Capítulo XLIX
Se sienta en la cama y da golpecitos a su lado, invitándome a sentarme.
— No tienes que hacerlo si no quieres, yo estoy bien, de verdad. Además, me gusta mucho más darte placer a ti.
— Eso es porque aún no has probado mi toque — le digo muy segura de mí misma y él se ríe. — Vale, nunca he tocado a nadie, pero me apetece. Quiero aprender, enséñame.
— Así que soy tu conejillo de indias.
— Algo así.
Nos reímos los dos. Me encanta que siempre le quite tensión al momento. Sabe exactamente qué decir y cómo decirlo.
— Vale pues empieza la clase magistral de tocamientos.
— ¿Ahora eres mi profe? — Le digo morbosa.
— Sí — dice con deseo.
— Eso me gusta — le respondo mirándole con deseo. Se muerde el labio como respuesta.
Le miro de arriba a abajo y, con un poco de vergüenza, le agarro el pene. Él pone su mano sobre la mía y me va guiando. Las mueve arriba y abajo lentamente, aprieta un poco el agarre para que le sujete un poco más fuerte y continúa. Cuando he cogido un poco el ritmo, suelta mi mano y se recuesta sobre el colchón. Yo me pongo de rodillas y continúo tocándole. Poco a poco voy aumentando el ritmo, con un dedo le acaricio la punta y noto que está mojado.
Me muerdo el labio y lo miro, cada vez está más grande y en un impulso me agacho y saco la lengua.
Empiezo a lamerle y él levanta la cabeza.
— Luna...
— Sh... relájate — le digo. Obedece y vuelve a recostarse.
Le lamo de abajo a arriba y me detengo en la punta. Hago círculos con mi lengua y noto su humedad, me estoy calentando y quiero saborearlo. Poco a poco voy metiendo su pene en mi boca, está muy húmedo, pero me gusta.
Cubro mis dientes con los labios y le saboreo aún más. Arriba y abajo mientras sigo moviendo mi mano.
Es muy grande pero quiero meter lo que pueda en mi boca, así que empiezo a masajearle los testículos y cuando noto que llega a mi garganta, me da una arcada.
— Tranquila fiera — dice Derek medio riendo medio gimiendo.
Vale, puede que esté siendo un poco bruta para ser la primera vez, pero me estoy poniendo tan cachonda que no quiero parar. Nunca pensé que darle placer a otra persona me diera placer también a mí.
Sigo lamiendo y saboreando hasta que empieza a temblar.
— Para, pequeña para — dice jadeando.
Le suelto de inmediato y me alejo. — ¿He hecho algo mal? ¿Te he hecho daño?
— No no, tranquila — dice incorporándose. — Es que si continúas al final me corro.
Uf, menos mal. — ¿Y qué problema hay?
— Que no quiero correrme en tu boca — dice con un poco de vergüenza.
— Ah... y si... ¿te corres aquí? — Digo señalando mis pechos.
— ¿Estás segura?
Asiento con la cabeza y me muerdo el labio. Parece que esta va a ser nuestra señal de consentimiento.
Me tumba en el colchón y se sienta en mis piernas.
Cojo su pene y vuelvo a acariciarle. Empiezo despacio, quiero que esto dure. Ahora que está encima quiero ver su cara de placer. Me mira fijamente, no sólo hay deseo en sus ojos, también hay amor.
Le sonrío y aumento la velocidad, poco a poco. Empieza a temblar de nuevo y cierra los ojos. Noto que su pene palpita y, con un gemido, pone su mano sobre la mía y baja su pene hasta colocarlo entre mis pechos. Vuelve a gemir y noto un líquido caliente, lo miro a él, a su pene soltando el semen y de nuevo a él. Está jadeando y eso hace que apriete las piernas. Me ha dado tanto morbo que estoy muy caliente.
— Eres increíble — dice cayendo a mi lado en la cama.
— Gracias — le digo riendo.
— ¿Seguro que no lo has hecho nunca? — me pregunta curioso.
Niego con la cabeza. — Era mi primera vez.
— Pues pareces toda una experta, lo has hecho genial.
— Tengo un buen profesor.
— Cuando quieras te doy otra clase — dice recuperando un poco el aliento. — Pero antes voy a limpiarte.
Se levanta para ir al baño y vuelve con papel. Me limpia con cuidado y me mira con deseo. Se vuelve a tumbar a mi lado y me acaricia la tripa. Está admirando mi cuerpo desnudo y mi cara empieza a arder. Nunca pensé que llegaría a estar así con un chico. No tan pronto, al menos, debido a mi mala suerte con el sexo opuesto.
— Me gustaría devolverte el favor.
— No hace falta, estoy bien así. — Mentira, deseo que me toque pero me da mucha vergüenza.
— Y mejor que vas a estar — dice con voz ronca.
— ¿Y cómo quieres devolverme el favor? — Pregunto con curiosidad.
Me mira de arriba a abajo y detiene su mirada en mi parte inferior, saca la lengua y se humedece los labios. Veo sus intenciones.
— Oh, no no, qué vergüenza — digo tapándome la cara.
— ¿Vergüenza? — Dice apartando mis manos. — Tú no tienes de eso, pillina.
— Capullo — le digo riendo —. Vale, ¿qué hago?
— Relajarte y disfrutar.
Se pone encima mía y me besa, su lengua acaricia la mía y explora mi boca como si fuese la primera vez que entra. Besa mi mejilla, muerde mi oreja, mi cuello y deja un reguero de besos hasta llegar a mis pezones. Los acaricia con los dedos, los lame y los chupa suavemente y me arqueo de placer.
Continúa bajando, besando y mordiendo mi piel hasta que abre mis piernas y se coloca entre ellas. Besa el interior de mis muslos y con su dedo empieza a acariciarme el clítoris.
Cierro los ojos y disfruto de la sensación. Noto que separa mis labios inferiores y algo húmedo me acaricia. Es su lengua.
Lame arriba y abajo, todo entero. Sigue lamiendo, despacio, hasta que se centra en mi clítoris y me tenso. Es una sensación rara pero placentera a la vez. Levanto la cabeza y le miro, me da mucho morbo verle entre mis piernas. Se chupa un dedo y poco a poco lo introduce en mi interior, vuelvo a echar la cabeza hacia atrás y disfruto de la sensación.
Siento muchísimo placer y empiezo a gemir, de manera involuntaria toco mis pezones, los acaricio y tiro de ellos como hace Derek.
El placer inunda mi cuerpo pero empieza a darme un poco de apuro, porque no siento lo mismo de la otra vez, cuando me corrí. Estoy apunto de decirle que puede parar cuando mi tripa se tensa, llega a ese punto que me hace explotar y me arqueo. Suelto un gemido muy alto y me tapo la boca. Me siento muy húmeda y mi respiración es entrecortada. Cuando recupero un poco de aliento, le miro.
Sigue entre mis piernas y me mira orgulloso.
— Pensé que no iba a poder — le confieso.
— No te preocupes, poco a poco te irá costando menos. Ven, creo que necesitamos otra ducha.
Me tiende su mano y juntos vamos a la ducha de nuevo.
Cuando terminamos, salgo y cojo la toalla, pero aún me tiemblan un poco las piernas y se me cae.
— Uy, se me ha caído — digo agachándome.
— No me provoques, chica traviesa — me da un azote.
Me río y vuelvo corriendo a la cama.
Ya tenemos que dejar la habitación del motel y nos encontramos con los demás abajo, en la puerta principal.
— No quiero volver — le digo a los demás mientras abrazo a Derek. Él pasa su brazo por mis hombros y me abraza más fuerte.
— Ya, ni yo — responde Katy. — ¿Y si pasamos el día aquí?
Justin saca su móvil y empieza a mirar. — Aquí dice que a unos 5km hay una bolera y sirven algo de comer. ¿Os apetece?
Todos asentimos y vamos a los coches.
Hay más gente de la que imaginábamos y nos cuesta un poco aparcar.
Según entramos, oímos la música. Está sonando Young Blood de 5 Seconds of Summer. Nos sentamos en la barra y pedimos unos sándwiches. Están más buenos de lo que pensaba.
Cuando se queda una pista libre nos animamos a jugar. Este juego no se me da muy bien y mi primero tiro se va sin derribar ningún bolo.
— ¿Me ponéis la barra de los niños, por favor? — Digo riendo.
Todos se ríen y Katy se levanta, es su turno. Tira dos bolos y todos nos reímos.
— Algo es algo — dice riendo.
Según van pasando las rondas, vamos mejorando un poco, conseguimos hacer un pleno cada una y nos chocamos las manos en señal de victoria.
Alan gana una partida y Derek la otra.
— Se está haciendo tarde — dice Justin — deberíamos volver ya.
Tiene razón, aunque no me quiero ir. Nos despedimos de todos y me subo al coche con Derek.
— Me lo he pasado muy bien este fin de semana, lo necesitaba — le confieso.
— Lo sé, yo también me lo he pasado muy bien. Podríamos repetirlo algún día.
— Claro, me encantaría.
Contigo me iría al fin del mundo.
Cuando llegamos a mi casa, me acompaña hasta la puerta. No quiero separarme de él pero ya es muy tarde. Debe sentir lo mismo porque se acerca, coge mi cara entre sus manos y me besa, largo y profundo. Paso mis brazos por su espalda y me aprieto más contra él.
— Descansa, princesa.
— Igualmente, pequeño.
Me da un beso en la frente y se marcha.
Cuando entro en casa, Tom está en el salón.
— ¿Qué tal lo has pasado? — Dice hablando bajo, Sam debe estar durmiendo.
— Genial — digo sonriendo.
— Ya lo veo — dice sonriendo él también.
Le doy un beso y subo a mi habitación.
Estoy más cansada de lo que imaginaba, porque la mayor parte del domingo me la paso durmiendo. Los demás deben estar igual, ya que no dan señales de vida. Ha sido un fin de semana intenso, divertido y emocionante. Ojalá podamos repetirlo pronto.
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