22
||Pequeño conejo de ojos rojos.|||
Tanjiro olió la sangre como un tsunami dispuesto a arrasar con todo a su paso. Un escalofrío recorrió su espalda, mientras un temblor involuntario se apoderaba de su cuerpo. Sabía de quién era. Lo sabía con una certeza que lo desmoronó desde dentro. Sus oídos comenzaron a zumbar con un sonido insoportable, privándolo del control de su propio cuerpo.
—Suzume. —Su mente susurró su nombre, tan claro como un rayo partiendo el cielo.
En ese instante, se vio atrapado en sus recuerdos, como si la sangre que llenaba el aire lo transportara a otro tiempo. Recordó la primera vez que vio su perfil de soslayo, iluminado por el sol que se filtraba a través de la ventana de la cocina en su cabaña en las montañas. Había algo etéreo en la forma en que la luz jugaba con sus mechones blancos, y en cómo sus ojos azules parecían contener todo un mundo más allá de las batallas.
Recordó también la suavidad de sus manos cuando curó sus heridas por primera vez, el esmero con el que cambió cada vendaje, su insistencia en que descansara hasta que la fiebre cediera. Incluso en los momentos más oscuros, Suzume brillaba como una estrella, cuidando no solo de él, sino también de su hermana. Tanjiro nunca olvidaría la ternura en su rostro cuando miraba a Nezuko con ojos llenos de esperanza, mostrándole un mundo más allá del sufrimiento.
Y luego, estaba aquel día. La primera vez que Suzume salió de su largo cautiverio. Sus ojos brillaban como si viera el mundo por primera vez, cada flor, cada hoja, cada rayo de luz parecía maravillarla. Fue entonces cuando Tanjiro entendió que su deseo de protegerla iba más allá de su deber como cazador de demonios; era una promesa que se había grabado en su alma.
Recordó también cómo, con el corazón latiendo con fuerza, escuchó las palabras que ella pronunció con determinación: Humanos o demonios, o incluso un ser como yo al que tanto odias...¡TODOS TENEMOS DERECHO A SER FELICES!
Pero, sobre todo, recordó el momento más importante: el día en que Suzume le prometió ser su esposa, una vez derrotasen a Muzan. Ese juramento había encendido en Tanjiro un nuevo propósito, un anhelo de un futuro más allá de la guerra entre humanos y demonios.
Ahora, el olor de su sangre esparciéndose en el aire le arrancaba esa esperanza. Su corazón se rompió una vez más, como tantas otras veces. Y, una vez más, dudó.
—¿Por qué la alejé del único lugar en el que no podrían dañarla? —Pensó, ahogándose en culpa.
Sin embargo, no sabía que Muzan nunca le permitiría respirar tranquila, que haría lo imposible por obtener sus habilidades. Suzume, Nezuko, él mismo... todos eran piezas en un tablero que el Rey de los Demonios se empeñaba en controlar.
Pero Tanjiro no dejaría que su amor y su promesa se convirtieran en un sacrificio vacío.
Los ataques no cesaban. De un bando a otro, los destellos y choques resonaban en el campo de batalla. Hinatsuru, la shinobi y esposa de Tengen, había llegado a luchar al límite de sus fuerzas. Todos estaban dando lo mejor de sí para frenar a los demonios. En medio del caos, Yuna pudo sentir la vibración de cada vida que luchaba junto a ella, pero sus dedos ensangrentados apenas rozaban las cuerdas de su laúd.
El dolor era insoportable. Su cuerpo, al borde del colapso, se negaba a seguir.
—"Maldición, sigue... toca más... no te detengas."— Pero no podía.
—¡YUNA!— La voz de Tengen retumbó, llamándola desde el fragor de la batalla.
Ella lo sabía. Debía seguir tocando. La melodía de su laúd era la única forma de canalizar el poder de la Tierra y ayudar a sus aliados. Sin embargo, sus manos ya no respondían. Por primera vez, el miedo la invadió, y las lágrimas asomaron en sus ojos.
¿Por qué había aceptado convertirse en Pilar?
Desde niña, había sido forzada a ser fuerte. Nunca fue la más habilidosa ni la más poderosa entre sus hermanas. Era la segunda. Y, como tal, su destino siempre había estado ligado a la tragedia: si su hermana mayor caía, ella debía tomar su lugar, cargando con el peso del clan y su honor.
Por eso, desde pequeña intentó escapar de ese futuro: educándose de maneras diferentes, buscando herramientas y contactos que la hicieran útil más allá del combate. Pero, ahora, frente a los demonios, todo lo que había construido parecía frágil.
Sin su laúd, no podía tocar.
Sin tocar, no podía vencer.
Kobayashi Yuna, la Hashira de la Tierra, quien estaba conectada con las montañas y la naturaleza, parecía indestructible por fuera. Pero, en realidad, su mayor debilidad era la impotencia de no poder proteger a los suyos.
Sin su laúd, no era nadie.
Solo una mujer con un rostro hermoso y una lengua de oro.
Solo una herramienta para otros.
El rostro de Tengen apareció en su visión, saltando en el aire para protegerla. Su katana estaba lista para bloquear las cuchillas del demonio que amenazaban con degollarla. Detrás de él, la sonrisa del monstruo era triunfal, pero lo que más la asustó fue la expresión del albino.
Nunca lo había visto así.
Desesperado.
Entonces recordó sus palabras.
"Deberías convertirte de una vez en la mía."
En ese momento, ella había sentido una felicidad que no podía confesar.
Pensó que no tenía derecho a estar a su lado. Él era un ninja. Un guerrero destinado a estar con las shinobis que habían sido elegidas para él, sus esposas. Mujeres fuertes, preparadas para pelear y proteger su linaje.
Y ella... ella solo era una amiga de la infancia. Una mujer que tocaba el laúd y embelesaba a los hombres para sobrevivir.
¿Cómo podría compararse con ellas?
—"Tú no eres nada, ni serás nadie, Yuna. Solo debes verte como una hermosa doncella. Ese es tu don."— Las crueles palabras de su madre resonaron en su mente como un eco.
¿Era eso lo único que valía? ¿Un adorno más, un jarrón bellamente decorado?
Yuna cerró los ojos un momento. El dolor en sus dedos, la desesperación en el rostro de Tengen, y la sonrisa burlona del demonio la golpearon como una tormenta.
Muchos recuerdos irrumpieron en su mente como una marea imparable. Los ojos de su hermana mayor, tan hermosos, que su madre le había arrebatado la oportunidad de volver a contemplar. El nacimiento de sus hermanas menores, momentos cargados de esperanza para ella en esa oscuridad. Las tardes compartidas con ellas, entre dulces y té, llenas de risas inocentes.
Recordó también la primera vez que sus dedos rozaron un laúd, temblorosos pero decididos, y cómo aquella música pareció darle sentido a su existencia. La emoción de su primer festival, cuando las luces, los aromas y la vida vibrante de las calles le ofrecieron una libertad que nunca había sentido antes.
Y allí, entre la multitud, lo vio por primera vez.
Tengen.
Todo llegó a ella como un suspiro, como un eco imposible de silenciar. Por más que quisiera negarlo, lo supo en ese instante. Había sido amor a primera vista.
Sus ojos brillaban como aquellas joyas extranjeras que tantas veces había visto adornar a su madre, pero no, los de él eran aún más hermosos, más vivos. En su vida, había sido admirada por un sinfín de personas. Las palabras que escuchaba estaban siempre cargadas de falsos elogios, carentes de verdad. Sin embargo, jamás se sintió tan feliz como aquel día, cuando él, sin pretensiones ni adornos, simplemente dijo:
"Tienes unos dedos hermosos."
No era solo lo que dijo, sino cómo lo dijo. Sus palabras no eran un cumplido vacío, sino una verdad sincera que resonó en lo más profundo de su ser.
Tengen le había dicho que pelearía por ella, que no necesitaba cargar con el peso de ser un Pilar.
—No ensucies tus manos —le dijo, su voz grave pero suave—. Tus dedos son demasiado bellos para dañarse en una batalla contra esos sucios demonios.
Por primera vez, alguien la había visto como algo más que un símbolo, como algo más que una máscara o una herramienta. Y, en ese instante, ella se había permitido soñar con un mundo en el que podría ser solo Yuna.
Pero ahora, en este instante, ella, quien siempre había proclamado que moriría con honor, sintió cómo sus propias palabras se volvían amargas. "Ante todo, poned vuestras vidas por delante."
Recordó cuando Tengen les dijo aquello a sus esposas. Ese día, ella también estaba allí, acompañándolo en una de sus misiones.
—Eso va por ti también, Yuna. Poned vuestras vidas antes que los demás. Después, proteged a los humanos... y, al final, a mí.
Así era él: arrogante, directo, a veces incluso egoísta. Pero no lo era por sí mismo, sino por los demás. Tengen jamás dudaba en ofrecer su vida si eso significaba salvar la de alguien más.
Y ahora, al verlo luchar, al contemplar cómo se lanzaba al peligro sin titubear, comprendió algo aterrador. No quería que él muriera, pero tampoco quería morír.
Si ella debía morir en este instante, ¿tenía derecho a desear lo contrario? ¿A aferrarse a la vida, aunque fuera egoísta?
Las palabras se escaparon de sus labios antes de que pudiera detenerlas, su voz rota por la desesperación:
—''Tengen... no quiero morir.''—pensó.
Por primera vez en mucho tiempo, las lágrimas cayeron libres por su rostro. Ya no podía ocultar lo que sentía.
—''Tengo miedo.''
La confesión se sintió como un susurro al borde del abismo, una verdad que siempre había enterrado. En ese instante, su fragilidad quedó expuesta, y el peso de su humanidad la envolvió por completo.
Tengen vio las lágrimas en el rostro de la mujer que amaba, y un dolor profundo atravesó su pecho. Extendió sus espadas lo máximo posible, forzando cada músculo en un intento desesperado por alcanzarla, pero algo dentro de él sabía la cruel verdad: no llegaría a tiempo.
El terror lo invadió, un terror que nunca había sentido antes. Saber que no podía protegerla lo destrozaba.
—''Te lo prometo, Yuna. Mientras yo esté aquí, nunca te dejaré morir.''
Su voz era firme, pero en su interior ardía la desesperación.
El demonio dejó escapar una risa sádica que resonó en el campo de batalla, burlándose de la promesa de Tengen sin saberlo. Sus hoces se movieron con una velocidad letal, buscando el cuello y el rostro de Yuna. Pero antes de que pudieran alcanzarla, algo ocurrió.
La cuchilla salió volando en la dirección contraria con un impacto que resonó en el aire. El demonio, confundido, la atrapó al vuelo y retrocedió, posándose en el suelo con una expresión de asombro y rabia.
El combate se detuvo abruptamente. Todo quedó en un tenso silencio.
Hinatsuru, temblando, observaba la escena sin comprender. Una de las hoces no había regresado. Estaba atrapada en algo... o más bien, en alguien.
Ahí, en el centro de la tensión, Suzume permanecía de pie. Su mano derecha sujetaba firmemente la hoz, aunque su cuerpo estaba cubierto de heridas profundas. Los obis que anteriormente la habían atravesado gravemente, no le hicieron tambalear.
Con la mirada baja, Suzume emanaba una presencia casi irreal. Desde lo alto del edificio donde se había posicionado, observaba al demonio de soslayo, su postura firme y su determinación inquebrantable.
Yuna, aún arrodillada, levantó la vista hacia ella, su rostro empapado de lágrimas. La sorpresa y la incredulidad brillaban en sus ojos.
—Suzume-chan... —musitó en un susurro apenas audible, como si temiera romper el frágil equilibrio del momento.
El demonio, Gyuutaro, frunció el ceño, un nerviosismo palpable cruzando por su rostro.
—''¿Qué diablos pasa con esa cría? —pensó, mientras su mente intentaba procesar lo que acababa de suceder. —''Ella detuvo mi ataque como si nada... Ni siquiera la vi llegar.''
Hinatsuru, con los ojos muy abiertos, compartía su incredulidad.
—Es imposible... ¿Cómo lo hizo?
La batalla estaba lejos de terminar, pero en ese momento, todo giraba en torno a Suzume, cuya presencia parecía detener el tiempo mismo.
—¡Onii-chan! —la voz aguda y temblorosa de Daki lo sacó de sus pensamientos.
Gyuutaro giró hacia su hermana, quien estaba llorando nuevamente. Las llamas habían quemado su rostro, dejando al descubierto carne viva, y su aspecto desfigurado lo llenó de furia e inquietud.
—¡E-ella está diferente! —sollozó Daki, su tono lleno de terror.
Confundido, el demonio volvió su mirada hacia la joven que seguía frente a Yuna, quien aún sostenía su laúd con manos temblorosas.
—Te lo dije —pronunció Suzume, su voz resonando con un siseo peligroso.
Tanjiro la observó, su mirada cargada de incredulidad y desconcierto.
—Pensáis que vuestra aliada es la noche, pero... —Suzume alzó la vista, y en ese momento las nubes que cubrían la luna se apartaron, permitiendo que su luz la envolviera.
El cabello albino de Suzume comenzó a adquirir un resplandor rojizo, como si estuviera siendo bañado por un aura incandescente, pero sin perder por completo su tono original. Sus ojos, afilados y feroces, ahora mostraban pupilas de gato que brillaban con mayor intensidad, reflejando algo salvaje y peligroso.
—Yo soy una semidemonio que camina bajo el sol.
La frase cayó como una sentencia, helando el aire.
Gyuutaro abrió los ojos con sorpresa, y entonces lo comprendió: algo había cambiado en ella. Suzume ya no los veía como lo haría una cazadora de demonios; sus ojos mostraban la mirada de un demonio.
—Oye, hermana... —murmuró Gyuutaro, dirigiéndose a Daki mientras mantenía la vista fija en Suzume. Su voz contenía una mezcla de incredulidad y temor—. ¿Qué está pasando con ella?
—¡Su espada se rompió al cortarme! —gritó Daki, llorando con más intensidad—. ¡Pero me golpeó con las manos desnudas! ¡No debería ser posible que una humana me haga daño con un puñetazo!
—¡IDIOTA! —rugió Gyuutaro, haciendo que Daki temblara al sentir la rabia en su voz—. ¡ELLA TIENE SANGRE DE DEMONIO!
Rechinó los dientes con fuerza, mientras sus ojos volvían a Suzume con un miedo creciente.
—¡Está teniendo un despertar!
El grupo entero los miraba con confusión. Nadie entendía lo que sucedía, pero la tensión se volvió casi insoportable.
—¡Si ella usa su técnica de sangr—!
Gyuutaro no pudo terminar la frase. De repente, Suzume estaba frente a él, a solo centímetros de su rostro. Se había movido con una velocidad inhumana, tan rápida que ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar.
—¿Hablas de mi sangre demoníaca? —murmuró Suzume, su voz baja y cargada de amenaza.
Gyuutaro ahogó un grito de dolor al sentir cómo su propia guadaña se incrustaba en su costado. El arma que había utilizado tantas veces contra otros ahora lo atravesaba, incapaz de comprender cómo ella lo había logrado.
La sonrisa de Suzume lo heló. Había algo en ella, algo que reconocía con un escalofrío: esa mirada, esa sonrisa... le recordaban a él.
A Muzan.
—Oye... —pronunció Suzume en un susurro. En un movimiento veloz, cortó los brazos del demonio y sostuvo su cabeza con fuerza, clavando en él una mirada amenazante—. No volverás a tocar a Onee-chan, ni a Tanjiro, ni a nadie más. Y si tu asquerosa hermana intenta llevarse a Nezuko... —su sonrisa se torció en un gesto sádico—, la desmembraré, la ataré por la eternidad, y cuando me canse, la pondré bajo el sol. El fuego que tanto teme la devorará por completo, maldito engendro.
El hombre temblaba frente a aquella mujer de cabello blanco y mirada despiadada.
—Suzume-chan... —musitó Yuna, apenas en un hilo de voz.
—El aura de esa chica... —susurró Hinatsuru, sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo—. Es aterradora...
—Su instinto asesino ha aumentado exponencialmente...—dijo Tengen, para después apoyarse en el suelo, el veneno comenzaba a consumirlo.—''Parece otra persona...''
—¡MALDITA! —gritó de repente una voz femenina. La mujer de cabello blanco, Daki, se abalanzó furiosa hacia Suzume, aprovechando su pausa—. ¡DEJA A ONII-CHAN!
Suzume reaccionó con calma. Agarró uno de los obis que la demonio lanzaba y, con una sonrisa fría, tiró de él con tal fuerza que Daki fue arrastrada hasta ella. En el instante en que estuvo a su alcance, Suzume le propinó un puñetazo que no solo rompió su nariz, sino que perforó su rostro. Daki salió despedida a varios metros, aterrizando con un sonido sordo.
—No quería decírtelo porque sería maleducada... —murmuró Suzume, limpiándose la sangre de la mano con un gesto despectivo, pero con una delicadeza que podía reflejar cierta elegancia—. Pero eres realmente ruidosa. Me molestas.
Su mirada se llenó de indiferencia mientras dirigía sus palabras con frialdad hacia la demonio caída, como si no fuera más que un insecto bajo su zapato.
—''Ahora entiendo porque el amo Muzan desea a esta molesta niña, ella es un diamante en bruto, esa aura, su fuerza, ella podría convertirse en una luna superior en tan solo un suspiro...''—meditó atormentado—''Es un peligro estar tan solo cerca de ella''.
Suzume lo miró de nuevo y cuando produjo su ataque, Gyuutaro lo esquivó por los pelos intentando recuperar sus extremidades.
—¡No te dejaré!—Tanjiro las pateó y tomó su espada, pero Gyuutaro golpeó su cuerpo debilitado y lo lanzó lejos. Un aura asesina lo persiguió y lo golpeó nuevamente.
Él salió de entre los escombros y sonrió.
—¡SI NO USAS TU ESPADA, NO PODRÁS CORTAR MI CABEZA!
—¡¿Eso crees?!—entonces extendió su mano como una cuchilla y tomó aire—Técnica de sangre.—todos abrieron los ojos sorprendidos—¡ESCARCHA DE SANGRE!—pronunció insconcientemente.
Una técnica especial que mezcla sangre con escarcha, congelando todo lo que toca. Aumenta la temperatura corporal del usuario y consume su vitalidad.
—¡¿Qué mierda?!—la escarcha lo sostuvo en el suelo, cuando Suzume se acercó hacia él velozmente para dañarlo, llamó sus cuchillas e hizo pedazos el hielo.
Suzume frunció el ceño con molestia.
Mientras Inosuke y Zenitsu se acercaron a Daki, la cual intentaba regenerarse sin la ayuda de su hermano, pero no podía, ya no tenía ojos, sin embargo, pudo sentir la presencia de los chicos y los esquivó usando sus ataques. Fue entonces cuando Inosuke cortó su cabeza con sus ténicas, la tomó en sus brazos y salió corriendo en dirección contraria.
—¡LA LLEVARÉ LEJOS PARA QUE NO PUEDA UNIFICARSE CON EL RESTO DE SU CUERPO!
—¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO MÁLDITO?!—bramó la demonio, todos emitieron una grito de confirmación.
Entonces, Gyuutaro saltó con rápidez tomó sus brazos alejados por Tanjiro, evitando a Suzume y provocó una herida en la espalda del joven con cabeza de jabalí.
—¡INOSUKE!—Tanjiro exclamó su nombre y Suzume se giró sorprendida. Tanjiro miró hacia atrás viendo como Suzume había sido cortada por las guadañas nuevamente, y Tengen yacía en el suelo, pero esta vez, desmayado.
—¡TANJIRO, CUIDADO!—Zenitsu que había estado en pausa, se acercó empujándolo, para salvarlos del ataque del demonio Gyuutaro, pero entonces, extendiendo su mano hacia él lo perdió.
—''Lo siento, Suzu, Zenitsu, todos...''—pensó Tanjiro.
—¿Por qué te disculpas onii-chan?—una imagen de Nezuko en la nieve, una imagen de ella siendo humana, sus usuales vestimentas, su usual peinado, sus ojos amables observándolo, ¿era esto un sueño?—¿Por qué siempre te disculpas?—le preguntó, y cuando ella lo miró sintió que volvía a ser el vendedor de carbón en las montañas—¿Acaso es porqué podemos ser felices incluso en la pobreza, o porqué nos veremos patéticos si no tenemos quimonos hermosos?—le preguntó—¿Te sientes tan mal por ello, por lo que tienes que culpar a alguien más, a tí mismo?—le indicó—De ser así, nuestro padre ¿tendría la culpa por enfermarse?—ella se veía triste—Aún así nos esforzámos al máximo, si no, hubiese sido inútil, no podemos hacer nada al respecto.—le señaló—Todos somos humanos...Así que no todas las cosas irán como queremos.
Entonces, el cabello de Nezuko se soltó, mostrando sus colmillos.
—Ser feliz o no, es tu decisión, lo que es importante es el ''ahora'', debemos trabajar juntos para enfrentar el futuro.—sus lágrimas brotaron—No te disculpes más, deberías entenderlo onii-chan, entiende como me siento, mira a tu alrededor y encuentra su mirada.
—''¿Su mirada?''—pensó Tanjiro.
—¿Es culpa de onee-chan nacer como demonio?—le incitó—Ella no lo escogió, pero si te eligió, si nos eligió para ser felices, ¿por qué no puedes entenderlo?
—''¿Qué no puedo entender?''—entonces Tanjiro despertó sintiendo los escombros en sus manos.—''¿Un sueño?''
—Woah, sigues con vida, que suerte.—Gyuutaro estaba al frente de él—A excepción de tí, ninguno permanece en pie, la mujer del laúd, cayó inconsciente poco después—dijo entonces en la escena se pudo ver a Yuna sosteniendo su laúd con la cabeza gacha todavía en una perfecta postura setanda—al cerdo le atravesé el corazón—Inosuke no se movía, inconsciente en las tejas—el rubio está revolcándose de dolor después de recibir el derrumbe en su espalda, lo dejé ahí para que muera lentamente, recorciendose como un insecto.
Tanjiro no tembló solo lo observó estático.
—El pilar de ahí, era un débilucho, si bien el tipo era fuerte, su corazón se detuvo por el veneno y murió, está perdido—siseó contento—la única que queda en pie es esa máldita niña—dijo mirándo como de reojo pelea contra su hermana—aunque cada vez sus ataques son más débiles, incluso con un despertar, su sangre sigue siendo parcialmente humana, me sorprende que esté aguantando tanto...
—''Suzume...''—él pensó en ella mirándo sus heridas abiertas, ella no se estaba regenerando como hace unos minutos, ella tenía una expresión enfurecida en su rostro, luchaba con tesón.
—Son patéticos, particularmente tú—lo miró—la que está en esa caja es tu hermana, ¿cierto?—preguntó aunque no hubo respuesta—¿Dime, es mayor o menor?
—Más joven...—Tanjiro lo miró pensando porqué no lo mataba todavía, entonces, él comenzó a reír.
—¡Lo suponía, ni siquiera puedes proteger a tu hermana!—la sangre de Tanjiro comenzó a arder.—¡Y por supuesto, eres más débil que tu hermana, eres el hermano mayor así que deberías porteger a tu hermana menor, no el protegido!—dijo riendo mientras tomaba su mano y torcía sus dedos, rompiéndolos.
Tanjiro no gritó.
—Amigo, ¿sientes eso?—le dijo jugando—Estás con vida, patético, solo, tu ultimo rayo de esperanza recaía en ellas dos, ¿no es así?—dijo tomando su cabeza con fuerza—La semi-demonio se irá con nosotros en cuanto la derrotemos—le indicó—¿ibas a convertirla en tu esposa o algo así? Ja.—se burló—Tu hermanita también, gusano, idiota, cobarde entre los tontos, inservible, ¿por qué naciste?—dijo mientras Tanjiro cerraba sus ojos—¿qué harás ahora?—sonrió ampliante—Eres un humano pátetico, ¡ahora corta mi cabeza, vamos!
Su hermana se burlaba del joven mientras esquivaba los ataques de Suzume, Tanjiro bajó su cabeza mientras Gyuutaro se burlaba de él.
—¡¿De qué te ries?!—exclamó Suzume golpeandola.
—¡Ese niño es un debilucho, y tú te vendrás con nosotros!—dijo golpeando su abdomen, a lo que ella tomó su brazo.
—Eres patetico pero no te odio—pronunció el hermano mayor—yo solía amar las cosas miserables, sucias y patéticas, obtuviste una herida asquerosa en tu frente, ¡ya sé!—él sonrió—¡CONVIERTETE EN DEMONIO POR TU QUERIDA PROMETIDA Y TU HERMANA!—exclamó como una revelación, la sangre de Suzume comenzó a arder al escucharlo, mientras que Tanjiro se quedó estático—¡Si te conviertes en un buen demonio, te ayudaré, ya que eso nos convertiría en aliados!—indicó—¡Si no quieres, golpearé a tu hermana hasta que muera, me importa una mierda los lazos que tengas!
Daki le reclamó por la idea y Suzume siguió sosteniendo sus puños para no ser atacada.
—¡Dejarás de ser débil, podrás protegerlas!—entonces Tanjiro alzó su cabeza—¿Tu propia debilidad te enferma?—Suzume lo miró de reojo sorprendiendose—Cuando las personas están afligidas mirán al cielo, luego las lágrimas vienen.
—Yo..—pronunció el espadachín—estaba preparandome.—entonces le produjo un fuerte cabezazo en su frente, dejandolo aturdido.
—¡ONII-CHAN!—Daki le regañó inquieta y Suzume sonrió entre dientes riendose—¡¿Y a tí que mierdas te pasa, máldita zorra blanca?!
Entonces, Gyuutaro notó que no podía moverse, un kunai estaba clavado en su pierna. Tanjiro se lo clavó cuando le dió aquel cabezazo, el mismo alzó su espada con sus pocas fuerzas para degollarlo.
—¡TANJIRO CORTA SU CABEZA!—exclamó Suzume golpeando el rostro de Daki con fuerza—¡NO DEJARÉ QUE TE VUELVAS A REGENERAR!—entonces un estruendo resonó en el lugar, Zenitsu que había estado atrapado en los escombros emergió de ellos tomando su espada, sorprendiendo a ambas mujeres.
Pese a ello, Gyuutaro intentó usar sus técnicas una vez más, complicando la acción para el joven, aún así, el sonido resonó nuevamente, el pilar, el hashira, Tengen Uzui apareció bloqueando sus guadañas.
—''Este tipo forzó su corazón para detener el flujo del veneno temporalmente''.—Gyuutaro lo observó sorprendido por su tenacidad.
—¡VAMOS A GANAR MÁLDITO!—Uzui forzó sus movimientos—¡VAMOS TANJIRO!—cuando el más joven alzó su espada para cortar su cabeza, la guadaña del demonio atravesó su mándibula.
Suzume se giró molesta al ver al muchacho ser perforado.
—¡TANJIRO!—Suzume quiso ir hacia él, pero los obis bloquearon su paso—¡NO!—gimoteó entre lágrimas.
Pero algo sucedió, la cicatriz de Tanjiro se extendió con un color vermellón, sus ojos se pusieron en blanco y emitió un grito tan doloroso que cualquiera lo confundiría con una bestia en agonía.
—¡OS HARÉ PEDAZOS, ZORRA BLANCA!—Daki siguió frenandole el paso y Suzume chasqueó la lengua con molestia, saltando con sus últimas fuerzas por los escombros, junto a Zenitsu que intentaba ayudarla a obtener su cabeza—¡NO LO HAREÍS!
—¡NO SUBESTIMBES MIS HABILIDADES!—Inosuke saltó de la nada y balanceó sus espadas—¡intercambiar la posición de mis órganos es un juego de niños!—en ese momento los dientes de sus katanas llegaron hasta su cuello—¡EL VENENO NO SIRVE CONTRA UN CUERPO DURO CUAL MONTAÑA!—bramó—¡¿NO ES ASÍ, SUZUME?!
Suzume sonrió al escuchar por primera vez su nombre pronunciado correctamente.
—¡TÉCNICA DE SANGRE, LLAMA CARMESÍ!
Un estallido de fuego que consume la sangre del usuario como combustible. Este ataque es increíblemente poderoso, pero el exceso de uso deja al semidemonio sin fuerza y vulnerable.
Los ataques de todos se combinaron, Inosuke, Zenitsu, Suzume y Tanjiro atacaron violentamente a sus enemigos.
—¡FUEGO, NOOOO!—Daki aulló, su grito fue ahogado por las llamas cubiertas de un intensó color amarillo, el viento se agitó con los movimientos.
La llama se extendió hacia Tanjiro, potenciado sus ataques.
Todo había acabado.
El sonido de un cántico, delicado, efímero, dulce y adormecedor, resonaba suavemente en su mente.
Aquella voz siempre había sido cálida, un refugio para su corazón.
Pequeño conejo de las nieves.
Suzume abrió los ojos lentamente, y entonces la vio.
—¿Mamá? —musitó, su voz quebrándose por la emoción.
Fumiko se giró hacia ella, con la misma dulce sonrisa de siempre, aquella que la reconfortaba incluso en los peores momentos.
—Buen trabajo, hija mía. —Las palabras de su madre la envolvieron como un abrazo cálido, y de inmediato las lágrimas comenzaron a brotar—. Ha sido una batalla muy dura y cruel, ¿cierto?
—Yo... ¿estoy muerta? —preguntó Suzume, con un nudo en la garganta.
Fumiko, con su cabello rosado y ondulado, cerró los ojos y rió con suavidad.
—¡Después de usar esa técnica caí! —continuó Suzume, su voz cargada de frustración y pesar.
—Es cierto, pero siempre tienes a tus valientes espadachines para protegerte.
—¿Eh?
—Cuando eso sucedió, esos dos muchachos te sostuvieron y protegieron con sus cuerpos. Incluso quedaron inconscientes después de eso. —Las palabras de su madre la hicieron gimotear.
—¡Yo me convertí en demonio! ¡Lo siento mucho!
—Cariño... —Los ojos azules de Fumiko brillaron con ternura—. Desde que naciste, esta es la primera vez que controlas tus instintos conscientemente. Usaste esa fuerza para proteger a tus seres queridos.
Suzume bajó la mirada hacia sus manos. Ya no tenía esas largas uñas afiladas que siempre le recordaban su naturaleza demoníaca.
—Mi amor... —Una voz masculina, profunda y reconfortante, la sacó de sus pensamientos.
Suzume levantó la cabeza con asombro.
—Debes visitar a la familia Ito.
—¿Papá? —preguntó en un susurro, con los ojos abiertos de par en par, mientras la figura de su padre emergía como un eco distante en el horizonte de su mente.
Él esbozó una suave sonrisa.
—Has logrado ser aceptada. Oyakata-sama te guiará —dijo con solemnidad, transmitiendo confianza—. Él siempre lo hace.
Suzume asintió, pero antes de que pudiera responder, la voz de su madre interrumpió dulcemente.
—Sobre tu técnica de sangre... —Fumiko habló desde el lado de su marido, su mirada llena de ternura—. Háblale sobre ello. Confía en los Hashira, confía en tus compañeros. Estoy segura de que lo lograrás. —Mientras hablaba, acarició con delicadeza la mejilla de Suzume—. Encontrarás la cura que te devolverá tu humanidad. Ahora eres una mujer, ¿no es así? —le dijo, feliz y orgullosa.
Las palabras de su madre llenaron su corazón de esperanza.
—Mi pequeña va a casarse con un descendiente del sol. —El tono de su padre se llenó de picardía, aunque su sonrisa tenía un matiz algo sádico.
—Oh, querido, él es bastante apuesto —comentó Fumiko con una risita juguetona.
—¡Por eso la engatusa con sus dulces palabras! ¡Esos son los peores! —refutó el hombre, cruzando los brazos como si estuviera evaluando a un rival.
Suzume sintió el calor subiendo a sus mejillas. ¿Ellos lo sabían?
Esas cosas vergonzosas...
—No debes avergonzarte, mi dulce nube —le dijo su madre con una sonrisa amorosa—. Él es un gran partido. Si fuera más joven, yo también me enamoraría de alguien como él.
—¡OYE! —reclamó el albino, indignado—. ¡Sigo aquí, sabes!
Suzume, aún sonrojada, levantó la mirada hacia ellos.
—Yo... —su voz salió temblorosa mientras sentía el peso de sus emociones—. Yo amo a Tanjiro, papá, mamá.
Ambos padres intercambiaron una mirada cómplice antes de volver la atención hacia ella.
—Lo sabemos, mi princesa —dijo su padre con una sonrisa dulce que contrastaba con su habitual seriedad.
—Y sabemos que él cuidará de ti.
—Pase lo que pase... —continuó el hombre, inclinándose para acariciar la cabeza de Suzume con ternura—. Manténganse unidos, protéjanse el uno al otro...
—Y, sobre todo, sean muy felices. —Fumiko añadió, su rostro iluminado por una sonrisa amplia y llena de amor.
Fue entonces cuando Suzume, incapaz de contenerse, dejó escapar una sonrisa entre lágrimas, sintiendo el amor y apoyo incondicional de sus padres envolviéndola como un cálido abrazo.
—Parece que su pulso es más estable —comentó Shinobu mientras escribía con delicadeza en un cuaderno, su pluma deslizándose con precisión sobre el papel.
—Solo hemos podido administrarle suero, Shinobu-sama —añadió Aoi, con voz temblorosa y los ojos al borde de las lágrimas.
—No te preocupes, Aoi. Suzume despertará. Es una joven fuerte.
La joven ayudante asintió, pero su preocupación no disminuyó.
—Sin embargo, se supone que su sangre demoníaca debería haber acelerado su recuperación —señaló, su voz cargada de inquietud—. Los demás ya están despiertos, pero ella sigue durmiendo.
Shinobu dejó escapar una pequeña risa, aunque una vena palpitó en su frente.
—Ese Tanjiro... —murmuró con una mezcla de exasperación y diversión—. Sigue apareciendo por su habitación sin consultarme, y cuando no está entrenando, me persigue todo el día con preguntas interminables.
Aoi parpadeó, sorprendida por el comentario.
—Bueno... después de todo, ella es su prometida, ¿no?
La expresión de Shinobu cambió instantáneamente, y otra vena apareció en su frente.
—Ah, claro. ¿Quién decidió eso exactamente? —preguntó con una calma peligrosamente tensa mientras apretaba la pluma hasta que se rompió, salpicando tinta por la mesa.
Aoi retrocedió un paso, sobresaltada.
—¿Cómo pudo alguien aprovecharse de la inocencia de una joven que ha pasado toda su vida aislada de la sociedad? —continuó Shinobu, dejando escapar un suspiro frustrado.
—Kamado Tanjiro no es ese tipo de persona, Shinobu-sama... —intentó interceder Aoi, pero se detuvo en seco al recibir una mirada gélida de la Hashira de las Mariposas.
Con un suspiro más profundo, Shinobu volvió a centrar su atención en los papeles frente a ella.
—Sea como sea, parece que mi investigación deberá extenderse.
—¿A qué se refiere, Shinobu-sama?
—La sangre de Suzume no es como la de otros demonios —dijo Shinobu, su tono cambiando a uno más analítico.
Aoi ladeó la cabeza, visiblemente confundida.
—¿Qué quiere decir con eso?
—Hay algo peculiar... —Shinobu pausó, tocando con la punta de los dedos el borde del cuaderno mientras reflexionaba—. Su sangre podría estar relacionada con el lirio azul. Pero hay algo que no logro descifrar... A menos que...
La frase quedó suspendida en el aire.
—¿Shinobu-sama? —insistió Aoi, inclinándose ligeramente hacia ella.
Shinobu negó con la cabeza, volviendo a su expresión habitual, tranquila pero enigmática.
—No es nada. Por ahora, centrémonos en mantenerla estable.
Aunque su voz era suave, la chispa de curiosidad en sus ojos indicaba que Shinobu no dejaría ese misterio sin resolver.
Cuando Suzume despertó, la habitación estaba vacía, y la luz entraba suavemente por la ventana. A juzgar por el tono del cielo, aún no había atardecido. Sintió un intenso deseo de alimentarse, aunque sus ojos habían regresado a la normalidad y su cabello albino lucía como siempre. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que estaba en una de las habitaciones de la finca Mariposa.
Con cuidado, se incorporó, movida por una voluntad ardiente. Al levantarse de la cama, notó que no llevaba el usual atuendo de los enfermos de la finca, sino un camisón blanco con tirantes y delicados bordados de encaje en el escote.
Al posar sus pies en el suelo, percibió que su cuerpo no mostraba signos de fragilidad. Caminó con paso firme hasta la puerta y la abrió, encontrándose con un pasillo vacío. Su expresión permanecía neutral.
Recorrió los largos pasillos hasta llegar al jardín, donde la luz parecía brillar más intensamente. Fue entonces cuando, junto al lago, distinguió una figura que le resultaba familiar.
¿Todavía estaba soñando?
Se acercó lentamente, y al estar más cerca, notó su error. La mujer que estaba junto al estanque no era su madre. Era una figura esbelta de cabello rosado, vestida con un largo quimono blanco. Un velo de encaje cubría su cabello, y sus ojos estaban cerrados, pero en su rostro se dibujaba una suave sonrisa. El aura que emanaba era imperturbable, y estar cerca de ella transmitía una inmensa paz.
—¿Nos conocemos? —preguntó Suzume, con la garganta seca.
—Puede decirse que sí —respondió la mujer con una voz suave como la de una niña, aunque su apariencia no correspondía a la de una.
—Creo que recordaría a una onee-san tan hermosa como tú —dijo Suzume, intentando romper el hielo. La mujer rió con delicadeza.
—Nee, Ito Suzume —dijo con calma. Al escuchar su nombre, Suzume sintió un escalofrío recorrer sus hombros—. Te aconsejo visitar el hogar de los Ito.
—¿Conoce mis orígenes? —preguntó Suzume, entrecerrando los ojos. La mujer asintió.
—Hace mucho tiempo, mi más querida amiga pertenecía a la rama familiar de los Ito.
—¿Pertenecía? —replicó Suzume, curiosa.
—Ella falleció hace mucho tiempo —respondió con un leve toque de tristeza en su voz.
—Lo lamento —dijo Suzume, con sinceridad. La mujer sonrió con calidez.
—Eres una joven gentil. Las personas que te rodean deben sentirse felices de contar contigo.
—Si me conoce, ya sabe que soy mitad demonio. —contestó Suzume, tratando de ponerla a prueba. La mujer solo sonrió, para sorpresa de la joven.
—Lo sé. Dime, Suzume, ¿sabes cuál es la flor lirio de la araña azul?
—Es una flor que se considera extinta.
—Así es, pero no lo está —afirmó la mujer mientras un pez koi saltaba del estanque—. Esa flor yace oculta en unas montañas a las que pocos han logrado llegar.
—¿Por qué hablas de esa flor? —preguntó Suzume, sintiendo curiosidad. La mujer giró levemente hacia ella.
—¿De qué se alimentan los conejos de ojos rojos? —inquirió. Suzume la miró, confundida. La mujer rió suavemente—. El conejo se alimentó de esa flor para poder vivir bajo la calidez del sol —sentenció—. Esto no lo hizo inmortal, pero sí le dio la habilidad que muchos otros anhelaban.
—¿Pero los conejos pueden caminar bajo el sol? —preguntó Suzume, más intrigada que nunca. La mujer de cabello rosado volvió su mirada hacia el estanque.
—Debo irme, pero recuerda —dijo mientras el pez koi saltaba nuevamente del agua—: la clave de todo está en la sangre.
Antes de que Suzume pudiera responder, escuchó una voz conocida que la hizo girarse.
—¡ITO SUZUME! —era la voz de una mujer de cabello rosado, fuerte y autoritaria.
—¿Oba-chan? —murmuró Suzume, sorprendida.
—¡¿Por qué estás fuera de la cama?! —exclamó la mujer, sosteniéndola firmemente por el brazo y casi levantándola con su fuerza—. ¡Vamos adentro!
—¡Espera, yo...! —intentó replicar Suzume, pero fue arrastrada de vuelta al interior de la finca.
Un amplio salón de tatami se extendía ante ellos, iluminado suavemente por la luz del sol, todavía era de día, y a pesar de acercarse el otoño era un día cálido. Los Pilares estaban sentados en orden alrededor del líder del Cuerpo, Ubuyashiki Kagaya, quien ocupaba el centro con su habitual calma. Todos vestían sus uniformes del cuerpo y había cierta tensión en el ambiente.
Suzume ingresó con Yurika, ambas descalzas sobre el tatami. Yurika soltó su mano y le hizo una señal para que se sentara frente al líder. Suzume avanzó, insegura, consciente de las miradas que la seguían.
—Bienvenida, Suzume-chan —dijo Ubuyashiki con una sonrisa serena—. Por favor, toma asiento.
Suzume se arrodilló sobre el tatami, inclinándose profundamente hacia él.
—Gracias por recibirme, Oyakata-sama.
Mientras ella hablaba, algunas miradas masculinas se desviaron hacia sus vestimentas, algo ajustada debido a su reciente crecimiento, ella portaba ropas para dormir. Tengen, Rengoku, Sanemi, Tokito y muchos otros quienes estaban sentados cerca, intercambiaron rápidas miradas, algo incómodos al darse cuenta de la situación. Sin embargo, antes de que pudieran apartar del todo la vista, un escalofrío recorrió la habitación.
El aura asesina de Tanjiro, que estaba sentado muy proximo a Suzume, junto Zenitsu e Inosuke, se hizo palpable. Su rostro seguía sereno, pero sus ojos transmitían una clara advertencia. Los Pilares masculinos, avergonzados, se aclararon la garganta y desviaron la atención hacia otro lado. Shinobu, sentada más atrás, cubrió su boca con una mano, intentando ocultar una pequeña sonrisa.
—Suzume-chan —dijo Ubuyashiki, rompiendo el incómodo silencio—, me alegra que hayas regresado. Por favor, cuéntanos lo que sucedió durante tu misión.
Suzume levantó la mirada, sintiendo el peso de cada par de ojos sobre ella. Respiró hondo antes de hablar.
—Durante mi última misión, algo cambió. Logré dominar mi despertar como demonio... utilicé técnicas de sangre demoníaca.
El impacto de sus palabras fue inmediato. Sanemi se inclinó hacia adelante, sus ojos llenos de incredulidad y furia.
—¿¡Qué estás diciendo!? —gruñó—. ¡No podemos confiar en alguien que usa habilidades demoníacas!
—Cálmate, Sanemi —intervino Tengen, él parecía otro tipo de persona, ahora que le faltaba un brazo se había retirado, pero decidió asistir a las reuniones para informar a su señor—. Suzume ha demostrado ser confiable en el campo de batalla. Deberías aprender a escuchar antes de saltar a conclusiones.
—¿Confiable? —Sanemi lo fulminó con la mirada—. ¡Es sangre de demonio lo que corre por sus venas! No hay nada confiable en eso.
—Sanemi, por favor —la voz suave pero autoritaria de Ubuyashiki cortó la discusión—. Permitamos que Suzume termine de hablar.
Suzume tragó saliva, pero continuó con firmeza.
—No devoré a ningún humano, pero... sentí algo peligroso dentro de mí. Mi sangre ardía como fuego, y un odio inmenso me invadió.
Rengoku, quien había permanecido en silencio, asintió con seriedad.
—Esas emociones son naturales, pero lo importante es cómo las manejaste. ¿Lograste mantener el control?
—Sí —respondió Suzume con determinación—. Utilicé las técnicas que aprendí para canalizar ese poder y derrotar al demonio.
—Eso no cambia nada —insistió Sanemi, apretando los puños—. Sigues siendo un riesgo.
—¿Por qué no te callas un momento? —intervino Yuna, apretando sus puños para contenerse y una expresión desafiante—. Suzume ha hecho más por este Cuerpo que muchos otros. Mientras tú hablas, ella luchó y venció a la luna superior.
Suzume miró al líder.
—Desde que salí de las montañas con Tanjiro... he tenido sueños extraños —comenzó Suzume, con una voz que apenas era un susurro. Sus palabras captaron la atención de todos, especialmente de Tanjiro, quien se inclinó ligeramente hacia adelante.
—¿Qué clase de sueños, querida? —preguntó Ubuyashiki con suavidad.
—Cuando mato a un demonio, veo lo que parece ser su pasado, como si yo misma lo hubiera vivido.
—¿Cómo es posible algo así? —Obanai frunció el ceño, incrédulo.
—Todo comenzó en la casa del tambor. Pude ver la vida de aquel demonio, igual que con los que eliminé en las montañas y los dos hermanos del Distrito Rojo. Sus sentimientos como humanos, las personas que conocieron... Era como si un libro se abriera ante mí.
—Ya veo. Te creo, Suzume-chan —Ubuyashiki asintió con calma.
—Pero hay algo más... —Suzume hizo una pausa, sus ojos se oscurecieron ligeramente.
—¡¿AÚN MÁS?! —exclamó Sanemi, claramente molesto.
—Sanemi, por favor —Ubuyashiki lo calmó con un leve gesto de su mano.
Suzume continuó, tratando de ordenar sus pensamientos.
—Antes de llegar aquí, tuve una aparición.
—¿A-aparición? —susurró Zenitsu, aferrándose a su katana como si le diera seguridad.
—Una mujer esbelta, de cabello largo y rosado. Parecía humana, pero también algo más... un fantasma, quizás.
El silencio cubrió la sala, y Yurika no apartó la mirada de Suzume.
—¿Te dijo su nombre? —preguntó Yurika con un deje de nerviosismo.
—No, pero parecía conocerme. Sabía cosas sobre mí... y me preguntó algo extraño.
—¿Qué fue lo que dijo? —insistió Yurika.
—Me preguntó de qué se alimentaban los conejos de ojos rojos. También mencionó una flor: el lirio de la araña azul.
El aire en la sala se volvió pesado. Los presentes intercambiaron miradas inquietas.
—Mi señor... —Shinobu rompió el silencio, con un tono serio—. Con su permiso, creo que debo mencionar un detalle importante.
—Habla con tranquilidad —respondió Ubuyashiki.
—Desde la llegada de Suzume, he estado analizando su sangre. Y hay algo que todos deben saber.
—Continúa —dijo el líder, su voz tranquila pero expectante.
—La sangre de Suzume contiene componentes del lirio de la araña azul.
El asombro se extendió por la sala. Varios Hashira se levantaron de sus asientos, conmocionados. Tanjiro miró a Suzume con una mezcla de sorpresa y preocupación.
—Esa flor... —Ubuyashiki explicó con paciencia— es anhelada por Muzan. Cree que puede otorgarle la verdadera inmortalidad.
—¿Eso es posible? —preguntó Tengen, incrédulo.
—No del todo —Shinobu lo miró con seriedad—. Suzume no es inmortal. Probablemente su madre utilizó pequeñas dosis para frenar su desarrollo como demonio y preservar su humanidad.
Tanjiro, inquieto, se volvió hacia Suzume.
—Suzume...—murmuró con preocupación.
Suzume bajó la mirada, su voz temblaba ligeramente.
—Me daban pequeñas cantidades, mezcladas con el té —admitió, su voz apenas audible.
Un murmullo recorrió la sala.
—Cuando era un bebé intentaban mezclarlo con la leche —continuó—. Muchas veces no surtía efecto porque vomitaba, pero con el tiempo, logré adaptarme a la glicina, junto a ella supongo que esa flor que mencionan.
Algunos de los presentes la miraron con compasión.
—Cuando crecí, mis instintos se volvieron más fuertes. Mis padres sufrían mucho porque perdía el control, y no obedecía. Muchas veces debían sostenerme con cadenas y vigilarme durante las noches.
—Debió de ser muy duro para los tres... —musitó Yurika, palmeando su espalda con gentileza.
Suzume asintió, con los ojos llenos de recuerdos dolorosos.
—Odiaba ver a mi madre llorar. Una noche, tiempo después de fallecer mi padre, la mordí. Cuando lo hice, ella cantó una canción de cuna con la que solía mecerme de niña. Al igual que Nezuko en el Distrito Rojo, me tranquilicé. Desde aquel momento, nunca más emergió mi lado demoníaco.
—¿Crees que fue por el lirio azul? —preguntó Kyojuro, con la mirada fija en Suzume.
—Pienso que fue la voluntad de Suzume —intervino Tanjiro, sus palabras llenas de sinceridad—. Su gentileza y preocupación por su madre fueron más poderosas que su sangre.
—Definitivamente, tu corazón te guió —añadió Ubuyashiki con una sonrisa leve—. Esa fuerza es lo que necesitamos para derrotar a Muzan.
—Sobre la flor de lirio azul —relató Suzume—, pienso que mi madre comenzó a mezclarla cuando yo era más grande. Tenía un cobertizo donde realizaba pequeñas mezclas.
—Fumiko intentó todo por protegerte... —Yurika se lamentó, su voz cargada de tristeza.
La sala quedó en silencio. Cada uno de los presentes absorbía el peso de esa verdad.
—Mi madre... siempre me protegió, incluso cuando no lo entendía —respondió Suzume, con lágrimas contenidas—. Ella intentó salvarme de mí misma.
—El amor de una madre es más fuerte que cualquier demonio —añadió Tanjiro, su voz llena de emoción recordando a la suya propia—. Eso es lo que te hace especial, Suzume. No eres solo un semidemonio. Eres alguien que lleva el amor y el sacrificio de tus padres.
—Sí, tu corazón te da una fuerza que el veneno demoníaco no puede apagar —afirmó Ubuyashiki—. Esa fuerza es clave para derrotar a Muzan.
—Debemos aprender todo lo que podamos sobre esa mezcla y el lirio azul —intervino Sanemi—. Si tu madre hizo eso para protegerte, debemos usar ese conocimiento como ventaja.
—Suzume, si tienes recuerdos de esas mezclas y el cobertizo donde tu madre las preparaba, necesitamos investigarlo. Quizás ahí encontremos algún secreto crucial —sugirió Aiko con decisión.
Suzume asintió, un propósito firme comenzaba a formarse dentro de ella.
—Debemos ser cautos. No podemos alertar a Muzan. Me comunicaré con cierta persona para confirmar nuestros pasos —indicó Ubuyashiki—. Mientras tanto, recupérense de sus heridas y entrenen lo máximo posible, pero no se sobresfuercen.
—¡Sí, señor! —respondieron todos al unísono.
—Ito Suzume —la llamó el líder, mirándola con seriedad—. No puedo agradecer lo suficiente tus esfuerzos. Eres una pieza fundamental en nuestra batalla contra Muzan.
Suzume lo miró solemnemente.
—Ansío que, después de esta guerra, encuentres la felicidad y la paz que te mereces.
Ella asintió, conmovida.
—Sí, señor... Gracias por sus amables palabras.
—Mientras tanto, cuida de tu salud. Enviaré una carta a la familia Ito. Podrían ayudarte con tus técnicas de sangre. Puede que no lo comprendan al principio, pero es necesario que abran sus mentes.
Suzume inclinó la cabeza en señal de respeto, mientras el peso de las palabras de Ubuyashiki le daba una nueva resolución para enfrentar el futuro.
¡Nuevo capítulo!
Chan chan chan...
¿Qué pasará con el futuro de Suzume?
Un saludito.
Kana-sensei.
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