XLIX


— Doc-tor ton-to.

Luzu rió.

— Eres tan adorable cuando insultas con el único insulto que te sabes.

Quackity lo miró con el ceño fruncido.

I-dota.

— I- dio- ta— corrigió el castaño.

Quackity soltó un suspiro frustrado, frunció el ceño, apartando la vista de su novio.

Su cabeza comenzaba a dolerle un poco, cosa que lo ponía de mal humor.

Y Luzu lo estaba irritando.

Se suponía que estaba enojado, que tenía que notarse toda su furia, y no que le recordaran de nuevo que era adorable.

Pasaron segundos en silencio, hasta que Luzu se asomó un poco por su campo de visión.

— ¿Estás bien, bebé?

Quackity estuvo por decirle, pero se lo guardo, sabía que su novio sólo diría a su madre y ella lo llevaría directo de vuelta para más hospitales y estudios y medicamentos.

No quería que eso volviera a pasar.

Por una vez quería esconder su dolor.

— Cansado— murmuró como excusa.

Luzu lo dejó, no quería molestar al pelinegro, y esperaron en silencio a qué la madre de Quackity salió del lugar, subiéndose al auto.

En ese relativamente corto viaje de veinte minutos, Quackity había caído dormido sobre el hombro de Luzu y el castaño sólo pudo pensar en que su bebé en serio estaba cansado.

Se despertó poco antes de llegar a su casa y miró confundido alrededor.

Sintió los suaves labios de Luzu en su frente.

— Te pido que tomes tus medicamentos y vayas a dormir unas horas— le dijo, Quackity asintió, frotando sus ojitos.

Le hizo caso al mayor, y ni siquiera tuvo fuerzas para comer algo de almorzar, fue directamente a su cuarto luego de pasar la pastilla.

Quackity sentía sus párpados muy pesados luego de aquella siesta exprés en el auto.

Por su lado, Luzu terminó el almuerzo y fue hacia el dormitorio, notando a Quackity de espalda a la puerta, todo estaba apagado y apenas entraba algo de luz desde la ventana, la cerró sin hacer mucho ruido, quitándose las zapatillas y un par de prendas para estar cómodo, quedando en remera y calzoncillos.

Se metió en la cama sin más, acomodando un poco antes de voltear a ver el tranquilo rostro de Quackity, con su sonrisa ya preparada.

Parpadeó varias veces y su sonrisa flaqueó al ver la oscura mancha que crecía de a poco sobre la almohada, siguiendo su rastro hasta dar con la nariz de botón de su novio.

— ¿Quackity?— lo llamó, el chico pareció totalmente dormido.

Se acomodó en la cama, acercó sus dedos hacia debajo de la nariz del pelinegro, sintiendo la sangre pegarse a sus dedos.

Su corazón se aceleró demasiado.

— Quackity, Quackity...— lo llamó, el chico no parecía reaccionar a su voz, por más que su tono había sido bastante alto, sus manos fueron hacia las mejillas del pelinegro, soltó un respingo al sentirlas frías—. Quackity, Quackity, amor— la llamó de nuevo, cada vez más alto, volviendo su rostro.

La tranquila expresión de Quackity no cambió ni un milímetro, demostrando que en verdad, no había sentido nada.

Su corazón desbocó, sintió su alma su alma caer.

Comenzó a lanzar insultos, salió de la cama con las manos temblorosas, tomó torpemente sus pantalones y comenzó a colocarselos mientras salía de golpe hacia el pasillo, totalmente desesperado.

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