Capítulo LVI
— Eran guapas las chicas de anoche, ¿verdad? — Pregunto refiriéndome a las chicas con las que hablaban mis cuñados.
— Sí — responde Luna secamente.
— Venga escúpelo.
— ¿Crees que mis hermanos están interesados en ellas? — Pregunta con una mirada que no logro descifrar.
— No lo sé. A lo mejor deberías preguntárselo.
— No — responde de inmediato. — No es asunto mío, no quiero meterme donde no me llaman.
— ¿Tan malo sería que tus hermanos hicieran su vida? — Pregunto y al instante me arrepiento, no era ese tono el que quería usar. — Perdona nena — digo sentándome a su lado — no quería que sonara de esa forma.
— No te preocupes, en el fondo está bien dicho. No sería malo que ellos hicieran su vida, es más, deseo que hagan su vida, que formen su familia, pero... — no digo nada y espero a que continúe — pero me da miedo que la hagan lejos de mí.
— No tiene por qué pasar eso, pequeña — intento tranquilizarla pero me interrumpe.
— Piénsalo. Esas chicas no sé si serán españolas o no, pero están aquí, en Madrid. ¿Y si mis hermanos quieren venirse aquí a vivir con ellas?
— Luna, sabes que tus hermanos no se vendrían aquí a vivir a la primera de cambio. Además, su sede central está en Estados Unidos.
— Pueden cambiarla en cualquier momento, ellos son sus propios jefes — comenta algo enfadada, creo que más consigo misma que con la situación.
— No adelantes acontecimientos, no sabes quiénes son. A lo mejor son sólo trabajadoras de la empresa, a lo mejor ellas van a llevar el local de Madrid y por eso estaban con tus hermanos.
Me mira y no está nada convencida, ni yo mismo lo estoy. Yo también vi la mirada de sus hermanos, brillaba con luz propia cuando esas chicas se acercaron a hablar con ellos y algo me dice que ya se conocían de antes. Lo que quiere decir, que si se han conocido en otra parte del mundo y han venido hasta aquí, pueden seguirles donde quiera que vayan.
— Bueno, pase lo que pase, antes tengo que darles yo el visto bueno, como hicieron ellos contigo.
— ¿Ellos me dieron el visto bueno? — Pregunto divertido.
— Claro — responde Luna y sonríe. — ¿No recuerdas aquella noche que trajiste a casa las patatas con bacon? ¡Por dios si fue un interrogatorio en toda regla!
— ¿De verdad? No me había dado cuenta, tus hermanos fueron tan discretos que no lo parecía — me río y ella se ríe conmigo.
— Qué vergüenza pasé ese día. En serio creí que iban a espantarte. ¡Menuda bronca les eché cuando te fuiste!
— Me lo creo. Pero ¿por qué creías que me iban a espantar? Nena, es lo normal. Tus hermanos no me conocían y es normal que quisieran saber más cosas de mí. Yo pienso ser peor con nuestros hijos, es más, no tendrán pareja hasta que sean adultos, muy adultos — digo muy serio pero en seguida me río. Luna se carcajea tan fuerte que no puede ni hablar.
— Bueno — comenta cuando se calma un poco — una cosa es lo que nosotros queramos y otra muy distinta lo que hagan ellos.
— Es broma. Siempre y cuando sea a una edad razonable y estén con buenas personas no me importa que tengan pareja. Aunque después de estar contigo tengo el listón muy alto respecto a ellos.
Luna me mira y me acaricia la mejilla. Sé lo que piensas y serás una madre estupenda, y yo un padrazo claro está.
Hoy es nuestro último día en Madrid y estoy emocionado porque vamos a hacer más turismo. Luna ha creado un planning para enseñarme las zonas más famosas y que más le gustaron cuando estuvo viviendo aquí. Así que nos damos prisa en vestirnos y a la hora acordada nos reunimos con Tom y Sam en la entrada del hotel. Nuestra primera parada es: Banco de España.
— Es el banco central de España — explica Luna cuando nos paramos delante del edificio. — Fue fundado por el Rey Carlos III en 1782. Hoy en día es miembro del Sistema Europeo de Bancos Centrales.
Admiro la arquitectura del edificio y reconozco que impresiona verlo. Parece una fortaleza y, si desde fuera da esa impresión, no puedo imaginar cómo será verlo por dentro. Es normal, con tanto dinero lo más lógico es que tengan todas las medidas de seguridad posibles. Por desgracia no podemos entrar a verlo porque, aunque la visita es gratuita, hay que reservar con antelación y sólo son en castellano, así que de todas formas no iba a enterarme de nada.
— Nuestra siguiente parada es El Palacio Real.
— Vaya — comento asombrado al ver el palacio. — Es enorme, ¿te imaginas vivir aquí?
— Ojalá – responde Luna riendo.
— Imagino que no podemos entrar, ¿no? — Pregunto un poco desilusionado. Me habría encantado ver el palacio por dentro.
— ¿Por qué no podemos? — Pregunta Luna.
— Porque es la residencia de los actuales Reyes de España. No creo que nos dejen entrar así por las buenas — comento explicando lo obvio.
— Realmente no es su residencia — explica Luna ilusionada — lo fue, pero desde hace un tiempo viven en el Palacio de la Zarzuela.
— Y podemos entrar porque hemos comprado entradas — apunta Tom.
— Pero sólo para la sala del trono — termina Sam.
— Suficiente. ¡En marcha! — Comienzo a andar y les oigo reír detrás de mí pero no me importa. Estoy emocionado por entrar en el palacio.
Como bien ha dicho Sam, estas entradas sólo nos dan acceso a la sala del trono, pero merece la pena. Es precioso, impresionante y... ¿Antiguo?
— Sí — comenta Luna a mi lado. — La decoración del Salón del Trono se conserva intacta desde el reinado de Carlos II.
— ¿En serio? — Pregunto asombrado.
Luna asiente y yo cada vez tengo la boca más abierta. Ver una sala del trono real, con los tronos donde se sentaban el Rey y la Reina, la sala donde esperaban los súbditos para hacer sus peticiones, incluso donde se realizaban bailes y recepciones e imaginar a la guardia custodiando a sus majestades es demasiado. Estoy impresionado y no sólo yo, Luna también tiene los ojos muy abiertos y absorbe cada detalle. Se nota que su pasión por la arqueología va mucho más allá. No sólo le apasionan los dinosaurios, sino todo lo antiguo, todo lo que tiene que ver con nuestra historia pasada da igual si es en la época prehistórica como en la edad media.
— Insistí en coger entradas — confiesa — necesitaba volver a verlo y quería que tú lo vieras conmigo. Después de ver un castillo en ruinas me hacía ilusión que vieras una sala del trono bien conservada.
Me giro y la beso. Es la mejor.
— Siguiente parada: El Teatro Real — anuncia Tom.
— De aquí no hay mucho que explicar — interviene Sam — salvo que fue construido durante el reinado de Felipe V. Ya sabes para qué se usaba.
— Qué bueno eres explicando — se ríe Luna. — El teatro en sí tiene mucha historia como todos los monumentos de Madrid.
— Pero no es tan interesante como otros — interrumpe Sam.
— Todos son interesantes — le recrimina Luna. — Principalmente se desarrollaban óperas, que era la moda en aquellos tiempos. Y, a pesar de que a Sam le parezca aburrido, seguro que era muy emocionante llegar al teatro vestido de gala y sentarte en un palco a ver la representación.
— Si tenías dinero para pagar un palco, claro — comenta Sam haciendo de rabiar a Luna.
Ella responde con una mirada asesina y yo me río. Está claro que tenía que ser emocionante, pero lo es mucho más ver a estos dos retándose.
— Nuestra siguiente parada son las fuentes de Cibeles y Neptuno — comenta Luna comenzando la marcha e ignorando a Sam. La fuente representa a la dios cibeles, conocida en el panteón griego como Rea, madre de los dioses olímpicos y símbolo de la tierra y la fecundidad. Va sobre un carro tirado por dos leones llamados Atalanta e Hipómenes. Es famosa porque a esta fuente vienen a celebrar sus triunfos el equipo de fútbol Real Madrid con sus aficionados. Por otro lado está la Fuente de Neptuno, personalmente es la que más me gusta. En el centro de la fuente está Neptuno, el dios del mar en la mitología griega, lleva una culebra enroscada en la mano derecha y el tridente en la mano izquierda. Me gusta porque va en un carruaje tirado por caballitos de mar y a su alrededor hay mamíferos marinos echando chorros de agua.
— Por eso y porque es tu dios — ríe Tom.
— ¿Tu dios? — Pregunto curioso.
— Bueno, eso también — responde Luna riendo. — A esta fuente viene el equipo Atlético de Madrid con sus aficionados cuando ganan una copa. Y sí, lo confieso abiertamente, soy colchonera hasta la muerte — dice con orgullo.
— Creo que ya he visto algún partido suyo, si no me equivoco, llevan unos años en Champions, ¿no? — Pregunto.
— Sí — responde Sam.
— ¿Por qué no sabía que era tu equipo favorito? — Pregunto intentando parecer indignado.
— No voy a desvelarte todos mis secretos el primero año, bombón — responde Luna y no puedo evitar reírme.
Su forma de ser tan natural puede conmigo.
— ¿Da tiempo a ver los estadios? — Pregunto.
— Claro que sí, son nuestra siguiente parada — responde Luna aplaudiendo. — Pero antes vamos a comer algo, me muero de hambre.
Todos asentimos y buscamos un sitio donde comer.
Rápido nos ponemos en marcha y, como Luna ha prometido, vemos ambos estadios. Ambos me gustan, son bonitos y sólo con imaginar los gritos y la música de los partidos se me ponen los pelos de punta. Tengo ganas de ir al primer partido de Alan, va a ser un gran día cuando llegue su momento. Luna cuenta un poco de la historia de ambos estadios pero todo muy resumido, el estadio Santiago Bernabeu es la casa del Real Madrid y el estadio Cívitas Metropolitano es la casa del Atlético de Madrid. Antes lo fue el Vicente Calderón pero en 2017 se mudaron porque lo iban a demoler. Es una pena, me habría encantado verlo.
Se nota que a Luna le gusta el fútbol porque me cuenta que cuando vivió aquí fue a muchos partidos en varios estadios. Otro que le gustó mucho fue el Rayo Vallecano, en el barrio de Vallecas. Le gusta porque es un estadio más pequeño, más familiar, más de barrio.
Hemos recorrido Madrid de una punta a otra sin parar y la verdad es que estoy agotado, pero ha merecido la pena. Aunque nuestra visita aún no termina, Luna insiste en ir al Templo de Debod. Saco fuerzas de donde no las tengo para ir a ese último sitio porque si Luna quiere ir seguro que es por una buena razón.
— Ahora entiendo por qué te gusta tanto — comento embobado cuando lo veo.
Encima con el atardecer de fondo es una imagen que no podré olvidar nunca. Saco el móvil y hago un montón de fotos, es algo que tengo que dejar plasmado porque seguro que Katy querrá verlo cuando volvamos.
— Es un templo egipcio del Siglo II a.c. — explica Luna con un brillo en su mirada que me parece súper atractivo.
— ¿Sabes que serías una profe muy sexy?
— Molaría, pero no creo que pudiera ser profesora de instituto. Este tipo de cosas no entran en la materia y los alumnos tampoco sabrían apreciarlo.
— Tú sí has sabido apreciar todas las enseñanzas del Señor Marin.
— Ya, pero no me compensaría — sentencia.
— Tampoco he dicho que fueras profesora de instituto — explico — podrías serlo de universidad.
— Eso sí molaría - responde — al menos mis alumnos estarían ahí por elección propia.
— Como tú — puntualizo.
— Como yo.
— Tienes ganas de empezar, ¿verdad?
— Muchísimas — responde emocionada.
No me extraña, yo también tengo muchas ganas de empezar. Tengo ganas de probar la vida universitaria y encima estudiando algo que nos gusta. Sólo falta saber si nos aceptan en la misma universidad o no. Me acerco a ella y, para despedir bien el día, la cojo entre mis brazos y la beso. Al marcharnos sus hermanos nos pasan una foto que nos han hecho y no puedo evitar que mi corazón se hinche de amor, parece el cartel de una película romántica y me encanta.
Cuando llegamos al hotel estamos reventados, pasamos al buffet a cenar, subimos a la habitación a darnos una ducha y nos dormimos en cuanto tocamos la cama.
— Me va a dar mucha pena despedirme de mis hermanos — comenta Luna. — Sé que voy a volver a verlos dentro de poco, porque van a venir a la graduación, pero me gustaría que volviésemos todos juntos.
— ¿Tienen que cerrar aún algunos asuntos aquí? — Pregunto.
— Seguramente - responde . — Vámonos ya o perderemos el vuelo.
— Vamos bien de tiempo — digo para relajarla.
— Cariño — dice sonriendo — se nota que no conoces el tráfico de Madrid, ¡es horrible! — Exclama levantando las manos y llevándoselas a la cabeza.
— Vale vale, vamos a despedirnos de tus hermanos.
Cogemos las maletas y vamos a buscar a sus hermanos. Nos abren la puerta cuando llamamos y salen con sus maletas. Luna les mira sin dar crédito.
— ¡Volvemos con vosotros! — Exclaman a la vez.
— ¿¡En serio!? — Luna aplaude y se echa a sus brazos emocionada.
Ahora mismo es la persona más feliz del planeta.
Luna tenía razón, el tráfico es horrible y desesperante. Lo siento por la gente que vive aquí, aunque pensándolo bien, es probable que nosotros tengamos el mismo problema dentro de poco, ya que el tráfico de Seattle no es muy distinto. Por fin llegamos al aeropuerto, facturamos y a las 12.30h despegamos. Este vuelo también tiene una escala y a las 14.30h aterrizamos en París. Luna quiere hacer turismo, siempre ha querido visitar París pero no tenemos tiempo, nuestra escala es de 1h 10 minutos así que aprovechamos para comer algo y a las 15.40h estamos de nuevo en el aire. Sam y Tom sacan sus tablets y vemos los locales a través de las cámaras. El negocio funciona perfectamente, los locales tienen varios clientes y el de Madrid está listo para la apertura. Por la ventanilla del avión vemos la Torre Eiffel y me hago la promesa de que vendré con Luna a París algún día. Decidimos poner una película y al final terminamos quedándonos dormidos. Nos despertamos cuando sólo queda una hora para aterrizar en Seattle. A las 17.10h tocamos tierra y, entre el tiempo que tardamos en recoger nuestras maletas, coger un taxi y el tráfico que hay, llegamos a casa de Luna a las 20.30h. Deberíamos estar reventados pero no es así porque hemos estado durmiendo casi todo el trayecto. Ahora tenemos un enemigo común: el cambio horario.
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