cabello.

—Yo gané un hermano, o bueno dos —añadí al recordar a Brook—, y a una segunda madre. No tengo idea de qué habría sido de mi vida sin ustedes —le sonreí.

—Yo tampoco imagino mi vida sin ti. Fuiste el mejor regalo que Jude pudo darme —me sonrió con dulzura.

—Siempre me pregunté algo.

—¿Qué?

—¿Por qué mi mamá quería que encontrara a la chica perfecta? Entiendo que quisiera protegerme del mal de amores, pero...

—No quería que sufrieras y cometieras sus mismos errores. Ella se enamoró profundamente de tu padre y se dio cuenta muy tarde de la verdadera clase de persona que él era. Fuiste todo para ella y siempre quiso verte con una buena mujer, alguien que te amara más allá del dinero de tu familia o tu cara bonita; alguien que te ame por el increíble hombre que eres.

—Yo sinceramente quiero pasar el resto de mi vida con alguien como mi madre. Sencilla, desinteresada, amorosa, cálida, sonriente... Alguien como...

—Como Emma —terminó por mí a pesar de que no tenía pensado admitirlo.

Sí, quiero a alguien como Emma.

O no, quiero a Emma.

—Exacto —asentí.

—¿Entonces porqué no vas y se lo dices?

—¿Pretendes que llegue y le diga que estemos juntos y que es el prototipo de chica perfecta con la que mi madre quería que pasara el resto de mis días? —reí.

—No. Pretendo que le digas todo lo que sientes por ella antes de que la pierdas por completo. Las mujeres como Emma y tu madre no se encuentran con facilidad. Si tuviste la suerte de encontrarla y la dejas ir, te golpearé hasta la muerte con mi sartén.

Me obligué a no reír porque eso no fue un chiste, fue una advertencia.

—¿De verdad crees que Emma es la indicada?

—Estamos hablando de la chica que logró que celebraras tu cumpleaños e hizo de diciembre un mes menos doloroso para ti. ¿En serio necesitas que te responda?

—Yo también creo que es la indicada —habló Carlos, que no tengo idea de en qué momento llegó, desde su posición junto a la puerta—. Siento que cumplí mi misión con la tía Jude cuando ella apareció.

—Es hora de que le diga lo que siento, ¿verdad?

—¡¡¡SÍ!!! —gritaron al unísono.

—Ok, ok, lo haré —sonreí—. Voy a dejar de darle tantas vueltas y me declararé por fin.

—¡Es un milagro de año nuevo! —chilló mi amigo alzando sus brazos.

—Hablando de año nuevo, ¿qué hora es? —preguntó mi madrina.

Saqué mi teléfono y observé la hora en la pantalla. ¿¡En qué momento el tiempo pasó tan rápido!?

—¡Nos quedan tres minutos!

—¡Vamos a la sala! —gritó Carlos, histérico.

Corrimos a la sala y nos sentamos juntos en nuestro llamativo sofá color mostaza. Nos tomamos de las manos y ejecutamos la tradición favorita de mamá, cerrar los ojos y pedir buenos deseos hasta la llegada del nuevo año a medianoche. En el programa de televisión que estaban transmitiendo comenzó una cuenta regresiva de treinta segundos que continuamos en voz alta.

Tres...

Dos...

Uno...

—¡FELIZ AÑO NUEVO! —gritamos, eufóricos.

Entre saltos, besos y abrazos, pasamos los primeros cinco minutos del nuevo año. Desde el fondo de mi corazón agradecía a mi madre por regalarme a Wanda y a Carlos como familia; son lo mejor que me ha pasado.

—Hey, Lan. ¿Acaso no tenías una Cenicienta a la que llamar a medianoche? ¿O es que no la recuerdas después de que se rompió el hechizo? —bromeó el castaño.

—Idiota. Gracias por recordármelo.

Tomé mi teléfono y me encerré en mi cuarto, único lugar de la casa libre del ruido del festejo. Pensé que sería difícil comunicarme con ella ya que en estas primeras horas todos se dedican a llamar a sus seres queridos y las líneas telefónicas se saturan, pero me sorprendió cuando me contestó casi al instante.

—¡Happy new year! —fue lo primero que escuché cuando me contestó.

—¡Feliz año nuevo, hermosa!

—Espero que este nuevo año esté lleno de cosas hermosas para ti.

—¿Estarás conmigo?

—Obviamente —rió.

—Entonces con eso me basta.

Hubo un corto silencio de parte de ambos, ella seguramente no sabía qué responderme y yo no sabía qué decirle. Eso me pasaba por ser tan cursi. Decidí romper el hielo, esas incomodidades entre ambos estaban comenzando a hartarme.

—¿Estás ahí?

—Sí, aquí estoy —respondió—. Solo...me gustó lo que dijiste —dijo en un tono tímido, apuesto a que ahora está sonrojada.

—Tengo algo más que decirte.

—Y yo, pero dilo tú primero.

—No te lo voy a decir ahora, esas cosas no se dicen por teléfono. Pero prometo decírtelo en cuanto te vea.

—¿Me das una pista?

—No quiero —reí juguetón—. ¿Qué querías contarme tú?

—Yo también quiero decírtelo en persona.

—¿Alguna pista?

—No quiero.










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Nuevo capítulo!!!

Nuestros protagonistas están cada vez más cerca.

¿Qué creen que Emma quiere decirle a Allan?

¿Creen que Allan se declare en el próximo cap?

Besos de Karina K.love 😉

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