Capítulo 3: Roommates
Allan
—¡Maldita sea! ¡El dúplex! —esta vez sí lo grité en voz alta mientras me agitaba el cabello de la frustración.
Los dos pares de ojos verdes —aceituna los de Carlos y casi transparentes los de Mery— me observaron con esa típica expresión de "Mierda, justo cuando pensábamos que las cosas no podían ir peor".
—Joder, lo había olvidado —maldijo la rubia por lo bajo.
—Te dije que debiste haberlo pisado antes de que firmara el jodido contrato de arrendamiento —le reclamó su novio.
La verdad es que un pisotón de Mery es una de las cosas más aterradoras y dolorosas que he experimentado a lo largo de mi vida. Da igual si lleva botas, tacones, sandalias o si está descalza, ella es capaz de fracturarte dos o tres huesos si se lo propone. "Cariñosamente" lo apodamos pie de Hulk.
—Eso da igual ahora —ella rodó los ojos y se giró hacia mí—. Lan, tienes que llamar a la corredora para anular ese contrato. A menos que aún quieras compartir el dúplex con...
—Claro que no quiero —la interrumpí—. Y tienes razón, la llamaré ya mismo.
Pasé cerca de media hora llamando al menos unas mil veces a la corredora de bienes raíces del dúplex, pero no obtuve respuesta. Debía recuperar mi dinero. Por nada del mundo compartiría una casa con Vanessa.
Para ponerlos en contexto de lo que es un dúplex, les explico. Es una vivienda que posee dos casas unidas por una pared común y son simultáneamente paralelas. Pueden estar una encima de la otra o en este caso una al lado de la otra y la arquitectura tanto interna como externa de ambas es exactamente igual.
Vanessa y yo habíamos alquilado la mitad de un dúplex para vivir juntos y así tener más privacidad, comodidad y simplemente un lugar donde pudiéramos estar solos los dos y ver qué tan buena sería la convivencia bajo el mismo techo. Pagamos el depósito por anticipado para ¡SEIS MESES! No obtuve respuesta alguna y me negaba rotundamente a llamar a mi ex, sobre todo después de lo sucedido anoche, pensaría que son lloriqueos de ex-novio dolido y es obvio que no me contestaría. Así que no me quedó más remedio que ir directamente hacia la oficina de la corredora con la que encontramos y rentamos el dichoso dúplex.
Mientras iba en camino a bordo de mi camioneta —un jeep color verde olivo— le envié un mensaje de voz a mi ex citándola en el lugar para romper el contrato que firmamos por la casa. No perdería mi dinero y mucho menos viviríamos juntos bajo las circunstancias actuales. Este problema había que cortarlo de raíz.
No tardé mucho en llegar y tan pronto lo hice pedí una cita a lo que la secretaria me pidió que aguardara en la sala de espera ya que al parecer no era el primer cliente insatisfecho del día. Había estado allí antes, solo que en aquel entonces estaba enamorado y creí por mucho tiempo que mi ex sentía lo mismo por mí. Me vi a mi mismo en esa misma silla unos dos meses atrás imaginando como sería vivir junto a Vanessa. Quité ese estúpido recuerdo de mi mente, no era momento para ahogarme en mis propias lágrimas, sino de buscar soluciones.
Había acabo de ocupar una de las tantas sillas disponibles cuando vi llegar a una chica de figura perfecta, cabello castaño claro y de ojos marrones. Al principio no la reconocí al instante, pero al detallarla mejor me di cuenta de quién se trataba
¿Cenicienta?
Emma
Estaba realmente volviéndome loca. No solo había amanecido con una resaca de espanto, sino que además la puta corredora no atendía mis llamadas. No quería compartir con Dave ni siquiera el mismo planeta, quería mandarlo a la luna en un cohete.
En vista de que fui mandada a buzón una y otra vez, la única opción era ir personalmente a la oficina de la corredora. No soportaba a Fátima, pero ya lo había hecho durante dos largos años y peor sería tener que volver a ver a Dave o perder todo el dinero que deposité para el alquiler, eran casi todos mis malditos ahorros y no los iba a tirar por el caño.
Llamé a mi ex —con la poca dignidad que me quedaba y todo mi jodido orgullo por los suelos— y casi le dije que lo vería allí y que si no llegaba, lo mataría. Ni siquiera lo dejé contestar, simplemente le colgué sin que mediara palabra.
Hice un esfuerzo al arreglarme para verme presentable, pedí un taxi y en menos de diez minutos llegué al lugar. La secretaria de mi corredora me dijo que tenía que esperar y que además había cola, al parecer era el día de "Me arrepiento jodidamente de haber alquilado ese sitio de mierda".
Lo último que me faltaba, una estúpida cola.
Al llegar a la sala de espera, solté un suspiro al encontrarme con un único chico allí. No lo noté a la primera mirada, pero luego de echarle un mejor vistazo, caí en cuenta de que se trataba del mismo chico de anoche, lo reconocería donde fuera, a pesar de que no sé ni como se llama. Su mirada cayó sobre la mía y parecía estar igual de sorprendido que yo.
—¿Qué haces aquí? —pregunté aún sin salir de mi asombro.
—Buenos días para ti también —rió, tal y como lo recordaba, una linda risa.
Reacciona, tonta.
—Lo siento, es que estoy muy tensa. ¿Llegaste bien a casa anoche? —me sonrojé, algo avergonzada.
—Sí, y veo que tu también, eso es un alivio —otra vez esa media sonrisa que calificaría como coqueta inconsciente—. ¡Ah! Y respondiendo a tu pregunta, vine a revocar un contrato de arrendamiento.
—Oye, yo también —le comenté, sentándome en una silla a su lado.
—Parece que el destino nos junta por tener los mismos problemas —me sonrió, una sonrisa completa esta vez.
—Eso parece —le devuelvo la sonrisa—. Por cierto, ¿cómo te llamas? Anoche con la borrachera ni siquiera te pregunté.
—Allan. Allan Lerman —me contestó, ofreciéndome su mano para estrecharla.
—Emma. Emma Wilson —me presenté oficialmente, devolviéndole el saludo.
—Bueno, Emma, ahora que ya nos conocemos oficialmente, ¿por qué quieres romper tu contrato?
—¿Recuerdas el ex del que te conté ayer? —asintió—. Pues resulta que...
De pronto nuestra pequeña charla se vio interrumpida por la llegada de mi ex, que venía de mano con la misma chica de cabello escarlata de anoche. ¿Cómo no lo vi venir?
—¿Qué haces aquí con él, Vanessa? —casi le grita Allan a la chica, para mi sorpresa, y de pronto se unieron un par de cabos...
Será que ella es...¿SU EX?
Ella no le respondió, a decir verdad lucía un tanto avergonzada y tan incómoda como yo. Pero en su lugar abrió la bocota el imbécil con el que malgasté un año de mi vida.
—Mira, no vine a pelear contigo. Vine porque Emma me hizo venir —le respondió Dave señalándome y acto seguido el pelinegro me miró confuso por la situación.
—¿Alguien puede explicarme qué pasa aquí? No entiendo nada —dijo Allan, en serio lucía como si quisiera huir de esta situación tan incómoda.
—Déjenme echarle un poco de luz a esta situación. Allan y yo alquilamos la mitad del dúplex y Dave y Emma alquilaron la otra —explicó la tal Vanessa.
Allan y yo nos miramos con exactamente la misma expresión: una mezcla de furia y asco hacia nuestros respectivos ex. Porque es más que evidente que si ambas parejas no se conocían de antemano entre sí, entonces estos dos se enredaron tras una de esas tantas visitas rutinarias que hacíamos al dúplex por nuestra cuenta para familiarizarnos con el espacio antes de mudarnos. O fue eso, o simplemente ellos se conocían desde antes y lo del dúplex fue mera casualidad.
—Pero les tenemos una noticia a ambos, no cancelaremos ninguno de los dos contratos. Vanessa y yo nos quedaremos en una mitad y ustedes en la otra, así de fácil —informó mi ex con todo el dscaro del mundo, aún no me creo que fui su novia durante todo un año.
Esto es el puto colmo. Tierra, trágame antes de que los ahorque.
—¿En serio crees que vamos a soportar eso? ¿Que todo se arreglará con un simple ''cambio de parejas''? Pues no, tortolitos —les grité a ambos, parándome de mi asiento.
—Yo tampoco me siento cómoda con esto —intervino la pelirroja teñida—, pero es eso o perder todo el dinero que los cuatros hemos invertido. Y está claro que después de lo que ocurrió ayer sería estúpido compartir la misma casa con tu ex, ¿no creen?
Ok, la falsa pelirroja tiene razón y eso me hace enfadar el doble.
—¿Y no crees tú que el hecho de que ustedes dos formen su nidito de amor de un lado mientras nosotros, que ni siquiera nos conocemos, tengamos que soportarlo en el otro es injusto? —inquirió Allan, por cómo apretaba su mandíbula deduje que estaba conteniendo su furia tanto como yo—. ¿No lo crees?
En ese momento la secretaria de nuestra corredora irrumpió en la sala, avisándonos que ya podíamos pasar a la oficina y así poder discutir nuestro ''pequeño problema''. Entramos y tomamos asiento frente a su buró mientras ella nos observaba con una expresión cansada, tenía pinta de no haber sido su mejor día, pero nada supera lo nuestro.
—¿Y bien? ¿Cuál es el problema? Creía que todo iba de maravilla —inquirió Sheyla, la corredora.
—El problema es que ha habido una especie de ''intercambio de parejas'' y ellos quieren ocupar una mitad del dúplex. Emma y yo no —explicó Allan con su mejor expresión de pocos amigos.
—Lo siento, pero que ustedes hayan cambiado de parejas no significa que puedan anular el contrato así como así. Además, si tú y Emma ahora están juntos, ¿por qué no ocupan la otra mitad?
Reí sin gracia.
—No se trata de eso —comencé a exponer el dilema—. Allan y yo no estamos juntos, en cambio Dave y Vanessa sí. Recién nos enteramos ayer y no queremos estar en kilómetros a la redonda cerca de ellos. Y además, Allan y yo nos acabamos de conocer, no podemos vivir juntos.
—Entiendo, es una situación complicada, pero ustedes firmaron un contrato y yo simplemente soy la intermediaria. No puedo echarme para atrás y ustedes tampoco.
—¿A qué se refiere? —preguntó Allan tan aturdido como yo.
—A que si ustedes no llegan a un acuerdo y comparten el dúplex, tanto tú como Emma tendrán que pagar una suma de cincuenta mil dólares, cada uno —nos respondió y casi me atraganto.
¡Cincuenta mil dólares! ¡¿De dónde carajo sacaría ese dinero?!
—Oh y eso es en caso de que la dueña del dúplex no decida tomar acciones legales en contra de ambos —añadió.
—¿Acciones legales? —pregunté, temerosa.
—Sí, los pueden demandar por incumplimiento de contrato y no creo que infidelidad sea una excusa que la corte civil se vaya a tomar muy bien —nos informó, dejándonos con muy pocas opciones, o no, con una única opción.
No nos quedaba de otra, tandríamos que compartir la mitad del dúplex y como regalo de bienvenida tendremos a nuestros ex al lado, ¡durante seis meses! ¡Joder! Yo solo quería deshacerme de ese contrato y superar mi ruptura como una persona normal. ¿Por qué tenían que complicarse tanto las cosas?
—En ese caso yo acepto —respondí resignada.
—Igual yo —agregó Allan, no del todo contento.
—Bueno, en vista de que ya no hay ningún tipo de problema, les entrego oficialmente los juegos de llaves de sus casas.
Nos dio un par a cada pareja y mi ex junto a su pelirroja parecían estar muy contentos. De hecho parecían unos empalagosos recién casados. Hice una mueca de asco y salí a toda velocidad de allí, necesitaba dejar de ver esa escena tan románticamente repugnante.
Estando afuera maldije en voz alta sin importarme parecer una loca. Era indigante, frustrante, humillante. Una cosa era ponerme los cuernos, pero orillarme a vivir con un desconocido durante medio año y viéndolos a ellos a diario ya era pasarse en descaro. Esta mierda es la que recibo cada vez que me enamoro de un sapo disfrazado de príncipe.
Intenté calmarme y respirar hondo cuando unos pequeños toques sobre mi hombro me hacieron girarme de golpe. Era Allan.
—Emma...lo siento —su tono de voz dejaba ver lo apenado que se sentía con esta situación—. No tenía idea de que algo así iba a pasar.
—No te culpes. Tú también eres una víctima del enredo que armaron ese par de caras duras.
—Es que apenas nos conocemos y no quiero que te sientas aún más incómoda de lo que ya es la situación en general.
Ok, el chico también es tierno.
—Gracias por preocuparte, pero lo único que podemos hacer es convivir lo mejor posible a partir de ahora... —extendí mi mano en su dirección— roommate.
—Tienes razón... —la estrechó— roommate.
(...)
Estaba agradecida con todas las deidades divinas existentes porque la antipática de Fátima tuviese una cita, así no la tendría en la habitación jodiéndome la existencia.
¿Y cómo estaba aprovechando mi tiempo libre? Como lo hace toda chica con el corazón roto: engullendo helado de chocolate hasta hartarme.
Ya era veterana en esto, me han roto el corazón tantas veces que a estas alturas una grieta más no debería afectarme; pero lo hace. Es duro darte cuenta después de un año que malgastaste todo ese tiempo en una relación con un patán. Es duro recordar todas las cosas horribles que me dijo mientras rompía conmigo. Es duro saber que Cupido me patea cada vez que creo haber encontrado a la persona correcta.
Sentí que las lágrimas me atacarían una vez más y neutralicé dicho ataque llevándome a la boca una cucharada enorme de helado. Iba a tomar otra cuando la pantalla de mi móvil se encendió y recé mentalmente porque no se tratase de mi madre ni de Jane, sé que ambas quieren hacerme sentir mejor, pero en estos momentos no necesito una charla de chicas. Tomé el teléfono y solté un suspiro de alivio cuando leí el nombre del contacto que me había enviado el mensaje.
Allan Roommate:
Hola
Yo:
Hola
Allan Roommate:
Cómo estás?
Yo:
También te rompieron el corazón, así que ya sabes cómo
Allan Roommate:
Te puedo llamar?
Casi se me cae el teléfono al suelo tras leer ese mensaje. ¿Para qué quería llamarme? ¿Para compartir penas?
Allan Roommate:
Sigues ahí?
Yo:
Sí, aquí estoy
Lo siento, es que me tomaste por sorpresa
Allan Roommate:
Lo siento
Muy pronto?
Yo:
Un poco
Pero, sabes qué? Creo que me vendría bien hablar con alguien que entienda cómo me siento
Y con eso bastó para que una llamada entrante suya abarcara todo el espacio de la pantalla. Le di al icono color verde y llevé el teléfono a mi oreja.
—Hola de nuevo —fue lo primero que escuché.
—Hola de nuevo para ti también —lo rasposo de mi voz debaja más que claro la cantidad de horas que he desperdiciado llorando.
—¿Tu voz siempre suena así en las noches o volviste a beber vodka? —bromeó, haciéndome sonreír un poco.
—Respuestas equivocadas. Así suena mi voz intentando superar una ruptura.
—Es duro, ¿cierto? —preguntó en un tono más bajo y empático.
—Bastante —suspiré—. ¿Y cómo lo estás llevando tú?
—Tan mal como tú, solo que mi voz no me delata.
—¿En serio los chicos sufren por amor?
—Sí lo hacemos, pero no lo demostramos.
—Claro, ustedes prefieren hacerse los duros antes que demostrar fragilidad.
—Algo así —rió por lo bajo—. El punto es que Vanessa fue muy importante en mi vida y...en fin, duele ver que yo no lo fui lo suficiente en la suya, al menos no en términos de amor.
—Dave también lo fue para mí —solo mencionar su nombre me hacía sentir peor—. Pero es obvio que él no sentía lo mismo. Es un imbécil infiel y la estúpida pelirroja teñida es una perra.
—Ey, tampoco tan crudo —detecté un atisbo de molestia en su voz—. Vanessa tendrá sus defectos, pero no es una perra estúpida.
No me lo creo.
—¿En serio la estás defendiendo? —reí sin gracia.
—No es eso —repuso, a la defensiva—. Solo digo que no la conoces y la estás rebajando a perra estúpida basándote solo en lo que ocurrió.
—¿Y te parece poco? —ahora era yo la molesta—. Además, ¿no crees que es ridículo que la defiendas después de que te fue infiel y ahora que te restregará en tu cara a su nuevo novio durante los próximos seis meses? Que aún estés enamorado de ella no quiere decir que estés ciego, ella solo te usó hasta que se aburrió de ti.
—¡Ja! Mira quién habla —rió con sarcasmo—. Al menos Vanessa sí tuvo la delicadeza de dejarme y no rompió conmigo en público humillándome como Dave hizo contigo.
Jaque mate.
Sonó feo, rudo y duro, pero es lo que es, una auténtica patada en el orgullo. Ya bastante mal lo estaba pasando hasta ahora como para que encima me echaran en cara que de las dos rupturas la mía fue la peor, así que no tenía sentido seguir con esa llamada.
—¡Mierda! No debí decir eso. Emma lo...
No escuché más, ya le había colgado.
La verdad es que ni siquiera sabía porqué me había enojado, después de todo él no dijo nada que no fuera cierto y fue mucho más sutil que los comentarios del video viral de mi ruptura. Pero, realmente, no debió decirme eso. No cuando él está pasando por lo mismo y sabe lo mucho que duele.
Apagué mi teléfono para no recibir mensajes de "¿Estás bien?" de mamá y de Jane ni tampoco llamadas de roommates sin tacto. Tomé el enorme bote de helado y no paré hasta acabármelo. Cuando terminé, lo deposité junto a mi cama y me acurruqué intentando no llorar mientras trataba de conciliar el sueño. Solo eran las 9:00 p.m. y por tanto sería tarea difícil, pero haría el intento.
No sé cuánto tiempo pasó cuando escuché que tocaban a la puerta. Seguramente era la pesada de Fátima que otra vez "olvidó su llave". En realidad la deja a propósito siempre que me quedo en la habitación para molestarme y que tenga que ser yo quien le abra la puerta. Estaba un poco harta de eso y encima estaba de pésimo humor, así que me levanté de golpe y abrí la bendita puerta de un tirón.
—¿¡Para qué mierda tienes una maldita lla...!? —paré en seco al divisar una figura que sin dudas no era la de Fátima—. ¿Allan?
—Vaya, si así me vas a tratar cuando vivamos juntos, lo mejor será que no olvide la llave en casa —bromeó y eso solo aumentó mi vergüenza.
—¿Qué haces aquí? ¿Y cómo diste con mi residencia y mi habitación?
—Tengo mis contactos —chasqueó la lengua—. Y...vine a disculparme.
Espera, ¿qué?
—¿Disculparte?
—Sí, por lo que te dije al teléfono hace rato. No debí hacerlo —se agitó el cabello con cierto nerviosismo—. Da igual el modo en el que nos dejaron a cada uno. Da igual si Dave es un imbécil infiel y Vanessa una perra estúpida. Lo que no da igual son tus sentimientos y yo, que sé por lo que estás pasando, debí ser la única persona que no te dijese lo que dije. Lo siento, de verdad.
Me quedé boquiabierta. En serio este chico se las ingenió para averiguar dónde vivo para venir a pedirme perdón. Eso es, literalmente, lo más bonito que un chico ha hecho por mí, y ni siquiera somos algo más que futuros roommates.
—Gracias... —prácticamente balbuceé— por disculparte.
—Te lo debía —hizo una mueca—. Quiero empezar con el pie derecho contigo.
—Acabas de equivocarte de pie —dije por lo bajo haciéndolo reír.
—Lo sé. Por eso, además de una disculpa —tomó algo del suelo que había ocultado a un costado, un bote gigante de helado—, te ofrezco esto. He oído que el chocolate es el mejor amigo de un corazón roto.
Este chico es de otro mundo.
—Gracias —le sonreí, recibiendo el obsequio. De pronto ya no estoy molesta con él—. ¿Te gustaría pasar?
¿Por qué mierda lo estoy invitando?
—Me gustaría, pero tengo que ir a trabajar —se inclinó hacia adelante y depositó un beso en mi mejilla—. Disfruta el helado, Emma.
Y, sin más, se marchó.
Tardé un minuto en procesar todo lo que acababa de pasar y cuando me di cuenta de que me había quedado ahí parada como una tonta, regresé a mi cama. Cuando me dispuse a quitarle la tapa al bote, me encontré sobre la superficie de esta una nota.
"A veces soy un chico genial y otras veces soy un idiota, pero siempre soy Allan Lerman y sé pedir perdón cuando meto la pata. Lo siento de nuevo."
No sé porqué estaba sonriendo como una idiota por una nota de disculpa, pero lo estaba haciendo. Después de probar la primera cucharada, sentí la necesidad de llamarlo. Tomé mi teléfono y lo hice, no tardó mucho en contestar.
—¿Qué pasó? ¿El helado estaba caducado? —bromeó, haciéndome reír.
—No, de hecho está muy bueno. Solo...quería disculparme yo también. No fuiste el único que dijo cosas que no debió haber dicho.
—No pasa nada. ¿Significa que estoy perdonado?
—Estás perdonado.
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Nuevo capítuloooo!!!
Bueno ya nuestros protagonistas descubrieron el enredo en el que están metidos.
¿Cómo creen que se tomarán el vivir juntos?
Besos de Karina K.love 😉
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