Capítulo 11: Solo amigos

Emma

La cara se me caía de vergüenza.

Fui la primera en decir que era un completo error enredarme con mi roommate, ¿y qué hice? Lo besé como si de una película erótica se tratase. ¿La peor parte? Me encantó y me moría porque Fátima apareciera de nuevo para poder repetirlo.

Quizás era porque Dave llevaba unos dos meses sin tocarme y estaba más caliente de lo normal, pero nunca había sentido tanta pasión y ternura en un simple beso. Pero preferí pensar que estaba urgida antes que replantearme mi estricta regla de no acostarme con él. Si estamos así a causa de un tonto beso, no me quería imaginar qué pasaría si llegamos más lejos.

Tomamos asiento en la misma mesa, yo volví a mi asiento y Allan tomó el lugar que anteriormente ocupaba Jane.

Esa traidora. ¿Cómo pudo dejarme sola en un momento así? ¿Qué clase de amiga hace eso?

Nuestras miradas se cruzaban por cortos lapsos de tiempo e inmediatamente rompíamos el contacto visual. Era en serio una situación incomodante, en todo sentido de la palabra.

—Escucha, Emma, esto es ridículo —esta vez me miró directo a los ojos.

—Tienes razón. Solo fue un beso, no tenía que tornarse todo tan...tan...

—Incómodo —terminó por mí.

—Exacto. Somos amigos. Solo amigos, ¿no?

—Sí, sí, claro. Después de todo no se repetirá, solo era para quitarme de encima a Fátima y creo que ya lo logré —dijo haciendo ese gesto de sacudirse el cabello y sonreír—. Gracias, por cierto.

Claro, Fátima. Esa es la única razón por la que me besó. No debería estar decepcionada pero lo estaba, lo cual no tenía sentido porque soy yo la que acaba de decir que solo somos amigos.

¿Por qué soy tan complicada?

—Por nada. Simplemente...olvidemos lo que acaba de pasar y continuemos como hasta ahora. Nos llevamos muy bien y no me gustaría que esto complicara las cosas.

—Estoy de acuerdo. Entonces...¿amigos? —extendió su mano.

—Amigos —la estreché.

—Pues...amiga, lo siento por ponerte en esta situación con la pesada de Fátima —se disculpó bastante apenado.

—Tranquilo, en parte estoy contenta de poder restregarle algo en la cara por fin. No la soporto.

—Ni yo.

—¿Cómo está Mery? —cambié de tema, solo para que la conversación no se enfriara y no regresar a la incomodidad.

—No la he visto hoy, pero Carlos dijo que bien. A propósito, ¿sabes qué pasó entre ellas?

—No tengo ni idea, a Jane no le gusta hablar del tema —apoyé mis codos sobre la mesa.

—Lo mismo pasa con Mery. Ella es un amor, incluso soporta a Fátima —frunció un tanto los labios—. No entiendo por qué es tan dura con Jane.

—Jane me dijo que había sido su culpa.

—No me parece una mala chica. ¿Qué será eso tan malo que ocurrió?

—Solo nos queda esperar a que una de las dos decida contarnos y quizás podremos ayudarlas a reconciliarse —me encogí de hombros y Allan me brindó una sonrisa tierna.

—Eso es muy lindo de tu parte —amplió su sonrisa dejándome hipnotizada, ¿cómo alguien puede sonreír así?

—Jane ha hecho mucho por mí, me encantaría poder arreglar su conflicto con su hermana por ella —suspiré.

En serio, si supiera qué generó el problema en primer lugar, hallaría la forma de componerlo por ellas. No tengo hermanos, pero todos saben que el amor de gemelos es especial y estaba segura de que ambas se extrañaban demasiado la una a la otra.

—Hagámoslo —dijo de pronto.

—¿En serio?

—Sí, por qué no. Mery es mi mejor amiga, Jane es tu mejor amiga y estoy seguro de que Carlos también estará en el plan. Reuniremos a las gemelas.

—Me gusta la idea. Pero hay que hacerlo poco a poco y sin que lo noten ir acercándolas.

—Está hecho —sonrió y asintió.

Escuché mi teléfono sonar, era un mensaje. Allan y medio café también lo recibió. Era una invitación para una fiesta de fraternidad, el equipo de fútbol americano irá a la final esta temporada y van a celebrarlo por todo lo alto. No me sorprendía en lo absoluto, la primera regla no escrita de todo universitario es fiestar a lo grande incluso por pequeños logros, así que lo agrandan el doble cuando son logros como este.

—¿Irás? —me preguntó mi acompañante.

—No, la verdad es que no estoy de ánimos para fiestas.

Y era cierto, una fiesta como esta fue la escenografía de mi ruptura. Los innombrables estarían allí y seguramente Fátima también y, conociéndome, acabaría borracha haciendo cosas de las que me arrepentiré a la mañana siguiente.

Así que sí, prefiero ahorrarme nuevas vergüenzas públicas.

—¿Tienes algo en contra de las fiestas?

—No lo tenía hasta que me dejaron en una y mi ruptura se hiciera viral en las redes sociales —me encogí en mi asiento.

—Vamos, ven conmigo, porfa —hizo un puchero tal cual niño pequeño.

—No.

—Si es por nuestros ex, hay muy pocas probabilidades de que nos topemos con ellos, y por lo de Fátima no te preocupes, no tendrás que besarme de nuevo.

Si supieras que eso es justo lo que quiero hacer...

—No.

—Porfa.

—No.

—Porfa —hizo otro puchero.

—No —tituveé.

—Si no fueras mi amiga, te besaría y ya hubieras dicho que sí —sonrió pícaramente.

—En ese caso, qué bueno que somos solo amigos, porque no voy a ir.

—Emma no seas aburrida.

—¿Aburrida? —me ofendí.

Este chico en serio no conoce mi faceta fiestera. Soy todo menos aburrida.

—Creí que eras más divertida. Pero creo que prefieres quedarte en casa, sola, quizás viendo películas mientras toda la universidad se la pasa en grande.

—Sé lo que estás haciendo —me crucé de brazos.

—¿Qué es lo que hago según tú? —me imitó.

—Me estás provocado con una muy obvia psicología inversa para que vaya a la fiesta, pero no voy a caer en tu juego infantil.

—No lo hagas. Sáltate el juego infantil y ve directo a la parte de: ''Ok, Allan. Iré contigo a la puta fiesta'' —sonrió.

Ok, recapitulemos.

No había hecho nada divertido —a excepción del maratón de pelis de ayer— desde la ruptura. A los innombrables me los podría cruzar en cualquier parte ya que encima de ser vecinos, asistimos a la misma universidad y los mismos sitios sociales. La fiesta sería una buena oportunidad para darle a las gemelas el empujón que necesitan. Y...¿¡a quién engaño!? Llevo meses sin ir a una buena fiesta estando soltera, lo necesito.

Pero...mi sí, mis reglas.

—¿Me cuidarás?

—Como si fueras mi hermana pequeña —aseguró.

—¿Regresaremos temprano? —inquirí.

—Más tardar a las 3:00 a.m.

—A la 1:00 a.m.

—2:00 a.m. —rebatió.

—Ok.

—Entonces...¿irás? —su sonrisa se asomó de nuevo.

—Ok, Allan. Iré contigo a la puta fiesta.

—¡Sí! Te adoro.

Tomó del brazo a una camarera que justo pasaba por nuestro lado en ese instante. La chica lo miró confusa y luego él me señaló con su dedo índice.

—La adoro.

—Ehh, ok —dijo la camarera y acto seguido se fue, riendo disimuladamente.

—¿Era necesario? —reí, él solo se encogió de hombros en respuesta.

—¿Vas a casa? —cambió de tema.

—No, al trabajo.

—Te llevo —se ofreció.

—No —negué con la cabeza—. La verdad es que ya te debo muchos favores y además no creo poder subirme a una moto otra vez.

—¿Quién dijo algo de moto? —rió sin gracia—. Carlos está afuera con mi camioneta.

—¿En serio?

—Sí, salió antes que yo de la uni y le pedí que trajera mi camioneta porque quería recogerte a la salida, pero sabía que no te agradaría la idea de montar en moto otra vez.

¿De verdad hizo eso por mí...?

—Wow —musité—. Gracias, Allan. Qué lindo de tu parte.

—No es nada —hizo un ademán, como si en verdad no fuera la gran cosa. Y quizás no lo era, pero para mí sí—. ¿Dónde trabajas?

—En el centro comercial de aquí cerca.

—Vamos entonces.

Salimos del lugar y caminamos en dirección al estacionamiento. Divisamos la camioneta de Allan y al lado de ella estaba Carlos esperándolo.

—Hola, amigo. Qué hay, Cenicienta —nos saludó el castaño.

—Hey, hermano.

—Hola, Carlos —agité mi mano a modo de saludo—. ¿Cómo está Mery?

—Sin intención alguna de hablar del tema. ¿Tú sabes qué pasó con su gemela? —parecía preocupado.

—No, ojalá supiera, así sería más fácil hacer que se reconcilien.

—Justo de eso quería hablarte, Charlie —intervino Allan. ¿Charlie? Debe ser su apodo—. Emma y yo ideamos una especie de plan para reunirlas de nuevo, poco a poco, y que resuelvan sus problemas.

—Los ayudo, en serio no me gusta ver a Mery guardándole rencor a alguien, y menos si se trata de su hermana.

—Genial, amigo —le palmeó el hombro—. Ya nos pondremos de acuerdo con eso, ahora tengo que llevar a Emma a su trabajo.

—Oye, al menos da las gracias por traer la camioneta —reclamó el chico con un enojo obviamente fingido.

—Lo siento. Gracias por traerme la camioneta, papá —respondió Allan en el mismo tono sarcástico.

—Me voy a casa, esta juventud está perdida —bromeó Carlos imitando la voz de un anciano y no pude evitar soltar una carcajada.

—¿No vas a decir adiós? —Allan hizo un puchero.

—Claro que sí, bebé —le dio un sonoro beso en la mejilla que rápidamente mi roommate se limpió y se despidió de mí antes de irse.

Se nota a leguas que son muy buenos amigos.

—Perdón por él, es tonto.

—Tranquilo, me cae bien —sonreí.

—Te ayudo a subir a la camioneta.

Me impulsó a subir tomándome de la cintura sin mucho esfuerzo —es fuerte— y luego rodeó el vehículo para subirse al asiento del piloto. Manejó hasta al centro comercial, el cual no se encontraba muy lejos. Al llegar, me ayudó a bajar con la misma caballerosidad y caminamos hasta la entrada del lugar.

—Bueno, gracias por traerme...otra vez —reí, porque básicamente lo estoy convirtiendo en mi chofer personal.

—Tranquila, para eso están los amigos.

—Ok, nos vemos luego en casa.

Entré al centro comercial y recordé un detalle importante tan pronto me topé con una chica que llevaba más bolsas de las que podía cargar, ¡NO TENÍA ROPA PARA LA FIESTA! Al menos no ropa nueva y eso era malo, ¡muy malo! Recordé además que, si iba a esa fiesta, sería como la novia de Allan ya que tenía que callarle la boca a Fátima, y no voy a mentir, me encantaría hacer lo mismo con Dave y Vanessa.

Corrí de vuelta a la entrada, pero no había rastro de mi roommate, así que me apresuré para llegar al estacionamiento antes de que se marchara. Cuando llegué, estaba encendiendo la camioneta, a punto de marcharse.

—¡Allan! ¡Allan! —grité, agitada de correr.

Por suerte el chico me escuchó y bajó de la camioneta para caminar en dirección hacia mí.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupado.

—Sí, solo estoy fuera de forma —respondí entre jadeos, en serio necesitaba hacer ejercicio.

—¿Se te quedó algo en la camioneta o...?

—No —lo corté—, necesito tu ayuda con algo.

—Lo que sea, dime.

—Va a sonar muy tonto, pero necesito que me ayudes a elegir mi look para la fiesta.

—¿Por qué necesitas que te ayude? —ladeó la cabeza—. El día que te conocí te veías muy bien.

¿Recuerda cómo me veía cuando me conoció? Se nota que estaba borracho, porque me veía del asco con el maquillaje corrido y para ponerle la cereza al pastel se me rompió un tacón. Pero fue lindo que me lo dijera, eso es lo que el idiota de Dave debió haber dicho si al menos hubiese ido esa noche a la cita en lugar de ponerme los cuernos con Vanessa en la fiesta.

—Te necesito porque recuerda que Fátima estará allí, tendré que ser como tu novia o algo así. Voy a comprar ropa nueva y quiero saber tu opinión.

—Nunca he sido un consejero de moda, pero... —se encogió de hombros — ok, la verdad es que no tengo nada mejor que hacer.

—¡Genial! Gracias.

Ingresamos al lugar conmigo guiándolo hacia la tienda en la que trabajo, que dicho sea de paso sería en la que iba a comprar mi ropa nueva. Es una de las muchas tiendas del mall, se llama Fashion Side y se dedica principalmente a la venta de ropa adulto-juvenil femenina y masculina, aunque también vendemos accesorios, zapatos y maquillaje. Suele estar llena de adolescentes de instituto y universitarios.

Divisé a Jamie, mi compañera de trabajo, tan pronto entramos y, en vista de que estaba mirando una revista en lugar de estar atenta a las pocas clientas que se estaban probando ropa, he de suponer que Loretta, nuestra jefa, no estaba por aquí.

—Hola, Jamie.

—Hola, Emma —alzó la vista para mirarme, pero su atención se fijó en Allan— ...y hola a ti también, guapo.

—Hola —respondió Allan un poco incómodo.

—Jamie él es Allan. Allan ella es Jamie —los presenté apuntándolos con el dedo índice.

—Emma, no me habías dicho que tenías nuevo novio guapo —comentó la rubia oscura con la indiscreción que la caracteriza.

—No es mi novio, es mi roommate —rodé los ojos.

—O atacas tú o lo hago yo —susurró en mi oído y le di un codazo por ser tan pervertida.

—Loretta no está, ¿cierto?

—No, se fue temprano y no volverá en todo el día.

—Perfecto, porque necesito ''ir de compras'', ya sabes —le guiñé un ojo.

—Adelante, si la ogra viene, te hago la seña de siempre.

Jamie será una pervertida indiscreta, pero es buena compañera de trabajo y me la paso bien con ella. Cuando empecé a trabajar aquí, no pensé que esa rubia de pelo risado con sus uñas perfectamente pintadas y su expresión de todo me importa una mierda sería mi amiga.

Teníamos una seña para cuando la explotadora de nuestra jefa estuviera cerca, es una odiosa que siempre busca algún motivo para gritar y criticar nuestro trabajo alegando que no hacemos nada bien.

Para evitar que me atraparan in fraganti —aunque Jamie me estuviese cubriendo las espaldas—, preferí dirigirme al fondo del local. Además, ahí siempre se encuentra lo mejor, Loretta estratégicamente lo coloca en ese sitio para que los clientes atraviesen todo el negocio antes de llegar allí y así se interesen por más cosas. Seleccioné junto a Allan varios outfits para esta noche y fui al probador a ponerme uno por uno. Esto solía hacerlo con Jamie o con Jane, de hecho nunca lo había hecho con un chico, pero siempre hay una primera vez, ¿no?

—¿Este está bien? —le pregunté al pelinegro al salir del probador.

—Mmmm, no está mal. Pero no me convence —frunció los labios, negando con la cabeza.

—¿Qué tiene de malo?

Llevaba puesto unos jeans de mezclilla ceñidos, un suéter de lana holgado color azul marino y unas botas negras.

—No tiene nada de malo. Solo que es un look muy sencillo, parece que vas a clases. Aunque no me malentiendas, te queda bien.

—¿Entonces qué sugieres? Este es el décimo outfit —me quejé, frustrada.

—Por mi experiencia de ex-playboy te sugiero que busques algo más sexy, como lo que tenías puesto cuando te conocí.

—No lo sé Allan —me abracé a mi misma, incómoda con la idea.

—Déjaselo a tu roommate —me guiñó un ojo antes de desaparecer de mi vista.

Volvió con un vestido rojo bastante llamativo. Ceñido, largo hasta la mitad del muslo, con una apertura en la pierna derecha y un escote revelador, pero no vulgar. Era el vestido perfecto, pero...no me sentía lo suficiente para cubrirlo.

—Ponte esto, te verás genial —alzó el vestido a su altura y lo mostró tal cual auncio de televisión.

—No estoy segura —negué con la cabeza.

—Oh vamos, Emma. Me trajiste para ayudarte y eso estoy haciendo. Antes de ser el cornudo de Vanessa era un mujeriego con todas las letras, sé perfectamente cómo se deben vestir las chicas para llamar la atención.

—No lo sé, yo... —comencé a decir antes de que me interrumpiera.

—Tú vas a entrar en ese probador y te vas a poner este vestido —me tomó de los hombros, me giró, me metió en el probador y me dio el vestido.

¿Por qué eres tan insistente, Allan Lerman?

Pero, después de todo, no tenía nada que perder. Solo debía probármelo, demostrarle a Allan que una chica como yo nunca será como esas chicas con las que él solía ''pasar el rato'' cuando era playboy y buscar otro look.

Me puse el vestido y observé mi reflejo en el espejo interior del probador. Me quedaba muy bien, mejor de lo que yo creía, pero me sentía...insegura. Seguía sin comprender cómo dejé que mi autoestima cayera de esta forma.

¿Por qué permití que lo que me dijo un imbécil infiel influyese de esa manera en la imagen que tengo de mí?

Salí del probador un poco incómoda. Allan estaba sentado en un pequeño sofá ubicado frente a los probadores, concentrado en su teléfono.

Carraspeé para que se percatara de mi presencia y alzó la vista. Se quedó con cara de idiota, había olvidado cuándo fue la última vez que un chico se quedó así por mí, y...me gustaba la idea. Se levantó e hizo ese gesto tan particular suyo de sacudirse el cabello y sonreír.

—¿Puedo hacer un comentario olvidando por completo que somos amigos? —sonrió aún más.

—O sea la opinión de un ex-playboy —deduje, a lo cual asintió—. Ok, adelante.

—Estás buenísima. Tienes un trasero perfecto, pechos de actriz porno, curvas espectaculares —dijo dándome una vuelta y enviándome las miradas más descaradas que podía—. ¡Mierda! Eres una jodida modelo

—Si no fueras mi amigo, ya te habría dado una merecida bofetada —lo asesiné con la mirada.

—Lo siento, y volviendo a mi rol de amigo, en serio estás guapísima —separó uno de mis mechones de cabello y lo colocó detrás de mi oreja, adoro ese tipo de gestos.

—Me cuesta un poco creérmelo —di un paso atrás, cabizbaja.

—¿A qué te refieres con eso? —frunció el ceño, confundido.

—Nada, solo que...no creo que sea para tanto.

—¿Qué no es para tanto? ¿El vestido?

—No, yo —musité, me avergonzaba esta faceta mía.

—No entiendo. ¿Estás diciendo que tú no eres para tanto?

—Sí —suspiré—. Cuando el chico al que amas te deja por otra y encima diciéndote cosas horribles, comienzas a creer que...que no eres suficientemente buena.

Estaba avergonzada, admitir que mi autoestima estaba por los suelos no era algo para presumir y tampoco estaba orgullosa de ello. Solo Jane lo sabe y la última persona a la que pensaba contárselo era a este chico, pero, repito, me inspira confianza y después de todo ahora es mi amigo.

Sentí sus dedos sobre mi barbilla e hizo que lo mirase. Su mirada no era de lástima o algo parecido, sino de...comprensión.

—Escucha, te entiendo y lo sabes. Pero nada de lo que ese idiota te haya dicho es cierto. De verdad, eres preciosa y suficientemente buena para lo que sea y...aunque voy a sonar como un pervertido...me arrepiento de no haberme acostado contigo saliendo de aquel bar.

No sé por qué, pero ese comentario hizo que mi corazón fuera a millón y mis mejillas ardieran. Fue una extraña mezcla de ternura y perversión, pero capté la idea.

¿De dónde salió este chico y por qué no apareció en mi vida antes?

—¿De...de verdad...lo crees? —tartamudeé, algo nerviosa.

—Claro que sí. ¿Acaso no te has visto? Eres guapa, divertida, inteligente, interesante y tienes un cuerpo de escándalo. Así que no quiero que vuelvas a decir que no eres para tanto, porque vales muchísimo.

—Eres un chico increíble, ¿lo sabías? —le sonreí.

—Bueno, me han dicho playboy de mierda, mujeriego y Carlos una vez me gritó maricón en un club de golf estando borracho. Larga historia. Pero eres la primera en llamarme chico increíble, gracias por eso, amiga —rió y la última palabra me hizo volver a la realidad, es mi amigo y solo eso.

—De nada, pudín —guiñé un ojo.

—¿Sabes una cosa? Yo te compro el vestido —sonrió.

—¿En serio?

—Claro, es mi forma de devolverte el favor. Ya sabes, por ser mi novia falsa.

—Será un placer ser tu novia falsa.











▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪▪
Nuevo capítuloooo!!!

¿Qué les pareció el cap?

Besos de Karina K.love😉

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top