Capítulo 20: Sentimientos confusos y una no cita

Allan

Había pasado una semana y media desde que Jane y Emma me dieron aquella paliza. Mi orgullo no me permite admitirlo, pero en serio me dolió. De todas formas valió toda la maldita pena cuando el cuerpo frío y suave de mi roommate se acurrucó a mi lado. ¿Ya dije que me encanta dormir con ella? Pues sí. Me olvido de todas mis preocupaciones y, por un maravilloso cuarto de segundo, siento que solo existimos ella y yo...y es genial.

Luego regreso a la realidad y caigo en cuenta que de todas las chicas del planeta ella es la única con la que no puedo estar. Vuelvo a estar atrapado con ella en la mitad de un dúplex, con los innombrables al lado, con Carlos insitándome a tirarme a la primera chica que se me pose al frente y tratando de hacer que se reconcilien las gemelas. Todo eso mientras intento cursar lo mejor posible mi último año de universidad.

¿Ahora entienden por qué me siento tan bien durmiendo con Emma?

—Amigo, en serio, ¿no te duelen las bolas por la abstinencia? —se quejó Carlos por enésima vez desde que llegamos a la cafetería de siempre hace quince minutos.

—No, no me duelen —sonreí falsamente y me llevé una papa frita a la boca; si Wanda viera que es lo único que he comido en el día aparte del desayuno, me mataría sin pensarlo dos veces y luego me resucitaría para obligarme a comer ''algo decente''.

—¡No puedo con este chico! Mery, dile algo —resopló mi mejor amigo.

—¿Qué quieres que le diga? Muere por una chica que vive con él, pero no hace nada al respecto y tampoco busca a otras chicas para quitarse las ganas. Tú y yo sabemos perfectamente lo que ocurre aquí —le respondió Mery a su histérico novio.

—Es que si sigue así, me temo que acabará como cura de la iglesia más cercana —se lamentó Carlos, puede que pareciera una broma pero lo decía en serio. Exagerado.

—¿Cómo va a ser cura si perdió la virginidad hace años y desde entonces es un playboy? —espetó la rubia y si le pusiera un par de muecas, sería como si lo hubiese dicho Jane.

—Ok. Entonces algo mucho peor...gay. —murmuró enfatizando la palabra gay y se ganó un par de papas fritas estampadas contra su cara, cortesía de un servidor.

—No soy gay ni voy a serlo. Y no tengo nada en contra de la homosexualidad, que quede claro.

—Es que por el camino que vas... —comenzó a bromear y le lancé más papas.

—Me gusta una chica. Una chica preciosa con un cuerpo de escándalo, una sonrisa únicamente especial, piel suave y que besa muy, pero muy bien. Con todo eso no puedo tener ojos para el sexo masculino. En realidad...es difícil mirar a otra persona que no sea ella, sea del sexo que sea —confesé sin medir la magnitud de mis palabras, sabía que me gustaba, pero decirlo en voz alta me hace ver que quizás no sea solo eso...

Hace unos días les conté a mis amigos que Emma me gustaba. Al principio dijeron que era obvio y que me había tardado demasiado en admitirlo. Y además como era de esperar también comenzaron a shippearnos y molestarme con el asunto.

—Mierda, Lan. Te estás enamorando de Emma —sonrió la chica a mi lado.

—¿Qué? ¡No! Claro que no. Solo me gusta y me atrae, nada más —aclaré apuntando al dúo, sé las cosas que deben estar pasando por sus cabecitas locas en este preciso instante.

—Si solo te gustase y te atrayese como dices, en la primera semana le hubieses pedido que fueran amigos con derechos y ya estarías tonteando con cualquier otra chica —comentó Carlos—. Eres enamoradizo, pero Cenicienta hace que te brillen los ojitos, de una forma especial .

—Chicos, se están confundiendo. No me estoy enamorando de Emma, es ridículo. Es solo atracción física, nada que ver con sentimientos —negué con la cabeza.

—¿Entonces por qué no te has acostado con ella? —indagó Mery antes de darle un sorbo a su batido de fresa.

—Porque con ella las cosas son diferentes. No solo porque somos roommates y si las cosas se tornan incómodas sería horrible vivir los restantes meses juntos en ese dúplex, sino porque me siento identificado con ella por lo de los innombrables. Ella no se merecía lo que Dave le hizo y mucho menos necesita que venga yo a utilizarla como juguete sexual para quitarme las ganas. La he conocido mejor estas últimas semanas y no tienen idea de lo genial que es. Merece a un buen chico que la apoye y la quiera, que la abrace en las noches a la hora de dormir y que le diga cada mañana de cada puto día lo hermosa que es.

¡Mierda!

Me estoy enamorando.

¿Por qué solo me doy cuenta de lo que siento cuando pienso en voz alta?

—Está de más que te diga que prácticamente acabas confirmar mi teoría, ¿verdad? —me guiñó un ojo mi mejor amiga.

—Ok, puede que sí. Pero eso no cambia nada, no voy a estar con ella —suspiré.

—¿Por qué? —objetó el castaño—. Eres la personificación de la definición que hiciste del chico perfecto para ella. Eres buen chico, la has apoyado y defendido un montón de veces, la valoras y es obvio que ante tus ojos es la chica más hermosa del mundo. Si sientes tantas cosas por ella, lánzate de una buena vez antes de que venga otro y te la quite.

—No lo sé —sacudí la cabeza—. No creo que vaya a funcionar. Emma y yo...

—Son empalagosamente compatibles y es obvio que se gustan más de lo que quieren admitir —me interrumpió—. Sé sincero, Allan, no quieres intentarlo con ella por culpa de los innombrables

Y era cierto. Los innombrables, en gran parte, eran uno de los motivos por los cuales no quería arriesgarme a intentar algo con Emma. Pero no se trataba solo de eso...

—¿Y si tengo miedo? —confesé, no suelo ser muy abierto cuando se trata de mis emociones, pero con mis amigos puedo hablar de lo que sea y...sinceramente necesitaba desahogarme con respecto a esto.

—¿Miedo de qué, amigo? —preguntó Carlos, frunciendo el ceño con preocupación.

—Miedo de que me lastimen de nuevo. De volver a entregar mi corazón después de tanto tiempo tratando de repararlo para que después me lo devuelvan hecho añicos otra vez. Quizás fui un mujeriego, playboy o lo que quieran, pero también siento y el hecho de que mi hipotética relación con Emma tenga de por medio a Dave y Vanessa incluso antes de empezar me dice que vamos a hacernos sufrir el uno al otro, porque estoy seguro de que ninguno de los dos lo ha superado del todo aún.

Las expresiones de mis mejores amigos se tornaron compasivas al instante. Ellos me molestan, pero también me entienden y saben que tengo razón esta vez. No estoy listo y Emma mucho menos.

—Quizás sí, quizás acaben con el corazón roto —habló Mery—. Pero, ¿te digo algo? Es preferible antes que quedarse con las ganas y preguntarse qué hubiera pasado. Es cierto, tú y Emma aún no lo han superado del todo y los innombrables siempre formarán parte de su pasado, pero son eso, pasado. Ese par de idiotas no pueden romperles el corazón y encima de eso robarles la oportunidad de enamorarse nuevamente. Cenicienta necesita un príncipe encantador y tú necesitas a tu princesa, pero para escribir este cuento de hadas tienen que pasar página.

—O mejor, botar el libro —agregó su novio.

Quizás tenían razón. A lo mejor debía dejar de darle tantas vueltas a las cosas buscando la salida menos dolorosa y salir por donde en realidad quiero hacerlo. Me gusta, muchísimo y...tal vez sí me esté enamorando. Es que...¿quién en su sano juicio no se enamoraría de una chica así? Dulce, divertida, a veces impredecible, hermosa, inteligente...me sobran los adjetivos así que voy a resumir: es única. Puede que mis mejores amigos tuviesen razón y necesitaba darme esa oportunidad, pero no ahora, hacer las cosas por impulso suele salirme mal y no quiero complicar más esta situación.

—Lo pensaré. ¿Contentos?

—Es un comienzo —dijo Carlos, encogiéndose de hombros a lo que Mery asintió en respuesta.

El tono de llamada de mi celular interrumpió la escena. En la pantalla figuraban un montón de apodos que solo una persona posee: Emma. Sonreí al ver cómo mis amigos la llamaron con el pensamiento. Tomé el teléfono, contesté a la llamada y lo llevé a mi oreja.

—Hola, Harley —contesté animado, inusualmente animado. ¿Por qué estaba tan animado?

—Allan, ¿puedes venir al centro comercial en el que trabajo? Te necesito. ¡Es urgente! —respondió agitada y mi sonrisa desapareció.

—¿Qué ocurre? —estaba comenzando a asustarme.

—Te cuento cuando estés aquí. Solo ven rápido —pidió, nerviosa.

—Ok, en cinco minutos estoy ahí.

Finalicé la llamada y guardé el móvil en uno de los bolsillos de mi pantalón. Me paré rápidamente, dejando a mis dos amigos muy confundidos.

—¿A dónde vas? —me llamó Mery.

—Cenicienta necesita la ayuda de su príncipe encantador —reí por lo bajo.

—¡Ese es mi chico! —gritó Carlos—. Ve por ella.

Salí de la cafetería y corrí hacia el aparcamiento donde se encontraba mi camioneta. Me subí a ella, la encendí y comencé a conducir tan rápido como podía sin importarme las infracciones del tránsito que estuviera cometiendo.

Se preguntarán el motivo de tanto escándalo. Emma me contó que más de una vez han aparecido pervertidos en la tienda en la que trabaja que se dedican a mirar a las mujeres, a escabullirse dentro de los probadores y a mostrarle sus genitales a los presentes. Cabe la posibilidad de que no se trate de un pervertido, pero como comprenderán, después de escuchar a mi chica tan alarmada, solo pensaba en una cosa: auxiliarla.

Tan pronto llegué al centro comercial, noté que fuera de este habían varias patrullas policiales, y eso no era nada bueno. Rezando mentalmente porque el incidente fuera en cualquier otro local y no en la pequeña tienda donde labora mi roommate, corrí como loco hasta llegar al lugar. Una vez allí y para mayor preocupación mía, habían oficiales de la policía en la entrada. Intenté observar hacia el interior y lo poco que alcancé a divisar era un verdadero desastre. Ropa dispersa por los alrededores, estanterías tiradas en el suelo, varios vidrios y cortinas rotas. En fin, parecía que un tornado había pasado por allí.

Busqué visualmente a Emma, pero no la encontré. Comencé a angustiarme aún más, no podía quedarme ahí parado esperando noticias, debía entrar. Intenté abrirme paso entre los dos policías y la cinta amarilla que prohibía el paso. Como era de esperar los oficiales me detuvieron.

—Ey. ¿A dónde vas muchacho? —me abordó autoritariamente el policía más robusto e intimidante, pero me importaba muy poco su constitución física, necesitaba saber que nada malo le había ocurrido a Emma.

—¡Mi novia está allá adentro! —grité señalando hacia el interior y entonces la vi.

Estaba nerviosa y temblando un poco, pero fuera de eso no parecía estar herida. A su lado estaba su compañera de trabajo y una señora de cabello castaño rojizo que asumí era su jefa. Sus ojos marrones se encontraron con los míos y parecía un poco más tranquila por mi presencia.

El oficial que me retuvo me alejó de la entrada, le fue muy fácil ya que había bajado la guardia al ver a mi chica favorita. Ella salió y se encontró conmigo afuera. No me lo esperaba, pero me abrazó con mucha fuerza, como si necesitara mi apoyo incluso más que el oxígeno. Le devolví el abrazo y dejé un beso en su coronilla. No quería separarse de mí y yo no quería separarme de ella.

—¿Qué pasó aquí, Em? —murmuré en su oído aún abrazándola.

—Unos vándalos entraron y fingieron un asalto. Vinieron con armas y nos amenazaron con ellas. Destruyeron el lugar y nos asustaron por pura diversión porque antes de irse corriendo nos gritaron que solo estaban cumpliendo uno de esos tontos retos de internet —explicó pausadamente, pero aún podía percibir cierta tensión en su voz, debió pasar un gran susto.

—Apuesto lo que sea a que eran chiquillos de High school —resoplé, molesto.

—Yo diría que sí, pero no lo puedo asegurar porque tenían los rostros cubiertos con máscaras.

—Bueno, no importa —susurré en su oído.

Se separó de mí con sus mejillas ligeramente teñidas de rojo, parecía incómoda.

—Siento haberte llamado así de histérica. Es que...estaba muy asustada y me sentía tan desprotegida que fuiste la primera persona que me vino a la mente —se disculpó cabizbaja.

Tomé su rostro y lo alcé para que me mirara. Me gusta ver esos bonitos ojos, aunque ahora se encontrasen levemente inundados en lágrimas.

—No tienes nada de qué preocuparte. Hiciste bien en llamarme y...me alegra haber sido la primera persona que te vino a la mente.

—Gracias por venir. En serio —esbozó una pequeña sonrisa.

—Deja de agradecerme todo el tiempo.

—No lo haría si no me salvaras todo el tiempo —rió un poco.

—Me declaro culpable —sonreí.

Del interior de la tienda llamaron a mi roommate. Entró ante el llamado de su jefa mientras yo vigilaba cada uno de sus pasos. Estaba emocionado, en segundo plano, pero lo estaba. Me llamó a mí en una situación en la que se sentía en peligro, la hago sentir protegida y debía admitirlo, me encantaba que así fuera. Intercambió un par de palabras con un policía y después de unos minutos salió con un pequeño bolso colgado en su hombro.

—Allan...¿podrías llevarme a casa? —preguntó tímida. Tan tierna.

—Puedo, pero no lo haré —sonreí pícaro.

—Oh. Ok —musitó un poco...¿decepcionada?

—Porque te voy a llevar a un lugar mejor —aclaré.

—¿A dónde? —se encogió de hombros aceptando el plan sin siquiera saber de qué se trata, mejor así.

—Al cine.

—Podemos ver Netflix en casa como la última vez —objetó cansada, en serio le afectó el incidente.

—Es verdad, pero en casa será más difícil subirte el ánimo y estamos a una planta del cine, así que, ¿por qué no?

—No lo sé, Allan. La verdad es que yo prefiero irme a casa, darme una ducha caliente y dormir hasta la hora de la cena —dijo con desánimo.

—O podemos ir al cine, pasar un buen rato viendo una película, comer palomitas, quejarnos del ruido y de las personas que se levantan justo en la mejor parte y cuando regresemos a casa cocino para ti lo que quieras —traté de convencerla con ello mientras la tomaba de ambas manos.

Si cree que se va a librar de mí, está muy equivocada.

—No te vas a rendir, ¿verdad? —suspiró.

—Nop —sonreí juguetón.

—¿En serio vas a cocinar lo que yo quiera? —sonrió débilmente.

—Lo que sea.

—Ok —se encogió de hombros.

Sonreí victorioso y pasé mi brazo alrededor de sus hombros, ella pasó el suyo alrededor de mi espalda y comenzamos a caminar con dirección al cine del centro comercial. Estando allí Emma se encargó de elegir qué película íbamos a ver mientras que yo fui a comprar las palomitas y las bebidas. Cuando regresé ella aún estaba parada afuera.

—¿Ya elegiste? —le pregunté, entregándole su bebida.

—Gracias y no. Hay varias películas de terror y muchas comedias románticas que sinceramente no me apetece ver ahora.

Observé el catálogo virtual de las películas que estaban transmitiendo hoy y en efecto casi todo era terror y comedia romántica. Para ser sincero yo tampoco estaba de humor para ver un film de ninguno de los dos géneros antes mencionados. Estaba considerando ir a otro cine cuando vi la película ideal para esta ocasión y agradecí telepáticamente al genio que se le ocurrió crear salas especiales para reproducir películas que fueron estrenadas hace años.

—Veamos esa —propuse, apuntando con mi mano libre la que acababa de elegir.

Emma se giró hacia mí con una mezcla de confusión y diversión en su bonito rostro.

—¿Quieres ver The Croods?

—Sí. ¿Por qué? —sonreí.

—¿Por qué de tantas películas quieres ver una animada? —rió.

—¿Nunca has escuchado que después de ver una película de terror lo mejor para calmarse es ver dibujos animados?

—Pues sí.

—Acabas de vivir una escena horrible y creo que los Croods te harán sentir mejor —defendí mi argumento agregándole un puchero para convencerla.

—Puedes llegar a ser muy tierno si te lo propones. ¿Lo sabías? —me sonrió.

—Lo sé. Así que, ¿no te parece un buen plan ver The Croods con este chico tierno?

—Ok. Tú ganas —alzó los brazos a modo de rendición.

Festejé interiormente mientras caminábamos hacia la pequeña fila de la cabina donde se venden las entradas. En el interior de la cabina se encontraba una mujer que por su expresión facial parecía no estar muy a gusto con su trabajo. Me acerqué a la ventanilla cuando tocó nuestro turno y la expresión de desagrado de la trabajadora cambió por una llena de ternura.

—Dos entradas para The Croods, por favor.

—Awww, qué tiernos. Están llevando al bebé a ver animados desde el vientre. Seguro serán padres excelentes —sonrió empalagosamente la mujer observando el abdomen plano y con ausencia de bebé de Emma.

—Emmm, no. No estoy embarazada —aclaró mi roommate, incómoda.

—¿Ah no? Pues son una pareja joven y muy bonita. ¿No creen que es el momento perfecto para tener un bebé? —sonrió pícaramente la indiscreta mujer.

—Solo tenemos 21 años. Bueno, en realidad yo tengo 20 —reí.

—Tu cumpleaños es dentro de una semana y media. No me hagas quedar como una vieja —gruñó Emma, golpeándome el brazo; se veía tierna enojada.

—¿Sabías que te ves muy linda cuando te enojas? —halagué sin darme cuenta de ello hasta que vi sus mejillas teñidas de rojo, adoro cuando se sonroja así.

—Oh, que lindos. Son la pareja más bonita que he visto en mi vida —chilló la señora de la cabina.

—En realidad no somos pareja —rectificó Emma.

Las personas que venían detrás de nosotros en la fila ya estaban comenzando a enojarse y con razón, ya deberíamos estar en la sala de cine. Aunque a fin de cuentas era la señora de las entradas la que no nos permitía entrar.

—Entonces son enamorados en su primera cita —suspiró enternecida, esa señora era muy rara.

—En realidad es una no cita. Solo somos amigos y la traje a ver la película como una salida de amigos. Nada más —expliqué al ver la creciente molestia de las personas de la fila, entre ellos niños muy impacientes.

—¿Entonces solo son amigos? —preguntó la mujer volviendo a su tono amargado y expresión antipática.

—Anjá —asentimos mi roommate y yo al unísono.

—¿Y de todas las películas vienen a ver The Croods?

—Fue idea de él —respondió Emma, tratando de zafarse de la situación al ver la expresión asesina que nos lanzaba esa mujer.

—Patético. Tomen —gruñó entregándonos las entradas.

Pagué y entramos a la sala de cine correspondiente a la película. Aún no había comenzado y habían muchos asientos libres, después de todo The Croods había dejado de ser un estreno hace bastante tiempo y solo niños amantes del cine y gente aburrida como nosotros querría verla.

—¿Dónde quieres sentarte? —susurré a pesar de que el film aún no iniciaba, echémosle la culpa a Carlos y Mery y las incontables veces que me han echado del cine por su culpa.

—Ni muy delante ni muy detrás —murmuró.

—Ok.

Nos sentamos en la zona de en medio de las largas filas de asientos. Al ser una peli para niños, estos eran los que abundaban en el lugar y tomaban los asientos de adelante, así que Emma y yo estábamos acogedoramente solos en nuestro sitio. Al principio todo era muy al plan ''salida de amigos'', nos reíamos, nos lanzábamos palomitas, nos quejábamos cuando alguien de las filas de al frente se levantaba y comparábamos a nuestros amigos con los personajes de la película.

En la parte más emotiva de la película Emma parecía estar un poco triste. Quizás solo era ese tipo de persona que llora por ese tipo de escenas, pero algo me decía que había algo más...

—Emma... ¿Estás bien? —murmuré.

—Eh...sí. Es solo que es triste ver las despedidas de la familia y que Grug se sacrificara por ellos. Me remueve sentimientos —admitió sin vergüenza alguna mientras se secaba las lágrimas.

¿Recuerdan que las chicas piensan que se ven lindas llorando, pero en realidad no es así? Pues ella es la excepción a la regla. Se ve muy tierna llorando, pero aan así no me gusta que lo haga.

—Ven aquí, Cenicienta.

Rodeé sus hombros con mi brazo y la acerqué a mi pecho. Lloró un poco más en mi hombro mientras yo acariciaba su sedoso cabello. No había caído en cuenta de lo romántico que resultaba que estuviésemos así hasta que terminó la película, para entonces aún estábamos abrazados.

—Y...ya terminó —le sonreí—. ¿Te sientes mejor ahora?

—Sí, es una linda peli. Tenemos que volver a verla en casa algún día —me sonrió.

—Claro. Cuando quieras —murmuré mirando sus hermosos ojos, lo admito, me hipnotizan.

—Gracias por traerme, príncipe encantador —esbozó una sonrisa más, radiante y preciosa.

Comprobado, estoy perdido.

El resto de las personas presentes en la sala comenzaron a salir poco a poco, pero nosotros dos estábamos muy concentrados mirándonos como para percatarnos de este hecho. Sinceramente a mí me daba igual. Incluso estaría dispuesto a comprar otro boleto para volver a estar así con ella y...no aguantaba más.

Comencé a acercarme lentamente hacia ella. Pude haberle plantado el beso y ya, pero quería estar seguro de que ella lo quería tanto como yo. Su respiración era un poco irregular, pero no había indicios de negación por su parte, así que lo vi como una carta blanca para actuar. Tomé su pequeño rostro entre mis manos y llevé mis labios a los suyos...

Y en ese preciso momento se encendió la luz de la sala arruinando el momento.

¿Por qué ahora? ¿No podían esperar un segundo más para poder darle el puto beso?

Esperaba que Emma estuviese incómoda o avergonzada como normalmente está después de uno de nuestros ''deslices'', pero, para mi sorpresa, estaba muerta de la risa.

—¿Qué es tan gracioso?

—La luz del cine arruinando momentos románticos desde tiempos inmemoriales —rió aún con más ganas.

Ok, era gracioso, pero había algo más que me estaba molestando. ¿Momentos románticos? ¿Le había pasado algo parecido antes? ¿Cuándo? ¿Con quién?

—¿Has pasado por esto antes? —me atreví a preguntar, a un a riesgo de sonar como un chismoso indiscreto.

—No a mí directamente. Fue cuando tenía 14 años. Unos amigos me invitaron al cine, pero todos estaban en parejas menos yo y me sentí horrible cuando me di cuenta de que solo me invitaron para aligerar la presión y para que comprara las palomitas. Entonces, cuando se acabó la película, las dos parejas quisieron besarse y justo en ese momento se encendió la luz. Me sentí vengada por el mal rato que me hicieron pasar —me explicó entre risas.

Dejé mis celos de lado al ver que fue solo una falsa alarma y me reí junto con ella. Sé lo que se siente salir con una pareja al cine, Carlos y Mery lo hacían todo el tiempo cuando comenzaron y en serio era muy incómodo. Aunque ahora ya no me invitan a sus citas y las salidas de amigos son solo eso.

Nuestro momento fue interrumpido una vez más, pero esta vez por el encargado de la sala. Quería matarlo, primero lo de la luz y ahora esto, pero como no quedaba nadie más en el lugar excepto nosotros, no nos quedó más remedio que obedecer y salir de allí.

—El encargado de la sala de cine echando a la gente desde tiempos inmemoriales —bromeé una vez estuvimos fuera.

—Típico —rió.

Salimos del centro comercial, para mi sorpresa ya era casi de noche. Hacía un poco de frío y noté que la piel de Emma estaba erizada. Me quité la chaqueta para depositarla sobre sus hombros.

—Eh...no hacía falta, Allan —balbuceó, sonrojándose, pero echémosle la culpa al frío.

—Quizás no, pero no quiero que mi Harley se congele.

—Gracias, pudín —sonrió, acomodando mejor la chaqueta sobre su espalda.

Llegamos a donde estaba aparcada mi camioneta. Abrí la puerta para ella y la ayudé a subir. Rodeé a mi bebé y me subí al asiento del piloto.

—Allan —me llamó cuando encendí la camioneta.

—¿Qué pasa?

—Gracias por hoy, por todo.

¿Cómo se las arregla para ser tan tierna?

Me acerqué a su mejilla y deposité un beso en ella.

—Tú solo tienes que llamarme y yo apareceré —le guiñé un ojo y nos pusimos en marcha.



▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪
Nuevo capítulo!!!!

Allan habla por fin acerca de sus sentimientos. ¿Qué les pareció eso?

Muy románticos que estaban Emma y Allan para ser solo una "no cita", ¿verdad?😏

Besos de Karina K.love😉

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top