006

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Impact 006

Magnus

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Alec y Anniebeth caminaban juntos, alejándose de la fiesta. La noche estaba tranquila, pero Alec no bajaba la guardia, su arco colgando de su hombro y sus ojos atentos a cualquier movimiento.

-¿Sabías que esta fiesta era un desastre esperando ocurrir? -preguntó Alec, mirando de reojo a Anniebeth.

-Sí, pero tú también estabas allí. Así que, técnicamente, me acompañaste al desastre. -respondió Anniebeth con una sonrisa burlona.

Alec negó con la cabeza, pero antes de que pudiera responder, un ruido los hizo detenerse.

-¿Qué fue eso? -preguntó Anniebeth, volviendo su mirada hacia la esquina de la calle.

Alec levantó su arco y avanzó con cautela. Al doblar la esquina, se encontraron con Jace, Clary e Isabelle. Jace estaba concentrado en un pequeño objeto brillante que sostenía en su mano. Al ver a Alec, se enderezó rápidamente.

-¿Qué haces aquí? -preguntó Alec, bajando el arco pero manteniendo la mirada fija en su parabatai.

-Buscando a Magnus. Este maldito colgante no está funcionando. -respondió Jace, levantando el objeto con frustración.

-¿Qué es eso? -preguntó Anniebeth, cruzándose de brazos mientras observaba el colgante con interés.

-Un rastreador. Debería mostrarnos dónde está, pero parece bloqueado. -contestó Jace, sin mirar a Anniebeth directamente.

Anniebeth evaluó el objeto con cuidado. Con un simple hechizo podría desbloquearlo y resolver el problema, pero recordó el desprecio que Jace le había mostrado antes y decidió no intervenir.

-Si está bloqueado, lo mejor es rastrearlo nosotros mismos. -dijo Alec, acercándose a Jace.

-Entonces hagámoslo. -Jace asintió.

Clary, quien había estado en silencio, observó cómo Alec y Jace se posicionaban frente a frente, tomándose las manos mientras cerraban los ojos. La runa parabatai de ambos comenzó a brillar intensamente, y una conexión palpable llenó el aire.

-¿Qué están haciendo? -preguntó Clary, perpleja.

-Es un rastreo parabatai. -explicó Isabelle, observando a los dos con una pequeña sonrisa.

-¿Siempre es tan... íntimo? -preguntó Clary, inclinando la cabeza al ver cómo Alec y Jace parecían compartir algo más allá de lo físico.

Isabelle soltó una risa suave.

-No entiendes lo que significa ser parabatai. Es un vínculo más fuerte que cualquier otra cosa.

De repente, Alec y Jace abrieron los ojos.

-Lo tengo. -dijo Jace, guardando el colgante en su bolsillo. Luego miró a Anniebeth y frunció el ceño.

-Tú no vienes. No necesitamos a una bruja de rango bajo. -soltó Jace con desdén.

Anniebeth alzó una ceja, sus ojos chispeando con una mezcla de enojo y desafío.

-¿Quieres poner a prueba las habilidades de una bruja baja? -preguntó con frialdad, dando un paso hacia adelante mientras un leve resplandor mágico comenzaba a envolver sus manos.

Antes de que pudiera hacer algo más, Alec colocó una mano firme en su hombro, calmándola.

-Ella viene con nosotros. -declaró Alec, mirando a Jace con una firmeza que no admitía discusiones.

Jace frunció el ceño, claramente confundido por la insistencia de Alec, pero no replicó.

-Bien, pero si algo sale mal, es tu responsabilidad. -dijo Jace finalmente, girando sobre sus talones y comenzando a caminar hacia la torre.

Mientras el grupo avanzaba, Anniebeth caminó junto a Alec, lanzándole una mirada de agradecimiento.

-Gracias. -murmuró en voz baja.

Alec simplemente le dedicó una pequeña sonrisa antes de ajustar su arco y mirar al frente. Aunque nadie más lo sabía, él entendía la verdad detrás de Anniebeth y no permitiría que nadie, ni siquiera su parabatai, la subestimara.

El grupo caminaba con cautela hacia la bodega que habían localizado. Alec avanzaba al frente, con su arco preparado, mientras Clary observaba la estructura vieja y descuidada.

-¿Magnus vive aquí? -preguntó con incredulidad.

-No, es un glamour de brujo. -explicó Anniebeth, ajustándose el abrigo-. Ocultan lugares importantes bajo ilusiones para protegerlos.

Isabelle se detuvo de golpe, su látigo preparado en su mano. Su mirada aguda escaneaba el área.

-Algo está mal. Esto fue demasiado fácil. -murmuró, con una expresión tensa.

-Sus salvaguardas deben haber fallado. -intervino Jace con el ceño fruncido, su espada serafín en mano.

De repente, escucharon un ruido extraño dentro de la bodega. El grupo se miró brevemente antes de avanzar, preparados para cualquier cosa.

Al entrar, la escena que encontraron los dejó helados. Un hombre estaba tendido en el suelo, aparentemente herido, mientras una niña pequeña corría hacia él.

-¡Papi, despierta! -gritó entre sollozos, sacudiéndolo con desesperación.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, el mismo hombre que yacía inmóvil se levantó detrás de la niña. Sus ojos oscuros y vacíos brillaban con una malicia antinatural.

Clary avanzó rápidamente, poniéndose entre la niña y el hombre con su daga serafín lista.

-¡Ni un paso más! -advirtió, su voz firme.

El hombre la observó, ladeando la cabeza como si estuviera evaluándola. Una sonrisa cruel se formó en sus labios.

-Clary Fairchild. Valentine estará encantado de verte.

En un movimiento rápido, Isabelle lanzó su látigo, rodeando el brazo del hombre antes de que pudiera avanzar.

-¡Clary, retrocede! -gritó mientras intentaba contenerlo.

El hombre rompió las ataduras con facilidad, mostrando una fuerza que no debería poseer. Se lanzó hacia Isabelle, pero antes de que pudiera tocarla, Anniebeth alzó la mano.

Murmuró un hechizo en un idioma antiguo, y una ráfaga de energía dorada golpeó al hombre, dejándolo inmóvil en el suelo.

El silencio se apoderó de la bodega. Todos miraron a Anniebeth, claramente sorprendidos.

-¿Qué hiciste? -preguntó Clary, con los ojos muy abiertos.

Anniebeth bajó la mano, tratando de actuar con indiferencia.

-Es un hechizo básico. Nada del otro mundo. -respondió, ocultando deliberadamente su verdadero poder.

Jace frunció el ceño, desconfiado, pero antes de que pudiera decir algo, Isabelle interrumpió.

-No importa cómo, pero lo detuvimos. Tenemos que movernos antes de que alguien más llegue.

Anniebeth se inclinó hacia la niña, tomando su mano con suavidad.

-Ven conmigo. Estarás a salvo. -le dijo con una voz tranquilizadora.

El grupo llegó al refugio de Magnus, que ahora estaba lleno de brujos heridos y agotados. Magnus estaba en el centro, organizando a los que aún podían luchar. Al verlos entrar, su mirada se posó en la niña que Anniebeth traía consigo.

-¡Magnus! -gritó la niña, corriendo hacia él.

Magnus la levantó con cuidado, abrazándola mientras murmuraba algo tranquilizador. Luego, la dejó en el suelo y señaló hacia una habitación apartada.

-Ve con los demás, pequeña. Este lugar no es seguro para ti.

La niña asintió y se alejó, lanzándole una última mirada a Anniebeth antes de desaparecer tras la puerta. Magnus se volvió hacia ella, su expresión seria pero agradecida.

-Arriesgaste tu vida por una joven bruja.

Anniebeth sostuvo su mirada sin inmutarse.

-Solo era una niña en peligro. Cualquiera lo habría hecho.

Magnus la estudió por un momento antes de sonreír ligeramente.

-Me recuerdas mucho a alguien que conocí hace tiempo. Una amiga que ya no está.

Antes de que pudiera continuar, Clary dio un paso adelante.

-Magnus, necesito tu ayuda para recuperar mis recuerdos.

Magnus suspiró, su expresión se endureció.

-Si quieres recuperarlos, tendrás que pedirle al demonio que los guarda.

Clary asintió con determinación.

-Haré lo que sea necesario.

-Bien, pero este lugar ya no es seguro. -Magnus levantó las manos, concentrándose-. La ubicación está comprometida. Prepárense.

Con un movimiento elegante, Magnus lanzó un hechizo. El aire se agitó a su alrededor y, en un destello de luz, todos desaparecieron, dejando el refugio atrás.

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