Capítulo XLIII

— No tengo derecho a pedirte nada — dice entrando en casa — pero por favor no me juzgues.

No respondo, no sé qué decir. Noto las manos de Derek en mi cintura y yo me relajo un poco a la vez que el semblante de Eliana se oscurece.

— ¿Qué hace él aquí? — Pregunta intentando ocultar su malestar. No lo consigue.

— Derek es más familia que tú, así que pasa al salón o lárgate — de repente me he armado de valor.

Que ponga mala cara cuando ve a mi novio no me gusta nada. ¿Qué hace aquí? Darme apoyo emocional, protegerme, echarte de casa si es preciso. Parece que no es consciente del daño que me ha hecho, si piensa que voy a estar sola con ella está muy equivocada.

Parece que ha notado mi enfado porque traga saliva y camina hacia el salón. Mis hermanos se han sentado en los extremos del sofá y nos han dejado a nosotros en el medio. No se levantan a saludar a Eliana, simplemente le señalan una silla que han colocado a cierta distancia. Tomamos asiento y esperamos en silencio a que alguien hable.

— Lo primero de todo — comienza Eliana — me alegro mucho de volver a veros. Os habéis convertido en dos hombres maravillosos y habéis hecho muy buen trabajo con Luna.

Nadie responde, miro de reojo a mis hermanos y les veo con expresión muy seria.

— Vale... — Eliana se frota las manos con nerviosismo.

¿Qué esperaba? ¿Creía que la íbamos a recibir con los brazos abiertos? Si de verdad lo pensaba es porque realmente no es consciente de todo lo que ha hecho, y eso me da más miedo aún.

— ¿Por dónde empiezo?

— Por el principio — respondo muy seria.

— Como sabrás, tu padre y Carol se mudaron al piso de enfrente. Eran sólo unos años mayor que yo y, sinceramente, me daban mucha envidia, pero envidia de la sana. Cómo se querían, cómo iban formando su vida, su familia, lo mucho que os quería. Esa mujer era maravillosa.

— No hables de nuestra madre — la regaña Tom.

Eliana asiente y agacha la cabeza.

— Vosotros erais pequeños cuando Carol murió y como mi madre os tenía, y aún tiene, mucho aprecio se ofreció a ayudar y vuestro padre aceptó. Tenían muy buena relación. Pero mi madre cayó enferma y tomé su lugar. Limpiaba la casa, cocinaba, os ayudaba con los deberes... Vuestro padre trabajaba mucho para poder sacaros adelante y yo cada vez pasaba más tiempo con vosotros, tanto que al final terminamos creando un vínculo muy especial.

— Tanto como especial — susurra Sam y Eliana le mira, — te teníamos aprecio, al fin y al cabo tú cuidabas de nosotros pero si pensabas que podías sustituir a nuestra madre estabas muy equivocada.

— No era mi intención. Nunca quise ser una sustituta ni que me llamaseis mamá. Sólo quería ser una persona de referencia, alguien a quien pudierais acudir cuando os pasaba algo — explica Eliana.

— ¿Por qué? — Pregunto confusa.

— Porque llegó un momento en que tu padre y yo empezamos a pasar más tiempo juntos. Llegaba muy tarde de trabajar, cuando vosotros ya estabais durmiendo — dice refiriéndose a Tom y Sam — y algunas veces me pedía que me quedara a cenar. Decía que ya que me había esforzado y preocupado en dejarle cena para él quería compartirla conmigo. Estaba siendo ya algo habitual así que empecé a hacer cena para mí también. Sentía que teníamos algo especial y un acto de tu padre me lo confirmó — espera en silencio a que digamos algo, pero aguardamos pacientes a que continúe. — Una noche, cuando mi madre ya se había recuperado, me invitó a cenar fuera para agradecerme todo lo que hacía por vosotros. Otro día me invitó al cine, al teatro... Hasta que empezamos a salir los cuatro al parque, a pasear, al zoo...

— Como una familia — susurro más alto de lo que me gustaría.

— Exacto — responde Eliana. — Mi madre no lo veía bien, no le gustaba. Decía que no debía entrometerme en esa familia, o al menos dar más luto porque tampoco hacía tanto que habíais perdido a vuestra madre. Pero yo estaba enamorada, me había enamorado locamente de vuestro padre y él también de mí. Sabía que iba a ser difícil, cuando vosotros fuisteis conscientes de todo, no os gustó — explica con expresión triste.

— Yo sí te acepte, me alegraba que papá fuera feliz de nuevo — interviene Tom.

— Yo no, no te aceptaba, no te quería. Por mucho que pareciera que sí, en el fondo pensaba que querías reemplazar a mi madre y eso no podía ser — no logro captar si Sam está enfadado o dolido.

— No era mi intención, pero lo entiendo. Estabais en una etapa complicada y cuando me enteré de que estaba embarazada... Todo fue a peor.

— No entiendo como tener un bebé con la persona que amas es un problema — intervengo enfadada. — Un hijo es la mayor muestra de amor, el mayor acto que puede tener una pareja.

— Al principio estábamos felices — intenta excusarse Eliana con media sonrisa, pero no llega a sus ojos — pero a medida que avanzaba mi embarazo se volvía todo mucho más difícil. Tom y Sam rozaban la adolescencia y estaban insoportables. Tu padre trabajaba mucho más para mantenernos a todos, apenas le veía y yo no podía con todo. No me veía capaz de llevar una familia. Mi madre me ayudaba mucho pero no era suficiente. Me di cuenta que esta no era la vida que yo quería. Hablé muchas veces con tu padre de este tema pero él era tan positivo, decía que todo mejoraría, que vosotros os calmaríais, seríamos felices y entre todos cuidaríamos a ese precioso bebé que crecía en mi interior, pero yo no lo veía así. Cada vez estaba más agobiada y cuando rompí aguas... Fue el peor momento de mi vida. Me di cuenta de todo, absolutamente todo. Me había condenado a una vida que no quería, no estaba preparada para ser madre no sólo de un bebé, si no de tres personas. Mi libertad se vería reducida a pañales, biberones, dibujos animados, discusiones con vosotros, llantos de bebé... Todos esos pensamientos estaban mi cabeza en el momento en que estaba dando a luz y, cuando el médico sonrió diciendo que eras una bebé preciosa, fue a ponerte en mis brazos y yo te rechacé. Oí al médico tranquilizar a tu padre diciendo que lo más seguro es que al estar sometida a tanta presión haya desencadenado depresión post-parto. Sólo necesitaba tiempo y tranquilidad pero yo sabía que no era sólo eso, es que no podía ni mirarte.

Vale, ¿me está confesando que la depresión post-parto que usó como excusa era sólo eso, una excusa? ¿Una vil mentira?

— Y si todo era ya muy complicado, tu padre lo remató pidiéndome matrimonio. Fue lo que hizo que saliera huyendo. Él pensó que eso lo arreglaría, que así me demostraba que no estaba sola, que juntos podíamos superar cualquier cosa pero yo no quería superar nada, sólo quería vivir la vida de una chica joven, no quería ataduras. Mi madre intentó razonar conmigo muchas veces, me tranquilizaba, me hacía ver el lado positivo de todo, lo bonita que es la maternidad pero eso me duraba unos pocos minutos. Al final me cansé y cuando contacté con un abogado para renunciar a ti, me dejó de hablar. A día de hoy sigue sin hablarme.

No sé qué decir.

— ¿Te arrepientes de haber tenido a Luna? — Pregunta Derek, se está conteniendo. — ¿Habrías abortado?

— Lo pensé, cuando me fui lo pensé muchas veces y sí, debería haber abortado. Pero ahora que te tengo delante, mi preciosa niña, sé que hice bien teniéndote. Estás hecha toda una mujercita — dice con orgullo y lágrimas en los ojos.

— No, no, ni de coña, no me mires así, no tienes derecho — digo con la voz ahogada. — Acabas de decir que te arrepentiste de no haber abortado así que guárdate las falsas lágrimas y que ese orgullo desaparezca ahora mismo de tu cara.

Derek y Tom me agarran las manos y aprietan los dientes. No es justo, nada de esto es justo. Yo ya era feliz sabiendo que no tenía madre, ¿por qué coño ha tenido que aparecer?

— Mi abogado — se aclara la garganta intentando seguir con su explicación — contactó con tu padre y yo me fui de viaje con unos amigos. Decidí irme muy lejos, tan lejos que al final recorrimos el mundo y encontré trabajo en Alemania. Ellos volvieron pero yo me quedé allí siete años. Lo hice todo mal, ya lo sé, pero era muy joven y no tenía nada claro, no sabía lo que quería, lo único que sentía era que no era capaz de mantener una familia, para ser mala madre prefería no ser nada.

— Ni si quiera lo intentaste — le reprocho.

— Y ahora me avergüenzo por ello — susurra agachando la cabeza. — Un conocido me llamó cuando vuestro padre falleció. Cogí el primer vuelo que encontré y llegué a tiempo para el funeral.

— Estuviste allí — ahora es Tom quien se aventura a hablar — estuviste allí, nos viste llorar, viste a tu hija rota de dolor y no fuiste capaz de decir nada.

— No me atreví a acercarme. Me daba vergüenza. En ese momento me di cuenta de la falta que te hacía pero no podía acercarme y decir hola Luna soy tu madre, ven que te consuelo.

— Podías — interviene Sam — podías y deberías haberlo hecho. No eres capaz de imaginarte lo mal que lo pasó.

— Pensaba que habías abandonado a mis hermanos por mi culpa, ¿sabes? ¡Me sentía la desgracia de la familia!

— Nos costó muchísimo quitarle esa idea de la cabeza — comenta Tom mientras acaricia mi espalda. — Simplemente le dije que te habías ido, por si algún día te dignabas a aparecer pero ahora veo que tendríamos que haber dicho que estabas muerta.

— Un año después intenté contactar contigo pero tus hermanos no me dejaron.

Vale, lo que me faltaba, ahora echa la mierda encima a mis hermanos. Por ahí vas mal, Eliana.

— Ellos tenían tu custodia y decidían por ti, hasta me amenazaron con ponerme una orden de alejamiento si no me iba.

— Seguro que lo hicieron por una razón — acusa Derek.

— ¡Habla! — Exijo ante su silencio.

— Iba a verte todos los días a la salida del colegio. No me acercaba, sólo te observaba, hasta que Tom me pilló y me amenazó con la orden de alejamiento.

— ¿Cómo no hacerlo? Estabas ahí todos los días como una psicópata acosadora. No iba a permitir que te acercases a mi hermana — se altera Tom.

— Por eso volví a irme. Regresé unos años más tarde y al ver la casa vacía supliqué a mi madre que me dijera dónde estabais, pero lo único que confesó es que os habíais ido muy lejos y no sabia si volveríais. Lo último que me dijo es que tenía lo que me merecía — dice con pesar. — Cuando te vi aquella noche en casa de Olivia te reconocí al instante. Sabía que eras tú, el destino me daba una última oportunidad y no iba a desaprovecharla.

— ¿Por qué? — Pregunto con lágrimas en los ojos. — ¿Por qué me abandonaste? ¿Tanta desgracia era para ti?

Ya he oído su explicación pero sigo sin entenderlo, no me entra en la cabeza que una madre pueda abandonar a su hijo, a su bebé, literalmente a una parte de ella.

— Luna yo era joven y... — Intenta explicarse pero la corto.

— Me da igual, si yo me quedaba ahora embarazada no abandonaría a mi bebé — termino muy seria.

— Por supuesto que no — aporta Derek sacando pecho.

— Entre todos sacaríamos a ese bebé adelante — comenta Tom y Sam asiente. — Y tú podrías haberlo hecho, Dory nunca te habría dado la espalda y ahora seríamos todos felices.

— Dory ha ejercido todos estos años de abuela sin que Luna lo supiera y lo hizo por dos motivos: porque se avergüenza de tus actos y porque quería darle la opción a Luna de decidir por sí misma si quería conocer la verdad. ¿Tú sabes el dolor que sentía tu madre al estar delante de Luna, cuidar de ella, jugar con ella, verla crecer, y que para ella fuera sólo la vecina de enfrente? — Cuenta Sam, está muy dolido por todo esto.

— Lo siento de verdad, me arrepiento muchísimo de lo que pasó — se disculpa Eliana entre sollozos.

— Si pudieras volver atrás, ¿cambiarías algo? — Pregunto con miedo de saber la respuesta.

— Puede que lo hiciera de otra manera pero el resultado sería el mismo. Yo no sería feliz y tú tampoco lo serías, era la mejor decisión.

— Me habrías abandonado — digo claramente sin dar crédito. — Mi padre me dejó una carta, no te costaba nada hacer lo mismo. Si hubieras escrito en esa carta que me querías pero tenías que irte, mi vida habría sido muy distinta. Pero tú no me querías, por eso te largaste.

— ¡Pero ahora estoy aquí! — Intenta acercarse a mí pero la rechazo.

— No me sirve, ya es tarde Eliana, perdiste tu oportunidad, aprendí a vivir sin ti y nada va a cambiar eso. No pienses que por haber aparecido en mi vida te voy a recibir con los brazos abiertos y te vas a coronar madre del año, porque no va a ser así — ahora mismo siento una fuerza descomunal que espero que no me abandone, al menos hasta que esta mujer se largue de aquí.

— Pero...

— Entérate, Eliana — la corto — no te necesito. Ahora sólo quiero sacar buenas notas, graduarme e irme a la universidad. Me largaré de aquí y no volverás a saber nada más de mí, nunca. Si de verdad tienes corazón y sientes algo de aprecio, cariño o lo que sea por mí, me dejarás, me darás todo el tiempo y espacio que necesite, respetarás mi decisión y si finalmente decido no contactar contigo no me buscarás. Tú decidiste no formar parte de mi vida, ahora me toca a mí decidir si te dejo entrar o no.

— De acuerdo — asiente derrotada. — ¿Al menos podré escribirte de vez en cuando?

— No — respondo tras sopesarlo un par de segundos — es mejor que no. Si cambio de idea lo sabrás, por el momento es mejor que asumas que estás fuera de mi vida, que no eres nada para mí y lo único que siento por ti es odio.

— Vale — susurra con voz ahogada. — Aunque no lo creáis — dice cuando se levanta de la silla — os quería mucho. Y a ti Luna claro que te quería, y aún te quiero, espero que algún día puedas perdonarme.

Sin decir nada más, sale del salón y cuando oigo cerrarse la puerta de entrada suelto un quejido y empiezo a temblar. Necesito soltarlo todo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top