Impact 003
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Impact 003
Vampire
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Simon tamborileaba los dedos contra el volante de la van mientras miraba a
Anniebeth, quien parecía absorta observando las estrellas a través de la ventana. Habían pasado apenas unos minutos desde que los demás se alejaron, pero el silencio comenzaba a volverse incómodo.
-¿Qué tal un poco de música? -preguntó Simon, tratando de animar el ambiente.
Anniebeth lo miró con curiosidad. -¿Qué tipo de música?
Simon encendió su teléfono y comenzó a buscar una lista de reproducción. -Algo que creo que te gustará. ¿Eres más de pop, rock, o quizás algo clásico?
Antes de que Anniebeth pudiera responder, sintió un movimiento extraño en el aire. Giró la cabeza hacia Simon justo cuando una sombra lo arrastraba hacia la parte trasera de la van.
-¿Frobbie? -murmuró confusa, recordando un apodo tonto de una serie que había visto. Sin embargo, al girarse completamente, su expresión cambió al ver a un vampiro sujetando a Simon con fuerza.
-¡Eh! ¡Suéltalo! -gritó Anniebeth mientras salía rápidamente de la van. Extendió una mano, murmurando un hechizo, y una ráfaga de energía dorada salió disparada hacia el vampiro. Este soltó a Simon lo suficiente como para que se tambaleara hacia un lado, pero en lugar de huir, el vampiro se giró hacia ella con una sonrisa predadora.
-Bruja. Qué interesante -dijo el vampiro, avanzando lentamente hacia ella.
Anniebeth levantó las manos nuevamente, lista para otro ataque, mientras intentaba alcanzar a Simon. -¡Simon, corre!
Pero antes de que Simon pudiera moverse, el vampiro se lanzó hacia Anniebeth. Ella logró esquivar y contraatacar con otro hechizo que lo empujó hacia atrás, pero no fue suficiente. En un rápido movimiento, el vampiro la golpeó con fuerza, enviándola al suelo.
La última cosa que Anniebeth vio antes de desmayarse fue a Simon gritando su nombre, mientras el vampiro se acercaba nuevamente
La atmósfera estaba cargada de tensión, y el eco de los pasos de Jace, Isabelle y Alec resonaba en el aire. Anniebeth, aún inconsciente, yacía en el suelo, sin ninguna defensa. Cuando Alec la vio, el pánico se apoderó de él por un momento.
Corrió hacia ella sin pensarlo, su corazón latiendo con fuerza. Desesperado, la levantó con cuidado, asegurándose de que respirara. A pesar de la amenaza inminente, todo lo que Alec podía pensar era que ella estaba allí, vulnerable, y no podía dejar que nadie más le hiciera daño.
-Anniebeth... -murmuró, tocando su mejilla con suavidad, buscando signos de vida.
-¡Simon!
De pronto, la voz de un vampiro se escuchó.
-¿Ese es el nombre del mundano?
-¡El no tiene nada que ver con esto!
-Para mi será un placer matarte si no lo regresas-advirtió Jace-
Alec, que estaba sosteniendo a Anniebeth, levantó la cabeza y habló con firmeza, sabiendo que no podían permitir que esto se saliera de control.
-Cuidado. Romperíamos los Acuerdos. -su voz era autoritaria, casi instintiva. Estaba demasiado centrado en ella para preocuparse por las consecuencias de sus palabras, pero sabía que si las cosas escalaban, serían más que capaces de enfrentar problemas mayores.
El vampiro, al parecer, comprendió la advertencia, pero su rostro se endureció.
-Los niños de la noche no han roto ninguna ley. Quiero la Copa Mortal... por el mundano. -dijo, su tono siniestro, como si estuviera acostumbrado a negociar con vidas ajenas.
El vampiro miró a su compañero. En un abrir y cerrar de ojos, ambos desaparecieron a una velocidad vertiginosa, llevándose a Simon con ellos, dejándolos atrás con la incertidumbre de lo que pasaría después.
Los gritos de Clary llamando a su amigo el aire mientras Alec se quedaba mirando a Anniebeth, quien seguía en sus brazos. Aun estaba inconsciente, pero Alec no podía apartar su mirada de ella. Sus dedos se movieron suavemente sobre su rostro, acariciando su cabello, y suspiró con alivio al ver que respiraba, aunque de forma superficial.
Jace y los demás llegaron a su lado, mirando en silencio, conscientes de la gravedad de la situación. Isabelle se agachó junto a Alec, tocando su hombro con delicadeza.
-¿Está bien? -preguntó ella, su voz llena de preocupación.
Alec no contestó de inmediato, todavía enfocado en Anniebeth. Finalmente, levantó la cabeza y asintió lentamente.
-Está... bien. -dijo, aunque la preocupación seguía reflejada en su rostro.
De repente, Anniebeth se movió ligeramente, dando señales de que estaba despertando. Alec suspiró aliviado, volviendo a concentrarse en ella.
-Anniebeth... -murmuró, su voz suave y llena de ternura mientras la levantaba ligeramente, ofreciéndole apoyo.
Ella abrió los ojos, confundida, y al ver a Alec, trató de levantarse, pero él la detuvo con un gesto calmado.
-Tranquila, estás a salvo. -dijo Alec, mientras la sostenía con más firmeza, aliviado de que estuviera bien.
Anniebeth, aún débil, lo miró con una mezcla de confusión y preocupación.
-¿Qué pasó? -preguntó, su voz quebrada.
Alec la observó un momento, asegurándose de que no estuviera gravemente herida, antes de hablar.
-Los vampiros se lo llevaron. Pero ahora estamos bien. -dijo, intentando mantener la calma, aunque su mente seguía centrada en lo que acababan de vivir.
Anniebeth, mirando a su alrededor y viendo la preocupación en los ojos de Alec, asintió lentamente, intentando entender lo que había ocurrido. Pero antes de que pudiera decir algo más, Clary, Jace y los demás la rodearon, preocupados por la situación.
Sin embargo, en su mente, algo seguía resonando: el hecho de que los vampiros ahora sabían de la Copa Mortal y, lo más importante, que Alec no estaba dispuesto a perder a Anniebeth.
Alec condujo hasta la casa de Anniebeth, estacionando cuidadosamente frente a la puerta. Ella intentó levantarse del asiento, pero antes de que pudiera moverse, Alec la detuvo.
-No te preocupes, déjame -dijo con suavidad.
Sin esperar más, la levantó en sus brazos con cuidado. Anniebeth estaba débil, sus ojos medio cerrados por el agotamiento. Alec la sostuvo con firmeza, pero con la delicadeza necesaria. Cuando llegó a la puerta, Serena, la abuela de Anniebeth, apareció al instante.
Serena, con su presencia tranquila y serena, lo observó fijamente. Alec se detuvo por un momento, pero no dijo nada. Ella, con solo mirarlo, supo lo que era.
-¿Está bien, Anniebeth? -preguntó Serena con una voz calmada pero preocupada.
-Está agotada, pero no grave -respondió Alec, su tono serio pero sincero.
Serena asintió, mirando a Alec antes de dar un paso atrás para dejarlo pasar. Con la ayuda de Serena, Alec llevó a Anniebeth al sofá, acunándola con cuidado hasta que la acomodó allí.
Serena se acercó a ella, tocando su frente con una mano cálida. Luego, miró a Alec, quien permaneció de pie a un costado, sin saber exactamente cómo proceder.
-Gracias por traerla -dijo Serena, su mirada fija en él. Había algo en su mirada que sugería que había reconocido algo más allá de la simple cortesía.
Alec, sintiéndose un poco incómodo pero deseando hacer una buena impresión, intentó relajarse.
-De nada, señora. Solo quería asegurarme de que estuviera bien.
Serena no dijo nada al principio, pero luego sonrió levemente.
-Es raro ver un cazador de sombras con tan buena voluntad. Aunque, supongo que no es sorpresa viniendo de alguien que se preocupa por mi nieta.
Alec sonrió, un poco sorprendido por la observación. No era fácil ganarse la confianza de alguien tan perceptivo como Serena.
-Trato de ser de ayuda donde puedo -respondió, queriendo dar una buena impresión.
Serena lo observó un momento más, antes de girarse hacia Anniebeth, asegurándose de que estuviera cómoda.
-Supongo que tienes buenas intenciones. Y aunque no te conozca, por ahora eso es suficiente -dijo Serena, más para sí misma que para Alec.
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