Capítulo XLVIII


Cuando me despierto, lo primero que veo es el precioso rostro de Derek, está mirándome.

— Buenos días pequeña — dice sonriendo. Está guapísimo.

— Buenos días pequeño — le digo sonriendo yo también mientras me acaricia la mejilla con su mano.

— ¿Qué tal has dormido?

— Como un bebé, ¿y tú?

— Ya vi, haces unos ruiditos muy monos cuando duermes.

Me río y me acaricia el pelo, tiene una sonrisa tan bonita que me... espera... ¿está insinuando...?

— ¡Oye! ¡Yo no ronco!

— No he dicho que ronques, sólo que haces unos ruidos muy monos.

Se parte de la risa y yo le tiro la almohada. Él me la devuelve así que me tiro encima de él y empiezo a hacerle cosquillas.

Es muy fuerte pero consigo sentarme encima suya. Le hago cosquillas por el costado y no puede parar de reír.

Empiezo a reírme yo también y empiezan a fallarme las fuerzas. Cuando quiero darme cuenta, estoy tumbada sobre mi espalda y Derek está encima mía.

— Oh oh — digo riendo.

— Te vas a enterar, pequeña.

Pero no me hace cosquillas. Se sienta encima de mis piernas y con sus manos sujeta mis brazos, estoy totalmente inmovilizada. Veo que poco a poco va bajando su cara hasta mi tripa, está muy sexy ahora mismo y miro al techo. Empiezo a respirar muy rápido y siento su aliento sobre mi piel. Le miro y tiene una sonrisa un poco... ¿pícara? De repente coge aire y empieza a hacerme pedorretas.

— ¡No! — Le grito, pero no para.

Me río a carcajadas, tanto que al final acabo ahogada y llorando de la risa. Cuando por fin me suelta me hago un ovillo y le miro de reojo.

— Vale, vale, paz — dice levantando las manos.

Cuando abre los brazos me tiro sobre él y caemos en el colchón. Irradia un calor tan rico que podría quedarme así el resto de mi vida.

— ¿Te apetece una ducha antes de bajar? — propone.

— Claro — y empiezo a levantarme de sus brazos.

— Y... ¿puedo ducharme contigo? — pregunta susurrando.

¡Qué vergüenza!

— Si no quieres no pasa nada.

— Sí, sí quiero. Venga vamos.

Me levanto corriendo de la cama y me meto al baño. Empiezo a desnudarme y le siento detrás de mí. Por instinto me cubro el pecho.

— Eres preciosa — susurra en mi oído mientras me acaricia los brazos. Me da un beso en la cabeza y empieza a desnudarse.

Entro en la ducha y abro el grifo. El agua caliente enseguida empieza a salir y llena el baño de vapor. Me meto bajo el chorro y noto como el agua caliente relaja mis músculos.

Le miro cuando entra en la ducha. Admiro su bello rostro, está guapísimo recién levantado, despeinado y con la cara somnolienta. Lo que me encanta de él es que siempre está sonriendo.

Me mira de arriba a abajo y se muerde el labio. Puedo ver el deseo y la lujuria en su mirada y eso hace que me ruborice, aunque me gusta que me mire de esa forma. Me hace sentirme sexy.

Admiro su torso, parece que lo ha esculpido Dios. Es perfecto. Continúo bajando, por esos abdominales tan marcados, esas manos grandes y fuertes y... oh dios...

Me quedo petrificada cuando veo su miembro. Debe gustarle que le mire porque poco a poco veo como aumenta de tamaño. Es el primero que veo en directo. Mis hermanos nunca han tenido vergüenza, se duchaban cuando estaba yo en el baño o salían desnudos, pero no sentía curiosidad por ver su pene. ¡Son mis hermanos! Pero este... parece que lo ha esculpido el diablo.

— Mis ojos están aquí arriba — dice riendo.

Subo la mirada y me doy media vuelta avergonzada.

— Lo siento.

— Es broma nena, puedes mirar todo lo que quieras.

Pega su espalda a la mía y empieza a acariciarme. Coge el bote de gel y se echa en las manos.

— Ven, voy a enjabonarte.

Empieza por mis hombros, mis brazos y masajea mi espalda mientras va bajando. Pasa a mis pechos, se entretiene en los pezones, los acaricia y tira suavemente de ellos, lo que provoca que suelte un gemido. Continúa por la tripa, mis muslos, mis piernas y me da toquecitos para que levante los pies. Se aclara las manos y coge un poco más de gel, que usa para masajear mi culo, me encanta esa sensación. Después me rodea con sus manos y masajea mi zona íntima, primero suavemente, después coge la alcachofa de la ducha y apunta directamente ahí abajo. Cuando me toca el clítoris me apoyo en su pecho, siento tanto placer que hace que me derrita poco a poco. Continúa acariciándome pero me aparto, quiero tocarle yo también.

Cojo el bote de gel y lo echo en mis manos. Quiero imitar su recorrido así que le pido que se gire y empiezo por sus hombros, sus brazos, su espalda. Noto cada músculo bajo mis manos, cómo se tensa y se relaja. Le masajeo el culo, redondo y perfecto. Me encanta cómo es, así que se lo agarro y Derek suspira. Le doy la vuelta y paso a su tripa, sus fuertes muslos y sus pies. Él sonríe y echa la cabeza hacia atrás, le gusta lo que hago. Me aclaro las manos, cojo un poco más de gel y cojo su miembro. Acto seguido levanta la cabeza y me mira fijamente.

Empiezo a acariciarle, arriba y abajo, suavemente.

— Pequeña...

— Quiero hacerlo, enséñame.

Asiente con la cabeza, coge la alcachofa, se aclara el cuerpo y cierra el grifo.

Cuando salimos de la ducha nos secamos con las toallas y me tiende la mano.

— Ven, vamos a la cama.

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