18
|||El abánico carmesí.||
Itsuki, con los dientes apretados, dio un paso adelante, su espada centelleando a la luz de la sala. La rabia ardía en sus ojos, y su cuerpo se tensaba, preparado para atacar. Sin embargo, Sayoko no mostró ni un atisbo de preocupación. Al contrario, su sonrisa se amplió, mostrando una arrogancia mortal.
—¿Pretendes desafiarme, niño?—dijo Sayoko, su tono suave pero con una amenaza latente en cada palabra.
Itsuki no respondió, solo dio un salto hacia ella con una velocidad sorprendente, su espada buscando cortarle la garganta. Pero antes de que pudiera llegar a su objetivo, Sayoko levantó su abanico con un movimiento fluido y certero. El abanico brilló en el aire como una extensión de su propia voluntad, y con un solo movimiento, desvió el ataque de Itsuki, dejándolo tambaleante.
—Patético—musitó Sayoko con desdén, su mirada fija en Itsuki.
El joven no se rindió. Aprovechó la apertura para realizar otro ataque rápido, esta vez dirigido al costado de Sayoko. Pero ella lo anticipó, moviéndose de forma etérea, casi como si flotara, y lo esquivó con facilidad. Su expresión se tornó aún más fría mientras observaba la desesperación creciente en sus ojos.
—Eres débil—dijo con una calma mortal—Tú no entiendes lo que significa el poder real. No eres más que un instrumento de una causa perdida.
Tanjiro observaba con la respiración entrecortada, viendo cómo Itsuki era fácilmente dominado. El joven parecía incapaz de tocar siquiera a Sayoko. El miedo se hacía presente en su pecho, pero no podía dejar que la desesperanza lo controlara.
Chiasa, por otro lado, estaba paralizada, luchando por comprender lo que estaba sucediendo. La voz de su madre resonaba en su cabeza, y la traición la ahogaba. A pesar de la furia que hervía dentro de ella, no sabía cómo enfrentarse a la figura que una vez había amado, que ahora parecía un monstruo desalmado. Pero algo dentro de ella comenzó a despertar. La determinación que había forjado durante años, la que la había llevado a convertirse en Pilar, comenzaba a calar en su corazón.
—¡Basta!—gritó Chiasa, su voz firme y decidida, a pesar de la angustia que sentía— ¡No voy a quedarme de brazos cruzados!
La espada de Chiasa brilló con una intensidad renovada, su respiración se volvió más profunda y controlada. Con un giro rápido, avanzó hacia Sayoko, su hoja cortando el aire con precisión y fuerza. Sayoko la miró con una ligera sonrisa, casi como si la escena fuera un juego que ya sabía cómo terminaría.
—¿De verdad crees que puedes detenerme, hija?—preguntó, con una voz teñida de burla.
Pero Chiasa no respondió. Solo se lanzó hacia ella con una furia controlada, los recuerdos de su hermana, el dolor de su familia, y su deber como Pilar llenándola de determinación. Sabía que no podía dejar que Sayoko continuara su reinado de oscuridad. Sabía que debía detenerla, sin importar el precio.
Tanjiro, viendo el esfuerzo de Chiasa, sintió que su corazón se aceleraba. No podía quedarse quieto mientras ella luchaba sola. Con su respiración profunda y enfocada, avanzó hacia la escena, dispuesto a ayudarla, aunque la batalla ya parecía desproporcionada.
Pero Sayoko ya había anticipado todo. Un gesto rápido de su mano levantó una ola de energía demoníaca que empujó a Chiasa hacia atrás, la fuerza de su poder haciéndola caer al suelo.
—Esto es todo lo que eres, Chiasa—dijo Sayoko, su tono frío como el hielo—Solo una sombra de lo que podrías haber sido.
La presión de la sala aumentó. Sayoko había demostrado que era mucho más poderosa, pero eso solo había avivado el fuego en los corazones de los cazadores. Chiasa se levantó lentamente, su rostro marcado por el dolor y la furia, pero con una nueva fuerza surgiendo en su interior.
—Si mi fuerza no es suficiente... entonces lucharé hasta que mi alma se queme—murmuró Chiasa, levantándose con determinación renovada.
Tanjiro y Itsuki intercambiaron una mirada, sabían que no podían dejar que esta batalla se librara solo en el plano físico. Juntos, tendrían que encontrar una forma de superar la oscuridad que había consumido a Sayoko. Sin embargo, también sabían que no podían hacerlo sin el coraje de Chiasa.
Y mientras la oscuridad se cernía sobre ellos, los tres cazadores se prepararon para enfrentar lo impensable.
—Parece que incluso vuelvo a la persona que amas en contra tuya, no pareces dudar en tu corazón.—la niña la miró desde lo alto de un árbol, de nuevo con esa expresión seria sin emoción.
Suzume, aún sosteniendo a Nezuko con firmeza, levantó la mirada hacia la niña demonio. Su voz reflejaba tanto confusión como determinación.
—¿Por qué haces todo esto? —preguntó. No había ira en su tono, sino un genuino intento de comprender.
Kioko permaneció en silencio, sus ojos rojizos centelleando como brasas en la penumbra.
—Podrías simplemente acabar con nuestras vidas usando tus habilidades —continuó Suzume—. Pero no lo haces. Solo creaste una ilusión para mí y ni siquiera intentaste atacar a Nezuko.
Kioko inclinó la cabeza ligeramente, como si sopesara sus palabras.
—Tú, que no puedes cambiar el pasado —pronunció con una voz tan gélida como la nieve que comenzaba a caer en su ilusión—. Tú, que no puedes regresar a casa... —sus ojos, profundos y rojos, se clavaron en Suzume con intensidad—. Somos más parecidas de lo que crees, Ito Suzume-san.
La albina la miró fijamente, intentando descifrar su semblante.
—No soy buena leyendo a las personas —admitió Suzume, su voz tranquila pero cargada de emociones—. Tanjiro puede oler los sentimientos de los demás, pero yo no puedo hacer eso.
Kioko permaneció en silencio, su figura inmóvil como una estatua.
—Pero quiero entenderte —continuó Suzume, sus ojos azules brillando con sinceridad—. Porque veo tu soledad.
Los ojos de Kioko se abrieron ligeramente, un destello de sorpresa cruzó por ellos antes de desvanecerse.
—¿Qué? —murmuró la joven demonio, con un atisbo de desconcierto.
—No soy buena comprendiendo las intenciones de las personas —repitió Suzume, su tono más suave—. Pero puedo entender la soledad. Porque durante mucho tiempo, mi expresión era como la tuya.
La ilusión que rodeaba a Kioko comenzó a cambiar. El paisaje distorsionado y envuelto en neblina se transformó en una escena de copos de nieve cayendo suavemente, reflejando una melancolía que parecía surgir de la propia Kioko.
—¿Por qué siento que ya nos hemos visto antes? —preguntó Suzume, su voz teñida de una mezcla de curiosidad y temor.
Kioko no respondió de inmediato. Finalmente, habló, sus palabras cuidadosas y medidas.
—Tú eres diferente a nosotras —dijo, enfatizando cada palabra—. Tu voluntad te ha permitido vivir como humana y mantener intacta tu pureza. Pero dime, Ito Suzume-san, ¿hasta dónde estás dispuesta a llegar para proteger a quienes amas?
Suzume frunció el ceño, confundida por la forma en que Kioko hablaba de "nosotras".
—¿A qué te refieres con "nosotras"?
—Creo que es hora de que lo sepas —dijo Kioko, bajando la vista hacia Suzume—. Mi verdadero nombre es Kobayashi Kioko.
Suzume abrió los ojos en sorpresa, las palabras resonando en su mente.
—¿Kobayashi? —repitió en un susurro.
—Sí. Pertenecemos a la misma rama familiar —reveló Kioko con calma—. Yurika-sama, tu abuela, es mi tía.
Suzume retrocedió un paso, tambaleándose ligeramente.
—¿Oba-chan es...?
Kioko asintió.
—Mi madre, Sayoko, es la hermana de Yurika-sama. Y la otra energía demoníaca que sentiste... es la suya.
—Kobayashi Sayoko... —murmuró Suzume, su voz temblorosa.
—Así es —confirmó Kioko—. Pero hay algo que necesitas saber: mi madre no fue convertida en demonio contra su voluntad. Fue ella quien le pidió a Muzan que la transformara.
La revelación fue como una daga que se clavó en el pecho de Suzume.
—¡¿Por qué haría algo tan horrible?! —gritó, su voz llena de incredulidad.
Kioko la miró con frialdad, pero en sus ojos había una sombra de algo más profundo: un dolor enterrado.
—Porque siempre fue una persona odiosa —respondió Kioko con una franqueza que dejó a Suzume helada—. Para mi madre, lo único que importa es el poder. No discrimina entre humanos y demonios; solo busca lo que le beneficia.
Suzume apretó los puños con fuerza, intentando contener las lágrimas que amenazaban con caer.
—Dices que ella pactó con Muzan solo por admiración a su fuerza...
—Exacto. Y más que eso, ofreció nuestra sangre familiar para experimentar con ella —explicó Kioko, su tono sombrío—. Fue así como nació Atsushi, el primer demonio de nuestra familia, tu padre.
El mundo de Suzume se desmoronó. Las piezas de su pasado encajaban de una forma que nunca habría imaginado.
—Desgraciadamente, no pude evitar que Atsushi-sama fuese convertido en demonio—Kioko cerró los ojos, su voz cargada de arrepentimiento, ya que fue tiempo después cuando descubrí a mi madre convertida en demonio—Kioko abrió sus ojos intentando no recordar con intensidad aquella herida— cuando quise cortar su cabeza—Suzume la miró temblorosa—no pude, porque Muzan apareció ante mí.
—¿Ella seguía una humana cuando transformaron a mi padre?—Suzume cayó de rodillas.
—Sí.—fue la primera vez que una expresión diferente yacía en el rostro de la pelirroja, ella estaba arrepentida—Lo lamento mucho Suzume-san.
Las lágrimas comenzaron a caer por el rostro de Suzume. La furia, el dolor y la tristeza se mezclaban en su interior como un torbellino imparable.
—Kioko—la nombrada la miró esperando que le gritase, que la odiase—lo siento mucho...—nunca se esperaría una disculpa.
—¿Po-porqué te disculpas?
—Tienes el aspecto de una niña pequeña, no se que edad tendrás, pero estoy segura de que debió de ser muy doloroso para tí descubrir la traición de Sayoko.
—No deberías preocuparte por mí.
—Cortar la cabeza de tu madre, nunca podría imaginármelo...—Suzume pensó en la linda sonrisa de su progenitora.
—Ella era malvada—setenció, sorprendiendo a la albina—nos sometía a entrenamientos radicales, nos dejaba sin comer o sin beber si no cumpliamos sus deseos, ella nunca tuvo palabras amorosas para mis hermanas, ni siquiera para mí.
—Kioko...—Suzume la miró entristecida.
—Por eso—su mirada se afiló como un cuchillo—volvería a hacerlo si tuviese la oportunidad.
—Dime Kioko, ¿por qué me has contado sobre el pasado?
—Quiero confesar algo.
Sayoko permanecía en pie, imponente y tranquila, mientras los tres cazadores la rodeaban. Una brisa helada barrió el campo, arrastrando polvo y hojas secas a su alrededor.
—¿Es esto todo lo que pueden ofrecer? —dijo Sayoko con burla, sus ojos fijos en Chiasa, quien mantenía su mirada baja, luchando contra las emociones que se agitaban dentro de ella.
Tanjiro, siempre atento, notó la rigidez en los hombros de Chiasa y su respiración irregular. "Está distraída... Esto no es bueno."
Antes de que pudiera hablar, Itsuki dio un paso al frente, su espada brillando bajo la luz de la luna.
—No necesito ayuda para esto. Yo puedo acabar con ella —anunció con determinación, su voz resonando con una mezcla de confianza y terquedad.
—¡Itsuki, espera! —intentó advertir Tanjiro, pero su compañero ya estaba atacando.
—¡Respiración del Agua, Cuarta Forma: Golpe de Marea!
Itsuki lanzó una serie de cortes precisos que fluían como el agua misma, obligando a Sayoko a moverse hacia atrás para evitar los impactos. Sayoko chasqueó la lengua, molesta por la agresividad del cazador.
—Un guerrero impaciente siempre cae primero —dijo con una sonrisa siniestra, bloqueando un golpe con facilidad antes de lanzar a Itsuki hacia atrás con un movimiento rápido de su brazo.
Tanjiro aprovechó el momento para intervenir. Su mente procesaba cada movimiento, no solo de Sayoko, sino también de Itsuki y Chiasa.
—"Chiasa-san todavía no está lista. Itsuki está siendo imprudente. Necesitamos más coordinación."—pensó—¡Itsuki, cúbreme por la izquierda! ¡Chiasa, a mi señal, usa tu velocidad para rodearla! —ordenó con claridad, su voz resonando por encima del caos.
Itsuki gruñó, pero asintió, ajustando su postura para seguir las indicaciones.
—Espero que sepas lo que haces, Kamado.
Chiasa, sin embargo, seguía inmóvil. Sus ojos estaban fijos en Sayoko, pero no con concentración; estaban llenos de un conflicto interno que parecía consumirla.
—¿Qué pasa, hija? —se burló Sayoko, inclinando la cabeza con una sonrisa fría—. ¿Sigues esperando mi aprobación?
Las palabras golpearon a Chiasa como un mazazo. Su respiración vaciló, y sus dedos temblaron alrededor del mango de su espada.
—No... no... —murmuró, dando un paso atrás.
Tanjiro la miró rápidamente mientras ejecutaba una técnica para mantener a Sayoko ocupada.
—¡Chiasa-san, escúchame! —gritó mientras giraba su espada. —¡Respiración del Agua, Quinta Forma: Lluvia Bendita de Lagrimas!
El ataque creó una serie de golpes descendentes que obligaron a Sayoko a retroceder momentáneamente.
—¡No es tu madre quien define quién eres! ¡Eres tú, Chiasa-san! ¡Y tú eres increíblemente fuerte!
Las palabras de Tanjiro comenzaron a calar en Chiasa. Respiró profundamente, tratando de estabilizarse.
—"Soy fuerte... No soy como ella. No más."
Itsuki lanzó otro ataque desde el costado, interrumpiendo los movimientos de Sayoko, quien parecía irritada por la interrupción constante.
—¡Molestos insectos!
En ese instante, Chiasa se movió. Con una fluidez casi etérea, activó su técnica.
—¡Polvo Fugaz!
Sus movimientos eran casi imperceptibles mientras se deslizaba por el campo, atacando con precisión los puntos más vulnerables de Sayoko. La demonio gruñó, sintiendo cómo su cuerpo comenzaba a desgastarse con cada golpe.
—¡Eso es, Chiasa! ¡Sigue así! —gritó Tanjiro, sincronizando sus movimientos con los de ella.
—Sois realmente molestos, y ni siquiera sois aquellos que necesito...
La batalla aún no había terminado, pero ahora los tres cazadores estaban en sintonía. Aunque las cicatrices del pasado seguían pesando sobre Chiasa, el apoyo de Tanjiro y la determinación de Itsuki estaban ayudándola a reencontrar su centro.
—Esto no ha terminado —dijo Chiasa, su voz firme por primera vez—. Te mostraré que no soy tu sombra, madre.
Sayoko alzó un brazo, y el aire alrededor de ella pareció vibrar con un calor abrasador. Su sonrisa era gélida, un contraste escalofriante con las olas de calor que emanaban de su cuerpo.
—¿Ya se cansaron de jugar? —murmuró con tono burlón, mientras el suelo comenzaba a resquebrajarse bajo sus pies—. Es hora de que entiendan la diferencia entre una presa y un cazador.—¡Tierra Consumida!
El suelo bajo los pies de los cazadores se volvió incandescente, agrietándose mientras la lava comenzaba a emerger. Una ola de calor sofocante llenó el aire, dificultando la respiración.
—¡Cuidado! —gritó Tanjiro, empujando a Chiasa hacia un lugar seguro mientras Itsuki saltaba hacia un lado con agilidad.
Chiasa respiró profundamente, intentando estabilizarse. Sabía que este no era el momento para dudar. Sus dedos se cerraron con fuerza alrededor de su espada mientras observaba el terreno transformarse en un campo de lava activa.
—Tanjiro, esto no es sostenible. No podremos luchar así por mucho tiempo —dijo Itsuki, su tono tenso, aunque todavía lleno de determinación.
—Lo sé, pero necesitamos tiempo para entender sus patrones de ataque. Si coordinamos nuestras técnicas, podemos abrir una oportunidad para escapar —respondió Tanjiro, sus ojos escaneando rápidamente la situación.
Sayoko no les dio tregua.
—¡Corriente Fundida!
Sus brazos se transformaron en extremidades de lava líquida, y se lanzó hacia ellos con una velocidad devastadora. Itsuki fue el primero en reaccionar, interceptando el ataque con un movimiento fluido.
—Respiración del Agua, Tercera Forma: Danza Fluida!
El agua chisporroteó al contacto con la lava, creando una nube de vapor que nubló la visión de Sayoko.
—¡Ahora, Chiasa! ¡Rodea por la derecha! —ordenó Tanjiro.
Chiasa, enfocándose en sus instintos, activó su técnica.
—¡Viento Silente!
Su figura se desvaneció entre las partículas de aire, moviéndose con rapidez para colocarse detrás de Sayoko. Con un golpe preciso, apuntó a una de las extremidades fundidas de la demonio.
—Impresionante... pero insuficiente —murmuró Sayoko, girándose con un movimiento explosivo.
—¡Fauces del Volcán!
El suelo se abrió en una serie de grietas ardientes, lanzando chorros de magma en todas direcciones. Chiasa apenas tuvo tiempo de esquivar, su técnica de evasión la salvó en el último segundo, aunque su kimono quedó parcialmente chamuscado.
—¡No podemos seguir luchando en este terreno! —gritó Tanjiro, mientras bloqueaba una lluvia de cenizas ardientes con su espada.
—¿Y cuál es el plan, Kamado? —respondió Itsuki, girando para cubrirlo de otro ataque.
Tanjiro cerró los ojos por un instante, enfocándose en el calor y los movimientos a su alrededor. "Ella necesita estar conectada al suelo para controlar la lava... Si podemos sacarla de ahí..."
—¡Itsuki, necesitamos que distraigas sus movimientos desde el frente! Chiasa y yo la atacaremos desde los flancos para crear una brecha hacia el bosque.
Chiasa lo miró, todavía insegura.
—¿Y si no funciona?
—No podemos darnos el lujo de pensarlo. Solo confía —dijo Tanjiro con firmeza.
Itsuki asintió, lanzándose al frente con una serie de cortes rápidos.
—Respiración del Agua, Cuarta Forma: Golpe de Marea!
El agua brotó en un torrente, enfrentándose al calor abrasador de Sayoko. Mientras tanto, Tanjiro y Chiasa se movieron con precisión, flanqueando a la demonio.
—¡Polvo Fugaz!
Chiasa lanzó una serie de ataques rápidos y precisos que desestabilizaron momentáneamente a Sayoko.
—¡Ahora! —gritó Tanjiro, usando toda su fuerza para empujar a Sayoko hacia un terreno más sólido, lejos de las grietas.
La demonio rugió de furia, pero el movimiento les dio el tiempo suficiente para retroceder hacia la espesura del bosque.
—Esto no termina aquí, pequeños insectos... —dijo Sayoko, permitiéndoles escapar mientras sus ojos ardían con promesas de venganza.
Los cazadores se internaron en el bosque, jadeando pero vivos. Aunque heridos y cansados, sabían que habían ganado algo valioso: tiempo.
El crepitar del fuego y el suelo resquebrajado acompañaban el sonido de pasos rápidos. Tanjiro, Itsuki y Chiasa corrían entre los árboles, el aire cargado de calor sofocante mientras Sayoko los seguía de cerca, una sonrisa depredadora dibujada en su rostro.
—¡No puedo creer que hayamos logrado salir de allí! —jadeó Itsuki, esforzándose por mantener el ritmo.
—No estamos fuera de peligro aún... ¡Está justo detrás! —gritó Tanjiro, girándose brevemente para mirar a Sayoko, quien levantaba una mano brillante con energía demoníaca.
—¡Fauces del Volcán!
El suelo explotó frente a ellos, obligándolos a detenerse de golpe. Una serie de grietas ardientes surgió, separándolos momentáneamente. Itsuki quedó más cerca de la demonio, con Sayoko ya preparando su siguiente ataque.
—¡No voy a dejar que escapes! —rugió Sayoko, lanzándose hacia Itsuki con sus extremidades envueltas en lava.
Tanjiro intentó alcanzarlo, pero el calor abrasador lo empujó hacia atrás.
—¡Itsuki, cuidado! —gritó Chiasa desde su posición.
Un aire helado invadió el lugar.
En un abrir y cerrar de ojos, una figura emergió de entre los árboles. Suzume apareció, su espada brillando con un destello gélido.
—Respiración del Hielo, Cuarta Forma: Escudo Invernal.
Un muro de hielo se levantó entre Itsuki y Sayoko, bloqueando el ataque de la demonio. La lava chisporroteó al contacto, creando un vapor espeso que envolvió el área. Suzume dio un paso al frente, con su cabello ondeando bajo la luz rojiza de las grietas.
—¿Quién demonios eres tú? —demandó Sayoko, frunciendo el ceño al notar que el hielo resistía su calor.
Suzume no respondió de inmediato, sus ojos fríos estaban fijos en la demonio.
—Tanjiro, ¿están todos bien? —preguntó Suzume, sin apartar la vista de Sayoko.
—¡Suzume! ¡Llegaste justo a tiempo! —exclamó Tanjiro con alivio, mientras ayudaba a Itsuki a levantarse.
Un fuerte crujido resonó detrás de ellos, y de los árboles saltaron dos figuras más.
—¡Ahí estás, Panchiro! —gritó Inosuke, aterrizando de forma abrupta con sus espadas desenvainadas—. ¿Por qué siempre tienes toda la diversión sin mí?
—¡Inosuke!—él suspiró—Es Tanjiro.
—¿Quién es Panchiro?—miró extrañado el joven de cabello negro.
—¿Di-di... diversión? ¡Esto es aterrador! —balbuceó Zenitsu, apareciendo detrás, con Nezuko siguiéndolo de cerca mientras miraba preocupada a su hermano.
—¡Zenitsu, estáis todos!—Nezuko saltó hacia su hermano sonriendo—Nezuko, me alegra que estés bien.
Suzume giró levemente su cabeza hacia los recién llegados, pero mantuvo su atención en Sayoko, quien observaba la escena con un brillo divertido en los ojos.
—Oh, parece que la fiesta acaba de crecer. ¿Cuántos más quieren morir? —se burló la demonio, extendiendo las manos mientras las llamas comenzaban a bailar alrededor de su cuerpo.
Inosuke dio un paso al frente con una risa frenética.
—¡Ese será tu destino, demonio! ¡Te mostraré el poder del gran Inosuke-sama! —rugió, levantando sus espadas en posición de combate.
Suzume levantó una mano, deteniéndolo.
—Inosuke, calma. Esto no es algo que puedas manejar de frente. —El tono frío y sereno de Suzume contrastaba con la intensidad del momento.
Zenitsu temblaba detrás de Nezuko, pero logró reunir el valor para preguntar:
—¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué todo está... ardiendo?
—¡Es Sayoko! —explicó Tanjiro rápidamente—. Una demonio con técnicas de lava. Apenas logramos salir con vida de su última emboscada.
Suzume respiró hondo, sosteniendo firmemente su espada.
—Tanjiro, Itsuki, Chiasa... retírense y recuperen energía. Nezuko, cubrelos. Zenitsu, Inosuke... si vamos a luchar, háganlo bajo mis indicaciones.
El tono autoritario de Suzume sorprendió a los demás, pero no había tiempo para discutir. Sayoko avanzó nuevamente, esta vez con un movimiento más agresivo.
—¡Oleada Ígnea!
Un torrente de lava se dirigió hacia ellos. Suzume se colocó frente al grupo, levantando su espada con firmeza.
—Respiración del Hielo, Sexta Forma: Tormenta de Escarcha.
Una ráfaga de hielo y viento helado se expandió en todas direcciones, contrarrestando parcialmente el calor abrasador y creando una brecha momentánea para reorganizarse.
—¿Listos para dar lo mejor de ustedes? —preguntó Suzume, mientras Zenitsu y Inosuke asentían nerviosos pero decididos.
Sayoko sonrió ampliamente, disfrutando del desafío.
—Esto se está poniendo interesante.
El aire helado creado por Suzume se mezclaba con el calor abrasador de Sayoko, generando un vapor denso que distorsionaba las siluetas a su alrededor. La demonio se quedó inmóvil por un instante, con una expresión de curiosidad creciente mientras sus ojos se clavaban en Suzume.
—Tú... —susurró Sayoko, entrecerrando los ojos mientras una sonrisa lenta y maliciosa se dibujaba en su rostro—. Así que era esto lo que bloqueaba mis sentidos.
Suzume frunció el ceño, ajustando su postura mientras mantenía la espada firme.
—¿Qué quieres decir?
Sayoko soltó una carcajada baja, su voz resonando como un eco oscuro entre los árboles.
—Ese aroma... esa presencia... ¡Ahora lo entiendo! —exclamó, dando un paso hacia adelante—. La mitad de ti... es demonio.
El grupo entero quedó en silencio. Suzume no apartó la mirada de Sayoko, aunque su mandíbula se tensó.
—Eso no importa. Sigo siendo humana, y voy a derrotarte.
Sayoko rió de nuevo, pero esta vez su sonrisa era diferente, casi nostálgica.
—¿Humana? Quizá, pero esa sangre demoníaca no miente. Y lo más curioso es que... —la demonio se inclinó levemente hacia adelante, como si quisiera observar a Suzume más de cerca—. Tu rostro... es igual al suyo.
—¿Al suyo? —preguntó Suzume, sin bajar la guardia.
Sayoko inclinó la cabeza, su sonrisa ensanchándose.
—Atsushi... el Pilar del Hielo. El hombre que me enfrentó hace años... el hombre que ahora yace bajo tierra pero que se convirtió en demonio.
Las palabras de Sayoko cayeron como un rayo sobre Suzume. El nombre de su padre resonó en su mente, un torrente de emociones mezcladas surgiendo en su pecho.
—Mientes. —Su voz era firme, pero había un temblor apenas perceptible en ella.
—¿Miento? —Sayoko se echó a reír, una risa que parecía más un rugido—. Oh, pequeña, ¿crees que no lo reconocería? Ese hielo tuyo es igual al suyo, tan hermoso como letal. ¿Y esa mirada tuya? Esa es toda de Atsushi.
Suzume apretó los dientes, sintiendo cómo la mezcla de verdad y veneno en las palabras de Sayoko buscaba desestabilizarla.
—Sea lo que sea que creas saber, no cambiará lo que soy ni lo que estoy a punto de hacer.—Suzume alzó su espada con la mano contraria.
Sayoko alzó una ceja, intrigada por la determinación de la semidemonio y su revelación. ¿Cómo sab
—Interesante. Pero dime algo, Suzume. ¿No te gustaría saber cómo se convirtió en lo que era? ¿No quieres conocer la verdad de tu sangre?
—¡Basta! —gritó Tanjiro, dando un paso adelante—. No tienes derecho a jugar con los sentimientos de nadie.
Sayoko lo miró de reojo, como si apenas lo considerara digno de atención.
—Oh, pero esto no es un juego. Es la realidad. Y cuando la pequeña Suzume la acepte, quizá deje de fingir que puede ser completamente humana.
Suzume cerró los ojos por un breve momento, respirando profundamente mientras el frío que había dejado su técnica la envolviese , para después, sentir el calor en su mano. Cuando los abrió, su mirada era aún más firme.
—No necesito que me digas nada sobre mi padre. Mi camino lo elijo yo.
Sayoko soltó un suspiro exagerado.
—Qué lástima. Pensé que podríamos divertirnos un poco más. Pero si lo prefieres así... ¡muéstrame qué tan fuerte puede ser la descendencia de Atsushi!
Con un rugido, Sayoko activó "Corriente Fundida", envolviendo sus extremidades en lava mientras se lanzaba hacia Suzume con velocidad abrasadora.
Suzume no retrocedió.
—Interesante... muy interesante.
—¿Qué es tan interesante? —respondió Suzume, sin bajar la guardia.
Sayoko no respondió de inmediato. Sus ojos se enfocaron en un punto específico: los pendientes que colgaban de las orejas de Suzume. Un destello cristalino los hacía brillar entre el vapor.
—Esos pendientes... —susurró, su sonrisa ensanchándose de nuevo—. Así que Yurika te los dio, ¿no es así?
Suzume parpadeó, sorprendida.
—¿Cómo sabes eso?
Sayoko soltó una risa baja, cargada de burla.
—Oh, pequeña Suzume, hemos estado observándote. Desde que decidiste unirte al Cuerpo por ese joven Kamado, hemos seguido cada uno de tus pasos. Pero no esperaba que llevaras algo tan significativo contigo.
Suzume apretó los dientes, sin dejar que sus emociones se reflejaran en su rostro.
—¿Qué importa si los llevo? No son tuyos.
Sayoko rió con más fuerza, como si la respuesta de Suzume le resultara divertida.
—Tienes razón, no lo son. Pero son un símbolo, ¿sabes? Un legado de tus antepasados... —Los ojos de Sayoko brillaron con malicia—. Dime, ¿cómo está Yurika? ¿Sigue tan obstinada como siempre?
El corazón de Suzume dio un vuelco.
—No hables de cosas que no te incumben.
—¿No me incumben? —repitió Sayoko, su tono burlón—. ¿No es acaso irónico que estés aquí, luchando con todas tus fuerzas, mientras tanto Fumiko como Atsushi... —pausó, deleitándose en el momento—, están muertos? ¡Era mi querida sobrina!—se burló.
Suzume sintió un nudo en la garganta, pero no dejó que las palabras de Sayoko la rompieran.
—¡Cállate! —respondió con firmeza, mientras su hielo se endurecía, reforzando la barrera que mantenía a raya el ataque de Sayoko.
—¿Te duele? —preguntó Sayoko, inclinando la cabeza con una expresión de falsa compasión—. Atsushi murió enfrentándose a una de las Lunas Superiores. Fumiko, tu querida madre, sufrió un destino similar. Y ahora tú... —Sayoko dio un paso adelante, inclinándose hacia Suzume—, buscas a Muzan, cegada por la esperanza que ese joven Kamado te ha ofrecido.
Suzume apretó la mandíbula.
—¿Y qué si lo hago? No importa cuántos demonios como tú intenten detenerme. Voy a acabar con todos.
Sayoko aplaudió lentamente, como si las palabras de Suzume la hubieran divertido.
—Qué valiente. Pero dime algo, ¿crees que Muzan va dejar que sigas correteando libremente como si nada?
Suzume sintió un escalofrío recorrerle la espalda, pero no dejó que Sayoko lo viera.
—No me importa lo que Muzan sepa o no, o lo que quiera de mí. Lo único que importa es que los demonios como tú paguen por lo que han hecho.
Sayoko sonrió, aunque sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y curiosidad.
—Entonces, pequeña Suzume, demuéstramelo. Demuestra que eres más que la descendencia de Atsushi y Fumiko. Porque si no lo haces, terminarás igual que ellos.
Con esas palabras, Sayoko concentró su energía, activando su técnica "Oleada Ígnea". Un torrente de lava fluía hacia Suzume con furia renovada, mientras el suelo se transformaba en un campo abrasador.
—¿Ella sabe usar la respiración del Incendio?—musitó Chiasa sorprendida.
—¿No es esa la respiración de Kobayashi Fumiko?—preguntó Itsuki mirándo hacia ella, a lo que asintió.
El calor abrasador de la batalla crecía con cada movimiento de Sayoko. Su lava amenazaba con consumir todo a su paso, mientras Suzume se mantenía al frente del grupo, enfrentando los ataques con todo lo que tenía.
—¡Inosuke, necesito tiempo! —ordenó Suzume, su tono firme pero con urgencia.
—¡Ni lo digas dos veces! —rugió Inosuke, lanzándose hacia Sayoko con su energía indomable. Las espadas gemelas de Inosuke chocaron contra los géiseres de lava, desviándolos momentáneamente, pero no lo suficiente para neutralizar el peligro.—¡SOY EL MÁS FUERTE!
Una ráfaga de cenizas y brasas salió disparada hacia Suzume, pero antes de que pudiera reaccionar, Zenitsu se interpuso de manera instintiva.
—¡Suzu-chan, cuidado! —pronunció, él se había dormido, bloqueando el ataque con su cuerpo, debido que su espada fue desplazada y cayendo al suelo desmayado.
—¡Zenitsu! —gritó Suzume, mientras su corazón latía con furia. Apretó los dientes y alzó su espada, sintiendo cómo su ira y determinación comenzaban a hervir.
La espada comenzó a cambiar, su filo brillando con un tono carmesí, como si las llamas estuvieran vivas. La hoja se alargó y se curvó, tomando la forma de un látigo de fuego ardiente.
Sayoko, observando el cambio, esbozó una amplia sonrisa.
—Así que al fin muestras algo interesante —dijo, sus ojos fijos en el arma—. Esa espada... la reconocería en cualquier parte. Es la espada de tu madre. Pero dime, pequeña Suzume, ¿cómo es posible? Ningún cazador puede usar las espadas de otros.
Suzume levantó la mirada, sus ojos encendidos con la misma intensidad que el fuego de su espada.
—No soy como los demás cazadores —dijo con voz firme—. Soy Ito Suzume, y esta espada lleva el legado de mi madre.
Sayoko soltó una carcajada, aunque en sus ojos se percibía un destello de interés.
—Solo eres la sobra de una mujer débil e inútil.
Suzume inhaló profundamente, enfocándose en la llama que ardía dentro de ella.
—¡Respiración del Incendio, Segunda Forma: Látigo Carmesí!
El látigo se agitó en el aire, creando ondas de fuego que cortaban a través de las cenizas y la lava, golpeando con precisión devastadora. Sayoko esquivó el primer golpe, pero una de las ondas logró alcanzarla, dejando una quemadura ardiente en su brazo.
—Impresionante... —murmuró Sayoko, aunque en su voz había más deleite que preocupación—. Pero necesitarás más que eso para derrotarme.
Suzume respiró hondo, su cuerpo exudando calor mientras levantaba nuevamente su espada.
—No he terminado. ¡Respiración del Incendio, Cuarta Forma: Llamarada Furiosa!
El látigo ardió con una intensidad cegadora, creando un torbellino de fuego que envolvía todo a su alrededor. La explosión de llamas obligó a Sayoko a retroceder, sorprendida por la fuerza del ataque.
Sin embargo, la técnica había drenado las fuerzas de Suzume, quien cayó de rodillas, sosteniéndose con dificultad.
Sayoko, aún intacta pero notablemente impresionada, sonrió con una mezcla de burla y respeto.
—¡¿Por qué haces esto, Sayoko-san?! —gritó Tanjiro, tambaleándose ligeramente mientras recuperaba el equilibrio—. ¡¿Acaso Muzan te manipuló para elegir este camino?! —su voz temblaba de frustración y rabia—. ¡¿Cómo puedes hablar de tu propia hija como si no significara nada?!
Sayoko lo observó con una sonrisa fría, levantando ligeramente el mentón con aire de superioridad.
—No te equivoques, niño. ¡Yo elegí este camino! —espetó con voz firme y calculada—. Es el camino de los fuertes, de los vencedores. Los débiles solo existen para servirnos, para ser pisoteados por aquellos que somos superiores.
Tanjiro sintió un nudo en el estómago ante esas palabras, pero no dejó que lo detuvieran.
—¿Cómo puedes decir eso de los débiles —replicó, elevando la voz—, cuando tú misma traicionaste a tu familia para seguir a Muzan? ¿Eso es lo que entiendes por ser una "vencedora"?
El rostro de Sayoko se torció ligeramente, pero enseguida recuperó su expresión altanera.
—¿Familia? —repitió con un tono cargado de sarcasmo—. Una familia que jamás entendió mi verdadera ambición, que siempre intentó encadenarme a su patética mediocridad. Muzan me mostró el verdadero poder, la libertad de trascender lo mundano.
Las palabras de Sayoko golpearon a Tanjiro como un mazazo. Él apretó los puños con fuerza, tratando de controlar la ira que ardía en su pecho.
—¡Eso no justifica tus acciones! —exclamó con vehemencia—. Una madre, una hermana... ¡una hija! ¿Cómo puedes despreciar los lazos que deberías haber protegido con tu vida?
Por un instante, los ojos de Sayoko se oscurecieron, como si las palabras de Tanjiro hubieran tocado algo dentro de ella. Sin embargo, su semblante volvió a endurecerse.
—Los lazos solo tienen valor si te hacen más fuerte —dijo, su tono gélido como el filo de una espada—. Si te debilitan, entonces no merecen ser llamados familia.
Suzume, que había estado escuchando en silencio mientras mantenía la guardia, sintió cómo su furia se acumulaba. Sus dedos se cerraron con fuerza sobre el mango de su espada.
—Si eso es lo que piensas —dijo con una voz cargada de desprecio—, entonces no mereces ser llamada madre.
La tensión en el aire se volvió casi insoportable, mientras ambas fuerzas se preparaban para reanudar la batalla. El suelo parecía temblar bajo el peso de las emociones enfrentadas, y el crujir de las llamas alrededor de Sayoko solo añadía intensidad al momento.
Ella se levantó sobre sí misma.
—Nunca quise ser una, tuve que dar a luz varias veces para conseguir un varón.—pronunció siseante—Pese a ello, solo tuve niñas, débiles, estúpidas...—pronunció mirando con desprecio a Chiasa.
—Siempre supe que nunca nos quisiste...—musitó la de cabellos rojizos—Pero mi cabeza no puede entender como usaste a una niña tan pequeña, como vendiste su sangre a un demonio, sobre todo a Muzan...
—Chiasa, querida, tu hermana menor es la única que ha alcanzado la perfección...—dijo sonriente—¿No es así, Kioko?—la hermana mayor sintió que algo dentro de ella se destrozaba, al ver a la pequeña niña a espaldas de su madre.
—¿Esa niña es un demonio?—lanzó al aire Itsuki con molestia sorprendido.
—Kioko fue convertida por el señor Muzan—sonrió abriendo su abanico—además, ella es una de las lunas superiores.
Los presentes se sorprendieron, a excepción de Suzume.
—Madre—habló la menor de cabello rojo—debemos irnos, esa niña es una gran piedra en el camino.
—¿Cómo?—Sayoko la miró de reojo.
—Ella ha usado su sangre demoniaca para hacer frente a mis ilusiones.
—¿Ah, sí...?—la adulta observó a la albina—Es bastante testaruda, al igual que su tonta madre.
El entrecejo de Suzume se frunció.
—El amo Muzan nos indicó una retirada.—dijo mirando al grupo.
—Ya veo, que lástima.—pronunció Sayoko cerrando sus ojos tras el abanico.—En otra ocasión podremos cruzar nuestro fuego, Suzume-chan.—dijo con sorna, Suzume la miró con desdén, después dirigió la mirada a Tanjiro—Joven de la cicatriz, espero que la próxima vez puede obtener el poder de tu hermana junto a tu cabeza, hasta entonces, descansen cazadores.—dijo riendo.
—¡ESPERA!—Chiasa gritó mirando a su hermana menor, la cual la observó con un ligero brillo en su mirada, sorprendiendo a esta.
—¡No podemos dejar que escapen!—Itsuki estaba realmente herido por la batalla, por lo que no le dió tiempo a alzarse.
Entonces, una neblina cubrió el lugar, provocando la retirada de los demonios.
El crepúsculo bañaba las ruinas del antiguo templo con un tono dorado, mientras Suzume, Itsuki, Chiasa, Inosuke y Zenitsu descansaban en la amplia sala principal, donde las linternas colgantes recién encendidas proyectaban una luz tenue y cálida. Nezuko, profundamente dormida, reposaba tranquila en el interior de la caja de Tanjiro, quien la había dejado a un lado para cuidar a sus amigos.
Los monjes, ancianos pero vigorosos, trabajaban con devoción. Uno de ellos aplicaba ungüentos hechos con hierbas medicinales a los cortes en los brazos de Suzume, que observaba la escena con una mezcla de incomodidad y gratitud. Su cabello blanco y rosado estaba desordenado, pero sus ojos azules permanecían atentos, listos para reaccionar ante cualquier señal de peligro.
—¿Sabes? Este lugar no está tan mal cuando no hay demonios persiguiéndote —murmuró Inosuke, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, mientras un monje le vendaba la pierna. Aunque intentaba mantenerse relajado, no podía evitar soltar gruñidos de dolor cada vez que el monje tiraba demasiado fuerte.
Zenitsu, sentado cerca de él, suspiró con dramatismo mientras le masajeaban un hombro.
—¡Claro que no está mal, Inosuke! Este lugar podría ser un paraíso si no me hubieran pateado, arañado y casi comido vivo. ¡Nezuko-chan, tienes un hermano y amigos muy crueles por arrastrarme siempre a estas situaciones! —Soltó un quejido al recibir un codazo de Tanjiro.
—¡Ya basta, Zenitsu! —espetó su amigo, con una sonrisa cansada. Tenía un brazo en cabestrillo, pero eso no le impedía ayudar al monje que trataba a Itsuki, quien estaba recostado, con los ojos cerrados y el rostro sereno.
El aire del templo era puro, casi sagrado, y todos sentían que su energía se restauraba con cada respiración. Los monjes parecían moverse con una paz inexplicable, casi mágica, mientras colocaban incienso en los rincones del templo para purificar el ambiente.
De repente, un suave murmullo llenó la sala. Era una melodía entonada por los monjes, una plegaria por aquellos que habían luchado valientemente. Suzume cerró los ojos por un momento, dejando que las notas la envolvieran. A pesar de las cicatrices, las pérdidas y el dolor, había algo reconfortante en ese instante: estaban juntos, vivos y protegidos.
—Supongo que podríamos quedarnos aquí un poco más... solo para asegurarnos de que no vuelva ningún demonio —dijo Suzume finalmente, rompiendo el silencio con un tono deliberadamente serio.
Inosuke rió.
—¡Claro que sí! ¡Los demonios no se atreven a regresar cuando yo estoy aquí!
Zenitsu lo fulminó con la mirada, pero antes de que pudiera quejarse, Chiasa le lanzó un trozo de pan que había traído un monje. El grupo estalló en risas ligeras, olvidándose por un momento de las batallas que les esperaban más allá de las puertas del templo.
Itsuki, como siempre, se mantenía en un estado de calma. Abrió un ojo apenas, mirando a Suzume.
—¿Cómo está tu brazo? —preguntó con voz suave, notando la venda fresca que envolvía su muñeca.
—He tenido peores heridas, pero gracias por preguntar, Itsuki —respondió Suzume, con una leve sonrisa.
Itsuki se debatía consigo mismo, dado que la joven que tanto odiaba había salvado su vida.
—Bueno, tu sangre te ayudará a regenerarte más rápido.—Suzume asintió cansada, él miró a otro lado avergonzado.
—Itsuki, deberías agradecer a Suzume por salvar tu vida.—reclamó Chiasa, ahora más tranquila, él se sonrojó y miró a ambas, la albina no lo observaba solo se detenía su mirada en el suelo.
—¡E-eso!
—Itsuki-kun seguro iba agradecerle, ¿no es cierto?—preguntó Tanjiro con una sonrisa, que pretendía incomodar al mencionado.
—¡Vale, vale!—refunfuñó—La familia Ito sabe reconocer los logros de otros cazadores, gracias mujer.
Tanjiro le dió un golpe en la cabeza con una sonrisa, él se giró molesto.
—¡¿Qué haces frentudo?!
—¡Agradece a Suzume, en condiciones!—le regañó con una sonrisa y una vena en la frente.
—¡Ya le dije gracias!
—¡Gracias Suzume-san, o Suzume-chan! ¡No, es gracias mujer!—le reclamó.
—No importa Tanjiro.—Suzume los calmó, girándose hacia Chiasa—Hay algo que debo discutir contigo Chiasa, es sobre Kioko.
La mujer la observó sorprendida.
—Es algo, que puede cambiar por completo nuestra perspectiva sobre como vencer a Muzan.
¡Hola, hola cazadores!
¡Bienvenidos a un nuevo capítulo de Lotus!
¿Qué les está pareciendo como se está desenvolviendo el nuevo arco?
Dentro de poco comenzaremos el siguiente, siguiendo la línea original del manga, ¿qué nos ofrecerá Suzume junto a los demás?
¿Qué le dirá Suzume a Chiasa?
¿Lo sabremos en el siguiente capítulo?
¡Lo veremos pronto!
Hasta entonces, cuidense.
Un saludo.
Kana-sensei.
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