Capítulo XLI
Se avecina el desastre.
— Olivia — susurro.
Me mira con los ojos muy abiertos, cuelga, lanza el móvil al sofá y viene corriendo hacia mí.
— Lo siento, lo siento muchísimo — dice sollozando, me abraza tan fuerte que incluso me hace daño. — Todo esto es culpa mía, no tendría que haber traído a Ellie a nuestras vidas.
— Olivia... — Pero me interrumpe.
— No Luna, es la verdad, la conocí y nunca quise indagar en su pasado, me creí lo poco que me contaba y ha utilizado eso para acercarse a ti.
— No — digo muy segura — no es culpa tuya Olivia.
— Os habéis conocido gracias a mí — comenta separándose un poco — si no la hubiera traído a casa no habría ocurrido esto.
— Mamá — interviene Derek — ella fue quien vino sin ser invitada. Te dejaste tu identificación en el hospital y te la trajo a casa, ¿te acuerdas? — Olivia asiente con la cabeza mientras se limpia las lágrimas. — ¿De dónde lo has sacado? — Pregunta Derek refiriéndose al documento.
— Estaba limpiando tu estantería y al coger un libro se cayó. Vi el sobre abierto y no pude evitar mirar. Lo siento muchísimo Luna, debes sentirte...
— No lo hemos visto — la corta Derek.
— ¿Qué?
— Que lo hemos abierto, pero no lo hemos visto.
Creo que ha llegado el momento. No quería que esto ocurriera así. Yo quería verlo en la intimidad para poder asimilar tranquilamente lo que pusiera. Pero por desgracia ha tenido que pasar así. Por un lado me alegro, bueno, no me alegro de ver a Olivia así ni de sentirme tan mal ahora mismo, pero sí agradezco no tener que pasar el mal trago de explicarle todo a Olivia. No sabría por dónde empezar. Avanzo hacia el sofá, cojo el sobre y lo abro.
Mis miedos se han hecho realidad.
Progenitores: Isaac Miller / Eliana Norris.
— Tengo que irme — susurro con lágrimas en los ojos.
— Cojo tu maleta y nos vamos — comenta Derek.
— Pero... — Comienza Olivia pero Derek la corta.
— Mamá, no. Luego te lo explico todo.
Derek me mira y asiento. Sube corriendo a por mi maleta y al darme la vuelta veo a Katy, no sé cuánto tiempo lleva ahí. No la he oído entrar y ella ha debido guardar silencio al ver la situación. Ambas me miran y yo siento por una parte que me ahogo, pero por otra estoy a punto de reventar de lo enfadada que estoy. Derek baja y, antes de salir, Katy me agarra del brazo, tira de mí y me abraza.
— Lo siento nena, lo siento muchísimo — su abrazo me reconforta y cuando me da un beso no aguanto más y las lágrimas escapan de mis ojos. Me separa, me limpia las lágrimas y veo cómo sus ojos también están cristalizados, está a punto de llorar. — Te quiero muchísimo — me susurra.
Yo simplemente asiento, no puedo articular palabra, no soy capaz ahora mismo. Miro a Olivia y está cruzada de brazos, mirando al suelo perdida en sus pensamientos, así que me marcho sin más.
Derek ha guardado mi maleta y está esperando con la puerta del coche abierta. Entro sin mirarle y cuando cierra la puerta siento mucha presión en la cabeza. Tengo muchísimas ganas de llorar pero no quiero explotar aún.
— Luna — me llama Derek cuando se sienta a mi lado pero yo niego con la cabeza sin mirarle. — Pequeña, háblame — pero vuelvo a negar haciendo pucheros. Está siendo muy difícil controlarme.
No insiste más y arranca el coche. Hacemos el camino en silencio y cuando aparca delante de mi casa se me acelera el corazón. No sé cómo va a reaccionar Sam. ¿Y si esto nos ocasiona tal problema que no podemos vivir bajo el mismo techo? ¿Y si ambos decimos cosas que luego no podemos perdonarnos? Aún recuerdo la mañana de Año Nuevo, Tom no podía controlarse, ¿y si vuelve a pasar, sólo que esta vez sean los dos quienes se descontrolen? Yo sola no puedo con ellos, es cierto que Tom no está aquí pero... Igualmente, esto va a ser muy difícil. Giro la cabeza y Derek me está observando, no me extraña porque miro el reloj y llevamos aparcados quince minutos. Le necesito pero no puede entrar conmigo. Está dolido y enfadado con mis hermanos y si Sam se pasa de la raya... Puede ser un desastre aún mayor.
— Es mejor que no entres — pido con un hilo de voz.
— No voy a discutir con él, no voy a intervenir si tú no me lo pides — dice muy serio.
— Te creo, pero debo estar a solas con él. No sé cómo va a reaccionar, ni si quiera sé cómo se lo voy a decir, pero siento que debemos estar solos.
— Vale — responde derrotado.
Saca mis cosas y me acompaña hasta la puerta. Coge mi mano suavemente y de un tirón me atrae hacia él. Me abraza fuerte y yo me refugio en su pecho. Está temblando, puedo notar su angustia y eso me mata pero si Derek entra, por mucho que diga que no ocurrirá nada, que no se va a enfrentar a Sam, por mucho que le crea, es mejor que esto lo haga sola.
— Luna... — Susurra pero no le dejo continuar.
— Tranquilo pequeño, estaré bien. Te llamo luego, ¿vale?
— Vale.
Me da un beso en los labios y me besa la frente, dándome las fuerzas que necesito para enfrentarme a la verdad. Abro la puerta y me apoyo en ella cuando la cierro. Sam baja corriendo las escaleras cuando me oye.
— ¡Hermanita! — Exclama al verme. Me abraza y empiezo a llorar. — Luna, ¿qué pasa? ¿Estás bien? ¿Qué ocurre? — Me pregunta preocupado.
— Tenemos que hablar — respondo en un susurro y le tiendo el documento. Lo abre y su expresión cambia de repente.
— Ven aquí — me atrae hacia sus brazos y lloro en silencio en su pecho. — Date una ducha, voy a llamar a Tom.
Asiento y subo al baño. Cuando vuelvo a mi habitación mis maletas están al lado de mi cama. Me pongo el pijama, cojo la caja que encontré en el armario de mi padre y bajo al salón. Sam está mirando por la ventana, se gira cuando me oye entrar, se sienta en el sofá y me hace una señal para que me siente a su lado.
— Antes de nada — comienzo — pedí el documento porque necesitaba saber si era cierto. Me fío de vosotros pero necesitaba tener algo físico, una prueba que lo hiciera real.
— Lo entiendo. Si me pongo en tu lugar yo también lo habría hecho. No porque necesitara una prueba sino porque no me fiaría de vosotros.
Punto para Sam. Ha expresado lo que yo no me atrevía a decir.
— Y también entiendo que fueras a Seattle a buscar respuestas — le miro con los ojos muy abiertos, ¿cómo se ha enterado? — No tengas miedo de contármelo.
— Sí, fui con Derek. Tenía la esperanza de encontrar algo sobre mi madre y lo hice, aunque no era lo que esperaba. — Le doy la caja y la abre. Ve la carta que escribió mi padre y el recordatorio del entierro de su madre. — Lo siento muchísimo, ¿por qué no me lo contasteis?
— Porque no queríamos ocasionarte más dolor. Escucha, Tom va a coger el primer vuelo y estará aquí mañana. Entonces hablaremos los tres.
— Sam, tengo preguntas.
— Lo sé, y tendrás tus respuestas — responde convencido.
— La que sale en las fotos es vuestra madre, ¿verdad?
— Sí.
— ¿Por qué tenía yo una?
— Cuando eras muy pequeña preguntabas mucho por tu madre y un día te pusiste a llorar desconsoladamente porque decías que no te acordabas de ella y querías verla. Así que papá te dio una foto de nuestra madre.
— Y me la quitasteis cuando apareció Eliana.
— Sí, hicimos mal, lo sé. Pero teníamos miedo de que se la enseñaras a Eliana y ella te contara algo que no debía. Lo siento cielo, lo hemos liado todo muchísimo — comenta Sam arrepentido. — Lo hemos hecho fatal.
— Ahora podéis compensarlo. Cuéntame, por favor.
— Unos años después de nacer yo, mamá empezó a encontrarse mal. Iba al médico muchas veces pero no encontraban nada, así que decidió no pensar más en ello, sería algo pasajero. Hasta que una noche papá tuvo que llevarla a urgencias, ya era tarde. Tenía cáncer de ovarios en estadio muy avanzado y no había dado la cara hasta ahora. Yo era pequeño, pero no era tonto. Una noche antes de dormir, mamá se sentó con nosotros y nos dijo que se iba de viaje y nos pidió que no estuviéramos tristes. Si nos sentíamos mal sólo teníamos que mirar al cielo y ella sería la estrella que más brillaba. Días después estábamos en su entierro.
Cojo un pañuelo y me limpio las lágrimas, no soy capaz de articular palabra. Pero respiro hondo y lo intento.
— ¿Dónde está enterrada? Podemos ir a verla mañana.
— Luna, está enterrada al lado de papá.
— ¿Qué? — ¿En serio? ¿Cómo no me he dado cuenta?
— Teníamos miedo de que lo vieras pero te dolía tanto la muerte de papá que nunca viste más allá de su lápida.
— Yo... Lo siento, no sé qué decir.
— No digas nada. Luna, nuestra madre era una buena mujer, lo daba todo por nosotros y esa es la razón por la que no te contamos nada, no queríamos que te sintieras mal por nosotros. No te acordarás pero hubo una temporada en la que decías que era culpa tuya que no tuvieras madre y, cuando conseguimos quitarte esa idea de la cabeza, pensamos que lo mejor era que no supieras nada. Así que sí, es verdad, Eliana Norris es la mujer que te dio a luz.
— ¿Y por qué me abandonó? — Por su cara sé que no me va a contar nada ahora. — De acuerdo, mañana — asumo resignada.
Sam baja la cabeza y mira la carta. Juega con ella entre sus manos pero no la abre.
— Puedes leerla, para eso la he traído.
Sam asiente y la lee.
— Papá era muy sabio, ojalá estuviera aquí para contar su historia — comenta Sam con pena.
— Ojalá.
— Cariño — Sam se acerca más a mí y me coge ambas manos. — Esto no cambia nada, siempre serás nuestra niña. Lo sabes, ¿verdad?
— Lo sé y siento todo lo que os he hecho pasar, no es justo.
— Sí lo es — dice con pesar — nos lo merecemos por haberlo hecho tan mal.
— Si Eliana no hubiera aparecido en mi vida, ¿me lo habríais contado?
— No lo sé, sinceramente no lo sé — responde mirándome directamente a los ojos.
— Lo entiendo, hasta hace unas horas no sabía si quería saber la verdad. Pero ahora sí estoy segura, aunque más que la historia necesito saber el por qué.
Cuando quiero darme cuenta ya es de noche. Llevamos un rato en silencio, Sam mira por la ventana y yo reflexiono sobre lo que me ha contado.
— Esta mañana hice lasaña, no prometo que esté muy buena. ¿Os apetece? — Le miro sin entender ese plural y hace un gesto con la cabeza para que me acerque. — Derek lleva ahí fuera todo el día, dile que entre, es hora de cenar.
Me acerco a la ventana y le veo dentro del coche, no lo pienso dos veces y salgo corriendo. Sale del coche y me coge en brazos, abrazándome bien fuerte y respirando aliviado de poder verme.
— Sam ha hecho lasaña — digo aún en sus brazos — no promete que esté muy buena pero te ha invitado a cenar, y yo te invito a dormir. ¿Te apetece?
— Es lo único que quiero — responde con voz ronca.
Joder, ha estado todo el día sentado en este coche esperando alguna señal para entrar o una llamada mía para saber que estaba bien. Debe haber sido horrible estar con el corazón encogido tantas horas. Cojo su mano y cuando entramos en casa Sam ya está calentando la lasaña. Mi hermano abraza a Derek en cuanto le ve y le susurra algo al oído. No sé qué es porque no he conseguido oírlo, pero estoy segura de que le está dando las gracias.
Cuando la cena está lista nos sentamos los tres a cenar, hablamos sobre nuestro viaje y en cuanto terminamos subimos a la habitación, la verdad es que estoy agotada.
Una vez en la cama le pongo al corriente de las novedades y él me escucha atentamente casi sin parpadear.
— Sinceramente yo tampoco me fijé cuando fuimos al cementerio. Si lo hubiera visto quizá no habríamos llegado a este extremo.
— Pienso que todo pasa por algo, si ha tenido que ocurrir así es porque hay una razón detrás. Quizá el volver a unirnos — respondo no muy segura.
— Tienes razón, estoy convencido de que esto os va a unir todavía más.
No respondo, me acurruco contra él e intuye que no quiero hablar más, así que guarda silencio y tardo sólo unos minutos en quedarme dormida.
Cuando despierto estoy sola en la cama, oigo voces así que bajo a ver y me encuentro de frente a Tom en cuanto entro en la cocina.
— Preciosa — viene a abrazarme en cuanto me ve.
— No era necesario que vinieras. No quiero interferir en vuestros negocios.
— Esto es más importante que cualquier negocio. El lunes cojo un vuelo para volver al trabajo y el fin de semana que viene regresaré. No te preocupes por nada más, está todo controlado — responde muy seguro.
— Vale — asiento con la cabeza y vuelvo a abrazarle.
— Creo que es momento de que me marche — comenta Derek.
— No — interviene Tom soltándome — quédate.
Noto que Derek suelta el aire que tenía retenido y, aunque no quiera que se note, hay alivio en su rostro.
Vamos los cuatro al salón y nos sentamos. Sam mira a Tom, creo que ahora le toca a él contar la historia así que guardamos silencio hasta que decida empezar.
— Papá mantuvo en secreto lo que ocurrió. Sam y yo éramos jóvenes y yo no veía necesario agobiar a papá. Al fin y al cabo había perdido a su mujer y Eliana desapareció de la noche a la mañana, era muy duro para él y si nos perjudicara a nosotros nos lo habría dicho, pero no lo hizo y respetamos su silencio. Hasta que un día no parabas de preguntar por tu madre, me armé de valor y me encerré con papá en su habitación. Le obligué a contarme lo que ocurrió. Eliana y papá se conocían desde hace unos años y cuando nuestra madre murió, ella empezó a ayudar en casa. Limpiaba, nos hacía la comida cuando papá trabajaba y nos ayudaba con los deberes. Pasaban mucho tiempo juntos y al final ocurrió lo inevitable, se enamoraron. Eliana pasaba mucho más tiempo en casa, incluso había noches que dormía con papá y llegó la noticia que ninguno esperábamos. Íbamos a tener una hermanita. Yo me alegré mucho, papá había conseguido salir del pozo en el que entró cuando falleció mamá y había rehecho su vida con una buena mujer — Tom hace una pausa para que vayamos asimilando la información.
— Yo no estaba nada contento, reconozco que no se lo puse nada fácil — confiesa Sam.
— Pero lo que ocurrió no fue culpa tuya — le tranquiliza Tom poniendo la mano en su hombro. — Por muy difícil que se lo pusieras, no fue tu culpa, y tuya tampoco — termina mirándome a mí. — A medida que avanzaba el embarazo, Eliana empezó a encontrarse cada vez peor. No físicamente, sino mentalmente. Yo era muy independiente, Sam estaba en una época muy rebelde y papá cada vez trabajaba más y estaba menos en casa. Ella era más joven que papá y, según me contó aquella noche, no se vio capaz de hacerse cargo de esta familia. Tenía ganas de salir huyendo y lo justificó diciendo que quería conocer mundo, vivir experiencias y nosotros — dice señalándonos a los tres — la frenábamos, éramos su lastre. Sentía tantas ganas de salir corriendo que cuando naciste te rechazó, el médico dijo que tenía depresión post-parto, pero yo nunca me lo creí. Fue la excusa perfecta para irse. Años después contactó con nosotros, papá ya había fallecido y éramos tus tutores así que decidimos que lo mejor era que no la vieras. Ella renunció a ti y perdió todos los derechos, no veíamos necesario que pasaras por ese mal trago. Además, poco después ocurrió aquello — el percance con Álex, lo recuerdo — y nos fuimos.
— Menuda historia — interviene Derek por mí, yo no sé qué decir.
Es mucha información y tengo que procesarla. De momento lo único que me queda claro es que mi madre me rechazó mucho antes de nacer, por eso yo tampoco me creo su depresión post-parto. Muchas mujeres la tienen y no es nada malo, pero ahora que oigo la historia... Ella no me quería, no quería hacerse cargo de una familia, podría haberse ido conmigo y dejar a mis hermanos y mi padre pero no lo hizo. Así que sí, claramente me rechazó desde el minuto uno.
— Antes de terminar, debes saber otra cosa. Dory no nos cuidaba por pena, porque nuestra madre falleciera y la tuya te abandonara. Se sentía culpable por ver lo que pasaba y no saber qué hacer, culpable por no poder evitar que su hija se marchase.
— ¿Qué? — Pregunto en un hilo de voz.
— Dory es tu abuela — termina Sam. — Nos llamó cuando estuvisteis en casa, en Seattle. Nos contó que por la ventana os veía rebuscar en las habitaciones y se ofreció voluntaria para contarte lo que pasó.
— Ahora entiendo muchas cosas — confieso.
— Yo también — interviene Derek. — Entiendo que al ser vecinos de toda la vida se alegrase de volver a ver a Luna, pero... Ese cariño que mostraba, cómo te miraba — dice dirigiéndose a mí — notaba algo en su mirada, algo que no supe descifrar. No se me pasó por la cabeza que fuese familiar tuyo pero ahora me encajan las piezas.
— A mí también, por eso Eliana y papá se conocían desde hace mucho tiempo. Porque eran vecinos — comento pensando en voz alta.
Guardamos unos minutos de silencio, minutos en los que pienso cómo no me he dado cuenta antes.
— Preciosa, hay cosas que no sabemos. Eliana intentó explicarse varias veces pero no quise escucharla. Te abandonó y no tenía derecho a volver y joderte la vida. No lo recuerdas, pero lo pasaste realmente mal.
— No, no me acuerdo — reconozco.
— He leído la carta de papá — confiesa Tom — y si realmente quieres saber toda la historia tenemos dos opciones: vamos a Seattle a visitar a Dory o llamamos a Eliana.
— No tienes que decidirlo ahora — me tranquiliza Sam — piénsalo, tenemos tiempo y...
— Eliana — respondo enfadada. — Quiero que Eliana de la cara.
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