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||Las gemelas de la nieve.|||


Tanjiro se encuentra en un hermoso campo lleno de flores silvestres que ondean con el viento. En el horizonte, un grupo de niños de cabellos rojizos y ojos azules corren y juega alegremente. Ríen y gritan entre ellos, sus risas llenan el aire como música pura. Tanjiro observa esa escena con curiosidad y un extraño sentimiento de familiaridad.

De repente, en el centro del campo, ve a una mujer de cabellos rosados y ojos azules. Ella está allí, de pie, con una sonrisa cálida y amorosa mientras observa a los niños. Su presencia emana una luz suave y tranquila, y aunque no dice nada, su mirada es reconfortante.

Él se acerca a ella con calma y cuidado, cada paso impregnado de una mezcla de respeto y curiosidad. Al percibir su presencia, la mujer gira lentamente la cabeza hacia él. Su mirada lo encuentra y su sonrisa se amplía con una calidez que parece trascender el tiempo y el espacio. Sus ojos brillan con una ternura inexplicable, como si cada lágrima y cada sonrisa compartida estuvieran entrelazadas con un destino más profundo.

—Me alegra tanto poder hablar contigo, Tanjiro. He estado esperándote.

Tanjiro observa a la mujer, el corazón latiendo más rápido mientras el peso del encuentro se profundiza. La confusión lo consume, y no puede evitar lanzar una pregunta que le arde en el pecho.

—¿La conozco? ¿Acaso nos hemos visto antes?

La mujer lo mira con esos ojos azules profundos, unos ojos que parecen contener todo el tiempo y el sufrimiento del mundo. Por un instante, una sombra fugaz cruza su rostro, un indicio de algo desconocido, pero rápidamente se oculta tras la sonrisa que siempre lleva.

—No, pero siento que nuestros caminos ya se cruzaron en algún lugar, en algún momento que quizás ni siquiera puedes recordar. Como si el destino nos estuviera uniendo desde mucho antes de lo que puedes imaginar.

Su voz tiene un tono suave pero imbuido de una profundidad inexplicable. Cada palabra resuena en Tanjiro como un eco incómodo, cada frase parece contener secretos que no está listo para descubrir. La críptica naturaleza de su mensaje lo deja sin palabras, su mente intentando encontrar respuestas que parecen siempre estar justo fuera de su alcance.

—Esos niños, ¿son sus hijos?

La mujer soltó una risita suave y elegante, su mirada manteniendo esa sonrisa enigmática.

—Ara, ara, ¿acaso parezco tan joven?

—¡Por supuesto! ¡Usted es muy hermosa! —Fumiko se sonrojó suavemente, una sonrisa inocente apareciendo en su rostro.

—Me siento halagada, pero no, ellos son mis nietos.

—¿Nietos? —Tanjiro expresó su sorpresa, el ceño fruncido por la inesperada revelación.

De repente, un grito alegre resonó en el aire:

—¡Oba-chan!

Un niño pequeño tomó la mano de su hermana gemela, ambos acercándose a la mujer. Eran claramente hermanos, sus cabellos rojizos y los mismos ojos azules destacaban su similitud. La niña tenía algunas hebras de cabello blanco entrelazadas, un detalle sutil pero significativo que hizo que algo se removiera en el pecho de Tanjiro. Un destello de emoción y conexión inexplicable atravesó su pecho al verlos.

La mujer se inclinó hacia los pequeños y les acarició suavemente el cabello con una ternura que parecía casi fuera de lugar en el contexto del encuentro.

—Mis pequeños tesoros, siempre estarán a salvo mientras estemos juntos —murmuró con un tono que parecía mezclar amor y una protección profunda.

Tanjiro observó esa escena, el nudo en su corazón creciendo. No podía entender por qué, pero esos niños y la mujer le evocaban sentimientos y recuerdos confusos, como si el pasado y el futuro estuvieran entrelazados en algún punto que él aún no podía comprender.

Los niños miraron a Tanjiro con curiosidad, sus ojos azules brillando con inocencia y asombro. Después de un instante, la niña gemela inclinó la cabeza y preguntó con una voz dulce:

—¿Quién eres tú?—la niña de cabello ondulado lo miró.

La abuela les sonrió con esa misma sonrisa enigmática y suave que había mostrado antes, sus ojos profundos llenos de significado.

—Él, mis pequeños, será alguien muy importante para vosotros en el futuro—explicó—Al igual que para Tanjiro estos niños serán realmente especiales. Estos dos jugarán un papel crucial, no solo en tu camino, sino en todo lo que está por venir.

Tanjiro sintió que esas palabras resonaban en su pecho como un eco. No entendía cómo, pero había algo en esa afirmación que lo hizo temer y esperar al mismo tiempo. La idea de que esos pequeños tuvieran algún papel vital en el futuro le despertó una inquietud inexplicable.

—¿Importante? —preguntó Tanjiro, su voz temblando ligeramente, el peso de sus dudas creciendo más.

La abuela se acercó un poco más, su mirada fija en él con una profundidad casi imposible de comprender.

—El destino te unirá a ellos de maneras que no puedes imaginar aún.  Confía en tu corazón, Tanjiro, porque las respuestas llegarán cuando menos lo esperes.

Las palabras de la abuela flotaron en el aire, cada una como un hilo que tejía una conexión invisible entre él y esos niños. Algo en su interior sentía que el camino que le aguardaba estaba entrelazado con ellos, y aunque el futuro era incierto, Tanjiro estaba decidido a enfrentar cualquier obstáculo que el destino le pusiera en el camino.

—Siempre mantén tu corazón en llamas.—Tanjiro amplió sus ojos al escuchar esa frase.


Entonces, cuando él quiso hablar de nuevo, una luz lo envolvió e hizo desaparecer a la mujer y los infantes.


La luz dorada del sol de la mañana iluminaba la modesta sala donde todos estaban reunidos para el desayuno. El aroma de la sopa de miso caliente y el pan recién hecho llenaban el ambiente, pero Tanjiro apenas notaba nada. Su mente estaba atrapada en el sueño de la noche anterior, en aquella visión inexplicable y conmovedora. La imagen de aquella mujer con cabello rosado y ojos azules, junto a esos pequeños niños gemelos, seguía persistiéndole, como si estuvieran grabados en lo más profundo de su corazón.

Sentado frente a Suzume, el joven cazador jugaba distraídamente con un trozo de pan. Cada bocado le sabía a poco, su mirada perdida en algún lugar entre el sueño y la realidad. Fue Suzume quien lo notó, su ojo entrenado, percibiendo la inquietud en su compañero.

—Tanjiro, ¿te encuentras bien? —preguntó Suzume, inclinándose ligeramente hacia él con una expresión de preocupación genuina.

Tanjiro levantó la vista y, por un instante, sus ojos se encontraron con los de Suzume. En ese momento, su rostro se sonrojó inesperadamente. La visión de aquellos pequeños niños del sueño, con sus cabellos rojizos y ojos azules, surgió en su mente. Por alguna razón, un pensamiento fugaz lo invadió: ¿Y si algún día tenían hijos? ¿Serían como esos pequeños? Esa idea le produjo una mezcla de ternura y confusión, un sentimiento que no podía descifrar.

—Ah, no, no es nada —respondió Tanjiro, tratando de despejarse de aquel pensamiento. Sacudió la cabeza y se rio suavemente, un poco avergonzado—. Creo que solo estoy medio dormido. El sueño de anoche todavía me tiene algo confundido.

Suzume lo miró con una ceja arqueada, sin dejar de lado su preocupación.

—Bueno, si necesitas algo, ya sabes que puedes contar conmigo —dijo ella, con una sonrisa que intentaba transmitirle apoyo.

—Gracias, Suzume —respondió Tanjiro, intentando recuperar su concentración en el desayuno. Tomó otro sorbo del té caliente y trató de olvidar aquel sueño tan extraño y perturbador. Aun así, la visión de aquellos niños seguía rondando en su mente, como una sombra persistente que, aunque intentara ignorar, no podía borrar.

Mientras el desayuno continuaba, Tanjiro decidió que, aunque no entendiera lo que su sueño significaba, no permitiría que eso lo distrajera de su misión y del camino que había elegido recorrer. Con cada sorbo y bocado, resolvió regresar a su enfoque habitual, prepararse para lo que el futuro les tenía reservado y enfrentar cualquier obstáculo que el destino le pusiera en el camino, cueste lo que cueste.

El ambiente del desayuno se tornó súbitamente tenso cuando Shinobu rompió el silencio con una voz juguetona pero con una pizca de sarcasmo.

—Por cierto, Tanjiro-kun —dijo Shinobu, con una sonrisa que contenía más malicia que ternura—. ¿Cuándo nos ibas a decir que tomaste la mano de Suzume-chan para ser tu esposa?

El sonido de esas palabras flotó en el aire como un trueno inesperado. Todos los presentes se quedaron paralizados, las cucharas y tazas detenidas en el aire. El ambiente se cargó de confusión y expectación.

Zenitsu, quien siempre llevaba su dramatismo al extremo, comenzó a emitir un aura oscura. Sus ojos se abrieron más de lo normal y su expresión pasó del asombro al pánico absoluto. El ambiente se llenó de una tensión palpable, como si estuviera a punto de perder el control por completo.

—¡Taaaaanjirooooo...! —musitó con voz distorsionada, como si estuviera poseído por algún demonio—. ¡¿Qué significa eso?! —chilló, su tono lleno de confusión y enojo—. ¡Es cierto? ¿Lo es?

—¿Qué es 'esposa'? —preguntó Inosuke, su ceño fruncido con una mezcla de confusión y curiosidad salvaje. La idea de algo tan formal y significativo era algo totalmente ajeno para su mundo impulsivo.

Aoi, quien estaba sentada cerca, se sonrojó hasta las orejas. El comentario inesperado de Shinobu la había tomado completamente desprevenida. Respiró profundo para recuperar la compostura y, tratando de aclarar todo de la manera más sencilla posible, explicó:

—Bueno, Inosuke, significa que cuando una persona se casa, prometen estar juntos para siempre y cuidar el uno del otro, como familia.

Su explicación, aunque simple, solo sumó más desconcierto entre las niñas presentes. Las pequeñas, con sus ojitos curiosos y confundidos, miraron alternativamente a Tanjiro y Suzume, intentando entender lo que significaba todo esto.

—¿Por eso Panchiro tenía el olor de Suzume en él? —preguntó Inosuke, sin pensárselo dos veces, su comentario inesperado cayó como un balde de agua fría. El ambiente quedó en silencio. No sabían qué era más impactante: que Inosuke hubiera mencionado correctamente el nombre de alguien, o el tema del aroma, algo crucial y sospechoso, especialmente en el contexto del distrito rojo.

Shinobu, siempre astuta y calculadora, mantenía su sonrisa cínica. No perdió la oportunidad de lanzar otra flecha verbal con un tono lleno de sarcasmo y un aire desafiante.

—Vaya, parece que todos tienen secretos interesantes —comentó, su mirada fija en Tanjiro—. Me pregunto qué otras sorpresas nos tiene preparadas nuestro querido Tanjiro.

Tanjiro, con el rostro rojo como un tomate y completamente atónito, luchó por encontrar las palabras adecuadas. Cada frase se sentía como un peso adicional sobre su pecho. Todo lo que pudo hacer fue desviar la mirada hacia Suzume. Ella, con una calma y serenidad inquebrantables, mantenía una expresión tranquila, aunque un leve rubor empezaba a aparecer en sus mejillas.

—Esto es... todo un malentendido —murmuró Tanjiro finalmente, intentando recomponer su postura y su voz.

El ambiente en el desayuno se tornó aún más tenso cuando Shinobu, con su sonrisa aparentemente tranquila pero con venas infladas, lanzó su pregunta con una voz llena de veneno:

—¿Por qué Tanjiro-kun tendría el olor de Suzume impregnado en él? —su tono estaba cargado de un enfado palpable, y Tanjiro pudo percibir el fuerte aroma a irritación que emanaba de ella.

Inmediatamente, Inosuke intervino, su expresión curiosa y salvaje tomando el centro de la atención:

—¡ES EL MISMO OLOR QUE TIENEN LOS JABALÍS! —exclamó con un tono orgulloso y lleno de emoción, como si acabara de descubrir el mayor misterio del mundo—. ¡CUANDO PROCREAN PARA TENER CRÍAS! ¿VAIS A TENER CRÍAS, PANCHIRO, SUZUME?

Un profundo silencio cayó sobre todos. Las palabras de Inosuke resonaron como un eco incómodo. Tanjiro no sabía cómo responder, y Suzume solo lo miraba con una calma inexplicable, su expresión tan serena como siempre.

Zenitsu, quien ya llevaba un tiempo acumulando nerviosismo, no pudo contenerse más. De repente, un aura eléctrica y caótica comenzó a formar una tormenta a su alrededor, un verdadero espectáculo de locura.

—¡TANJIROOO! —gritó Zenitsu, su voz distorsionada en un torbellino de pánico y confusión. Su expresión pasaba rápidamente del horror al despecho, como si el mundo entero se hubiera volcado en su contra—. ¡NO PUEDO CREERLO! ¡¿CÓMO PUDISTE HACER ALGO TAN ESCANDALOSO?!

Shinobu, con la rapidez y precisión de un depredador, colocó una mano firme sobre la empuñadura de su espada. Sus músculos estaban tensos, y el brillo helado de su mirada dejó claro que su paciencia pendía de un hilo.

—¿Cómo te atreves a profanar a nuestro inocente pajarito? —siseó con una voz venenosa, su tono apenas un susurro, pero cargado de peligro. El ambiente pareció enfriarse en un instante, y todos los presentes contuvieron el aliento.

Aoi, normalmente tranquila y reservada, no pudo evitar dar un paso al frente, su rostro enrojecido tanto por la vergüenza como por la indignación.

—¡T-Tanjiro-san! —exclamó, su voz temblorosa pero cargada de reproche—. ¡Nunca esperé esto de ti!

Tanjiro, atrapado en el ojo del huracán, estaba completamente rojo hasta la raíz del cabello. Las palabras se le atoraban en la garganta mientras trataba de explicar la situación.

—¡No es lo que parece! —balbuceó desesperado—. ¡Yo jamás haría algo sin el permiso de Suzume! ¡De verdad, es todo un malentendido!

Suzume, quien hasta ahora había permanecido tranquila, decidió intervenir. Su voz fue suave, pero llena de seguridad, y su sonrisa serena logró calmar un poco la atmósfera.

—Shinobu, Aoi —llamó con calma, atrayendo las miradas de ambas mujeres—. Estoy muy feliz de que Tanjiro me haya pedido ser su esposa. Fue un acto lleno de respeto y cariño. Por favor, no lo regañen.

El ambiente se congeló por un momento, y Zenitsu dejó escapar un suspiro dramático lleno de lágrimas.

—Suzu-chan... —murmuró, su rostro cayendo al suelo como si todo su mundo se hubiera desmoronado—. ¡Eres demasiado buena para él!

Shinobu, aunque claramente aún contrariada, soltó un largo suspiro y relajó los hombros.

—Está bien, Suzume-chan, lo acepto —dijo finalmente, aunque su tono todavía llevaba un toque de advertencia—. Pero vosotros dos, tened más cuidado. No podemos permitir que nuestros deseos personales dañen nuestra misión como cazadores.

Ambos jóvenes asintieron rápidamente, con Tanjiro tan rojo que parecía al borde de la combustión espontánea. Suzume, por otro lado, seguía sonriendo, calmada y segura, irradiando una serenidad que parecía envolver a todos en la sala, incluso a un Zenitsu sollozante y derrotado.

—Suzume-chan, más tarde tendremos una conversación.—indicó la mujer mariposa a lo que ella asintió.


Poco después del desayuno la mañana en la finca Mariposa estaba cargada de una extraña tensión. Suzume se encontraba en la entrada, sosteniendo una pequeña maleta con mudas preparadas por las jovenes de la finca, sus familiares, pilares presentes, que habían llegado previamente para despedirse de ella, se encontraban al rededor de ella, advirtiendola de los peligros. Un elegante carruaje, con el símbolo de la familia  Ito , siendo este un lirio blanco, llegó con puntualidad, sus ruedas levantaron un leve polvo en el camino frente a la entrada de la finca. Cuando las puertas se abrieron, las gemelas Saori y Nozomi, descendieron con un aire que mezclaba elegancia y autoridad. Nozomi, la mayor de las dos, tenía el cabello blanco, largo y ondulado que caía con suavidad sobre sus hombros, de un negro tan profundo que parecía casi azul bajo la luz tenue. Su mirada, aunque fría, estaba llena de determinación, y sus labios se curvaban en una ligera sonrisa, como si estuviera acostumbrada a ser el centro de atención. Su porte altivo y la postura recta dejaban claro que tenía una presencia natural que imponía respeto. No llevaba flequillo, y su cabello enmarcaba su rostro con una gracia feroz, sin la necesidad de adornos innecesarios.

A su lado, Saori, la hermana menor, mostraba un aspecto igualmente impresionante, pero con un aire más suave y sereno. Su cabello era liso y largo, cayendo en una cascada blanca hasta su cintura. Sus ojos, azules y profundos, reflejaban una tranquilidad casi sobrehumana, como si nada pudiera perturbar su paz interior. A diferencia de Nozomi, Saori tenía una expresión más cálida, aunque su postura también denotaba firmeza y autoridad.

Las dos, a pesar de sus diferencias, compartían una belleza serena y poderosa, como la quietud de la nieve en las montañas que rodeaban la mansión. Su presencia era magnética, y cada movimiento que hacían parecía estar cargado de una elegancia innata que dejaba en claro su linaje y el peso de su familia. Las Kobayashi se tensaron al verlas y Yuna no pudo evitar observar a a Nozomi con una expresión incomoda.

Saori, con su habitual amabilidad, inclinó la cabeza ligeramente hacia Suzume.

—Suzume-san, hemos venido a escoltarte a la villa de nuestra familia en las montañas —dijo con un tono sereno—. Espero que el viaje sea de tu agrado.—dijo finalmente con una suave sonrisa—Mi nombre es Ito Saori, y ella—señaló a su hermana gemela con la mano—es Ito Nozomi, es la mayor por unos minutos.—dijo contenta.

Nozomi, en cambio, permaneció al margen, su ceño fruncido y mirada severa dirigidos hacia Suzume. No tardó en expresar su molestia.

—No sé por qué debemos hacer esto. Llevarte a nuestra villa es una pérdida de tiempo —espetó, su tono ácido perforando el ambiente.

Antes de que Suzume pudiera responder, una risasarcastica rompió el silencio.

Yuna, la Pilar de la Tierra, que todavía seguía con sus manos heridas a causa de la batalla en el distrito rojo, estaba de pie junto a las demás Pilares en la entrada.

—Nozomi, ¿alguna vez puedes guardarte tus quejas? —bromeó, cruzando los brazos con una sonrisa traviesa, la albina se sorprendió, dado que ella no había usado ningún honorifico, eso significaba que ellas se conocían de hace mucho tiempo—. Suzume apenas ha dicho una palabra, y tú ya estás lista para empezar una pelea.

Aiko, la Pilar del Cristal, tía de Suzume,  dio un paso al frente, su voz cálida pero firme.

—Basta, ambas. Esto no es lugar para discutir —dijo, mirando primero a Nozomi y luego a Yuna—. Estamos aquí para apoyar a Suzume, no para alimentar viejas tensiones.—le dijo a su prima menor, aunque ella rechistó no muy contenta.

A pesar de las palabras de Aiko, el aire entre las gemelas y las Kobayashi seguía siendo pesado.

Fue entonces cuando Tanjiro, seguido de Zenitsu e Inosuke, aparecieron en escena, parecían preparados para partir, las gemelas los observaron curiososas, y las Kobayashi se sorprendieron ante su presencia.

—¡Suzume no puede irse sin nosotros! —exclamó Zenitsu, corriendo hacia el grupo con lágrimas en los ojos—. ¡No puedo dejar que viaje sola con desconocidos, incluso si son unas lindas damas!

Inosuke se golpeó el pecho con fuerza.

—¡Yo también voy! ¡Un viaje a las montañas suena como un desafío para bestias como yo!

Tanjiro, en contraste, se acercó con calma, dirigiéndose tanto a Suzume como a las gemelas.

—Queremos acompañarla si no es mucha molestia.—dijo cortesmente— Si el camino es peligroso, podemos ser de ayuda.—dijo, su tono tan sincero que incluso Saori asintió con aprobación.

Nozomi rodó los ojos.

—Esto no es una excursión para turistas —refunfuñó, pero Saori le lanzó una mirada de advertencia que la obligó a callar.

Hanami, la Pilar de la Flora, dio un paso al frente, su presencia delicada adornada por pequeñas flores que parecían brotar naturalmente de su ser.

—Suzume, este viaje será importante para ti. Confío en que lo aprovecharás bien —dijo con dulzura, pero su mirada se endureció al posarse en Nozomi—. Espero que mantengas el respeto que corresponde.

La inesperada severidad en el tono de Hanami sorprendió tanto a Suzume como a los chicos, quienes intercambiaron miradas de asombro.

Mientras tanto, Chiasa, la Pilar del Polvo, permanecía en silencio como era habitual. Su expresión serena y su mirada fija parecían analizar cada palabra y gesto, como si buscara leer lo que no se decía.

Nozomi, siempre rápida para replicar, cruzó los brazos y dejó escapar una sonrisa cargada de sarcasmo.

—Si en algún momento os volvéis una carga —pronunció con un tono helado—, os tiraremos a los lobos azules.

Los jóvenes, confundidos, se miraron entre sí, desconocedores de aquella amenaza tan específica.

—No digas eso, Nozomi —la regañó Saori, claramente avergonzada. Sin embargo, su hermana mayor resopló, girando sobre sus talones y encaminándose hacia el carruaje sin más.

Saori suspiró profundamente, y con una leve inclinación se dirigió al grupo.

—Por favor, disculpad el comportamiento de mi hermana. Cuidaremos de Suzume-san, os lo aseguro. —Aunque sus palabras fueron tranquilizadoras, su tono reflejaba la carga de mediar entre ambas familias.

Las Kobayashi asintieron en silencio, resignadas, mientras Saori señalaba la entrada al carruaje.

—Si me acompañan, por favor.

Antes de que Suzume pudiera avanzar, las Pilares se acercaron, sus expresiones llenas de preocupación.

—Suzu —la llamó Hanami, su tono más suave esta vez—. Por favor, si te ves en aprietos o tienes problemas...

—¡O incluso si tienes ganas de regresar! —añadió Yuna, con su acostumbrado entusiasmo.

—O si te sientes herida por los comentarios de los Ito —intervino Hanami nuevamente, su tono cargado de calidez.

Entonces, para sorpresa de todas, Chiasa rompió su silencio.

—Envía a tu cuervo y avísanos —dijo con calma mientras posaba una mano sobre la cabeza de Suzume, acariciándola con un gesto maternal.

Suzume asintió, visiblemente conmovida.

—Sí, no os preocupéis.

Con una sonrisa genuina, se despidió de las Pilares y se unió a los chicos, que la esperaban en la entrada con expresiones animadas y llenas de expectación.

Cuando el carruaje comenzó a moverse, Chiasa habló de nuevo, con palabras que resonaron entre las presentes.

—Ella estará bien. Es una flor que se fortalece ante la adversidad.

El comentario arrancó una sonrisa de sus compañeras, quienes asintieron con confianza, seguras de que Suzume sabría enfrentar los desafíos que estaban por venir.

Ella había vivido toda su vida en las montañas, rodeada de nieve durante la mitad del año. Sin embargo, no podía evitar admirar la belleza invernal de las montañas que ahora la llevaban a la mansión de los Ito. Suzume pensó en su padre, quien había crecido en estas mismas montañas. ¿Era por eso que su cabello era tan blanco como la nieve? Recordó la ocasión en que, siendo apenas una niña, le había preguntado eso, y una suave sonrisa se dibujó en su rostro al contemplar el paisaje.

Tanjiro, sentado a su vera, notó su expresión y le devolvió una sonrisa cálida, llena de ternura. Sin decir palabra, su conexión parecía hablar por ellos. Sin embargo, las gemelas no perdieron detalle de este intercambio; sus órdenes eran claras: observar cada movimiento de Suzume y los demás.

Fue Saori, la más tranquila de las dos, quien rompió el silencio en el espacioso carruaje, lo suficientemente amplio para que todos viajaran cómodamente.

—Ustedes... —dijo, atrayendo la atención del grupo—. ¿Se conocen desde hace mucho tiempo, Kamado-san?

Tanjiro parpadeó sorprendido, desconcertado por el hecho de que ella supiera su nombre.

—Disculpe, señorita, pero... ¿nos hemos presentado antes?

Saori sonrió suavemente, mostrando una cortesía impecable.

—No, pero conocemos los nombres de todos ustedes.

—¡Así es! —intervino Nozomi, la mayor, cuyo largo cabello ondulado se agitaba con cada movimiento—. Kamado Tanjiro, el loco que viaja con un demonio que, para colmo, es su hermana.

—¡Nozomi! —la reprendió su hermana menor, con una expresión de reproche.

—¿Qué pasa? —replicó Nozomi con desdén—. ¿Me vas a decir que no es un loco?

Tanjiro, lejos de ofenderse, se rió con naturalidad, lo que desconcertó a ambas gemelas.

—Es lógico que piensen eso, pero les prometo que no he perdido la cabeza.

Por alguna razón, el rostro de Nozomi se tiñó levemente de rojo al ver su sonrisa. Tanjiro, percibiendo su incomodidad, sonrió todavía más. Aunque sus palabras eran ariscas, su olor no lo era; en el fondo, había algo gentil en ella. Sin embargo, su constante actitud de irritación le hacía preguntarse qué la molestaba tanto.

—¿También saben sobre nosotros? —preguntó Zenitsu, intrigado.

Saori asintió, mirando al rubio con una expresión amable.

—Agatsuma Zenitsu, usas la respiración del rayo, ¿no es así, Agatsuma-san?

—¡Oh! Una linda chica como tú no necesita ser tan formal conmigo. —Zenitsu prácticamente brilló de alegría, mientras pequeñas flores parecían brotar a su alrededor. Saori rió levemente, un leve sonrojo adornando sus mejillas.

Nozomi puso los ojos en blanco, claramente exasperada.

—Oye tú, cabeza de cerdo —dijo Nozomi, mirando a Inosuke, que no dejaba de moverse emocionado en su asiento—. ¿Podrías dejar de saltar tanto?

—¡Este dios es igual al dios del tren infinito! —exclamó Inosuke, alzando los brazos con entusiasmo desbordante—. ¡Sus ruedas pueden surcar las montañas nevadas!

—Esto no es un dios, es solo un carruaje —corrigió Saori con un tono firme pero paciente—. La razón por la que podemos avanzar es porque el camino ha sido preparado para estos vehículos.

Zenitsu, curioso, se inclinó un poco hacia adelante.

—Es un trayecto bastante largo. ¿Quién se encarga de retirar la nieve?

—Nuestros empleados de la mansión, ¿quién más? —respondió Nozomi con obviedad, como si fuera la respuesta más lógica del mundo.

—''Ah...'' —pensó Zenitsu, con una expresión de resignación mientras sus ojos se perdían en la distancia—. ''Sin duda, son unas señoritas de la clase alta...''

—¡DIOS DE LA NIEVE, ENFRÉNTATE A MÍ! —gritó Inosuke, levantándose en el asiento mientras se preparaba para "luchar".

—¡No es un dios! ¡Por el amor de Buda, escucha lo que te están diciendo! —exclamó Nozomi, su voz cargada de irritación, provocando que Saori soltara una pequeña risa.

Saori suspiró profundamente y se llevó una mano a la frente, visiblemente agotada por la energía inagotable de Inosuke.

—Es imposible razonar contigo, ¿verdad? —murmuró, claramente frustrada.

Inosuke ladeó la cabeza, mostrando una expresión de curiosidad genuina.

—¿Razonar? ¿Qué es eso? ¿Es algo que un dios debería hacer?

Zenitsu, cruzándose de brazos, soltó un resoplido.

—Inosuke, por el amor de... ¿cuántas veces tengo que decirte que no eres un dios?

—¡No me digas qué soy, rata amarilla! —rugió Inosuke, girándose hacia Zenitsu con una furia exagerada.

—¡No me llames así! —protestó Zenitsu, indignado, mientras retrocedía en su asiento.

Nozomi observó la interacción con una mezcla de incredulidad y molestia.

—¿De verdad estos dos son cazadores de demonios? —preguntó en voz alta, como si estuviera cuestionando su cordura.

—Sí, lo son. Y son excelentes en lo que hacen —intervino Tanjiro con su habitual tono amable—. Aunque... admito que pueden ser un poco ruidosos a veces.

—"Un poco" es quedarse corto —replicó Nozomi, cruzando los brazos mientras apoyaba la espalda contra el asiento.

Suzume, que había estado observando en silencio, soltó una risa suave. Esto llamó la atención de las gemelas, especialmente de Nozomi.

—¿Te parece divertido? —preguntó Nozomi, arqueando una ceja.

—Es solo que... no importa cuántas veces los vea discutir, siempre encuentro sus peleas entretenidas. Creo que es parte de su encanto —respondió Suzume con honestidad, sonriendo suavemente.

Tanjiro asintió, claramente agradecido por su comentario.

—Es bueno que les encuentres el lado positivo. Viajar con ellos debe ser... una experiencia única —añadió Saori, con una sonrisa sutil.

—¡Exacto! ¡Una experiencia divina porque yo estoy aquí! —declaró Inosuke, poniéndose de pie de golpe, solo para golpearse la cabeza con el techo del carruaje.

—¡Eso te pasa por ser tan ruidoso! —gritó Zenitsu, mientras Inosuke se frotaba la cabeza con una expresión de dolor fingido, lo que provocó que las gemelas se miraran entre sí, conteniendo la risa.

El carruaje siguió avanzando entre risas y disputas, mientras el grupo, a su manera caótica, hacía que el trayecto fuera más llevadero.

Cuando el grupo llegó al destino, se encontraron con una imponente mansión cubierta de nieve, que parecía sacada de un cuento de invierno. Su fachada de piedra blanca se erguía majestuosa, y la neblina que envolvía el lugar ocultaba los tejados, haciendo que la estructura pareciera interminable, como si se tratara de un verdadero palacio de hielo.

Las gemelas, Nozomi y Saori, bajaron del carruaje con la naturalidad de quienes estaban acostumbradas a aquel clima hostil. En cambio, el resto del grupo comenzó a temblar al ser golpeados por un viento helado que se colaba entre sus ropas.

Tanjiro, tiritando ligeramente, giró la cabeza hacia Suzume. A diferencia de los demás, ella parecía soportar mejor la baja temperatura, sus movimientos eran calmados y sus mejillas, aunque enrojecidas por el frío, no mostraban signos de incomodidad extrema.

—Suzu —comentó Tanjiro con una sonrisa cálida mientras se frotaba las manos para entrar en calor—, parece que estás más acostumbrada al frío que antes.

Suzume se detuvo un momento, observando el paisaje nevado.

—Es cierto —respondió con una pequeña sonrisa—. Supongo que usar la respiración del fuego ha mejorado mi resistencia al frío.—las gemelas no pasaron por alto su comentario y se observaron entre sí.

Zenitsu, envuelto en su capa con un temblor exagerado, levantó la voz.

—¡Eso es fácil de decir cuando no estás congelándote hasta los huesos! ¡Hace tanto frío que creo que mi cabello se está convirtiendo en hielo!

—¿Eso es siquiera posible? —preguntó Inosuke, mirando la cabeza de Zenitsu como si estuviera a punto de arrancarle un mechón para comprobarlo.

—¡No te acerques a mí, cabeza de jabalí! —gritó Zenitsu, retrocediendo con torpeza.

Las gemelas, que habían estado observando en silencio, intercambiaron miradas antes de hablar.

—Si no se apresuran a entrar, se congelarán ahí fuera —dijo Saori, volteandose.

—Los sirvientes han preparado té caliente —añadió Nozomi, con un tono neutral pero con un dejo de superioridad—. Espero que sepan apreciarlo.

—¡Té caliente! —repitió Zenitsu, casi llorando de emoción—. ¡Finalmente, un rayo de esperanza en este invierno eterno!

Tanjiro soltó una pequeña risa mientras seguía al grupo hacia la entrada, con Suzume caminando a su lado. El joven no podía evitar mirar nuevamente la imponente mansión. Sus ojos se posaron en una de las ventanas, donde, por un breve instante, captó una figura esbelta.

Era una mujer de cabello blanco como la nieve, que caía en suaves ondas sobre sus hombros, y profundos ojos azules que parecían atravesarlo. Tanjiro sintió un escalofrío que no provenía del frío, sino de la intensidad de aquella mirada.

La mujer no hizo ningún movimiento, permanecía inmóvil, como si fuese parte del paisaje helado, pero su presencia era tan vívida que Tanjiro se detuvo en seco, incapaz de apartar los ojos de ella.

Suzume notó su pausa y le dirigió una mirada interrogante.

—¿Pasa algo, Tanjiro? —preguntó suavemente.

Antes de que él pudiera responder, el grupo lo llamó desde la entrada, apremiándolo para entrar antes de que el frío se hiciera aún más insoportable.

—¡Tanjiro, ven rápido o te vas a congelar! —gritó Zenitsu, agitándose en el umbral como si fuese a desplomarse en cualquier momento.

Tanjiro asintió distraídamente y volvió su atención a la ventana, pero la figura ya no estaba. La ventana lucía vacía, como si lo que había visto fuera una ilusión provocada por el reflejo de la luz en la nieve.

Sin embargo, el joven no podía sacudirse la sensación de que aquellos ojos lo habían observado con un propósito. Al apresurarse hacia la entrada junto a Suzume, no pudo evitar preguntarse quién era aquella mujer y qué clase de historia aguardaba en el interior de esas paredes, tan herméticas y frías como el hielo que las cubría.


¡Nuevo capítulo, cazadores!

Presentamos dos nuevos personajes, nuestras queridas gemelas Ito.

Nozomi y Saori, para poder reconocerlas mejor.

Nozomi es la joven de la derecha, a la izquierda tenemos a Saori. Nozomi tiene una personalidad fuerte, egocentrica e incluso narcisista, pero en el fondo tiene un lado amable que busca lo mejor para sus seres queridos, por otro lado tenemos a Saori, gentil como un copo de nieve pero fría cuando se trata de ejecutar acciones. Mientras que Nozomi es autoritaria y emocionalmente explosiva, Saori es recatada y calculadora.


Si os gusta este tipo de explición sobre las OC, podría generar pequeños comentarios como estes según aparecen los personajes, de esta forma podreís comprender sus acciones mejor.


¡Gracias por leer!


Saluditos <3



Kana-sensei.

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