O12 ╏ reconciliaciones
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Después de los eventos que llevaron a la separación temporal entre Seonghwa y Hongjoong, Wooyoung no pudo quedarse de brazos cruzados al ver el dolor que consumía a su amigo. Una tarde, mientras el sol caía detrás de los edificios, Wooyoung encontró a Hongjoong sentado solo, perdido en sus pensamientos y atormentado por la reciente discusión.
—Hongjoong —dijo Wooyoung con voz firme, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente—. Necesitamos hablar.
Hongjoong levantó la vista, sabiendo que Wooyoung estaba a punto de darle una charla que tal vez no quería escuchar pero que, en el fondo, sabía que necesitaba. El dolor en los ojos de su amigo hablaba por sí solo.
—¿Te has dado cuenta de lo que le hiciste a Seonghwa? —continuó Wooyoung, sin rodeos—. Lo heriste, y no solo con palabras. Sabes que él confía en ti, que ha abierto su corazón para ti, y aun así... lo dejaste solo cuando más te necesitaba.
Hongjoong apretó los labios, incapaz de responder. Cada palabra de Wooyoung era como una daga que se hundía más y más profundo en su conciencia.
—Wooyoung, yo... —intentó decir, pero Wooyoung lo interrumpió.
—No, Hongjoong. Tienes que escucharme. Lo que tienes con Seonghwa no es algo que todos puedan encontrar. Él te ama de una manera que muchos desearían. ¿Vas a perder eso solo porque no puedes controlar tus inseguridades? —Wooyoung hizo una pausa, esperando que las palabras calaran en Hongjoong—. Si realmente lo amas, ve y pídele perdón. Hazlo bien esta vez.
Hongjoong asintió lentamente, con el peso de sus acciones finalmente cayendo sobre él. Sabía que Wooyoung tenía razón; había dejado que sus miedos e inseguridades lo alejaran de la persona que más amaba.
El día en la escuela había sido una maraña de miradas esquivas y palabras no dichas entre Hongjoong y Seonghwa, quienes ahora parecían extraños en medio del tumulto de estudiantes que abandonaban el edificio. Hongjoong había pasado todo el día intentando concentrarse en las clases, pero las palabras que intercambiaron antes seguían retumbando en su cabeza, llenándolo de remordimientos que se acumulaban en su pecho como una piedra pesada.
—¿Por qué tiene que ser así...? —pensaba Hongjoong, apretando los labios mientras observaba cómo la lluvia comenzaba a caer en finas gotas. Sabía que Seonghwa era el tipo de persona que no se alejaba de nadie por mucho tiempo, y le dolía pensar que, quizás esta vez, lo había herido más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Cuando salió al patio y vio que la lluvia se intensificaba, sintió una punzada de preocupación. Entre el gentío, Hongjoong buscaba a Seonghwa, pero no lograba verlo en ningún lugar familiar. Después de unos minutos, algo en su corazón le decía que Seonghwa no se había marchado como todos los demás; su novio siempre había sido alguien que enfrentaba las cosas, aunque le dolieran, y eso era algo que Hongjoong admiraba de él.
Con una determinación renovada, Hongjoong decidió salir del cobijo de los pasillos y se adentró en la lluvia, ignorando cómo sus zapatos comenzaban a empaparse en los charcos formados sobre el pavimento. Sacó el paraguas que llevaba en su mochila y lo abrió, avanzando con paso firme, dejando que el agua se deslizara por la tela roja del paraguas.
Finalmente, después de un par de minutos de búsqueda, lo vio.
Ahí estaba Seonghwa, sentado junto a una pared del edificio, con la espalda encorvada y la mirada perdida en el suelo. Su uniforme estaba empapado, y el cabello mojado se le pegaba a la frente, dándole un aspecto vulnerable que pocas veces Hongjoong había visto en él. La usual serenidad de Seonghwa parecía rota, y Hongjoong sintió cómo el corazón se le encogía al verlo así.
A medida que se acercaba, Seonghwa levantó la vista, y sus ojos, oscuros y llenos de tristeza, se encontraron con los de Hongjoong. Por un momento, ninguno dijo nada. La distancia que se había formado entre ellos no era solo física; era como un abismo emocional que ambos sentían y que les costaba cruzar. Hongjoong levantó el paraguas, cubriendo a ambos, y se agachó a su lado.
—Seonghwa... —dijo en voz baja, apenas audible sobre el sonido de la lluvia.
Seonghwa desvió la mirada, apretando los brazos alrededor de sus rodillas como si quisiera protegerse de algo mucho más frío que la lluvia.
—¿Por qué viniste? —murmuró, casi para sí mismo, con un tono que denotaba la mezcla de dolor e incredulidad que sentía. Su orgullo estaba herido, pero más que eso, lo que realmente le dolía era la distancia emocional que se había creado entre ambos, un espacio que no sabía cómo cerrar.
Hongjoong suspiró, sintiendo la culpa arremolinarse en su pecho. No sabía cómo explicarle a Seonghwa lo que realmente sentía, las inseguridades que le hacían reaccionar de esa manera. Pero ahora, al verlo allí, vulnerable y herido, se dio cuenta de que debía intentarlo.
—No podía dejarte aquí solo —respondió finalmente, con sinceridad en la voz. —No después de lo que pasó... No quería que pensaras que no me importas.
Seonghwa levantó una ceja, un amago de ironía asomando en su mirada. —¿De verdad? Porque parecías bastante enojado cuando me dijiste que no necesitabas que me preocupara por ti.
Las palabras de Seonghwa golpearon a Hongjoong como un golpe inesperado. Tenía razón; él había dicho eso. Había dejado que su propio orgullo y sus inseguridades hablasen en lugar de su corazón. Pero ahora, se daba cuenta de que no podía dejar que esas barreras los separaran.
—Lo siento —dijo, y sus palabras fueron más sinceras de lo que habían sido en mucho tiempo. —No quise decirlo de esa manera. A veces... a veces siento que nunca seré lo suficientemente bueno para ti. Que siempre estás cuidándome porque crees que no puedo hacer nada solo. —Sus ojos se llenaron de vulnerabilidad mientras hablaba, algo que rara vez dejaba ver.
Seonghwa lo miró en silencio, su expresión suavizándose al escuchar esa confesión. Durante mucho tiempo, él había pensado que su protección era algo natural, que Hongjoong lo apreciaba. Nunca se había dado cuenta de que, en su intento de ser un apoyo, había hecho que Hongjoong se sintiera menos capaz.
—Joong... —murmuró suavemente, extendiendo una mano temblorosa para tomar la de su novo. —Nunca quise que te sintieras así. Para mí, siempre has sido suficiente, más que suficiente. Lo único que quiero es verte feliz, pero si de alguna manera mi preocupación te ha hecho sentir menos... lo lamento de verdad. —Una sombra de tristeza cruzó su rostro. —No sabes cuánto significas para mí.
Hongjoong apretó la mano de Seonghwa, sintiendo el calor en medio de la frialdad de la lluvia. Era un pequeño gesto, pero en ese momento, parecía como si fuera lo único que importara.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, dejando que la lluvia continuara cayendo alrededor de ellos, aislándolos del mundo. Las palabras ya no eran necesarias; lo que sentían estaba claro en la forma en que se miraban, en cómo sus manos se entrelazaban en un pacto silencioso de comprensión.
—Perdóname —susurró Hongjoong, acercándose un poco más, sus ojos clavados en los de Seonghwa. —Perdóname por ser tan terco y por no ver lo mucho que te preocupas por mí.
Seonghwa sonrió, una sonrisa tenue y cálida que iluminó su rostro aún mojado. —Solo si tú me perdonas a mí por ser tan sobreprotector.
Hongjoong asintió, y ambos compartieron una risa suave, liberadora, que disolvió la tensión acumulada entre ellos. Se abrazaron bajo el paraguas rojo, ignorando el frío, el agua, y el murmullo de algunos estudiantes que los veían desde lejos. En ese instante, el mundo se desvaneció y solo existían ellos dos, perdonándose y prometiendo ser mejores, no solo como pareja, sino como amigos y apoyos incondicionales. Por ultimo, como muestra de amor, hongjoong besó a Seonghwa de manera tierna, ambos sonriendo en medio del beso, para después separarse y sonreirse el uno al otro.
A medida que la lluvia disminuía, Hongjoong se levantó y extendió la mano a Seonghwa, ayudándolo a ponerse de pie. Con el paraguas cubriéndolos, caminaron juntos, tomados de la mano, hacia la salida de la escuela, sin decir nada, pero sabiendo que habían dado un gran paso hacia una relación más fuerte.
Mientras se alejaban, Seonghwa apretó la mano de Hongjoong, y el calor que sentía en su pecho le hizo olvidar la frialdad de la lluvia. En ese momento, supo que, sin importar las diferencias y las discusiones, siempre regresarían el uno al otro.
Después de esa tarde, Seonghwa decidió darle vuelta a la hoja. Poco a poco, los momentos entre ellos se volvieron más íntimos, más significativos. Cada mirada, cada caricia, era una reafirmación de su compromiso y amor.
Un fin de semana, Hongjoong preparó una cena sorpresa para Seonghwa en su pequeño departamento. La mesa estaba decorada con velas, y la luz tenue creaba un ambiente cálido. Seonghwa no pudo evitar sonreír cuando vio el esfuerzo que Hongjoong había puesto en cada detalle.
—Nunca imaginé que fueras capaz de hacer algo así —bromeó Seonghwa, sentándose mientras Hongjoong le servía un plato cuidadosamente preparado.
—Bueno, aún me quedan algunos trucos bajo la manga —respondió Hongjoong con una sonrisa traviesa, tomando asiento frente a él.
Durante la cena, compartieron risas, recordaron buenos momentos, y hablaron de sus sueños y deseos para el futuro. Seonghwa sentía cómo cada palabra y gesto de Hongjoong reafirmaba su amor y compromiso, y por primera vez en mucho tiempo, su corazón se sintió en paz.
Después de la cena, se quedaron en el balcón, mirando las luces de la ciudad bajo las estrellas. Hongjoong tomó la mano de Seonghwa y, sin decir una palabra, lo acercó hacia él, rodeándolo con sus brazos.
—Quiero que sepas que estoy aquí, siempre. Pase lo que pase, no dejaré que mis inseguridades nos separen de nuevo —dijo Hongjoong, susurrando en su oído mientras lo abrazaba.
Seonghwa cerró los ojos, disfrutando de la calidez de ese abrazo, y se permitió descansar en los brazos de la persona que más amaba.
Al día siguiente, siendo un sabado, ambos decidieron tomarse el día libre y pasar tiempo juntos. Pasearon por el parque, tomados de la mano, disfrutando de la compañía mutua. Cada risa, cada mirada, era una muestra de que ambos estaban dispuestos a trabajar juntos para sanar las heridas y fortalecer su relación.
Al caer la tarde, Hongjoong apoyó su cabeza en el hombro de Seonghwa mientras caminaban, disfrutando de la paz que sentía a su lado.
—Gracias por no rendirte conmigo —susurró Seonghwa.
—Nunca lo haré —respondió Hongjoong, dándole un beso suave en la mejilla—. Eres mi todo, y voy a hacer todo lo posible para demostrarte eso cada día.
Los dos continuaron caminando, bajo el cielo teñido de tonos anaranjados y rosados por el atardecer, con la certeza de que, aunque el camino a veces fuera difícil, estaban dispuestos a recorrerlo juntos, apoyándose mutuamente y enfrentando cualquier obstáculo que pudiera surgir.
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