010
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Impact 010
The Question
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El gimnasio del Instituto estaba iluminado tenuemente, con el sonido de las espadas chocando en prácticas cercanas resonando en el aire. Alec entrenaba concentrado, con movimientos precisos mientras atacaba a un maniquí de práctica. Su postura rígida reflejaba una mezcla de disciplina y frustración que parecía estar contenida dentro de él.
Isabelle, con su típico andar confiado, se acercó sigilosamente desde un costado y se apoyó contra una pared cercana, observándolo.
-Dime que no vas a seguir con esto,- soltó de repente, rompiendo el silencio.
Alec, confundido, bajó la espada y giró hacia ella con una ceja alzada.
-¿De qué estás hablando?
-Sabes de qué hablo,-dijo Isabelle mientras cruzaba los brazos. -De los planes de nuestros padres. Van a casarte.
Alec soltó un suspiro, mirándola ahora con una mezcla de cansancio y desafío.
-No lo harán,- insistió.
-Sí, lo harán. Quieren que formar esa alianza para restaurar nuestra posición en la Clave. Y van a usar lo que sea necesario para lograrlo, incluso obligarte a casarte con alguien que ni siquiera amas.
Alec apretó la mandíbula. El sonido del maniquí balanceándose suavemente llenaba el vacío que dejó el silencio entre ellos.
-Entonces, si me caso, ¿qué harás tú? ¿Qué planean para ti?- preguntó Alec con evidente sarcasmo, tratando de quitarle peso a la situación.
Isabelle se encogió de hombros con una sonrisa tensa.
-Quieren que yo negocie con los seelies. Que ayude a calmar las tensiones con ellos.
-¿Y qué haces en eso? ¿Eres la diplomática ahora?- replicó Alec, con cierta ironía en su tono.
-Soy yo quien tiene vínculos con los seelies, Alec. Quiero ayudar, pero esto también nos pone en sus manos,- admitió Isabelle, bajando la guardia y revelando algo más de preocupación en sus palabras.
-¿Así lo llamas ahora? ¿'Vínculos'?- Alec soltó, pero no había juicio en sus palabras, solo la chispa de siempre al provocar a su hermana.
Isabelle puso los ojos en blanco, pero luego lo miró directamente a los ojos.
-Estoy de tu lado, Alec.
Por un momento, Alec asintió, como agradeciendo las palabras. Sin embargo, un instante después, negó con la cabeza.
-He seguido cada una de las reglas. He hecho todo lo que esperaba la Clave y nuestra familia. ¿Y esto es lo que obtengo a cambio? No lo haré, Isabelle. No puedo. No quiero.
Isabelle le lanzó una pequeña sonrisa, con cierto desafío en su mirada.
-Encontraremos una salida. Siempre lo hacemos.
Pero algo en esas palabras pareció encender algo dentro de Alec. Él bajó la espada con fuerza, respirando hondo.
-¿Sabes qué? Al diablo las reglas.
Isabelle alzó una ceja sorprendida mientras veía a su hermano empezar a caminar hacia la salida, con pasos decididos.
-Que se jodan las reglas. Que se jodan todos,-concluyó Alec mientras cruzaba la puerta sin mirar atrás, dejando a Isabelle ligeramente sorprendida pero divertida por su nueva actitud.
Anniebeth salió del baño del Instituto, secándose las manos mientras avanzaba por los pasillos. Miró a su alrededor, buscando a Alec en el gimnasio donde lo había dejado entrenando con Isabelle. Sin embargo, la sala estaba vacía ahora, con solo las sombras de los maniquíes y el eco de los sonidos lejanos del entrenamiento de otros shadowhunters.
Frunció el ceño y decidió buscarlo en otros lugares del edificio. Caminó por los pasillos, su molestia creciendo con cada esquina que doblaba sin encontrarlo. Finalmente, se cruzó con Isabelle, quien estaba revisando un artefacto junto a una estantería de armas.
-¿Dónde está Alec?-preguntó Anniebeth, tratando de sonar calmada, aunque su tono llevaba un ligero borde de exasperación.
Isabelle levantó la vista.
-Salió. No dijo a dónde iba.
-¿Qué?- Anniebeth cruzó los brazos, indignada. -¿Y me dejó aquí?
-Es probable que llegue pronto
Anniebeth resopló y giró sobre sus talones, dirigiéndose hacia la salida. Mientras se alejaba.
Ya fuera del Instituto, Anniebeth sintió cómo el aire fresco le despejaba un poco la mente. Aun así, no podía evitar sentirse molesta. ¿Qué clase de novio la invitaba y después salía sin siquiera avisar?
Con paso decidido, se dirigió de regreso a casa. En el camino, su frustración comenzó a disiparse, reemplazada por una mezcla de preocupación y curiosidad. Alec no era de los que dejaban cosas sin decir nada. Si se había ido tan abruptamente, debía haber sido por algo importante.
Cuando llegó a casa, dejó caer su bolso en el sofá y suspiró. Por mucho que tratara de estar molesta con él, una parte de ella estaba más ansiosa por saber qué estaba pasando.
Anniebeth estaba sentada en su sala, con la única luz tenue de una lámpara iluminando el lugar. Había intentado distraerse con un libro, pero su mente volvía una y otra vez a la desaparición repentina de Alec. Cuando escuchó el sonido de la puerta, no pudo evitar suspirar aliviada.
-¡Hasta que apareces!- exclamó con un tono que mezclaba risa y un claro aire de reproche. Se cruzó de brazos y le miró con una mezcla de diversión e indignación.
Alec entró despacio, con un ligero aire de culpabilidad en su expresión, dejando su chaqueta colgada en el respaldo de una silla.
-Lo siento,- comenzó con voz suave mientras se acercaba.
-¿Se puede saber dónde estabas? Espero que sea algo realmente importante, porque dejarme sola en un lugar donde no conozco a casi nadie no fue divertido,-replicó ella, mirándolo fijamente.
Alec soltó una pequeña sonrisa.
-Era importante, muy importante.
Anniebeth suspiró profundamente, negando con la cabeza mientras se daba la vuelta.
-Pues espero que lo sea más que esto,- dijo en voz baja, aún molesta. Pero antes de que pudiera moverse del todo, algo en su instinto la obligó a girarse de nuevo.
Y ahí estaba Alec, arrodillado en medio de la sala con una cajita negra en la mano, su mirada cargada de emociones.
-¿Qué... qué estás haciendo?- murmuró Anniebeth, congelada en su lugar.
Alec sostuvo su mirada con ternura, su voz un suave eco que llenó la habitación.
-Sé que no hemos sido novios mucho tiempo, pero han sido los tres años más importantes de mi vida desde que te conocí,-comenzó, sus palabras llenas de una emoción que hacía que el aire pareciera más pesado. -En estos años he llegado a conocer a la persona más increíble que he encontrado jamás. Siento que te conozco de toda la vida, y más que eso, siento que sin ti, la vida pierde su color.
Anniebeth parpadeó, tratando de contener las lágrimas que comenzaban a acumularse en sus ojos.
Alec tomó aire, su mirada aún fija en ella.
-Yo nunca pensé en lo que era encontrar a alguien que te complemente, que te haga más fuerte, que te dé razones para ser mejor. Pero contigo lo sé, lo siento. Te amo, Anniebeth, y no quiero esperar más para pasar mi vida contigo.
Anniebeth abrió la boca para responder, pero se quedó sin palabras, asimilando las emociones que se reflejaban en él.
Alec sacó la cajita y, abriéndola con cuidado, reveló un anillo sencillo, pero increíblemente elegante.
-Sé que puede parecer precipitado. Sé que hay muchas cosas por resolver, pero si tú estás conmigo, yo quiero enfrentarlas. Quiero que seas mi compañera en todo. ¿Te casarías conmigo?
Anniebeth lo miró, sus labios temblando mientras intentaba procesar la avalancha de emociones. Una lágrima rodó por su mejilla, y ella se llevó las manos al rostro antes de dejar escapar un sollozo ahogado.
-¿Estás... estás seguro?-preguntó finalmente en un susurro.
-Más que de cualquier otra cosa en mi vida,-respondió Alec, con una leve sonrisa en los labios y la sinceridad reflejada en sus ojos.
-¡Sí!-dijo al fin Anniebeth, sus labios curvándose en una gran sonrisa. -¡Claro que sí!
Alec se levantó con agilidad, tomando su mano para deslizarle el anillo mientras ella seguía entre lágrimas y risas emocionadas. En cuanto lo hizo, Anniebeth lo abrazó con fuerza, enterrando su rostro en su cuello.
-Esto es una locura,-murmuró contra su piel, y Alec rió suavemente.
-Lo sé. Pero es nuestra locura.
Se separaron solo lo suficiente para que él pudiera acariciar su rostro antes de inclinarse y besarla con tanta ternura que a Anniebeth le pareció que todo el mundo se desvanecía a su alrededor.
La noche avanzó mientras permanecían ahí, juntos, con el comienzo de una nueva etapa iluminando sus corazones.
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