Capítulo 29: Cambios y despedidas
Emma
En cuanto deducimos en dónde podría estar Jane, decidimos que debíamos ir a comprobarlo. Podríamos haber esclarecido nuestra duda con una simple llamada telefónica a los padres de las gemelas, pero en vista de que no sabíamos si ella había ido a verlos o no, no podíamos preguntarles acerca de la hija a la que no ven hace cuatro años. Esperamos al día siguiente para salir, al ser un viaje tan largo llegaríamos de madrugada a Phaells si no lo hacíamos y ya estábamos bastante cansados de antemano.
Ahora estábamos a bordo de la camioneta de Allan, él conduciendo, Carlos y Mery en los asientos traseros y yo en el asiento del copiloto. Nos reunimos temprano en la mañana y nos pusimos en marcha, pero el viaje era más largo de lo que me había imaginado. Según tengo entendido, Phealls limita con Hale en el otro extremo de la ciudad, solo que había olvidado lo extenso del trayecto.
¿Por qué tenemos que vivir todos en los condados más alejados de la universidad?
—¡Dios! ¿Cuánto falta para llegar? —se quejó Carlos por enésima vez.
—¡Carlos! —gruñó Allan cansado de las quejas de su amigo—. Eres como esos niños pequeños que no paran de preguntar si ya llegamos al destino. ¡Cállate de una buena vez!
—Es que estoy acostumbrado al viaje largo a Valery Place, pero ir a Phealls es mil veces peor.
—Has ido conmigo a ver a mis padres en otras oportunidades —intervino su novia.
—Lo sé, pero las otras veces eran viajes de carretera divertidos y tu madre nos esperaba con su deliciosa tarta de manzana. Ahora todos estamos tensos por lo de Jane y el viaje parece eterno.
Touché.
Desde que conozco a Allan, Carlos y Mery, cada vez que subíamos juntos a esta camioneta, acabábamos creando memorias dignas de recordar. Pero ahora todos estábamos preocupados por Jane y Mery, y en un segundo plano en cómo reaccionarán sus padres ante la nueva versión de la historia.
—Lan, pon música al menos —pidió Mery.
—Buena idea —suspiró el pelinegro y encendió la radio.
Lo primero que escuchamos fue la voz de un locutor anunciando la próxima canción que reproducirían: Girls like you de Maroon 5. ¡Amo esa canción!
—¿¡Girls like you!? Chicos, vamos a cantar —sugirió Carlos a lo que todos asentimos animados.
—Spent twenty-four hours. I need more hours with you —comencé, por inercia mi mirada se desvió hacia Allan, como si le estuviese dedicando ese verso.
—You spent the weekend getting even, ooh ohh —me siguió Mery.
—We spent the late nigths making things rigth, between us —continuó Carlos, sorprendiéndome con su melodiosa voz, desconocía eso de él.
—But now it's all good baby. Roll that Backwood baby and play close —terminó Allan.
—'Cause girls like you run around with guys like me 'til sundown, when I come through I need a girl like you, yeah yeah. Girls like you love fun, yeah me too. What I want when I come through I need a girl like you, yeah yeah —cantamos todos juntos y así hasta que acabó la canción.
Luego del improvisado karaoke, continuamos el viaje bastante más relajados. Aún estábamos nerviosos por el tema de Jane, en especial Mery que era la que más lo demostraba, pero las restantes horas fueron menos tediosas.
Mery me preocupaba. No mantenía con ella una relación tan estrecha como con su hermana, pero igualmente era mi amiga y no me gustaba verla mal. Tanto ella como Jane se merecen reconciliarse, las relaciones de hermandad son de las más fuertes que existen y más cuando se trata de los gemelos, esos años que han estado separadas debieron ser muy duros para ambas. Entendía que para Mery seguía siendo muy díficil y su vínculo con su gemela no restablecería de la noche a la mañana, pero esperaba que al menos quisiera intentarlo.
En cuanto divisamos el gran cartel con el mensaje inscrito de: ''Bienvenidos a Phealls'', gritamos un gran hurra al unísono. Desde ahí hasta la casa de los padres de las gemelas, solo fueron diez minutos más como máximo. Al aparcar fuera de la moderna casa, reconfirmé que estábamos en Phealls, es uno de los mejores condados de la ciudad solo que un tanto más pintoresco a comparación de lo insípido de Hale.
Bajamos de la camioneta un poco nerviosos, parecía que íbamos al matadero en lugar de a casa de una amiga. Caminamos detrás de Mery por el camino que conducía a la puerta de cristal de la entrada. Bastó tocar el timbre una única vez para que a los pocos segundos nos recibiera una mujer rubia y esbelta, supuse que se trataba de la madre de las gemelas.
—¿Mery? ¿Carlos? ¿Allan? Y... —me observó—...¿te conozco?
—Mamá, ella es Emma. La mejor amiga de... —paró en seco— ...una amiga nuestra de la universidad.
—Oh, tú eres Emma, la chica que le gusta a Allan —sonrió la señora, provocando que me sonrojara.
Tierra, ¿cuántas veces tengo que decirte que me tragues?
—¿Le contaste a tu suegra también? —le murmuró Allan a Carlos a modo de reproche.
—Si voy a divulgar el chisme, debo hacerlo bien —respondió el castaño, ganándose un disimulado golpe por parte de su mejor amigo.
—Oh, ¿pero dónde están mis modales? Pasen, por favor —nos invitó la Sra. Campbell.
Ingresamos a la gran casa. Todo allí demostraba un estilo de decoración muy sofisticado, desde las paredes pintadas de azul celeste hasta los cómodos muebles de cuero negro ubicados en la sala de estar. Sin duda era un ambiente familiar, pero resaltaba el buen gusto en la decoración.
Los cuatro tomamos asiento en el gran sofá mientras que la señora, que de hecho se conservaba bastante bien, ocupó uno de los sillones frente a nosotros. Ella lucía un tanto inquieta y movía constantemente su pierna en lugar de estar sorprendida por la repentina visita.
—¿Quieren algo de tomar, chicos? El viaje desde la universidad debió ser agotador.
—Mamá quiero ir al grano —interrumpió la rubia—. Vinimos para saber si... —comenzó a imitar el gesto que hacía su madre—. Si Jane vino a verlos.
Los ojos de la Sra. Campbell se abrieron con gran magnitud y ahogó un grito por la impresión. Estaba tensa, eso era obvio, pero seguíamos sin saber si el motivo era que Mery la mencionara o que en efecto Jane si estuvo aquí.
—Hija...ella... —su labio inferior comenzó a temblar—. Los hechos no se dieron como pensábamos y...
—Mamá, lo sé —suspiró—. Ella...me lo contó todo y al día siguiente cuando fui a buscarla para hablarlo, desapareció.
—La hemos buscado por todas partes y se nos ocurrió que quizás había venido a encararlos —agregó Carlos.
La Sra. Campbell dejó escapar un largo suspiro, el tema le había afectado tanto como a su hija por lo que demostraba.
—Bueno...ella vino a vernos —todos emitimos expresiones de alivio ante la revelación—. Llegó en la noche terriblemente cansada y llorosa, pero aun así nos lo contó todo, todo lo que en realidad pasó hace cuatro años.
—¿Sabe dónde está ahora? —la abordé.
—Está...resolviendo unos asuntos.
Ese tono en el cual lo dijo me dio mala espina, y al intercambiar miradas con Mery me percaté de que no fui la única.
—¿Resolviendo unos asuntos? ¿Qué quieres decir con eso, mamá?
—Desde ayer ha estado con tu papá, yendo a la comisaría y a los juzgados—tragó saliva—. Fue a admitir sus culpas en todo el asunto del asalto.
—¿¡Qué!? —gritamos todos al unísono.
—¿Me estás diciendo que Jane va a admitir su participación en ese crimen? —inquirió Mery, bastante exaltada—. Está a nada de graduarse en Pedagogía. Si le ponen cargos penales, no tendrá futuro como profesora ni en la peor de las escuelas públicas.
—Fue su decisión, Mery —respondió con pesar la señora—. No fue justo que tú pagaras por ella en aquel entonces y tampoco lo es que tú cargues con algo en lo que no participaste. Te exoneramos hace años, pero es mejor si te libramos de todo lo que tenga que ver con ese crimen.
—¿Y qué pasará con ella? —preguntó Mery, consternada.
—Los hechos están claros ahora, así podremos hacer más por ella y quizás no presenten cargos en su contra.
Quedamos desanimados ante este hecho. No me imaginaba a mi mejor amiga presa o con un récord penal, pero en algo tenía razón la Sra. Campbell, no es justo para Mery y Jane debe cargar el peso de sus actos.
Cambiamos de tema y mantuvimos una agradable plática con nuestra anfitriona. Nos condujo al comedor y nos ofreció un chocolate caliente —que dicho sea de paso estaba delicoso— que nos vino como anillo al dedo ya que llevábamos horas sufriendo por el frío de la carretera.
Estábamos sentados los cuatro a la mesa cuando la Sra. Lauren se ausentó para atender una llamada de su esposo.
—¿Estás bien, cariño? —le preguntó Carlos a su novia.
—No lo sé —respondió ella, delineando con sus dedos el borde de su taza—. Durante mucho tiempo deseé que ocurriera justo esto, que la inculparan, y ahora que lo van a hacer...
—Creo que te hubieses sentido igual de no haber sabido la verdad —comentó Allan—. No deja de ser tu hermana y tú no dejas de ser la misma Mery con los mismos buenos sentimientos.
—Ella estará bien, Mery —le tomé la mano que tenía libre—. Ha superado cosas peores que esta, créeme.
—Espero que lo esté.
Pasaron al menos dos horas de espera desde que llegamos. La Sra. Campbell charló con nosotros y nos dijo que no teníamos nada de qué preocuparnos con respecto a Jane, que en general todo se encontraba en orden con ella. Estábamos a punto de llamar al padre de las gemelas cuando irrumpió en el comedor un hombre robusto de cabellera castaña pintada en canas y vestido con un traje color beige acompañado de...
—¡Jane! —chillamos al verla.
Estaba entera, algo sorprendida de vernos allí, pero entera. Mery corrió en su dirección y la abrazó con fuerza, lo que la dejó el shock; imagino que llevaban un buen tiempo sin disfrutar de esos abrazos.
—¡Dios! Estás bien —dijo la rubia, aliviada, supuse que a pesar de lo mucho que su madre le hubiese recalcado que Jane estaba perfecta, no se lo creyó hasta que la vio con sus propios ojos.
—Sí...lo estoy —sonrió la castaña, casi llorosa, devolviéndole el abrazo.
Los chicos y yo moríamos por unirnos a ese abrazo, pero este era un momento especial entre ellas, era lo hemos estado esperando hace meses; y no podría ser más hermoso.
(...)
—¿Entonces estuvieron buscándome los últimos dos días? —preguntó Jane, haciendo esa exagerada cantidad de muecas que tanto extrañé.
—Sí. Te buscamos hasta debajo de las piedras —rió Allan.
—¿Por qué no contestabas el celular? —preguntó Carlos.
—Oh, me quedé sin batería mientras venía para acá y con todo esto de contarle la verdad a mis padres y reabrir el caso penal, olvidé ponerlo a cargar, debe estar muerto aún.
—Hablando del caso... —intervine— ¿cómo te verás afectada con respeto a eso?
—No te preocupes, Em. Según mis padres hay una alta posibilidad de librarme de todos los cargos.
—¿Cómo?
—Esto es un dato que no muchos saben, pero los Campbell somos conocidos por ser una de las mejores familias abogadas de la ciudad.
—Cierto, de hecho creo que la única de la familia que no ha estudiado Derecho es Jane —comentó Carlos.
—Yo como siempre, la oveja negra —rió por lo bajo—. Pero a lo que me refiero es a que en cuestión de un día mis padres han conseguido buscar las pruebas suficientes para exonerar a mi hermana y rebajar mi condena, sea cual sea.
—¿Qué pruebas son esas? —preguntó Allan.
—Mi declaración y la de Robert.
—¿Robert? ¿Tu ex?
—Anjá. Resulta que está preso por robo, allanamiento de morada y tráfico de drogas. Para cuando salga de allí tendrá más arrugas que la reina Isabel.
—¿Y aceptó a dar una declaración que puede agregarle años de condena? ¿Qué hicieron para que soltara la sopa?
—No tenía nada que perder —se encogió de hombros—. Entre sus cargos se encuentra el robo a la joyería así que solo podrían agregarle un año por falso testimonio. Además, utilicé chantaje emocional con él. Le ladré en su estúpida cara que por su culpa perdí a nuestro hijo y que encima no podré ser madre a raíz de eso.
—Wow —musité.
—En fin, eso es todo. Con eso lograremos limpiar el nombre de Mery y yo me declararé partícipe de ese evento. Según mi padre pueden absolverme ya que en aquel entonces era menor de edad y además se puede presumir que estaba siendo amenazada por la pandilla; estaba embarazada y desequilibrada emocionalmente, lo cual está respaldado por la institución para adolescentes problemáticos en el que ingresé. Eso sin mencionar que he estado libre de problemas los últimos cinco años, soy voluntaria en organizaciones como las que me ayudaron a mí y soy universitaria.
—O sea que en resumidas cuentas el hecho de que hayas actuado como una ciudadana ejemplar los últimos años te va a librar de la cárcel —dedujo Carlos.
—Algo así —sonrió Mery.
—Esta es una familia cracks —sonrió.
—¿Qué tanto demorará el proceso judicial? —preguntó mi pelinegro.
—Una semana aproximadamente, puede que se extienda un tanto más —nos informó la rubia—. Jane y yo debemos quedarnos aquí hasta que todo se resuelva.
—¿Por qué no se quedan? —propuso sonriente la Sra. Campbell, ingresando a la sala junto a su esposo—. Ya terminaron los exámenes y además debían venir para Navidad.
—No yo...yo me voy —dijo Jane, cabizbaja.
—¿Por qué? —cuestioné.
—No vamos a pretender que todo está bien. Han pasado cuatro años y el hecho de que no supieran la historia no quita que hasta hace dos días no querían saber nada de mí. Quedarme para Navidad sería forzar demasiado las cosas, así que solo voy ayudar a resolver los problemas que yo misma creé y volveré a la universidad —se levantó—. Lo siento.
Vi cómo salía al exterior de la casa bajo las miradas expectantes de todos nosotros. Los Campbell lucían consternados ante su actitud pero, poniéndome en el lugar de mi mejor amiga, tenía sus motivos para no sentirse parte de la familia después de todo lo que ha ocurrido. La diferencia es que esta vez estaba yo aquí para ayudarla.
—Mery, ¿que tal si vamos a hablar con ella?
—Vamos —asintió.
Ambas salimos, encontrándonos a la gemela castaña sentada al lado de la puerta apoyando su espalda en la pared. Tenía la mirada perdida, pero triste, ni siquiera parecía ella. A pesar del frío, tomamos asiento a cada lado suyo.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Sí, es solo que...es difícil regresar después de tanto tiempo y que todo sea igual, pero a la vez diferente, como si ya no fueras parte de la familia.
—Jane, no es así... —murmuró Mery.
—Sí lo es y tampoco puedo molestarme porque ya no hayan fotos mías en casa ni porque mi cuerto esté cerrado con llave hace años. Yo misma provoqué que me excluyeran de la familia y eso no se puede resolver de un día a otro.
—Jane, en toda esta historia tu hermana fue la más afectada y cuando desapareciste fue la más preocupada por buscarte. Quizás no puedan resolverlo de un día a otro, pero el cariño está ahí. Donde hay amor, siempre hay espacio para la reconciliación.
Mi amiga me brindó una media sonrisa, como si hubiese dicho todo lo que ella necesitaba escuchar.
—Gracias por eso.
—Y Mery, sé que es difícil para ti y necesitas tu tiempo para asimilar todo lo que pasó, pero deberías abrazar un poco más a tu hermana. Créeme que lo necesita —la rubia sonrió igualmente—. Creo que mi trabajo aquí está hecho —me levanté y antes de ingresar nuevamente a la casa, le eché un vistazo a ambas, quizás no todo estaba perdido.
Una semana después...
Allan y yo estábamos ansiosos mirando las pantallas de nuestros celulares. Esperábamos sentados en nuestro sofá en el dúplex que fueran publicados los resultados de nuestros exámenes y también una llamada de las gemelas.
—¿Por qué esta porquería tarda tanto? —se quejó mi rommie.
—Ni idea —gruñí.
—¿Cómo crees que les haya ido a los Campbell en la apelación?
—Estoy segura de que Mery estará libre de todo cargo, con Jane tengo un poco más de miedo.
—Estarán bien, recuerda que se te rompió el tacón antes de volver y eso es un augurio de buena suerte —reí por sus ocurrencias.
En ese instante una llamada de Carlos invadió la pantalla de mi teléfono. De inmediato respondí, puse el altavoz y me acerqué a Allan para que también escuchara.
—¿Cómo les fue a las chicas?
—¡Mery fue exonerada de todo! —chilló nuestro amigo del otro lado de la línea.
—¿Y Jane? ¿Qué hay de ella?
—Pues...
Oh no.
—¡Solo tengo que pagar una multa y hacer ocho meses de servicio comunitario! —el grito de mi amiga se escuchó al fondo.
—¡Genial! —dijimos Lan y yo a la vez.
—Debieron ver a los Campbell en acción, estoy orgulloso de tenerlos como suegros.
—Me alegro mucho por las gemelas —sonrió mi Joker.
—Y nosotros. Aquí vamos a hacer una pequeña fiesta de celebración, ¿seguros que no quieren venir?
—Nos gustaría, pero no podemos. Ya tenemos las maletas hechas, solo estamos esperando los resultados de los exámenes para irnos a casa por las vacaciones.
—Eso me recuerda que mis suegros están a nada de echarme de su casa y que mi mamá está en Valery Place amenazando con ponerme a lavar los platos en Wanda's.
—Tranquilo. Yo iré dentro de poco y trataré de contagiarle el espíritu navideño para que se relaje —dijo Allan.
—Bro, ¿ya te dije que te amo? —dramatizó Carlos, haciéndonos reír.
—Yo también te amo. Dale un beso a las chicas de nuestra parte.
—Vale. Bye, tortolitos —se despidió y colgó antes de que pudiéramos decirle por milésima vez que no nos llame así.
Coloqué el teléfono sobre la mesita de centro y me recosté en el sofá alzando los brazos.
—¡Estoy tan contenta por las chicas! —chillé.
—Y yo. Todo ha salido bastante bien y según Carlos están más unidas.
—Eso quiere decir que nuestra misión está cumplida, las cosas están volviendo a ser un poco como antes para ellas.
—En serio somos superhéroes. Wonder Woman, Spiderman y Superman.
—¿Por qué Carlos es Spiderman?
—Por Mary Jane —bromeó.
Tardé un segundo en entender la referencia y a pesar de que era un mal chiste no pude evitar reír con él.
Nuestra risa se vio interrumpida por el sonido de unas notificaciones provenientes de nuestros teléfonos. Los tomamos con rapidez, dándonos cuenta de que habían sido publicados los resultados de los exámenes. Busqué mi sección y mi nombre, solté un suspiro de alivio al ver que mis calificaciones habían sido muy favorables.
—¿Cómo te fue? —me giré hacia el pelinegro.
—¡Todas esas malditas semanas de estudio valieron la puta pena! ¡Me fue increíble!
—¡A mí igual!
Nos levantamos y comenzamos a festejar como niños pequeños. Allan me cargó cual princesa y comenzamos a dar vueltas hasta marearnos y aterrizar en uno de los sillones. Acabé sentada sobre sus piernas y recostada en su torso, desde esa posición podía inhalar ese aroma varonil que tanto me gusta.
—Te voy a extrañar —rodeé su cuello con mis brazos.
—No tanto como yo a ti, Cenicienta —me abrazó.
Nos quedamos así durante un rato más. Era placentero y confortable, no quería separarme de él. Las despedidas nunca me han gustado y a pesar de que solo llevamos dos meses viviendo juntos, me cuesta irme.
—Em.
—Hmm...
—Esto se siente muy bien, pero debemos irnos.
—¿Podemos quedarnos así un rato más? —me acurruqué como niña pequeña.
—Si fuera por mí, nos quedaríamos aquí hasta enero, pero sabes que el viaje hasta Hale no es para nada corto y dependes de los autobuses porque no quieres que te lleve.
—Cierto —me separé de él muy a mi pesar—. Vámonos.
Nos aseguramos de que no se nos quedara nada y que todo estuviese en orden en el dúplex antes de salir. Allan me llevó hasta la estación de autobuses donde me esperaba el transporte que me llevaría a Hale, ese insoportable viaje de más de tres horas que tanto detesto.
—Bueno, ya estamos aquí —suspiró mientras observaba la gran cantidad de personas que caminaban de un lado a otro con su equipaje en mano—. ¿Segura que no quieres que te lleve? Estos viajes en autobús pueden llegar a ser infernales.
—Ya te lo dije, no voy a permitir que conduzcas hasta Hale y luego de ahí a Valery Place. Además, Wanda te debe estar esperando ansiosa.
—Aun así no estoy del todo tranquilo —hizo una mueca—. Promete que me llamarás cuando llegues.
—Ok, aunque no entiendo el motivo de tu preocupación.
—Es que me he acostumbrado a ser tu chofer personal y se me hace raro que vayas a algún lugar sin mí —confesó sacudiéndose el cabello.
Ese es mi chico tierno.
—La verdad es que yo también me acostumbré, pero llegó la hora de que me enfrente sola a la carretera —bromeé.
Una voz proveniente de unos megáfonos avisó que los autobuses con destino a Hale estaban por salir, así que ese era mi señal.
—Ya es hora —dijo introduciendo sus manos en los bolsillos de su jean.
—Sí...te extrañaré mucho, ¿sabes? —mordí mi labio inferior para disimular mi creciente desánimo, me he adaptado demasiado a su cercanía.
—No tienes idea de cuánto te voy a extrañar yo a ti —clavó sus ojos grises sobre los míos—. ¿Quién habría dicho que nos íbamos a apegar tanto en tan poco tiempo?
—Me alegro de que haya sido así —dije antes de abrazarlo, me urgía hacerlo.
—Te quiero —susurró correspondiéndome el abrazo.
—Y yo te quiero a ti —confesé contra su pecho.
El aviso se reprodujo una vez más, obligándome a separarme de él. Tomé mi equipaje y con su ayuda lo subí al autobús. Lo acomodamos en el espacio que le correspondía a mí lugar y una vez hecho, me senté en mi asiento.
—Listo —se agachó a mí lado—. Recuerda llamarme, ¿ok?
Asentí sonriente disimulando mis inmensas ganas de llevármelo dentro de la maleta. Se levantó y me dio uno de sus mágicos besos en la frente, sin duda una de las cosas que más extrañaría.
¡Joder, me encanta este chico!
—Nos vemos el año que viene, Cenicienta —murmuró sobre mi frente antes de separarse de mí.
—Hasta pronto, pudín —le sonreí.
El resto de los pasajeros rellenaron los espacios vacíos restantes mientras él se marchaba y a los pocos minutos el vehículo comenzó a moverse. Di un último vistazo a través de la ventanilla con la esperanza de verlo de nuevo, allí estaba él, sonriéndome. Agité mi mano despidiéndome, y lo vi haciendo lo mismo hasta que desapareció de mi campo visual.
Odio las despedidas y definitivamente odio aún más despedirme de él.
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Nuevo capítuloooo!!!
¡Reconciliaciones!
¿Cuál fue su parte favorita de este cap?
Besos de Karina K.love 😉
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