Capítulo 16: Helados y Recuerdos
Emma
Acababa de salir de un examen, para el cual solo había podido estudiar un poco ayer ya que estuve muy ocupada tratando de descubrir todo lo que hice estando borracha. Por suerte Allan me ayudó, y para no ser su carrera ni nada por el estilo, fue de gran ayuda.
Saliendo del aula, saqué mi teléfono y llamé a Jane. Ayer no supe más de ella después de que salió del dúplex y por lo que escuché, su noche fue más larga que la mía. Además, debía preguntarle si había arreglado algo con Mery y de paso contarle acerca de mi ''noche de pasión'' con Allan, aunque conociéndola no me dejaría en paz si se lo cuento. La llamé varias veces, pero fue inútil, me mandó directo a buzón. Quizás estaba haciendo prácticas o dormida desde la comodidad de su cama.
Desistí después de la séptima llamada y decidí caminar hacia la entrada de la universidad, al gran jardín del campus. Hoy no tenía que trabajar y sin Jane alrededor la verdad es que no tenía nada que hacer; debía buscarme algún hobbie.
Tenía pensado sentarme a la sombra de un árbol y tomarme uno de los pocos "tiempos de calma" del semestre, no tengo mucho de eso desde segundo año. Me detuve al ver una escena que, aunque no quisiera aceptarlo, me dolió. Los innombrables se estaban besando apasionadamente, sentados sobre una manta de picnic, tal cual película juvenil. No importa lo imbéciles que ambos fueran o lo poco que se merecieran mi atención, me dolía. No es fácil superar en un mes una relación de un año. Sí, Dave es un imbécil, un grandísimo idiota con todas las letras, pero eso no quita el hecho de que a pesar de que durante nuestra relación estuve todo el tiempo engañada, era feliz, a mi manera. Ahora vivo en un dúplex con un chico que me gusta, pero no podemos estar juntos y al otro lado tengo a esos dos burlándose de mí y viviendo su vida como si no le hubiesen hecho daño a nadie.
Dejé de torturarme a mí misma y me alejé, obligándome a no llorar. Era suficiente, no volvería a derramar ni una sola lágrima más por él, un traidor que piensa con los genitales; ni por ella, una zorra con aires de grandeza. Valgo mucho más que eso. Soy hermosa, inteligente y fuerte, me merezco a un hombre que me quiera, me respete y me cuide. Alguien que se sienta afortunado de tenerme, porque, modestia aparte, soy una mujer maravillosa...solo necesitaba recordarlo.
—Hola, Cenicienta —escuché detrás de mí.
Giré sobre mi propio eje y ahí estaba, mi sexy roommate. Lucía muy bien con ese estilo casual que lo caracteriza, aunque él es el tipo de chico que se ve bien con lo que sea, con o sin ropa. Le sonreí y caminé hacia él para saludarlo.
—Hola, pudín —le di un beso en la mejilla.
—Te veo diferente...no sé, tu sonrisa parece más radiante que nunca —sonrió sin desenfocar su vista de mi sonrisa.
Ni siquiera había notado que estaba sonriendo. Supongo que recuperar mi confianza en mí misma me hizo sonreír involuntariamente.
—Pues, así sonreía antes. Pero despreocúpate, me verás sonriendo así de radiante todos los días a partir de ahora —sonreí más ampliamente.
—Será un placer ver esa sonrisa cada día.
—¿Considero eso como un halago?
—Sí.
—Entonces gracias —le guiñé un ojo.
—¿Ya terminaste por hoy? —sujetó la correa de su mochila, adoptando una pose más relajada.
—Sí, de hecho iba a ir al dúplex, no tengo nada que hacer.
—Yo tampoco. Iba a ir con los chicos a la cafetería a pasar la tarde, pero ni Carlos ni Mery me responden los mensajes, deben estar en su apartamento durmiendo.
—¿Viven juntos? —pregunté muy sorprendida, no tenía idea.
—Sí, y por increíble que parezca funcionan muy bien juntos. Parecen un matrimonio de treintañeros, solo les falta el bebé y el perro —bromeó y reí.
—Deben tener una química muy fuerte para vivir juntos y llevarse tan bien.
—Es amor del bueno. ¿Sabes? La idea del dúplex me la dieron ellos, creí que funcionaría —confesó algo cabizbajo.
—Yo también tuve la idea del dúplex, quería vivir bajo el mismo techo con el ''chico de mis sueños''. Pero ya es agua pasada y ahora vivo con mi amigo el Joker —dije intentando sonar graciosa para desviar la atención de nuestros antiguos planes con nuestros ex.
—Cierto, Quinn. A propósito, ¿cómo te fue en el exámen?
—La verdad, mejor de lo que esperaba. Ni siquiera estuvo tan difícil.
—¿En serio? Eres una crack, Emma —me felicitó chocando nuestros puños.
—Puede ser, pero igual gracias por ayudarme a estudiar.
—Cuando quieras —asintió.
—Trataré de no necesitarlo muy seguido, pero gracias por la oferta.
—Hablando de ofertas, ¿quieres ir a dar una vuelta? Ya sabes, en plan amigos, para conocernos mejor. A no ser que tengas algo que hacer.
—Acabo de decirte que no tengo planes —le recordé—. Me encantaría. ¿A dónde vamos?
—¿A tomar helado te parece bien?
—Oh sí, necesito algo frío en el sistema —reí.
—Bien. Dame tu mochila —pidió, extendiendo su mano para que le diera mi mochila.
—No hace falta, ni siquiera pesa.
—No importa —se encogió de hombros.
A veces me sorprendía que chicos tan caballerosos aún existieran. Era un gesto simple, solo quería llevar mi mochila, pero para mí era hermoso. Me la quité y se la entregué.
—Gracias...
Desalojamos el jardín para dirigirnos al estacionamiento, donde estaba aparcada la camioneta de Allan. Como de costumbre me ayudó a subir y luego rodeó el vehículo para incorporarse también. No estuvimos mucho tiempo a bordo, cerca del campus hay mucha actividad comercial, entre ellas el centro comercial en el que trabajo y la cafetería que frecuentamos. Nos estacionamos afuera de una pequeña heladería llamada Nia's Ice Cream. Parecía diseñada desde el punto de vista de una niña pequeña, pero lo colorido del lugar me gustaba.
Bajamos del vehículo e ingresamos a la heladería. Estaba repleta de gente, en su mayoría niños, lo cual era normal en vista de que son la clientela más fiel en este tipo de negocios, pero ni siquiera podíamos movernos.
—Si esto está así un lunes, no me lo imagino un viernes —le comenté a Allan sosteniéndome de su brazo para no perderlo de vista.
—Escogí un mal horario para venir. ¿Qué te parece si compro los helados y nos los tomamos en el parque que queda aquí cerca?
Antes de que respondiera, un niño de unos 7 años me pisó y seguidamente su madre me golpeó el hombro mientras salían del local. Allan me rodeó con sus brazos y me pegó a su cuerpo, abrazándome a modo de protección.
—Sí, totalmente de acuerdo —asentí adolorida.
—Ok, espérame afuera antes de que te vuelvan a golpear.
Sin separarse de mí, me llevó nuevamente hasta la entrada de la heladería y salí de allí en un movimiento rápido. Caminé hasta la camioneta y me apoyé a ella esperando a que Allan saliera. Mientras tanto revisé mi teléfono, tenía un mensaje de Jane.
Jane:
Sorry amiga, estoy en unas prácticas. Nos vemos mañana para que me cuentes TODO lo que pasó con Allan.
PD: No tienes idea de lo que Carlos, Mery y yo hicimos. ¡Estamos locos!
Yo:
Ok, tengo MUUUCHOS detalles sucios que contarte.
Me reí al enviar el mensaje. Claro que no habían tantos detalles sucios, pero sabía que esas pocas palabras no la dejarían dormir y quería torturarla un poco por permitir que me besara con Allan al estilo película porno aquella noche.
Al cabo de unos pocos minutos apareció Allan con dos conos de helado, uno de chocolate y otro de vainilla, y algo agitado.
—Olvidé preguntarte cuál era tu sabor favorito. El mío es el chocolate, pero si lo quieres... —me dijo acercándome el cono de chocolate.
Sonreí y tomé el de vainilla.
—Gracias, pero el de vainilla es mi favorito —reí y acto seguido le di la primera probada del helado.
—Uff, que bueno. No soy fan de compartir cuando se trata de chocolate —suspiró y probó el suyo.
Reí y comenzamos a caminar con dirección al parque, que quedaba a dos calles de allí.
—Bien, comienza el cuestionario. ¿Lista? —me preguntó animado.
Me agradaba su entusiasmo.
—Let's go.
—Mmm...algo básico...¿cumpleaños?
—14 de febrero.
—¿En serio? —sonrió sorprendido.
—Anjá, nací un día de San Valentín hace 21 años.
—Me imagino la proeza que debe ser encontrar un regalo de cumpleaños y de San Valentín lo suficientemente bueno para ti.
—En realidad, si consigues un vestido de noche, unos Jimmy Choo's a juego y una buena cita, consideraría incluso casarme contigo —bromeé.
—Es bueno saberlo —rió.
—Bien, ¿cuándo es tu cumple?
—1ro de diciembre.
—¡Es el mes que viene! —chillé.
—Anjá —dijo sin muchos ánimos para luego darle una lamida a su helado.
—No te emociona mucho tu cumpleaños, ¿cierto?
—No mucho que digamos...me trae malos recuerdos —respondió con la voz apagada.
Recordé lo que dijo ayer...hay cosas que aún no va a contar porque no tenemos la suficiente confianza. Me gustaría utilizar la ''Técnica Jane'' de echarle sal a la herida para superarla más rápido, pero no quiero lastimarlo, porque al parecer ese tema no es de ahora sino de hace mucho tiempo atrás; y yo sé muy bien lo que cuesta superar un pasado doloroso.
—Bueno, siguiente pregunta. ¿Cómo fue tu vida en High School? —cambié de tema y de tono.
Lo pensó por unos segundos frunciendo los labios y luego me sonrió.
—Veamos...fui capitán del equipo de fútbol, era popular, tenía a cualquier chica que quisiera y entré a esta universidad gracias a una beca de estudios que gané por un concurso estatal de matemáticas, así que...creo que lo pasé de puta madre —sonrió.
—O sea que eras el estereotipado chico deportista popular.
—No, yo no le pegaba a los nerds —me guiñó un ojo.
—Pero sí estabas con muchas chicas.
—Tampoco.
—Acabas de decir que tenías a cualquier chica que quisieras —lo golpeé en el brazo por mentiroso.
—Dije que tenía a cualquier chica, no que me tiraba a cualquier chica. Yo era más del tipo enamoradizo, pero por culpa de Carlos me convertí en un playboy.
—No te creo nada —entorné los ojos en su dirección.
—¿Por qué no?
—Porque desde que llegué a esta universidad todo lo que había escuchado acerca de Allan Lerman es que era uno de los playboys más sexys y que jamás se comprometía con nadie.
—Acabas de darme la razón —sonrió apuntándome con el dedo índice.
—¿A qué te refieres?
—En la parte de que no me comprometo con nadie, ¡es por culpa de Carlos! —señaló como si fuera lo más obvio del mundo.
—¿Qué tiene que ver Carlos con tu vida amorosa? ¿Es tu novio o algo? —bromeé.
—Ja ja, muy graciosa. Claro que Mery está de acuerdo con el trío —me devolvió la broma con mucho sarcasmo.
—Ok, entonces dime qué tiene ver Carlos Cupido.
—Cuando teníamos 13 años mi mamá obligó a Carlos a prometerle que nunca dejaría que una chica que no me mereciera me rompiera el corazón. Obviamente falló con Vanessa, pero él me advirtió desde el principio que no le gustaba como novia para mí. El punto es que cada vez que me ''enamoraba'' de una chica, si Carlos no la consideraba ''digna'', hacía hasta lo imposible para separarme de ella, y arruinó mi reputación más de una vez en el intento. Así que cada vez alguien me gustaba y él no le daba el visto bueno, yo le dejaba claro a la chica que solo sería temporal y nada de compromiso. Luego con el tiempo me acostumbré a ese tipo de relaciones ''intermitentes'' y me di cuenta que ser playboy era mucho más rentable y menos complicado.
—Linda historia. ¿En serio Carlos se ponía tan intenso?
—Oh sí. En último año me gustaba la capitana de las porristas, pero ella tenía fama de zorra de quinta. Cuando Carlos se enteró de que habíamos tenido más de tres citas, corrió la voz en la escuela de que yo era gay —confesó en tono burlón, pero avergonzado.
Traté de contener la risa, pero me fue imposible. Casi tiro lo que quedaba de mi helado en el proceso, pero no podía parar de reír solo de imaginarme las embarazosas escenas por las que tuvo que pasar Allan en aquel entonces.
—No te rías. Estuve tres meses sin sexo. Nunca en mi vida me había masturbado tanto.
Sus comentarios solo provocaron que me mofara el doble. Él no parecía estar ofendido, más bien disfrutaba verme reír así. A modo de venganza me quitó mi helado y se comió lo poco que quedaba de mi deliciosa bola sabor vainilla.
—¡Oye! —le grité, intentando que me lo devolviera, pero ya era demasiado tarde.
—Eso te pasa por burlarte de las desgracias ajenas —me sacó la lengua como si de un niño pequeño se tratase.
—Lo siento por burlarme de tu relación tóxica con tu mejor amigo —hice un puchero.
Me sonrió y me dio su helado, no quedaba mucho, pero tampoco me quejaba.
—Y no es una relación tóxica. La verdad es que gracias a él me he librado de muchos problemas y decepciones amorosas. Ya te lo dije, soy enamoradizo.
—Pero no te libró de la innombrable —comenté en modo consuelo.
—Lo intentó, y mucho. Desde el principio no le gustó para mí, y Mery y yo lo tachamos de exagerado sobreprotector —pateó una piedra del camino y se introdujo las manos en los bolsillos de su pantalón—. Debí hacerle caso.
—Nadie escarmienta por cabeza ajena. Eso también lo aprendí con mi ex, Jane y mi madre lo odiaban.
—¿Ah sí?
—Jane decía que Dave era un idiota egocéntrico que no me dejaba brillar con luz propia, y mi madre, como buena suegra insoportable, lo echó de su casa el día que fuimos a presentarlo.
Cómo olvidar ese día...
—Me has contado poco de tu madre, pero parece ser dura.
—Lo es, pero me adora y yo a ella. Con el tema de los chicos es como Carlos contigo, si no lo considera ''pasable'' a la primera, olvida cualquier tipo de relación a largo plazo conmigo.
—Me arriesgaré a preguntar...¿ha habido alguno ''pasable''? —entornó los ojos.
—Ni uno. Pero hay que admitir que mi mamá tiene ojo clínico, he salido con puros idiotas —reí sin gracia.
—Claro que son idiotas, por perderte —me sonrió.
El corazón me comenzó a latir irregularmente. No era la primera vez que escuchaba a Allan decir eso, pero...no sé, esta vez me lo dijo directamente a mí y...por un minuto, me sentí la mujer más especial del mundo al escucharlo.
—Llegamos —anunció al llegar al parque, ni siquiera noté que ya habíamos caminado las dos calles y que los helados ya no existían.
Nos sentamos en un pequeño banco, desde él se podía admirar una linda vista del parque. Miré a mi alrededor, no era justamente el típico paisaje primaveral, después de todo estábamos en pleno noviembre y las hojas de la gran mayoría de los árboles yacían en el suelo, el clima era un poco frío y lo más colorido que había en aquel lugar eran unos pocos juegos infantiles a unos metros de nosotros; pero me gustaba.
—Ok, siguiente pregunta —aplaudí animada, me estaba gustando ese juego.
—Algo que ames.
—Pues... —pensé en algo que no fuera tan obvio como mi carrera o mi tendencia a enamorarme de "buenos chicos" que terminan siendo unos soberanos idiotas—. Supongo que pasar tiempo con las personas que amo y que me aman a mí. Crecí rodeada de hipocresía, de amigos falsos y la mayoría de mi familia vive en otras ciudades. Así que aprecio enormemente a quien se queda y me quiere.
Dirigí mi vista hacia Allan cuando percibí el peso de la suya sobre mí. Tenía la cabeza ladeada, mirándome con una sonrisa casi involuntaria. En realidad..me observaba como si hubiese dicho lo mejor que había escuchado en mucho tiempo.
—¿Qué? —pregunté, inquieta ante lo penetrante de su mirada.
—Nada, solo...me hiciste pensar en que yo también amo eso y nunca me había detenido a verlo desde esa perspectiva —apoyó sus antebrazos sobre sus rodillas y sonrió a medias mirando hacia el frente—. Te toca preguntar.
—Aparte de Carlos, Mery y tu madrina, ¿hay alguien más que haya marcado tu vida?
—Sí, hay alguien más —devolvió la vista a mí dirección—. Brook.
¿Dijo Brook?
—Brook. ¿Una...chica?
—El nombre es unisex, ¿recuerdas? —rió por lo bajo—. No es una chica, es un chico. Mi segundo mejor amigo.
Uff, qué alivio.
Pensé que era una ex o...¡Emma, deja de pensar en idioteces!
—¿Y por qué no lo he conocido aún?
—No estudia en Johnson y está en el extranjero. Lo extraño bastante, aunque con él alrededor tendría los problemas garantizados. Se supone que volverá a la ciudad cuando se gradúe —me sonrió—. Sí para cuando lo haga seguimos viviendo juntos, tendré que cuidarte.
—¿Por qué? —dejé escapar una risa nerviosa.
—Porque Carlos y yo juntos no somos ni la mitad de playboys que él. Si pone los ojos en ti, no se detendrá hasta que caigas y eso definitivamente no es algo que quiera ver —hizo una mueca de asco.
—¿Y porqué te desagradaría verlo? —sonreí, insinuante.
—Pues...emm... —se echó hacia atrás, apoyándose en el espaldar del banco mientras carraspeaba—. Mejor sigamos con las preguntas. ¿Algo que odies?
Ok, pudín. Por hoy olvidemos el tema.
—¿Solo una cosa?
—Las que quieras —se encogió de hombros.
—Que me hagan esperar —comencé a enumerar—. Cuando hablan en el cine. No tener nada que ponerme para una ocasión especial. A los innombrables y a Fátima. Ir de camping. Los arándanos y las motos.
—Estoy de acuerdo contigo en casi todo, excepto las motos y el camping. Adoro ambas cosas. ¡Ah!, y también ese drama por no tener nada que ponerse, las chicas lo piensan mucho, a nosotros nos basta que sea cómodo y combine. A veces ni nos molestamos con que combine y usamos lo primero que encontramos.
—Eso es porque ustedes no tienen ni idea de lo difícil que es ponerse guapa. Es todo un proceso. La ropa. El maquillaje. Los zapatos. El peinado. El atuendo correcto según el lugar y la ocasión. No repetir el outfit... —suspiré—. En fin, es complicado.
—¿Lo ves? Se complican demasiado —rodé los ojos ante su poca comprensión del código estético femenino.
—Podríamos estar discutiendo toda la tarde sobre esto, así que dime qué es lo que tú odias.
—Además de las cosas en las que concuerdo contigo...limpiar. Despertar temprano los fines de semana. Que Carlos me arruine las citas. Ir de pesca. Esa música horrible que ponen cuando te dejan en llamada de espera. A mi padre y diciembre en general —enumeró pasando de tono alegre a triste al decir las últimas dos cosas de la lista.
No quería presionarlo ni orillarlo a contarme. Me guardé para mí misma las preguntas que comenzaban a flotar en mi cabeza: ¿Por qué odia a su padre? ¿Qué fue eso tan fuerte que ocurrió en diciembre? ¿Por qué estos temas le bajan tanto el ánimo? No formulé ninguna de ellas en voz alta, mi deber como amiga era respetar su dolor y ayudarlo haciéndolo sentir mejor, así que lo abracé y, aunque al principio se sorprendió, me correspondió el abrazo.
—Lo siento, Allan, diciembre está a la vuelta de la esquina.
—Tranquila, hibernaré hasta enero —bromeó y entre risas nos separamos.
—Por favor no. Necesito a mi roommate, príncipe azul, Superman, Joker, pudín alegrándome y salvándome el día —rogué divertida, contagiándole algo de alegría.
—Ok, me saltaré la hibernación este año —sonrió—. Me gusta hablar contigo, ¿sabes?
—Y a mí contigo. Es divertido y relajado, como si nos conociéramos desde siempre.
—Sí, yo también lo creo —asintió sin despegar sus orbes grises de los míos—. Siguiente pregunta.
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Nuevo capítulooo!!!!
Espero que les haya gustado el pequeño acercamiento de Allan y Emma.
¿Quién tiene curiosidad por saber qué le ocurrió a Allan en diciembre?
Besos de Karina K.love😉
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