Impact 004
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Impact 004
Favorite Dessert
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Annibeth despertó en casa de su abuela, sintiendo la suavidad de las sábanas y el leve aroma a lavanda que llenaba el ambiente. Cada músculo de su cuerpo se sentía pesado, y su mente estaba nublada mientras intentaba recordar cómo había llegado allí.
"Los vampiros..." pensó, y un escalofrío recorrió su espalda.
La puerta se abrió suavemente, y Serena entró, llevando una taza de té humeante.
-Finalmente despiertas, querida. -Dejó la taza sobre la mesita de noche y se sentó junto a ella.
-¿Qué pasó? -preguntó Annibeth, su voz apenas un susurro.
-Alec te trajo aquí. Dijeron que te enfrentaste a un grupo de vampiros y que después te desmayaste. Has estado inconsciente desde entonces.
Annibeth asintió lentamente, sintiendo cómo los recuerdos regresaban fragmentados.
-¿Y Alec? -preguntó, su corazón apretándose al no haberlo visto aún.
Serena suspiró con delicadeza, acariciando el cabello de su nieta.
-Él quiere estar contigo, pero... hay algo que está ocupando su atención. Algo relacionado con un tal Simon.
Antes de que Annibeth pudiera decir algo más, el sonido de su teléfono vibrando sobre la mesita la interrumpió. Lo tomó rápidamente, viendo el nombre de Alec en la pantalla.
-¿Alec? -contestó de inmediato, su voz llena de anhelo y preocupación.
-Annibeth... -Su voz era baja, pero cargada de alivio. -¿Estás bien?
Ella cerró los ojos al escuchar su tono, sintiendo que parte de la tensión se disipaba.
-Estoy en casa de mi abuela. Dice que tú me trajiste... ¿Dónde estás?
-Con Jace, Clary e Isabelle -respondió Alec, con un tono que mezclaba frustración y cansancio. -Estamos buscando a Simon. Los vampiros lo tienen.
Annibeth sintió un nudo en el estómago.
-¿Por qué no me dijiste nada?
-No quería preocuparte -dijo Alec con suavidad, pero su voz tenía un dejo de culpa. -Has pasado por mucho. No podía quedarme, aunque quería hacerlo...
Ella guardó silencio por un momento, dejando que las palabras calaran.
-Solo quiero que estés bien -añadió Alec después de un momento.
-Yo también quiero que tú estés bien -respondió Annibeth, suavizando su tono.
Hubo un silencio breve antes de que Alec suspirara.
-Prometo que en cuanto encontremos a Simon, estaré contigo. Pero necesito que descanses. Por favor.
Annibeth asintió, aunque sabía que él no podía verla.
-Ten cuidado, Alec.
-Siempre. -La línea se cortó, y Annibeth dejó el teléfono a un lado, su mente ahora dividida entre la preocupación por Alec y la incertidumbre de lo que vendría.
Serena la observó con calma.
-Ese muchacho hará todo lo posible por protegerte.
Annibeth sonrió débilmente, aunque una parte de ella deseaba que Alec pudiera estar a su lado en ese momento. Pero sabía que el deber siempre lo llamaba primero.
Era tarde cuando Anniebeth oyó un leve golpe en la puerta. Serena no estaba, y la tranquilidad de la casa de su abuela hacía que cada sonido resonara con más intensidad. Se levantó del sillón con algo de curiosidad, ajustándose la manta sobre los hombros. Al abrir la puerta, se encontró con Alec de pie bajo la tenue luz del porche, sosteniendo dos cajas cuidadosamente envueltas.
-¿Alec? ¿Qué haces aquí a esta hora? -preguntó sorprendida, abriendo un poco más la puerta para observarlo mejor.
Él parecía incómodo, como si dudara de su propia decisión de estar allí, pero finalmente le ofreció una media sonrisa.
-Estaba en el vecindario y... pensé en pasar. Traje algo para ti -dijo, extendiéndole las cajas.
Anniebeth arqueó una ceja, claramente intrigada. Tomó una de las cajas y la abrió lentamente. Su expresión pasó de la curiosidad a la incredulidad.
-¿Un Mont Blanc? -preguntó con los ojos muy abiertos-. Esto es casi imposible de conseguir aquí... y mucho más en esta temporada.
Alec alzó los hombros con fingida indiferencia.
-Bueno, pensé que te gustaría -respondió con un tono casual que no encajaba con el leve rubor que subía por sus mejillas.
Ella apartó la mirada del postre para observarlo con una mezcla de gratitud y asombro.
-Es increíble, Alec. Muchas gracias... pero, ¿cómo lo conseguiste?
Él vaciló, desviando la mirada.
-Tengo... contactos -dijo, intentando parecer despreocupado, aunque su lenguaje corporal lo traicionaba.
Anniebeth entrecerró los ojos, divertida por su evidente incomodidad. Luego tomó la segunda caja y la abrió.
-¿Una Pavlova? ¿Estás bromeando? Alec, esto es aún más difícil de conseguir que el Mont Blanc. -Se cruzó de brazos y lo miró con una expresión divertida-. De verdad, ¿cómo lo lograste?
Él se rascó la nuca, evitando sostenerle la mirada por mucho tiempo.
-Nada es imposible si se trata de... -se detuvo, tragando saliva al darse cuenta de lo que estaba a punto de decir. Carraspeó y se corrigió rápidamente-. Bueno, digamos que me gusta cumplir promesas.
Anniebeth arqueó una ceja.
-¿Qué promesas?
-Promesas que hago en mi cabeza -dijo él con una sonrisa nerviosa, tratando de desviar el tema-. ¿Puedo pasar o prefieres que me congele aquí fuera?
Ella sonrió, divertida por su intento de disimulo, y se hizo a un lado para dejarlo pasar.
-Está bien, entra. Después de esto, no puedo dejarte ahí de pie como un extraño.
Alec entró con paso seguro pero algo nervioso, observando el ambiente cálido y ordenado de la sala. Anniebeth colocó las cajas sobre la mesa y tomó un cuchillo para cortar un pedazo del Mont Blanc.
-¿Quieres probar? -le ofreció, pero él negó con la cabeza.
-No, es para ti. Solo quería que disfrutaras algo que te gusta.
Anniebeth tomó un pequeño bocado y suspiró con satisfacción.
-Esto es increíble, Alec. De verdad, gracias. Aunque sigo sin entender por qué te tomaste tantas molestias.
Él se apoyó en el marco de la puerta, cruzando los brazos.
-Supongo que... quería verte sonreír.
Sus palabras quedaron suspendidas en el aire. Anniebeth lo miró fijamente, sin saber exactamente qué responder. Alec notó el cambio en el ambiente y rápidamente desvió la mirada hacia la ventana.
-Bueno, parece que cumplí mi objetivo, ¿no? -añadió con una risa suave, intentando aligerar el momento.
Anniebeth dejó el cuchillo en la mesa y lo observó con una leve sonrisa, aunque en su interior sentía que había algo más detrás de ese gesto.
-Misión cumplida, sí -respondió, tratando de ocultar un leve rubor mientras regresaba al sofá con el plato.
Alec permaneció unos minutos más, observándola disfrutar del postre que el mismo había hecho y preguntándose si algún día ella entendería todo lo que realmente significaba para él. Por ahora, le bastaba con esos momentos.
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