Capítulo II
No estoy entendiendo nada, ¿Ellie es su madre? O Eliana. ¿Mi madre sabrá algo de esto? No creo, no veo capaz a mi madre de hacer algo así. Si ella supiera que es su madre no le habría dejado acercarse a ella, muchas veces me ha dicho que no entiende cómo una madre puede abandonar a su bebé, a su mayor tesoro. La odia y no la conoce, o eso cree ella. Es todo muy confuso.
Lo primero que veo cuando entro al salón es a Tom tirando una lámpara contra la pared y a Sam intentando sujetarle, pero no puede con él.
— ¡Basta! ¡Tom para! ¡¿Qué consigues rompiendo cosas? — Le grito para hacerle reaccionar.
— Primero, son mis cosas, Derek. Y segundo, así consigo desfogarme — dice tirando un vaso contra el suelo.
— ¡Tom basta! ¡Así vas a asustar a Luna! ¿Acaso no piensas en ella? — Le dice Sam en un intento de calmarle.
Y funciona, durante un par de segundos al menos.
— Luna... madre mía — dice llevándose las manos a la cabeza.
— ¿Me contáis qué está pasando? — Me cruzo de brazos y les interrogo con la mirada.
— No, lo siento pero no. Primero debemos hablar con Luna. Y no, no te creas lo que ha dicho esa mujer porque no es verdad. No es su madre, esa mujer la abandonó siendo un bebé y no volvió, nunca supimos nada más de ella. No voy a permitir que una extraña irrumpa en la vida de Luna y se la joda. Nos ha costado mucho que todo esté bien, que ella esté bien.
— ¿Y cómo crees que está ahora? — Le recrimino.
— Jodida, está jodida — responde con lágrimas en los ojos.
— ¿Dónde está? — Pregunta Sam sin quitarle los ojos de encima a Tom.
— La he dejado en la cocina, está muy nerviosa. No para de andar de un lado para otro, divagando, pensando en voz alta. Esto la ha jodido y necesita una explicación.
— La conozco y sé que no la va a querer — responde Sam. — Aunque ahora te diga que sí y esté muy convencida de que quiere llegar al fondo del asunto, en realidad no es así. Esto le viene grande.
— Nos viene grande a todos — sentencia Tom derrotado.
— Pero entonces, ¿es o no es su madre? — Pregunto en un intento desesperado de que me cuenten algo. Me ha dicho antes que no pero si consigo sacarles algo de información puedo usarla para tranquilizar a Luna, o al menos me puede servir de ayuda para saber por dónde va a salir ella, para poder prever su reacción.
— No, no es su madre — contesta Tom muy serio.
Ambos me miran y niegan con la cabeza muy seguros de sí mismos pero algo en su mirada me dice que no es cierto, están ocultando algo y sinceramente que me mientan a mí me da igual, pero si están mintiendo a Luna... Eso puede ser muy malo. Sé cómo es y ellos son la única familia que tiene, si descubre que no son sus hermanos... Si descubre que la han mentido toda su vida, se va a derrumbar y no sé cómo voy a sacarla de ese pozo. No quiero adelantar acontecimientos pero sí necesito preguntarles una cosa. Eliana nos contó en una cena que ella llegó al pueblo hace un año y Luna llegó antes de inicio del curso o eso nos contó. ¿Llegaron al mismo tiempo pero no la conocí hasta Septiembre? ¿Y si Eliana les ha estado siguiendo la pista todo este tiempo? Si fuera así, prefiero no pensar en lo que le haría Tom.
— ¿Cuándo llegasteis al pueblo?
— En agosto, ¿por qué? — Pregunta Tom muy serio.
— Por nada, curiosidad.
Entonces se han cruzado aquí de casualidad, aunque no creo en las casualidades. Llevo tiempo pensando que Luna estaba destinada a mí, que estábamos unidos por el famoso hilo rojo pero, ¿y si el destino le tenía preparado esto? ¿Y si tenían que encontrarse? No creo que el destino sea tan malo pero nunca se sabe.
Lo único que tengo claro ahora es que mi chica me necesita.
— ¿Vas a seguir rompiendo cosas, o puedo ir a ver cómo está tu hermana?
— Ve. Y oye Derek — me para Tom — pase lo que pase, cuídala, por favor.
Eso no me huele nada bien. Asiento con la cabeza, voy con paso rápido a la cocina y maldigo cuando no la encuentro allí.
— Mierda...
Corro escaleras arriba y se me para el corazón cuando no la veo, no está. En el fondo sabía que iba a hacerlo pero no puedo culparla. Cojo mi móvil y la llamo pero mis esperanzas se desvanecen cuando oigo su teléfono vibrar en la mesilla. Se ha ido sin su móvil y sin su cartera, que también está en la mesilla.
— ¿Dónde estás pequeña? ¿Dónde has podido ir?
Sin pensarlo dos veces me pongo mis deportivas, mi abrigo y bajo corriendo las escaleras.
— ¿Dónde vas? — Me pregunta Tom alarmado.
— Se ha ido. Luna no está.
Les oigo correr detrás de mí pero no les espero, corro más deprisa y la busco por todas partes, necesito encontrarla y sé dónde puede estar.
Debe haber salido hace un buen rato porque la encuentro sentada en la arena mirando el horizonte. Esta pequeña cala es una de sus favoritas aunque viene poco porque está en la otra punta del pueblo. Me acerco a ella despacio pero no se percata de ello, no quiero asustarla así que simplemente me agacho y me siento a su lado. Tiene la mirada perdida y eso me preocupa mucho, veo que toda la vitalidad que tenía en sus ojos se ha esfumado. La estoy perdiendo.
— ¿Cómo sabías dónde encontrarme? — Me pregunta en un susurro.
— Una vez me dijiste que el mar te transmite calma y sé que un poco de paz es lo que necesitas ahora mismo — me armo de valor y cojo una de sus manos, la limpio de arena y la acaricio.
Ella no la retira, al contrario, me mira y me sonríe.
Vuelve a mirar al horizonte y estamos en silencio unos minutos, momento que aprovecho para enviarle un mensaje a Tom.
Está bien, estoy con ella.
¿Dónde estáis? Joder, sabía que iba a salir huyendo, no debería haberme puesto así.
No, no deberías, pero cada uno gestiona sus emociones como puede.
Dime dónde estáis y voy a buscaros.
Déjanos un rato a solas. Luna está muy tensa y necesita un poco de tranquilidad. Volveremos pronto.
Cuídala.
Siempre.
Guardo el móvil y la miro, está preciosa, aún estando hundida está preciosa. El sol reflejado en su pelo rubio, sus ojos grises brillando y su piel con esta luz... Es perfecta. Me fijo en cada rasgo, en sus facciones y no puedo evitar ver que aún estando en su lugar favorito tiene la espalda tensa, creo que ahora mismo no sabe gestionar sus emociones.
— En Hawaii estaba todo el día metida en el agua. Allí siempre hace calor y las olas del mar te invitan a bañarte. Fue una muy buena época aunque tuvimos nuestros altibajos, lo normal supongo. En esos momentos cogía mi tabla y me metía en el mar. Nadaba hasta alejarme de la orilla y me sentaba a mirar el océano, el horizonte. Me transmitía mucha paz y cuando regresaba a la orilla me sentía renovada, volvía nueva y lista para afrontar cualquier cosa — se gira para mirarme y aprieta mi mano — tú eres mi mar, Derek.
— Intento serlo, ojalá pudiera darte toda la paz que necesitas.
— Lo haces, aunque no lo creas. Siento haberme ido corriendo.
— Al menos cogiste el abrigo — respondo bromeando.
Ella me devuelve una sonrisa, la sonrisa más bonita que he visto nunca.
— Tengo miedo — reconoce con la voz ronca.
— Lo sé, pero no vas a estar sola, yo estaré contigo.
— No lo dudo, pero tengo miedo de perder a mis hermanos.
— No los vas a perder, ellos no te van a dejar — sé que no se refiere a eso, sé por dónde va y eso a mí sí que me da miedo.
— Sé que ellos no me abandonarán nunca, pero si descubro que me han mentido no sé si podré perdonarles. Son la única familia que tengo y si ellos me fallan y les pierdo... — se le quiebra la voz y no puede continuar.
— Seguro que hay una explicación — le digo acariciando su mejilla. — Estoy convencido de que si han hecho algo ha sido sólo por tu bien.
— Yo también quiero pensarlo. ¿Por qué no han venido contigo?
— Porque les dije que no lo hicieran. Necesitabas pensar y con ellos aquí no ibas a poder.
— Te lo agradezco — se acerca más a mí y se recuesta sobre mi hombro. — ¿Podemos quedarnos aquí un rato más? — Me pregunta con la voz rota.
— Nos quedaremos el tiempo que necesites.
Aunque lo intente disimular sé que llora en silencio. Le paso el brazo por sus hombros y la abrazo, espero poder transmitirle así algo de fuerza porque la va a necesitar.
Un par de horas después volvemos a su casa caminando. Le dije que pidiéramos un Uber pero no quiso, sé que quiere retrasar su vuelta todo lo posible. Pero al final es inevitable llegar a nuestro destino. No tenemos llaves pero no nos hacen falta, Tom abre la puerta en cuanto ponemos un pie en el porche. Se hace a un lado y nos deja entrar. Su mirada va de Luna hacia mí y viceversa, le veo tragar saliva y sé que no se atreve a hablar. Sam está a su lado y tampoco abre la boca.
— Luna... — empieza Tom con voz temblorosa pero Luna le corta.
— No. No digáis nada. Sólo quiero saber si soy una Miller.
— ¿Qué? — Preguntan los dos hermanos a la vez.
— Quiero saber si soy una Miller, si tenemos el mismo padre.
— S-sí — responde Tom tartamudeando — papá era... es nuestro padre. Tanto tuyo como nuestro.
— Pues eso es todo lo que necesito saber.
Acto seguido da media vuelta y sin soltar mi mano subimos las escaleras hacia su habitación.
Esto no es bueno, nada bueno. Me cuesta mucho imaginar lo que pasa por su cabeza ahora mismo. Sigue con la mirada perdida y sé que no va a dejarlo estar, que no quiera saber nada ahora me lo puedo llegar a creer, pero la conozco y sé que en algún momento va a explotar.
No sé cuándo, pero ese momento no creo que tarde en llegar y me da miedo cómo pueda reaccionar.
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