— Quackity.

El pelinegro alzó la vista de su tarea, para mirar a Luzu.

Era la tarde y ambos estaban solos en toda la casa, ya que los padres de Quackity se habían ido de comprás, dejándolos a ambos a cargo de la casa, de hacer su tarea y de calentar la cena.

Claro que el único que estaba haciendo algo de todo aquello era Quackity, ya que Luzu estaba muy ocupado pensando como para ver toda su pila de tarea.

— Faltan tres semanas para tu cumpleaños y no tengo nada para darte— dijo—. Ya no se me ocurre qué más pensar, siempre te regalaba cuadernos, ahora no los necesitas... Dame una ayuda, ¿Qué te gustaría?

Quackity pareció pensarlo un momento, pero luego se encogió de hombros.

— No importa— dijo simplemente.

— Claro que importa, Quackity, ya sabes lo que pienso de los cumpleaños y los regalos.

Quackity hizo una mueca, pensó unos cuantos segundos, y Luzu esperó pacientemente hasta que habló:

— Tú eres un regalo— dijo, bajo, ruborizándose un poco.

Luzu alzó las cejas, no era la respuesta que esperaba.

— ¿Quieres que me ponga un moño en la cabeza y sea tu regalo?— bromeó, haciendo reír un poco a ambos.

Quackity negó.

— N-No necesito nada— dijo, bajó la vista a sus manos con nerviosismo—. Te tengo a tí, Luzu. E-res el mejor regalo.

Quackity tenía las mejillas enrrojecidas, alzó la vista hacia Luzu al no escuchar respuesta de su parte, para encontrarse con una sonrisa boba en el rostro y las mejillas rosadas.

— Eso sigue sin arreglar mis dudas pero fue lindo— murmuró el castaño.

Quackity sonrió ampliamente.

Nunca le decía a Luzu todo lo que significaba para él, a pesar de que una parte le decía que Luzu se merecía un poco más

En parte de porque el castaño siempre le decís cosas lindas y siempre estaba allí para apoyarlo, pero no sentía que él hacía lo mismo por Luzu.

Su novio significaba mucho para él, tanto que era difícil decirlo, pero al menos lo intentaba.