Capítulo LXIII


Me despierto en medio de la noche muerta de calor y con ganas de hacer pis. Derek está profundamente dormido y me tiene bien agarrada. Despacio, intento zafarme de su abrazo y dejo su brazo sobre el colchón. Salgo de la habitación sin hacer ruido y maldigo cuando llego a las escaleras. Mi muleta está abajo, en el salón.

No me queda más remedio que bajar y subir sola.

Pero una voz me frena en cuanto bajo el primer escalón.

— ¿A dónde vas, pequeña?

— ¡Ay por dios! Ya te dije una vez que soy carne de infarto, no me des esos sustos.

— Lo siento, amor — dice Derek riendo, — ¿dónde ibas?

— Al baño y a bajar la calefacción.

— Vale, ve al baño, de la calefacción me encargo yo.

Doy media vuelta y entro al baño a hacer pis. Cuando salgo, Derek está esperándome.

— Pequeña — dice cruzándose de brazos —, estoy aquí para cuidarte y ayudarte. ¿Por qué no me has despertado?

— Estabas tan a gustito durmiendo que me ha dado apuro despertarte.

— La próxima vez avísame, por favor. No quiero levantarme y ver que has caído por las escaleras.

— Vale — le prometo.

Nos metemos en la cama y nos dormimos enseguida.


— Despierta amor — noto unos suaves besos en la frente. — Buenos días princesa — dice mi chico cuando abro los ojos.

— Buenos días cariño — le digo dándole un beso. Le agarro con mis brazos y le tiro encima mía. Me encanta despertar con él a mi lado.

Empiezo a acariciarle la espalda mientras se ríe y noto su piel. Le separo un poco de mí y le miro, lleva sólo una toalla y está un poco mojado, acaba de salir de la ducha. Está súper sexy con el pelo mojado y ese torso esculpido... Empiezo a babear.

— Te recuerdo que estoy un poco convaleciente — le digo señalando su cuerpo.

— No voy a hacerte nada — dice mientras se levanta riendo.

— ¡Ya lo haces! No te pasees así, con ese cuerpo, porque me pongo malita sólo de verte — me tapo la cara con las manos y me pongo roja.

Oigo cómo se ríe a carcajadas. Noto sus manos sobre las mías y las quita de mi cara. — ¿Sabes lo adorable que eres?

Me da un beso y se viste.

— Voy a ducharme — digo levantándome de la cama.

— Dúchate luego, aprovecha cuando venga mi madre y así te lavas bien la rodilla cuando te quite la venda.

— Vale, mejor — aún así cojo una bragas limpias y me voy al baño a cambiármelas.

Regreso a la habitación, abro el armario y escojo un chándal que, obviamente, Derek me ayuda a ponerme.

Me agarro a su brazo y bajamos a desayunar. Ya ando mucho mejor, aunque sigo necesitando la muleta.

— Qué guapas vas, hermanita, hacía mucho que no te veía en chándal — dice Sam riendo.

— ¡Qué remedio! No me puedo poner vaqueros.

— Arreglarse para ir a clase está sobrevalorado — apunta Tom.

— Sí, tienes toda la razón. Recuerdo que un año, Nike se forró contigo. Iba en chándal todos los días — le digo a Derek riéndome a carcajadas.

— No... ¿En serio? — Responde riendo.

No se lo cree, normal, a mi hermano le ha conocido ya siendo un hombre formal. Pero cuando era más joven era un amante de los chándal.

Tenemos suerte y aparcamos cerca de la entrada del edificio. Salimos del coche y Derek coge ambas mochilas con una mano y me ofrece su otro brazo para agarrarme.

Entramos y todo el mundo me mira, parece que se ha corrido la voz y se ha enterado todo el instituto.

— ¡Hola, Luna! — Grita Tony mientras viene corriendo hacia nosotros. — ¿Cómo estás?

— Bien, estoy bien, gracias por preguntar.

— Menudo espectáculo diste el otro día — dice Lucio, que se une a nosotros. Me hace gracia que estos dos siempre vayan juntos. — No lo digo a malas, no te enfades.

— No, no me enfado, tienes razón. La he liado parda.

Katy, Alan y Justin se unen a nosotros y forman un corrillo a mi alrededor.

— Tranquilos, chicos. Estoy bien, de verdad — les intento tranquilizar.

— Eres una cabezona, nena — dice Katy, — no tendrías que haber venido hoy.

— Echaba de menos tu preciosa carita — le digo poniéndole morritos.

— Qué mona eres — me da un beso en la mejilla y nos reímos.

Por nuestro lado pasa Mary y todos la miran mal. Ella les devuelve el gesto, pero al verme con la muleta, le cambia la cara, agacha la cabeza y se va. ¿Se arrepiente de lo que ha pasado?

En clase de Historia, entregamos los trabajos y, para mi sorpresa, Mary está muy callada. No es normal en ella, siempre tiene que ser el centro de atención y suelta comentarios que ella considera graciosos. Pero hoy no es el caso, pasa toda la hora con la cabeza gacha, escribiendo cosas en su cuaderno.

Al terminar la hora, el profesor me pide que me quede.

— Luna, no era necesario que vinieras. Derek podría haber entregado tus trabajos por ti — dice apoyándose en su mesa.

Que alguien que siempre te trata de usted pase a tutearte no me huele bien.

— Lo sé, Sr Marin, Derek se ofreció pero quería venir yo.

— ¿Cómo estás?

— Estoy mejor.

— ¿Seguro que te caíste? — Me interroga con la mirada.

— Sí.

— No es eso lo que se oye por los pasillos.

Oh oh.

— La gente inventa muchas cosas, no les haga caso.

No está nada convencido. — Si pasa algo sabes que puedes decírmelo, ¿verdad?

— Claro que sí y agradezco su apoyo, profesor.

No se lo cree, pero aún así me deja irme.

En clase de Literatura, entregamos las redacciones y me sorprende que Mary no esté. ¿Habrá hecho pellas? Luke está aquí y Karen y Jessica también, aunque ya no son amigas. ¿Se habrá ido sola? Me extraña.

A la hora de comer, vamos todos juntos camino del comedor cuando me llama la Sra Summer.

— Luna, el director te espera en su despacho — dice ofreciendo su brazo para ayudarme a caminar.

— Voy contigo — se ofrece Derek.

— No te preocupes, ve a comer, enseguida voy yo — digo soltando su brazo y agarrando el de la Sra Summer.

Poco a poco nos vamos alejando de mis amigos y cuando no pueden oírnos, me susurra al oído. — Luna, me he enterado de lo que ha pasado. ¿Estás bien?

— Sí, no te preocupes.

— Mary también ha estado en el despacho del director.

— ¿Hace cuánto ha sido eso?

— Un par de horas.

Ya entiendo por qué no ha estado en clase de Literatura. Esto no me huele bien.

Entramos en secretaría y llama a la puerta del Sr Williams. Cuando se abre la puerta me sorprende no verle a él, sino a Tom. Me quedo de piedra y la Sra Summer me aprieta el brazo en señal de apoyo.

Tom se aparta para que pase y veo a Sam sentado. ¿Qué coño? ¿Qué están haciendo aquí?

— Pase, Srta Miller.

Entro y me siento en una silla que hay entre mis dos hermanos. Les miro a ambos y suspiro, no me puedo creer que hayan venido.

— Sus hermanos me han contado lo que ocurrió el otro día. ¿Por qué no vino a decírmelo usted?

— Lo siento, Sr Williams, pero no lo vi necesario.

— ¿Disculpe?

Quizá esté contestando un poco borde, pero no puedo evitar tener el presentimiento de que esto me va a traer muchos problemas, justo lo que no quiero.

— Luna — dice juntando sus manos y apoyándose sobre su mesa. Oh oh, aquí viene otra vez el tuteo, — sé todo lo que ha pasado. Todo, desde el inicio del curso hasta ahora.

El color abandona poco a poco mi cara y abro la boca para hablar pero no me sale ninguna palabra.

— Agredir a una compañera no está bien, aunque tu situación ya es bastante castigo.

— Lo siento mucho, de verdad — digo agachando la cabeza.

— Lo sé, no eres una persona mala ni agresiva, al contrario, eres muy buena persona y tus profesores hablan maravillas de ti. Por eso estoy tan enfadado, tendrías que haber venido a pedir ayuda.

— Estaba controlado — le respondo.

— Ya lo veo — dice señalando mi pierna. Me recuesto sobre la silla y doy la batalla por perdida. — La Srta Montgomery ha estado aquí antes que usted y no ha negado nada de lo que se la acusa. Les haré saber las medidas que tome.

Todos se levantan y mis hermanos le estrechan la mano. — Muchas gracias Sr Williams — le dice Tom.

— Estamos en contacto — le responde el director. — Luna, puedes irte a casa.

Me levanto sin decir nada y salgo de su despacho. La Sra Summer me sonríe y le intento devolver la sonrisa, aunque no me sale como yo esperaba.

Caminamos hacia el coche en silencio, ambos me miran pero no dicen nada. Quizá esté exagerando en mi reacción pero el presentimiento que tengo es muy malo. Y pocas veces me equivoco cuando me siento así.

En el coche aprovecho para enviarle un mensaje a Derek y decirle que he vuelto a casa.

Amor, estoy volviendo a casa.

¿Ha pasado algo? ¿Estás bien?

No. ¿Sabes quiénes estaban en el despacho del director? ¡Mis hermanos!

Pequeña, sólo quieren ayudarte.

Ya lo sé, pero esto... No quiero tener más problemas. Luego te cuento.

Aparcamos el coche en la entrada, salgo y entro en casa tras ellos. Cuando llego a la escalera, me giro y les miro. Ambos me miran, están con los brazos cruzados, saben que va a empezar la pelea.

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