09
┊┊Todos buscamos la felicidad.┊┊
El amanecer apenas comenzaba a teñir el horizonte cuando Suzume fue llevada al salón principal del cuartel de los Cazadores de Demonios. Aquel día, inconsciente, fue llevada hasta la sala donde usualmente se reunían. No estaba retenida, pero sí vigilada, cualquier movimiento peligroso que ella pudiera hacer era observado con atención. Cuando despertó, un hombre se presentó ante ella.
El lugar, decorado con el sello de la familia Ubuyashiki, tenía un aire solemne y cargado de expectativa. En el centro de la habitación, sentada sobre sus rodillas, Suzume aguardaba con la mirada fija en el suelo. Su cabello blanco y ondulado caía como una cascada desordenada, su traje ceremonial de batalla, el mismo que su madre usaba, estaba desgarrado, manchado de tierra y sangre seca, testigos de la dura batalla que había librado.
Frente a ella se encontraba Kagaya Ubuyashiki, líder de los Cazadores de Demonios. Su rostro sereno reflejaba una sabiduría intemporal, y aunque sus ojos estaban oscurecidos por su condición, parecían atravesar las barreras del tiempo y espacio para ver más allá de lo evidente. A su alrededor, los pilares estaban reunidos, cada uno proyectando su presencia única.
—Te ves confundida, querida niña, pero no debes temer —dijo Ubuyashiki con voz suave, logrando que el cuerpo de Suzume se relajara involuntariamente, como si una magia invisible la envolviera—. Como mencioné, soy quien dirige el cuerpo de los cazadores. Tus padres, Kobayashi Fumiko e Ito Atsushi, fueron mis grandes amigos y, además, uno de los pilares más poderosos de su generación.
El grupo de pilares reaccionó, sorprendidos por las palabras de su líder.
—"Esa niña viene de gente impresionante..."—pensó Igoro, que aún se encontraba junto a Giyu, quien lo había retenido anteriormente para no intervenir.
—"¿Es la hija de esos legendarios cazadores?" —pensó Sanemi, su rostro reflejando una profunda molestia.
—''Ella es la hija de Fumiko-san...''—Shinobu envió una expresión seria hacia ella, un hilo de tristeza tocó sus recuerdos.
—"Esa pequeña... sobrevivió. Qué alma tan herida..." —rezó el Pilar de la Tierra, mientras lágrimas asomaban en sus ojos.
—"¡Nunca había visto a una semi-demonio! Es tan hermosa y adorable." —sonrió Mitsuri, deslumbrada, mientras Rengoku observaba a la joven con ojos abiertos, fascinado.
—"¿Es hija de la maestra?" —se preguntó el Pilar de la Llama, un nudo formándose en su pecho.
—"Entonces, Oyakata-sama ya había planeado salvarla desde el principio..." —dijo en su mente Muichiro, con su mirada perdida en la albina.
Tanjiro observó a Suzume, aún confundido, y luego a los pilares, que parecían pensativos. Finalmente, la voz de Ubuyashiki rompió el silencio.
—"Seguro tienes muchas preguntas sobre tu familia, sobre tus padres y sus habilidades como cazadores..." —comenzó el líder, pero Suzume lo interrumpió con una pregunta en voz baja.
—¿Por qué me dejaron vivir? —preguntó, mirando al suelo. Su voz temblaba, pero estaba llena de incertidumbre.
Todos los presentes la miraron en silencio, observando la expresión perdida en su rostro.
—¿Crees que tu vida estaba en mis manos, Ito Suzume?—preguntó Ubuyashiki, un leve tono de comprensión en su voz. Suzume asintió, su mirada fija en el suelo.
—Usted dirige el cuerpo de los cazadores. Conocía a mis padres. ¿Sabía que mi madre tendría una hija semi-demonio? —preguntó ella, con una mezcla de dolor y esperanza.
Ubuyashiki asintió suavemente, provocando un silencio profundo entre los presentes.
—Fumi-chan fue mi amiga más cercana desde la infancia. Atsushi se convirtió en mi leal compañero. Ambos me acompañaron durante mi enfermedad. Cuando descansaban de sus misiones, no pasaban el tiempo recuperándose o divirtiéndose, sino que me hacían compañía. —relató Ubuyashiki, mientras una expresión de tristeza invadía su rostro.
Suzume bajó la mirada, con una sensación de conexión profunda con esas palabras.
—Ellos eran almas gentiles, preocupadas siempre por el bienestar de los demás, y tú lo sabes mejor que nadie, Ito Suzume. —continuó él, mirando a la joven.
Suzume no pudo evitar soltar una lágrima.
—"Mi madre... siempre pensó que viviría para ser como ellos... Para luchar por los demás..." —musitó Suzume en su cabeza, sin poder contener el dolor.
—''Suzume...''—Tanjiro solo podía observar desde su posición.
Ubuyashiki la observó con una mirada sabia y gentil.
—"Efectivamente, naciste con sangre mixta, pero fuiste criada por dos personas maravillosas, para convertirte en la espada de los débiles." —dijo él, con una sonrisa llena de nostalgia.
—''Oyakata-sama''.—Rengoku, observando la escena, no pudo separar su mirada de la pequeña figura de Suzume.
—Te hemos vigilado desde que saliste de las montañas... —Ubuyashiki continuó, su mirada encontrándose con la de Suzume, quien parecía seguir sus palabras con atención—. Aunque mis ojos ya no ven como antes, todavía puedo recordar el hermoso cabello rosado de tu madre, similar a los cerezos en flor...
Una sonrisa suave apareció en los recuerdos de Ubuyashiki, evocando la imagen de Fumiko, ofreciéndole una taza de té en su juventud.
—Recuerdo la elegancia con la que empuñaba la espada tu padre, su cabello blanco como la nieve, sus ojos azules como el hielo. Cuando empuñaba su espada, su rostro estaba imperturbable, pero al ver a sus seres queridos, su sonrisa iluminaba hasta el lugar más óscuro.
Las lágrimas comenzaron a caer del rostro de Suzume, mientras se aferraba a Nezuko, que estaba a su lado, mirándola.
—Ambos fueron personas brillantes, preciosas para mí. —continuó Ubuyashiki, sus palabras estaban impregnadas de tristeza.
—Suzu... —Tanjiro murmuró, observando a la joven, quien, aunque dolida, parecía encontrar consuelo en las palabras del líder—''Puedo oler su confusión y tristeza...''
—Lo que tus padres deseaban para ti era que vivieras, Suzume... Para que puedas seguir adelante, por ellos, por todos los que se sacrificaron.—dijo Ubuyashiki, su voz suave pero llena de una profunda determinación, él grabó en su corazón la voz de su preciada amiga.
''¡Ella vivirá, os demostrará a todos, que incluso si su sangre está mezclada, ella vivirá siendo humana!''
Ubayishiki sonrió.
—Humanos, demonios, semi-demonios, no importa tu sangre, todos queremos lo mismo.
Suzume abrió los ojos recordando.
—¿Tú debes saber a lo que me refiero, cierto?
—''Suzu, ¿sabes por qué para los gorriones es tan importante la luz del sol?''—la niña giró su cabeza confusa mirando a su madre, la cual tenía una sonrisa en el rostro.
Suzume apretó sus labios, su ceño se frunció sosteniendo su poco aguante, de no detonar sus lágrimas.
—''Ellos necesitan la luz del sol para que su plumaje se tiña de color''.—le explicó sonriendo al cielo—''La razón por la cual tu madre aceptó que papá decidiese tu nombre fue...''
—''Mamá... tu lo sabías''—ella bajó su cabeza al suelo recordando las enseñanzas que le habían entregado sus padres, Tanjiro y los demás—''Siempre supiste que llegaría hasta aquí...''.
Todos la miraron sorprendidos, viendo sus hombros temblar.
—''Las madres de los gorriones siempre protegerán a sus hijos, hasta el momento que ellos sean lo suficientemente mayores para volar solos''.
—''Papá, mamá, yo...''—ella sostuvo su llanto, pero las lágrimas caían en el tatami, sus manos estaba unidas en punta, en una perfecta reverencia, que nunca había usado, que solo había imitado viendo a Tanjiro.
—''Tu nombre, Suzume, significa gorrión...''—le explicó la Kobayashi, la niña de apenas cinco años la miró con sus curiosos ojos azules—''Los gorriones simbolizan la resilencia, la alegría, la protección, la esperanza...''
—''¿Suzume?''—Tanjiro miró a su hermana que palmeaba la cabeza de la joven mientras que ella se arrodillaba frente al líder.
—''Significa libertad y amor.''—Fumiko sonrió dulcemente.
—¡Por favor, Oyakata-sama, déjame ser una cazadora! ¡Déjame luchar para que nadie más sufra lo que mis padres sufrieron! ¡Déjame devolverles lo que me enseñaron!—Suzume se arrodilló nuevamente, su rostro cubierto de lágrimas y determinación.
—¡¿Qué estás diciendo?!—Sanemi se irguió de su posición, su rostro lleno de incredulidad, mirando a Suzume como si fuera una amenaza aún mayor que los demonios a los que cazaban. —¡Eres un demonio!
—¡LO SÉ!—el grito de Suzume resonó en la sala, desbordando con una mezcla de ira y desesperación—¡MI SANGRE ES LA DE UN DEMONIO, PERO YO...!
La memoria de su madre invadió su mente, como si aún estuviera allí, guiándola en su lucha interna.
—''Suzume, debes vivir por nosotros, no importa lo que suceda. Tú debes seguir adelante, no por lo que somos, sino por lo que podemos llegar a ser...''—la voz de su madre susurró en su mente, reconociendo sus miedos.
—¡¿Y qué pasa si mi sangre es la de un demonio?! ¡¿Qué pasa si no soy completamente humana?! ¡¿No tengo derecho a ser feliz?! ¡A ser yo misma la que decida mi destino!—Suzume gritó, sus palabras resonando en el aire con la fuerza de su lucha interna.
Los pilares se quedaron en silencio, sorprendidos por la fuerza y la determinación que se le escapaban a través de esas palabras. Oyakata-sama observó con los ojos entrecerrados, mientras Sanemi fruncía el ceño, su ira creciendo a medida que escuchaba las palabras de Suzume.
—¡Tú eres un demonio!—gritó Sanemi, remarcando como si fuese suficiente paa negar su sola existencia, con su rostro contorsionado por el odio. Su voz era un rugido de furia, pero Suzume no se apartó.
—¡LO SÉ!—respondió con una determinación inquebrantable—¡PERO YO NO VOY A SER UNA VÍCTIMA MÁS! ¡QUIERO LUCHAR POR LA FELICIDAD DE LOS DEMÁS! ¡DE LOS HUMANOS!
—¡TÚ ERES UNA ASESINA!—Sanemi escupió, intentando recordarle su lugar, la rabia reflejada en su mirada—¡DEBERÍAMOS MATARTE AHORA MISMO!
—¡SUZUME!—Tanjiro gritó, queriendo saltar hacia ella, pero Rengoku lo detuvo con un gesto, su expresión tensa.
—Tú no eres nadie...—murmuró ella ignorando la respuesta de Sanemi, Suzume estaba decidida, no se dejó intimidar.
—¡HABLA ALTO, PEDAZO DE MIERDA!—su voz no dejó lugar a dudas. Estaba furioso, lleno de un coraje ardiente que parecía desafiar a todo lo que lo rodeaban.
—¡TÚ NO ERES NADIE PARA DECIDIR SI VIVO O NO!—Su presencia llenó la sala de un aire gélido que congeló el instante. Sanemi, sintiendo el frío recorrer su cuerpo, se vio obligado a retroceder.
—Humanos o demonios, o incluso un ser como yo al que tanto odias...—dijo siseante—¡TODOS TENEMOS DERECHO A SER FELICES!
Un silencio pesado invadió la sala. Las palabras de Suzume, cargadas de dolor y esperanza, dejaron una huella en todos los presentes. Los pilares intercambiaron miradas, algunas llenas de duda, otras de compasión. Sin embargo, todos sabían que Suzume no era solo una niña más, sino una joven que había forjado su fuerza en el sufrimiento y la esperanza.
Removió viejas heridas.
Empujó el corazón de los presentes.
Muichiro, con su mirada nublada, observó a Suzume, procesando sus palabras.
—¿Ella dijo felicidad?—susurró, confundido el pilar de la niebla, mientras en el rostro de Kocho brillaba una leve sonrisa.
—''Todos tenemos derecho a ser felices''—Kocho sonrió juguetona, impresionada—''Ella tiene agallas, decirle eso a los pilares que matan demonios...''—una leve risa, corta, salió de su boca—''Felices, vaya, vaya...''
—''Esa chica se está aferrando tanto a su propia felicidad... su dolor es tan grande que... me dan ganas de abrazarla...''—pensó Sajuri, sintiendo una compasión inesperada por la joven.
Sanemi, por su parte, no podía entender el dilema que estaba atravesando Suzume, y, sin embargo, algo en su interior comenzó a cuestionarse.
—Qué estúpida, ¿vivir felizmente?—el hombre serpiente chasqueó su lengua—Ahora parece muy dócil, pero ¿y si se convierte en demonio?—comentó.
—Buda-sama, por favor, protege la voluntad de esta muchacha, su fuerza para no ser frenada por su espíritu demoniaco...—él pilar de la tierra lloró—Deja que ella viva, para salvar su soledad...
Giyu la miró con sus ojos vacíos, recordando la espalda de cierto joven de cabello salmón, una pequeña niña de cabello corto azulado le sonrió de espaldas. Cerró sus ojos.
—¡Nunca he matado a un humano!—la voz de Suzume interrumpió el murmullo que llenaba la sala. Todos los ojos se clavaron en ella.—¡NUNCA HE BEBIDO SANGRE HUMANA, NUNCA HE DEVORADO A NADIE!—exclamó, su tono lleno de dolor y frustración—¡POR FAVOR!—dijo, dirigiéndose directamente al líder—¡DEJEME USAR LA ESPADA DE MI PADRE PARA SALVAR A LOS HUMANOS!
—¡¿QUÉ?!—Sanemi apretó su agarre con furia, retomando su compostura anterior.
—¡DEME LA OPORTUNIDAD DE ACABAR CON MUZÁN!—gritó Suzume, su garganta desgarrada por la emoción, pero antes de que pudiera continuar, Sanemi la golpeó, interrumpiendo su súplica.
Nezuko se interpuso entre ellos, su mirada protectora puesta en Suzume. Tanjiro, al ver la agresión, gritó su nombre.
—De-dejar que encuentre una cura para Nezuko—dijo Tanjiro con los ojos llenos de lágrimas—¡DEJEME ENCONTRAR UNA CURA PARA SALVARLA!—ella tomó aire—¡DEJAME SALDAR MI DEUDA!
—¿Deuda?—Oyakata-sama preguntó en voz baja, mientras Suzume caía de rodillas, malherida.
Tanjiro, con el rostro lleno de desesperación, trató de acercarse a ella, mientras Suzume, entre lágrimas, miró a los pilares, buscando a Tanjiro.
—¡Siempre estuve sola! —dijo Suzume, su voz rota, temblorosa—. ¡Esperaba que algo acabara con mi vida! Pero ellos... ellos me sonrieron. Me dieron algo por lo que luchar.
Rengoku, observando la escena, sintió un nudo en el pecho. A pesar de la tormenta emocional que se desataba frente a él, sabía que Suzume poseía una fortaleza que muchos, incluso él, no podrían comprender del todo.
—Suzume, ¿realmente deseas seguir este camino? —preguntó Oyakata-sama con suavidad, su mirada fija en la joven, una mezcla de curiosidad y seriedad en sus ojos.
—¡Sí, señor! —respondió Suzume con determinación, secándose las lágrimas con rapidez—. ¡Quiero ser fuerte! No para mí, sino para proteger a los demás, como ellos me protegieron.
—Su... Suzume... —Tanjiro apretó con fuerza la tierra entre sus manos, sintiendo una conexión profunda con la joven.
—"¿Ella siempre ha estado sola?" —pensó Rengoku, su mirada fija en Suzume, preocupado.
—Yo no tenía nada por lo que vivir, nadie esperaba nada de mí, no había nadie que se alegrara por que yo estuviera viva... —se lamentó Suzume, la angustia envolviendo su voz—. ¡Pero! —miró a Tanjiro entre lágrimas, esbozando una tímida sonrisa—. Esta persona... él me sonrió, como un sol de primavera, él me tendió su mano y me dijo que no estaría sola. Por eso...
—Tienes mucho cariño por el joven Kamado y su hermana, ¿no es así, Suzume? —preguntó Oyakata-sama con una sonrisa cálida, sus ojos llenos de comprensión.
—Sí, señor... —respondió Suzume, su voz temblando un poco, pero llena de fuerza—. Encontré una razón para ser más fuerte que cualquier demonio, que cualquier sombra de demonio en mi interior. —Se arrodilló nuevamente, sus ojos brillando con determinación—. Se lo pido de nuevo, por favor... le ruego, déjeme convertirme en cazadora.
El silencio llenó la sala, denso y pesado, hasta que Nezuko se acercó a Suzume, palmeando su cabeza suavemente, pero Suzume no levantó la vista, sumida en su propio tormento.
—Sé que los pilares no creerán mis palabras —afirmó con certeza—, pero yo también he perdido a las personas que más amaba, me las arrebataron. Tengo una razón para acabar con los demonios.
—"Por favor, Oyakata-sama, déjela ser cazadora, su corazón es tan... tan hermoso" —pensó la Pilar del Amor, cerrando los ojos con fuerza mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
—"¿Cómo se atreve a hablar así?" —murmuró Sanemi, mirando a Suzume con molestia.
"Yo también tenía personas preciadas para mí que fueron arrebatadas", pensó Sanemi, sintiendo una punzada en su pecho mientras giraba la cabeza, confundido por la emoción que se agitaba en su interior.
—Soy una sucia semi-demonio, no tengo nada —dijo Suzume, su voz temblando—. Pero quiero proteger las manos cálidas que me ayudaron. No quiero soltarlas.
—¡Por favor! —Tanjiro gritó, su voz llena de desesperación—. ¡Déjela quedarse y ser una cazadora!
Oyakata-sama permaneció en silencio un momento, su rostro marcado por una expresión de tristeza, pero también por una profunda reflexión.
—Ito Suzume —pronunció finalmente, su tono solemne—. Tú entraste en la montaña con estos jóvenes, peleaste contra demonios. Tienes habilidades especiales, ¿por qué no te regeneraste con tu sangre demoníaca, Suzume?
Ella tragó saliva con dificultad.
—Porque empuño una espada —respondió con firmeza, el silencio se hizo pesado entre ellos.
—¿Entonces quieres usar tu fuerza como demonio para vencer? —Oyakata-sama no desvió la mirada.
—Quiero usar una espada como humana, señor —declaró Suzume con claridad, una nueva determinación en sus ojos.
—Humano o demonio... ¿Cómo quieres morir? —preguntó Oyakata-sama, y las palabras de la pregunta atravesaron a Suzume, como una flecha. Recordó a su madre sosteniendo su cabeza mientras ella lloraba, la imagen la atravesó.
—Quiero morir como una humana. ¡Quiero pelear como uno de ellos! ¡No quiero convertirme en un demonio completo! —dijo con firmeza, su voz llena de angustia y esperanza.
Oyakata-sama la observó con una mirada tranquila, asintiendo lentamente.
—Ya veo... —respondió él, su mirada confiada—. Eres una joven que estuvo alejada del mundo, entrenaste duramente durante años con tu propia fuerza humana, empuñando una espada, y aunque sería más fácil recurrir a tus habilidades demoníacas, decidiste continuar adelante con tu humanidad, incluso si eso significaba salir herida. Eso es admirable.
—Sí, señor —respondió Suzume, su corazón acelerado.
—¿Oyakata-sama, qué está diciendo? —preguntó Sanemi, aún confundido.
—Sanemi, ella no tiene sus manos sucias —dijo Oyakata-sama con una sonrisa gentil—. La única suciedad que veo en ella es el barro mezclado con su sangre, por defender a otros humanos. Suzume... —su voz se suavizó al pronunciar su nombre—. Es tan joven, apenas tiene dieciséis años, pero ha cargado con un peso atemorizante. Tienes un corazón tan hermoso como un lirio blanco, una vida preciosa, incluso si otros reniegan de ella. Tienes la voluntad de cambiar tu destino, de vivir por el bien de otros.
—Señor... —Suzume se sintió conmovida hasta lo más profundo de su ser.
—Por eso, te concedo tu petición —dijo con decisión—. Entrarás al cuerpo de cazadores, entrenarás según las indicaciones de tus superiores y empuñarás tu espada para proteger a los que amas, y a aquellos que reniegan de ti. Incluso si solo recibes odio, ¿seguirás peleando por la humanidad?
—Sí —respondió Suzume, con la mirada fija y el rostro lleno de una nueva determinación.
—"¿Incluso si es odiada, ella seguirá?" —pensó Giyu, sorprendido al observarla.
—¡Protegeré a los humanos, se lo prometo! —exclamó Suzume con una firmeza que resonó en todos los presentes.
—Ito Suzume, no sigas las sombras de tus padres. Sigue el destino del orbe que has escogido —dijo Oyakata-sama, aunque sus palabras eran un enigma, Suzume asintió con la cabeza, aunque no comprendía todo lo que él quería decir.
—Dicho esto, no tienes buen aspecto —añadió, con una ligera sonrisa—. Lleven a Kamado Tanjiro, Kamado Nezuko y a Ito Suzume a la finca de las mariposas.
La Pilar del Insecto asintió con una sonrisa, mientras comenzaba a dar instrucciones. Suzume, exhausta, cerró los ojos, perdida en un profundo sueño.
—Gracias al cielo... —murmuró Suzume antes de perder el conocimiento.
Tras lo sucedido fueron llevados al lugar indicado por su superior.
Tanjiro, heridas en su cara, brazos y piernas, así como innumerables magulladuras. Su cuerpo entero está bajo el dolor, junto con los musculos desgarrados, para varíar un golpe en su mandíbula inferior.
Zenitsu, con una enfermedad grave, su brazo y pierna derecha se han encongido y adormecido a causa de las mordidas de las arañas, su brazo izquierdo sufre de espasmos.
Inosuke, su laringe y cuerdas vocales han sido internamente heridas por la presión.
Suzume, ante la retención constante de su sangre demoníaca, sin poder regenerar sus heridas de forma natural, presenta fatiga, varias costillas rotas, luxación en su brazo izquierdo, junto a las terribles contusiones en sus piernas, abdomen y cabeza debido al impacto de su caída.
Por último, Nezuko, ¡falta de sueño!
Los cinco respectivamente entraron en un período de descando en la estancia de la mariposa, Nezuko estaba completamente dormida, Tanjiro estaba soportando el dolor, gimiendo ante cualquier movimiento, Zenitsu estaba completamente siendo una molestia por su cuenta, chillando y vocíferando como usualmente hacía, en cambio Inosuke estaba completamente deprimido, musitando disculpas en el aire por ser débil.
Suzume al igual que Nezuko se mantenía durmiendo, similar a un estado de coma, siendo atendida constantemente por Shinobu.
El período de vistas llegó, tal parece que Murata-san fue solicitado en la reunión de pilares, para que así pudiera reportar lo que pasó en la montañana Natagumo, solo se quejó, cuando Shinobu pasó por sus habitaciones, Murata-san se fue de inmediato.
Con una hermosa sonrisa, les hizo saber que comenzarían un ''entrenamiento de recuperación funcional'', aunque sonreía hermosamente había algo que no les cuadraba.
Durante su sueño, la mente de Suzume revivió los recuerdos más dulces de su infancia, aquellos que atesoraba en lo más profundo de su ser, y también aquellos que, aunque tristes, la habían marcado para siempre.
Uno de esos recuerdos, el que siempre la guiaba para no sucumbir a su sangre demoníaca, brilló con fuerza en su mente: la noche en que, sin querer, perforó la piel de su madre. Tenía solo seis años y, al sentir sus colmillos clavándose en su hombro, supo que algo dentro de ella se había desbordado. Pero lo que más la golpeó no fue el dolor, sino el hecho de que su madre, pese a la sangre que caía, siguió acariciando su cabeza con una ternura infinita.
Fumiko no mostró miedo, solo amor, ese amor incondicional que ningún demonio podría corromper. Su madre tarareaba una canción de cuna con una suavidad tan profunda que Suzume sentía que el mundo entero se desvanecía a su alrededor, dejando solo paz y consuelo.
—Lindo conejo de la gran montaña,
Rojizos tus ojos son...
—cantaba Fumiko, su voz apagada, suave como una brisa nocturna—.
Ven, dime, ¿por qué?
—El corazón de Suzume se tranquilizaba con cada palabra.
—Porque mi mamá, de un gran árbol,
Conmigo en su barriga...
—El suave roce de los dedos de Fumiko en su cabellera lo era todo para Suzume, cada caricia un bálsamo. La madre sonreía, sus ojos cerrados mientras apoyaba su frente en la de la niña—.
Frutos rojos probó...
—Suzume, con sus pequeños ojos rojizos, dejó de llorar, sintiendo que la melodía la envolvía en una paz que no había conocido jamás.
Esa canción de cuna, esa canción que resonaba en su corazón como un eco lejano, fue el primer vínculo que Suzume tuvo con su humanidad, con el amor que le daba su madre, tan fuerte, tan puro, que superaba cualquier oscuridad.
La pequeña Suzume abrió su boca, se separó de la piel cálida de su madre, y entonces, con el alma limpia de cualquier tormenta, emitió el llanto más esperanzado, el llanto de quien cree en un futuro lleno de amor, de quien sabe que la vida puede ser hermosa incluso cuando el dolor amenaza con tragársela.
Por aquella canción de cuna, Suzume estaba conectada con su futuro, con la promesa de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor de su madre seguiría guiándola.
La albina despertó lentamente, sus párpados se abrieron con suavidad, y lo primero que sus ojos azules encontraron fue un techo desconocido. Al no apartar la vista de él, una voz cálida y serena rompió el silencio.
—Despertaste.
Sus ojos se encontraron con un par de orbes morados, intensos, pero vacíos. A pesar de la expresión imperturbable en su rostro, había una gentileza profunda en la mirada de la mujer que la observaba.
—''¿Un pilar?''—pensó Suzume, recordando rápidamente el haori de mariposa que la mujer llevaba, su aspecto delicado, casi etéreo. Cualquier persona hubiera reconocido al instante la autoridad que emanaba de ella.
—Mi nombre es Kocho Shinobu—la voz de la mujer fue suave mientras sostenía una bandeja con frascos de cristal y vendas—. No es necesario que te presentes. Tu garganta estará adolorida por los eventos recientes.
Ella tragó saliva, sintiendo el ardor en su garganta, y cerró los ojos ante el dolor.
—Ito Suzume—dijo Shinobu con una sonrisa tenue, acercándose con cautela—. ¿Está bien que te llame Suzume-chan?
La joven se sorprendió al escuchar ese trato tan cercano, tan tierno, y asintió ligeramente.
—Tranquila—continuó Shinobu, su voz llena de calma—. Al contrario que algunos de mis compañeros, no tengo interés en matarte. Después de todo, estoy en deuda con tu madre.
Las palabras de Shinobu dejaron a Suzume sorprendida. Miró a la mujer con desconcierto.
—Ella, junto al Pilar de la Tierra, salvaron la vida de mi hermana y la mía hace muchos años—dijo Shinobu con una sonrisa nostálgica mientras depositaba la bandeja en la mesa—. Podríamos decir que era como una madre para mí. Una madre joven y hermosa.
Las palabras de Shinobu, tan llenas de cariño hacia su madre, hicieron que Suzume sintiera una mezcla de gratitud y dolor. No sabía que su madre había tenido una relación tan cercana con la Pilar del Insecto.
—Verás, Suzume-chan—sonrió Shinobu con suavidad—. Hay algo de lo que debemos hablar. ¿Qué te parece si realizo tu tratamiento y te pongo al día?
La joven asintió, aún algo desconcertada, pero dispuesta a escuchar.
Shinobu, con calma, comenzó a realizar el tratamiento. Le ayudó a asearse, midió su presión arterial, su pulso, le administró medicamentos, explicando cada paso con tranquilidad. Suzume observaba cómo la mujer se movía con destreza, cambiando los vendajes que ya no estaban tan húmedos, pues había pasado un buen tiempo desde su desmayo. Luego, Shinobu tomó su mano para verificar su pulso.
—Suzume-chan es realmente cercana a Tanjiro-kun—comentó Shinobu, rompiendo el silencio, mientras Suzume la miraba atentamente—. Qué curioso es el destino, encontrar a la hija de mi senpai... sin duda, es curioso, ¿no crees?
Suzume la miró, sorprendida por su curiosidad, pero asintió con una ligera sonrisa.
Shinobu no apartó su mano, su contacto era firme pero cálido, como si tratara de ofrecerle una pequeña ancla en un mar de incertidumbre.
—Suzume-chan—comenzó con una expresión más seria—. Ahora que perteneces al Cuerpo, no necesitas contenerte. Si algo te preocupa o te perturba, siempre puedes hablar con tu onee-chan sobre ello. Yo no te odiaré por tu sangre demoníaca.
La joven espadachina sintió un extraño nudo en el pecho al escuchar esas palabras. La dulzura de la voz de Shinobu la reconfortaba, pero había algo en su tono que no terminaba de calmarla.
—¡Vaya!—Shinobu sonrió—. Tu cuerpo es realmente frío, pero tu corazón palpita como el nuestro. Qué interesante.
Suzume no dijo nada, pero su corazón latió con más fuerza al sentir la mirada de Shinobu tan cerca. Quiso decir algo, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta.
—Veamos—continuó Shinobu, su voz curiosa—. Tienes aspecto humano, pero tus ojos se vuelven rojos cuando activas tu sangre demoníaca. Emergen uñas afiladas y colmillos, parece que te invaden los instintos de furia movida por tus emociones.
Se quedó en silencio, sin comprender completamente hacia dónde quería llegar Shinobu.
—Pude ver tu pelea contra ese demonio arácnido—comentó Shinobu, su mirada aguda y estudiosa—. Fue fascinante ver cómo desgarrabas tus propios instintos demoníacos por un humano.
El pulso de Suzume se aceleró al escuchar estas palabras. Miró a Shinobu, sorprendida.
—Dime, Suzume-chan—Shinobu se inclinó ligeramente hacia su rostro, su sonrisa era misteriosa—. ¿Por qué tu corazón late más rápido cuando menciono a Tanjiro-kun?
El azul de sus ojos se encontró con el púrpura de Shinobu, y por un instante, Suzume sintió como si el hielo y el veneno se mezclaran en ese intercambio de miradas. Shinobu era dulce, pero en esa dulzura había algo letal, una tentación peligrosa.
—Entonces, es cierto...—musitó Shinobu para sí misma, pero Suzume la escuchó—. Suzume-chan, ¿crees que podrías ayudarme con un experimento mío?
Suzume la miró, desconcertada, mientras Shinobu soltaba su mano.
—Verás—dijo Shinobu con una sonrisa calculada—. Soy una especialista en venenos.
Suzume miró la espada del pilar, como si buscara respuestas en ella. La imagen de su madre, siempre firme, surgió en su mente.
—Pero aún no he desarrollado un veneno que sea completamente letal contra cualquier demonio—Shinobu continuó, estudiándola—. Tú pareces haber desarrollado una extraña dependencia al veneno de las glicinas. ¿Puedes decirme por qué?
Suzume señaló su garganta, y Shinobu asintió con un brillo en sus ojos.
—¡Oh, sí!—dijo Shinobu, buscando rápidamente pluma y papel. Suzume la observó, intrigada, mientras la mujer le entregaba la pluma. Era la primera vez que veía una, parecía extranjera.
Suzume escribió, explicando lo que sabía sobre las glicinas y cómo su madre había desarrollado un tratamiento basado en ellas para contener sus instintos demoníacos.
Shinobu leyó atentamente y, por primera vez, su rostro se iluminó con una sonrisa genuina, sorprendiendo a Suzume.
—¡Senpai era realmente impresionante!—exclamó, su tono entusiasta—. ¡Ne, ne! ¿Sabías que fue tu mamá quien me enseñó sobre los venenos?
Suzume la miró sorprendida, sus ojos se abrieron con asombro.
—¡Su apellido Kobayashi está relacionado con la naturaleza! Realmente toda su familia debía haber heredado la respiración de la Tierra, o algo similar. Curiosamente, la mía también desciende de ella, pero...—Shinobu casi no tomaba aire al hablar, estaba tan emocionada—. ¡Tu madre, tus tías, incluso tus familiares cercanos no desarrollaron las técnicas principales! Aunque, incluso sin eso, todas aprendieron sobre las teorías naturales, pero ¡tu madre! Ella fue excepcional.
Suzume se quedó sin palabras, sorprendida por todo lo que acababa de escuchar. Nunca había imaginado que su madre tuviera una influencia tan profunda en tantas personas.
—Señorita Pilar—escribió Suzume con una mano temblorosa, aún sorprendida—, ¿podría contarme más historias sobre mi madre?
Shinobu sonrió dulcemente al leer las palabras de Suzume.
—Llámame por mi nombre.—respondió, su voz llena de una calidez inesperada. Suzume asintió con entusiasmo, esperando escuchar más sobre la mujer que había sido como una madre para Shinobu.
Shinobu mantuvo a Suzume al día sobre su tratamiento, la situación de sus amigos y los eventos que habían ocurrido durante su inconsciencia. Cuando Suzume finalmente tuvo la fuerza para levantarse, Shinobu la ayudó a salir de la habitación. Según la Pilar del Insecto, Tanjiro, Inosuke y Zenitsu habían insistido en verla en repetidas ocasiones, pero Shinobu había rechazado sus peticiones con firmeza.
Mientras caminaban por la finca Mariposa, Shinobu le explicó a Suzume la función del lugar, la historia detrás de su nombre y el papel que desempeñaban sus residentes. Suzume observaba con fascinación cómo jóvenes de su misma edad realizaban sus tareas con dedicación. Aunque la tranquilidad del jardín le ayudaba a calmarse, la distancia de Tanjiro seguía pesando en su corazón.
De repente, mientras paseaban por un pasillo que conectaba con el jardín, Suzume lo vio. Tanjiro estaba allí, de pie, su figura bañada por la luz del sol, irradiando la calidez que tanto le confortaba. Su corazón dio un vuelco, y sin pensarlo, dio un paso hacia él. Pero algo la detuvo.
Junto a Tanjiro había una joven de aspecto sereno y voz delicada. Suzume entrecerró los ojos, confusa. ¿Quién era ella?
Shinobu, siempre atenta, puso una mano en el hombro de Suzume, deteniéndola con suavidad.
—Espera un momento, Suzume-chan...—susurró, con una sonrisa que mezclaba diversión e intriga.
Delante de ellas, Tanjiro estaba hablando con la joven, a quien llamó Kanao. Sus palabras parecían llenas de intención, algo que Suzume notó de inmediato.
—Supongo que tienes una voz muy pequeña en tu corazón, Kanao —dijo Tanjiro con su característica gentileza—. Pero también es importante que la sigas.
Suzume observó la escena con el ceño ligeramente fruncido. Su querido Tanjiro sostenía una conversación que ella no lograba entender del todo. Sin embargo, lo que sí comprendía era el gesto cálido y cercano que él tenía hacia aquella chica. Cuando él tomó las manos de Kanao, algo en el pecho de Suzume se comprimió.
¿Por qué esa cercanía la incomodaba tanto?
Shinobu, que no había dejado de observar a Suzume, sonrió para sí misma.
—''Vaya, parece que incluso la chica más reservada puede tener ese tipo de sentimientos. Qué interesante...'' —pensó con diversión.
De repente, Tanjiro lanzó una moneda al aire, aparentemente con la intención de ayudar a Kanao a tomar una decisión. Suzume lo vio correr por el jardín, buscando atraparla, su entusiasmo iluminando el momento. Cuando por fin lo logró, tomó nuevamente las manos de Kanao con una sonrisa radiante.
Suzume desvió la mirada, apretando los labios. La alegría de Tanjiro era contagiosa, pero esta vez no podía compartirla por completo.
—''¿Por qué Tanjiro toma sus manos de esa manera?''
Shinobu no pudo resistirse más.
—¡Tanjiro-kun!—llamó con voz cantarina, sujetando la mano de Suzume—¡Tengo una sorpresa para ti!
Tanjiro se giró, intrigado. Al ver a Suzume, su rostro se iluminó con pura emoción.
—¡Suzume!—exclamó, corriendo hacia ella.
Antes de que Suzume pudiera reaccionar, él la tomó por la cintura y la levantó en el aire, girándola con una risa llena de alivio.
—¡Qué alegría! ¡Estás despierta! —reía mientras giraba, y Suzume, incapaz de encontrar las palabras, simplemente lo miraba, su corazón latiendo con fuerza.
Shinobu, con una expresión divertida, dio un leve golpe en la cabeza de Tanjiro.
—Tanjiro-kun, devuélvela. Todavía está recuperándose.
—¡Oh, claro! Lo siento mucho. —Tanjiro la bajó con suavidad, sonrojándose ligeramente mientras se rascaba la cabeza—. Me emocioné demasiado.
Suzume sonrió débilmente, llevándose una mano al pecho para calmar su corazón desbocado.
Shinobu, siempre observadora, aprovechó el momento.
—Tanjiro-kun, me preguntaba si podrías quedarte unos días más. Suzume-chan necesita apoyo en su recuperación, y quién mejor que tú para guiarla.
Los ojos de Tanjiro brillaron.
—¡¿De verdad?! ¡Claro que lo haré! —se giró hacia Suzume, emocionado—. ¡¿Lo escuchaste, Suzu?! ¡Seguiremos juntos en este viaje!
Suzume asintió, sus mejillas teñidas de un leve rubor.
—Parece que ustedes dos se entienden incluso sin palabras.—comentó Shinobu, con su sonrisa enigmática.
Tanjiro la miró, un tanto confundido.
—Cuando conocí a Suzume, no hablaba. Solo asentía o negaba con la cabeza.
Shinobu inclinó ligeramente la cabeza, intrigada.
—¿Ah, sí? Qué curioso... —Se volvió hacia Suzume, estudiándola con interés—. Parece que este joven logró lo que nadie más podría.
Suzume desvió la mirada, tratando de contener la mezcla de emociones que la invadía. Shinobu, por su parte, solo sonrió, satisfecha.
—Sean humanos o demonios, todos somos movidos por el afecto, ¿no creen?
Tanjiro y Suzume la miraron, perplejos. Shinobu dejó escapar una risita y comenzó a caminar hacia el jardín, llamándolos para que la siguieran.
—Vamos, es hora de que coman algo antes de empezar con el entrenamiento.
Tanjiro asintió con entusiasmo, mientras Suzume lo seguía, incapaz de apartar la vista de él. Aunque su corazón estaba inquieto, una cosa era clara: su conexión con Tanjiro seguía siendo su mayor fortaleza.
Suzume estaba comiendo sólidos por primera vez en días. Según Shinobu, había pasado la mayor parte del tiempo durmiendo mientras sus amigos entrenaban intensamente. Ahora, todos la observaban atentamente, como si fuese un cristal delicado, asegurándose de que comiera correctamente.
—¡Suuuuzu-chan, cuánto me alegra que estés bien! —gimoteó Zenitsu, aferrándose a la chaqueta blanca que ahora compartían como uniforme—. ¡Ese tonto de Tanjiro! ¿Cómo pudo llevar a un delicado lirio como tú a un lugar tan espantoso? —añadió, cambiando su tono al mencionar al joven Kamado.
Tanjiro apretó los labios con frustración, mientras una vena pulsaba en su sien. ¡Nunca quiso que Suzume saliera herida! Sin embargo, su expresión de incomodidad no pasó desapercibida para Shinobu, quien observaba con una sonrisa divertida a este pintoresco grupo.
—¿Y cuándo podrás volver a hablar? —preguntó Zenitsu con preocupación. Suzume alzó los hombros, respondiendo con un gesto de incertidumbre.
—Lo más probable es que recupere su voz en unos días, siempre y cuando se mantenga en silencio, claro —intervino Shinobu con su tono calmado. Ambos chicos asintieron con rapidez.
—Oye —habló de repente Inosuke, captando la atención de Suzume. Su tono no era el habitual y parecía un poco... ¿preocupado?—. ¿Te duele el estómago?
Suzume parpadeó, un tanto desconcertada.
—Inosuke quiere decir que... —aclaró Tanjiro suavemente—, si tus heridas te están causando mucho dolor, porque, bueno... mencionó que te golpearon con mucha fuerza en el vientre —añadió con una leve inquietud.
Suzume negó con la cabeza, sonriendo débilmente.
—¡Tienes que curarte rápido para que podamos entrenar juntos! —exclamó Inosuke, su tono casi esperanzador. Suzume asintió, contenta ante la inesperada motivación del chico de la máscara de jabalí.
—Suzume-chan es bastante fuerte —comentó Shinobu, alargando dulcemente la última palabra—. A pesar de tener casi todas las costillas rotas, por suerte ningún hueso alcanzó sus órganos. Es increíble que haya podido moverse después de esa contusión para ir a tu rescate, Tanjiro-kun —añadió con una sonrisa que, por alguna razón, sonaba levemente molesta.
Tanjiro bajó la mirada, visiblemente afectado.
—Siempre confié en Suzume —dijo de pronto, su voz firme y llena de admiración. Todos lo miraron sorprendidos, incluso la propia Suzume, que sintió cómo su rostro se encendía—. Alguien que vivió tanto tiempo en soledad no puede ser débil de corazón. Ella tiene una voluntad de hierro. Entrenó todos los días, sin descanso —continuó, su mirada cálida fija en ella—. Cuando me estaba recuperando en su casa, observaba su rutina. Ella no es del tipo que se rinde fácilmente.
Suzume sintió que el pecho se le apretaba ante aquellas palabras. Que Tanjiro hablara así de ella la conmovía profundamente.
—Eso no quita tu falta de capacidad, Tanjiro-kun —interrumpió Shinobu, con una sonrisa que parecía contener algo más—. Si no entrenas más duro, no podrás proteger ni a Suzume-chan ni a Nezuko-chan.
—¡Tiene razón! —respondió Tanjiro con determinación, volviendo a sentarse mientras comía apresuradamente—. ¡Soy débil, pero entrenaré mucho más para asegurarme de que nadie salga lastimado nunca más!
—''Es increíble cómo acepta sus debilidades y las convierte en un motor para mejorar'' —pensó Shinobu, suspirando con cierta admiración.
—¡Tanjiro, protégenos a mí también! —reclamó Zenitsu, aferrándose dramáticamente a Suzume.
—¡Te ayudaré si estás en problemas, pero tú también necesitas entrenar más, Zenitsu! —respondió Tanjiro con firmeza.
—¡¿Por qué eres tan cruel?! —gimoteó el rubio, escondiéndose detrás de Suzume.
Shinobu, observando la escena, decidió cambiar de tema.
—Ahora que lo pienso... ¿desde cuándo sabían que Suzume-chan es una semi-demonio? —preguntó con una curiosidad fingida, mirando a los chicos.
Tanjiro, Zenitsu e Inosuke se quedaron en blanco por un momento antes de responder al unísono:
—Desde el principio.
La respuesta sorprendió a las chicas presentes, incluida Kanao, que los observaba en silencio.
—Comprendo lo de Tanjiro-san, pero ¿ustedes nunca dudaron de ella? —preguntó Aoi, mientras seguía sirviendo la comida.
Zenitsu fue el primero en responder, con una sonrisa soñadora:
—¡Suzu-chan es demoníacamente hermosa! Sus ojos son como el cielo y su cabello parece una flor de invierno. ¿Cómo no confiar en alguien tan angelical?—él la miró ensoñado—¡Me enamoré a primera vista!
Suzume bajó la mirada, visiblemente apenada. Tanjiro, con un movimiento rápido, lanzó sus palillos contra la cabeza del rubio.
—¡No digas tonterías, Zenitsu! —le regañó con una sonrisa tenebrosa en su rostro.
—¡Ah, ahí está el lado oscuro de Tanjiro!—el rubio lloró a espaldas de Suzume—¡Suzu-chan, Tanjiro da miedo!
—¡El que da miedo eres tú, irrespetuoso!—le recriminó su amigo—¡Deja de arrugar su ropa!
—¿Y tú Inosuke-san?—preguntó Aoi, el cabeza jabalí la miró con seriedad, Suzume le devolvió la mirada.
—Sus vibraciones.
—¿Eh?—emitieron todos.
—Inosuke cruzó los brazos, mirando a Suzume.
—Sus vibraciones... eran demoníacas. Pero no repulsivas. Era una rarita —dijo con seriedad.—Tanjiro le dió un cabezazo—¡¿QUE MIERDAS HACES MONJIRO?!
—¡NO HABLES MAL DE SUZUME, INOSUKE!—dijo enfadado.
Shinobu rio suavemente.
—¡ES LA VERDAD!
—¿Por qué "rarita", Inosuke-kun? —preguntó Shinobu, con un ligero brillo de curiosidad en los ojos.
—¡¿Eh?! —Inosuke se sobresaltó, mirando a su alrededor como si lo hubieran atrapado en una trampa. Todos lo observaban con expectación, esperando su respuesta. El chico masculló algo ininteligible antes de cruzarse de brazos, adoptando una postura desafiante—. ¡E-eso! —balbuceó, desviando la mirada hacia Suzume antes de añadir—. ¡Ella no era repulsiva!
—¿Huh? —corearon los demás al unísono, visiblemente confundidos. Suzume inclinó la cabeza, aún más desconcertada.
Inosuke bufó, frustrado por no encontrar las palabras adecuadas.
—¡En resumen, ella es fuerte! —exclamó al fin, inflando el pecho con orgullo—. ¡Quería pelear contra ella! —Algunos soltaron un suspiro de alivio, mientras otros lo miraban con una mezcla de decepción y resignación.
—Vaya, así que a ninguno le molestó que ella fuese mitad demonio —comentó Shinobu, dejando escapar una pequeña risa—. Qué curioso.
—¿Eh? —murmuró Tanjiro, mirando a la Pilar con cierta sorpresa—. Pero, Shinobu-san, ¿no es usted igual? —añadió, esbozando una sonrisa amable. Shinobu alzó una ceja, intrigada—. Parece que disfruta mucho hablando con Suzume.
Shinobu cerró los ojos, dejando escapar una suave carcajada.
—Tal vez... —dijo con un tono misterioso, antes de abrir los ojos y mirarlos con una expresión juguetona—. Tal vez me esté convirtiendo en una amante de los demonios. No es igual contigo, ¿Tanjiro-kun?
El grupo la observó, algunos con asombro y otros conteniendo la risa.
—¿Eh?—él giró su cabeza confuso, provocando que una gota de sudor cayese en su sién.
—Es broma, claro —añadió Shinobu rápidamente, con una sonrisa que no terminaba de revelar sus verdaderas intenciones—. ¡Pero basta de charlas! ¡Es hora de entrenar!
Suzume asintió, agradecida por cómo estos momentos ligeros lograban aliviar el peso que todavía cargaba en su corazón.
Todos observaban estupefactos a Suzume, especialmente sus tres compañeros. La albina había demostrado un progreso que, para ellos, bordeaba lo inverosímil.
Durante esos días, Tanjiro había ayudado a Suzume a seguir estrictamente las pautas de entrenamiento que él mismo había recibido: técnicas de respiración, posturas correctas, control de velocidad, fortalecimiento muscular... Todo con una dedicación casi obsesiva.
—Ta-Tanjiro... —tartamudeó Zenitsu, los ojos abiertos como platos.
—¿Qué sucede, Zenitsu? —preguntó Tanjiro, mirándolo con curiosidad.
—¿Suzu-chan realmente le arrojó agua a Kanao-chan en la cara? —balbuceó, su voz un susurro cargado de incredulidad.
—Sí, lo vi con mis propios ojos... —respondió Tanjiro, igual de asombrado.
—Esa blancucha... ¡logró superar el entrenamiento en solo tres días! —espetó Inosuke, su tono carecía del enojo habitual, reemplazado por una mezcla de admiración y desconcierto—. Nosotros llevamos semanas intentando eso.
—¡Ah! ¡Regresa a tu cuerpo, Inosuke! —exclamó Zenitsu, agitando las manos frente a su amigo, que parecía estar teniendo una experiencia fuera de sí.
Un par de palmadas resonaron en el dojo.
—¡Es impresionante! —exclamó Shinobu, genuinamente feliz, aunque no sorprendida. Se acercó a Suzume por detrás y le colocó las manos en los hombros—. ¡No esperaba menos de ti, Suzume-chan! —La Pilar le dio unas palmaditas en la cabeza con afecto, provocando que Suzume le dedicara una sonrisa tímida.
Si un Pilar la felicitaba, eso significaba que realmente había mejorado.
Kanao, por su parte, seguía inmóvil, con la mirada perdida.
—¿Kanao-chan? —preguntó Aoi mientras ella y las otras chicas intentaban reanimarla. Kanae simplemente parpadeó, aún incrédula.
—Nadie, aparte de Tanjiro, había logrado siquiera acercarse a rociarme con agua, y esta chica lo consiguió en un solo día... —murmuró, aún procesando lo ocurrido.
Shinobu, divertida, dio un par de pasos al frente y cruzó los brazos.
—Suzume-chan dominó perfectamente la respiración, destruyó las calabazas en cuestión de segundos. Lo único que le tomó algo de tiempo fue recuperar el fortalecimiento muscular debido a su baja resistencia tras pasar tanto tiempo en cama. —Se giró hacia los demás, que comenzaban a sudar bajo su mirada penetrante—. ¿No les parece increíble?
Aunque no lo dijo directamente, todos sintieron el subtexto en su rostro: *Así es como deberían hacerlo ustedes, inútiles.*
Prefirieron no hacer comentarios.
—Shinobu-san... —Suzume rompió el silencio, alzando la mirada con seriedad—. ¿He terminado el entrenamiento?
La habitación quedó en completo silencio.
—Tu voz ha vuelto... —dijo Shinobu con una sonrisa, notando el cambio. Suzume asintió con suavidad.
—Tienes una linda voz, igual que la de mi maestra —añadió la Pilar, con un tono amoroso. Suzume se sonrojó levemente, bajando la mirada.
—¿Puedo volver con mis amigos? —preguntó Suzume, mirando fijamente a Shinobu.
—Es sorprendente tu progreso, especialmente tu capacidad de adaptación. —Shinobu sonrió, aunque había seriedad en su mirada—. Tus costillas siguen algo dañadas, pero no hay contusiones internas y tu cuerpo parece estable.
Suzume asintió, esperando la evaluación final.
—Normalmente no daría el alta en una situación como esta. Sin embargo... —Shinobu ladeó la cabeza, observándola con atención—. Tú no eres una persona común. Durante este tiempo, has retenido completamente tu lado demoníaco, y sin embargo, es esa misma sangre demoníaca la que ha acelerado tu metabolismo y favorecido tu curación.
—¿Por qué lo dice? —preguntó Suzume, visiblemente confundida.
—Es sencillo. —Shinobu hizo una pausa, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras—. Tu cuerpo posee una capacidad de regeneración que supera la de cualquier humano ordinario. Hasta ahora, has reprimido completamente tu sed de sangre, pero la circulación acelerada provocada por tu parte demoníaca es lo que te ha permitido sanar tan rápido.
—¿Puedo controlar eso? —preguntó Suzume, insegura.
—Ya lo estás haciendo, Suzume-chan. —Shinobu sonrió ampliamente—. Durante todo este tiempo, tu cuerpo ha estado ajustándose de manera natural. Pero para perfeccionarlo, imagina tu cuerpo como una presa de agua. Hasta ahora, esa presa solo liberaba agua cuando estaba a punto de desbordarse. Si añadimos canales de control a diferentes niveles, el flujo se vuelve constante y manejable.
Suzume y Tanjiro abrieron los ojos al comprender la metáfora.
—Shinobu-san... ¿Está diciendo que, si Suzume no hubiese liberado su lado demoníaco en Natagumo, aún estaría enferma? —preguntó Tanjiro, tenso.
—¡Exacto! —Shinobu levantó un dedo con entusiasmo—. Ahora que ella ha despertado ese instinto, debe aprender a equilibrarlo con su lado humano.
—Eso significa... —murmuró Tanjiro, procesando la información.
—Que Suzume será cada vez más fuerte —concluyó Shinobu, mirándola directamente—. Su fuerza muscular, elasticidad y habilidades físicas se incrementarán, siempre y cuando pueda mantener ese equilibrio. Pero si pierde el control... —La sonrisa de Shinobu desapareció—. Será su fin. Su cuerpo humano podría no soportar la carga, y en el peor de los casos, podría devorar humanos en un arrebato incontrolable. Por eso no solo debes entrenar tu cuerpo, Suzume-chan, sino también tu corazón. ¿Lo entiendes?
Suzume asintió, aunque sus manos temblaban ligeramente.
—Lo entiendo... —susurró con determinación.
Los presentes intercambiaron miradas, sintiendo el peso de la responsabilidad que recaía sobre Suzume, y al mismo tiempo, admirando su fortaleza.
—¿Y bien? —preguntó Shinobu, todos giraron la mirada hacia la Pilar—. ¿Qué quieres hacer ahora?
Suzume abrió la boca, dispuesta a responder, pero las palabras murieron en su garganta al instante. Sus ojos se enfocaron en la figura que acababa de aparecer frente a ella, haciendo que cerrara la boca lentamente, su expresión cambiando a una mezcla de sorpresa y cautela.
¡Buen trabajo cazadores!
Este capítulo ha sido el segundo más largo, el primero fue el 8 casi 10000 palabras, el capitulo 9 es muy importante en la trama, me emocioné y lloré al leerlo de nuevo. Espero que haya sido igual para vosotras <3
¿Que esperais de está historia?
¿Como describiriáis a Suzume?
¿Os gusta la relación entre Tanjiro y Suzume?
¿Que os gustaría obtener con esta historia?
¡Nuevamente espero sus comentarios y estrellitas de animo!
Kana-sensei.
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