O1O ╏ antojos y besos
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El colegio siempre parecía lleno de vida. Los pasillos resonaban con risas, conversaciones rápidas, y el eco de pasos apurados que llenaba el aire. Sin embargo, en medio de ese bullicio, había un rincón especial, una pequeña burbuja donde el tiempo parecía detenerse: el lugar donde Hongjoong y Seonghwa pasaban sus horas juntos.
Ese día no era diferente, o al menos eso parecía en la superficie. Hongjoong, con su característico cabello de dos tonos se acercaba al aula donde Seonghwa ya lo esperaba. Ese día Seonghwa no tendría una de sus clases, por lo que Hongjoong sacrificaría una de sus clases para disfrutar más tiempo con su novio. El pequeño salto en sus pasos mostraba que estaba emocionado por la mañana, pero había algo más en su actitud. Durante toda la semana, Hongjoong había estado sintiendo esos extraños antojos, esas ganas de pequeños caprichos que solo Seonghwa parecía poder satisfacer.
Al entrar al salón, Hongjoong lo vio inmediatamente. Seonghwa, más alto y con su postura siempre elegante, leía un libro en su escritorio. La luz de la mañana se colaba a través de las ventanas, dándole a su cabello negro un brillo especial. Aunque pareciera absorto en su lectura, Seonghwa sintió la presencia de Hongjoong antes de levantar la mirada. Una suave sonrisa apareció en sus labios, y la atmósfera entre ellos cambió inmediatamente.
—¿Qué tienes en mente hoy? —preguntó Seonghwa, con esa voz suave y tranquila que siempre lograba calmar cualquier inquietud en Hongjoong, mientras lo veía ingresar al aula.
—Antojos —respondió Hongjoong de manera casi automática, dejándose caer en la silla frente a Seonghwa.
Seonghwa arqueó una ceja, pero no dejó de sonreír.
—¿Antojos de qué? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta. Después de todo, conocía a Hongjoong mejor que nadie.
Hongjoong señaló la bolsa de papas fritas que Seonghwa había sacado de su mochila. Era casi una tradición para ellos, compartir esos pequeños bocadillos entre clases. Pero hoy, había algo más en el aire, algo que hacía que cada gesto se sintiera más significativo.
—Quiero una papa, pero te la cambiaré por un beso —dijo Hongjoong, con una sonrisa traviesa.
Seonghwa se rió por lo bajo. Sabía que Hongjoong siempre encontraba maneras de hacer los momentos más cotidianos en algo especial. Con calma, Seonghwa tomó una papa de la bolsa y la acercó a los labios de Hongjoong. Este, sin dejar de mirarlo a los ojos, mordió la papa, saboreándola lentamente.
—Lo prometido es deuda —murmuró Hongjoong, inclinándose hacia Seonghwa.
Sus labios se encontraron en un beso suave, corto, pero lleno de ese cariño que ambos compartían, aunque con un ligero toque salado. A pesar de la cotidianidad del gesto, había algo en la forma en que se miraban después del beso, como si estuvieran compartiendo un secreto que solo ellos entendían.
Mientras disfrutaban de ese momento íntimo, un sonido de risitas interrumpió el ambiente entre ellos. Yeosang, uno de sus amigos más recientes de la pareja, se acercaba con una expresión divertida en el rostro, seguido de Jongho, el otro nuevo miembro de su pequeño grupo.
—Siempre tan empalagosos, ¿eh? —comentó Jongho, dándole un leve codazo a Yeosang.
—A mí me parece lindo —respondió Yeosang, sonriendo mientras se sentaba en la mesa de al lado.
—¿Lindo? —replicó Jongho, fingiendo una expresión de incredulidad—. Más bien parecen un par de niños intercambiando bocadillos y besos.
Hongjoong, sin perder la oportunidad, lanzó una mirada desafiante a Jongho.
—¿Celoso? Si quieres un beso también, solo pide —dijo, extendiendo la mano como si estuviera dispuesto a compartir el mismo gesto con él.
Jongho levantó las manos en señal de rendición.
—No, no, gracias. Ustedes sigan con lo suyo. Yo solo quiero mis papas en paz —dijo, arrebatando la bolsa de papas de las manos de Seonghwa y tomando una.
Seonghwa soltó una carcajada. Había algo en la camaradería entre ellos que siempre lograba aligerar el ambiente, y momentos como ese eran los que apreciaba más. A pesar de las bromas, sabía que sus amigos valoraban la relación que tenía con Hongjoong, incluso si no lo admitían abiertamente.
—¿Qué tienen después de esta clase? —preguntó Yeosang, cambiando de tema mientras se acomodaba en su silla.
—El club de ocultismo —respondió Seonghwa—. Aunque dudo que Hongjoong ponga atención hoy.
Hongjoong, que ya estaba buscando algo más en la mochila de Seonghwa, levantó la cabeza.
—¿Por qué dices eso?
—Porque no has dejado de tener esos antojos extraños toda la semana. Ayer fue helado, hoy son papas. Mañana, quién sabe qué será —dijo Seonghwa, divertido.
—Oh, mañana tengo planes más grandes —respondió Hongjoong, guiñándole un ojo.
Jongho soltó una risita.
—No quiero ni imaginar lo que se te ocurrirá mañana.
El pequeño momento de almuerzo, que tenían en ese momento, continuo con las inusuales bromas y charlas ligeras con sus amigos, pero no fue hasta que sonó el tiembre para que Yeosang y Jongho se fueran a sus clases, dejando a la pareja, en cambio se daba entrada a sus compañeros del club de ocultismo, los cuales ingresaban a tomar lugar en una de las bancas desocupadas.
A lo lejos, sus compañeros los observaban con una mezcla de curiosidad y envidia. Aunque Hongjoong y Seonghwa eran conocidos por ser pareja, siempre había algo magnetico entre ellos que atraía miradas. Para sus amigos más cercanos, como lo eran San y Wooyoung, esa era simplemente la dinámica normal de la pareja, pero para otros era una muestra de afecto poco común en el colegio.
—¿Crees que algún día nos acostumbremos a que todos nos miren? —preguntó Seonghwa mientras abría ahora una bolsa de dulces confitados.
Hongjoong se encogió de hombros, despreocupado como siempre.
—Que miren todo lo que quieran. Si nos tienen envidia, es su problema —respondió, mientras tomaba la mano de Seonghwa que llevaba un dulce entre sus dedos y la atrapaba con la boca.
Seonghwa negó con la cabeza, divertido. Siempre había algo en la actitud despreocupada de Hongjoong que lograba sacarle una sonrisa. Pero a pesar de lo confiado que aparentaba ser, Seonghwa sabía que debajo de esa fachada, Hongjoong era alguien que necesitaba sentirse seguro y amado. Y él se aseguraba de recordárselo todos los días, incluso en los momentos más simples como este.
—Ven aquí —dijo Seonghwa de repente, empujando su silla un poco hacia atrás. Hongjoong levantó la mirada, sorprendido.
—¿Qué pasa?
—Ven aquí, quiero abrazarte —repitió Seonghwa con un tono más suave.
Sin dudarlo, Hongjoong se levantó y se acercó a Seonghwa, quien lo recibió con los brazos abiertos. Aunque Seonghwa era más alto, había algo reconfortante en la manera en que lo rodeaba con sus brazos, como si creara un escudo invisible alrededor de Hongjoong. Apoyó su barbilla en el hombro de Seonghwa, y por un momento, el mundo exterior desapareció.
—Te amo, ¿lo sabías? —susurró Hongjoong, sus palabras casi inaudibles.
—Lo sé, y yo a ti —respondió Seonghwa, acariciando suavemente la espalda de Hongjoong.
Era un gesto que habían compartido cientos de veces, pero que nunca perdía su significado. Ambos sabían que, a pesar de las miradas de los demás, lo único que importaba era lo que sentían el uno por el otro.
Una vez que la mayoría de sus compañeros había ingresado al aula, ambos se separaron del abrazo, Hongjoong se levanto, deposito un beso en la mejilla del pelinegro y volvió a su lugar, justo cuando entraba el profesor al aula.
El resto de la clase pasó sin mucho alboroto, pero a medida que el día avanzaba, las interacciones entre Hongjoong y Seonghwa continuaron siendo una constante. En el almuerzo, compartieron más comida, y aunque estaban rodeados de compañeros, parecía que solo existían el uno para el otro. Cada pequeño gesto—un roce de manos, una sonrisa a lo lejos—hacía que el ambiente entre ellos se sintiera aún más especial.
Después de las clases, mientras caminaban hacia la salida del colegio, Seonghwa tomó la mano de Hongjoong, un gesto que pocas veces hacían en público. Pero ese día, el sol estaba cayendo de manera suave, y el momento se sentía adecuado. Hongjoong miró hacia arriba, hacia Seonghwa, con una sonrisa tranquila.
—¿Sabes? No necesito antojos para querer estar contigo —dijo, con su tono juguetón habitual, pero con una sinceridad que no siempre mostraba.
Seonghwa lo miró de reojo, sonriendo suavemente.
—Y yo no necesito darte comida para quererte besar —respondió, inclinándose hacia él y robándole un beso en la mejilla.
El día estaba llegando a su fin, pero para ellos, esos momentos quedaban grabados, pequeños recuerdos que formarían parte de su historia juntos. Con cada antojo satisfecho y cada beso robado, construían algo más grande que ellos mismos: una relación basada en la complicidad, en los gestos sencillos, y en el cariño que se profesaban día tras día.
Hongjoong se giró hacia él, tomándolo por la muñeca.
—Mañana, Seonghwa... quiero helado. Pero no cualquier helado. Quiero uno que tú me elijas. Será especial, porque todo lo que haces siempre lo es.
Seonghwa soltó una risa ligera, asintiendo.
—Está bien, mañana te sorprenderé. Y quién sabe, tal vez intercambiemos algo más que helado y besos.
Y así, entre antojos y risas, continuaron su día, sabiendo que su conexión, más allá de la comida o las bromas, era lo que realmente los mantenía unidos. Y ese era un lazo que ninguno de los dos estaba dispuesto a soltar.
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