07

┊┊Habilidad oculta┊┊

El incesante canto de los insectos nocturnos en este nuevo entorno la desconcertaba, tan diferente del silencio impregnado de glicinas que había sido su hogar. Las colinas lejanas y el horizonte cambiante, salpicado por el cielo que pasaba de un azul cristalino al naranja del atardecer, parecían demasiado amplios para alguien que había vivido encerrada en una montaña. Tampoco se había habituado a los saludos matutinos de las personas que la rodeaban con sonrisas sinceras, deseándole un buen día como si fuese una más de ellos.

Esa primera noche, al recostarse en un futón distinto al suyo y mirar de nuevo las glicinas colgando en el hostal, se dio cuenta de algo crucial: su viaje había comenzado de verdad.

Había dejado atrás el círculo protector que solía llamar hogar, un mundo que cambió para siempre gracias a un humilde muchacho que vendía carbón. Tanjiro le había ofrecido una nueva perspectiva, un lugar diferente en el que encajar, aunque eso también significaba enfrentarse a cosas que nunca había experimentado.

Ahora, Suzume conocía personas nuevas cada día. Personas que la trataban con amabilidad, incluso si esa amabilidad nacía de la ignorancia de su naturaleza. Cada gesto amistoso, cada sonrisa, iluminaba algo en su interior que había permanecido dormido por tanto tiempo: un deseo de pertenecer, de sentirse querida.

Las noches, sin embargo, eran su refugio favorito. Podía acariciar la cabeza de Nezuko, sentir su afecto sincero y perderse en la sonrisa que se asomaba tras el trozo de bambú que llevaba. Le resultaba enternecedor escuchar los ronquidos de Inosuke, un joven salvaje pero tan familiar en su aislamiento como ella misma. Aunque sus gruñidos podían ser molestos, Suzume se sentía conectada con él: ambos habían crecido solos, forjándose en la dureza de las montañas.

Zenitsu, por otro lado, era una combinación de alegría y fastidio. Su tendencia a buscar abrazarla con demasiada fuerza la irritaba, pero a la vez, esos gestos torpes le recordaban que alguien se preocupaba por ella. Era algo que nunca había tenido antes.

Y luego estaba Tanjiro.

Él dormía cerca de ella cada noche, como un ancla que mantenía a raya su soledad. Podía sentir la calma que emanaba de su respiración rítmica, y a menudo, al mirarlo, se daba cuenta de que su mundo había dejado de ser oscuro. Tanjiro era un faro, una presencia que la hacía sentir tranquila, segura, como si nada malo pudiese ocurrir mientras él estuviese cerca.

No obstante, había algo más profundo y más inquietante que comenzaba a crecer dentro de Suzume. Cuando lo observaba, especialmente en esos momentos de calma, su pecho se aceleraba. Recordaba las noches en las que habían dormido en cuevas durante las tormentas. Tanjiro había encendido fuego para mantenerla caliente, charlaron durante horas, y cuando ella descansó su cabeza en su hombro, se dio cuenta de algo: sus hombros eran fuertes, sus manos grandes y cálidas.

Esa sensación se le quedó grabada.

Ahora, cada sonrisa de Tanjiro, cada vez que sostenía su mano, encendía algo inexplicable en su interior. Había una calidez que no podía ignorar, una inquietud que la hacía preguntarse si ese nuevo sentimiento iba más allá de la simple gratitud.

Esa noche, mientras observaba su rostro dormido, Suzume soñó. En su sueño, Tanjiro era mayor, su apariencia más madura, pero su esencia era la misma. Su sonrisa seguía siendo cálida, sus ojos, gentiles pero intensos, parecían leer cada rincón de su alma. 

En el sueño, él la sostenía con una fuerza que no solo la protegía, sus piernas se apoyaron como si de una silla se tratase en el antebrazo de él y la miró de una forma, que hizo bullir su sangre por completo. Sus labios se abrieron pronunciando unas palabras que no pudo entender, ya que su conciencia estaba despertando.

Cuando despertó, el eco de ese sueño permaneció con ella. No quería desprenderse de esa sensación, aunque no lograba comprenderla del todo.

Quizás los sueños eran, después de todo, el espejo del corazón, y el suyo comenzaba a mostrarle un nuevo camino que apenas se atrevía a explorar.






Tanjiro estaba visiblemente inquieto. Zenitsu no dejaba de inclinarse y asentir exageradamente desde que descubrió que Nezuko era su hermana, mientras que Inosuke, fiel a su naturaleza impulsiva, había estado embistiendo a cualquiera que se cruzara en su camino, especialmente a Tanjiro, sin motivo alguno.

En medio de este caos, llegó la noticia que tensó aún más el ambiente: una convocatoria urgente los citaba a la montaña Natagumo sin demora. La inquietud de Tanjiro creció de inmediato, consciente de que esta nueva misión ponía nuevamente en peligro la vida de Suzume. A pesar de que ambos habían acordado viajar juntos en busca de una cura para Nezuko y Suzume, la preocupación pesaba sobre él como una losa.

Tanjiro no estaba seguro de las habilidades de Suzume. Aunque sabía que había derrotado a un demonio en la casa del tambor, algo que lo había sorprendido y llenado de admiración, no podía evitar temer que ella terminara apartándose de su lado, como había sucedido antes. Ese pensamiento lo angustiaba, aunque sabía que no tenía otra opción más que confiar en ella.

Mientras tanto, Zenitsu, en su acostumbrado dramatismo, complicaba aún más las cosas.

—¡Suzu-chaaaaan!—gritó Zenitsu con un aura de flores imaginarias rodeándolo, mientras acariciaba con devoción la parte inferior del futón de Suzume—¡Estoy rodeado de dos chicas lindas, pero no me dejan disfrutar de estos momentos de felicidad!

El rostro de Suzume comenzó a torcerse de incomodidad mientras intentaba abrir los ojos. Su frente sudaba ligeramente, y el peso de Zenitsu sobre sus piernas empezaba a molestarle.

—Pe-pesa...—murmuró débilmente.

—¡Quítate de encima de ella!—vociferó Tanjiro con una vena pulsando en su sien, agarrando a Zenitsu por el haori y lanzándolo al suelo.

—¡Eres malooo!—se quejó Zenitsu, revolcándose en el suelo como si estuviera siendo torturado.

—¡Deja de molestar!—Tanjiro le regañó, su voz cargada de firmeza—¡¿Cómo puedes ser tan irrespetuoso?! ¡Ten un poco de decencia!

Suzume, mientras tanto, se incorporó lentamente. Observó a los chicos con una mezcla de preocupación y resignación, tomando sus ropajes para cambiarse.

—Suzume—dijo Tanjiro, mirando de reojo mientras sujetaba a Zenitsu con una mano—, por favor, cámbiate en la habitación contigua.

Suzume asintió en silencio, confundida por la petición, pero obedeció sin cuestionar. Caminó hacia la habitación indicada, aunque algo en el tono de Tanjiro la dejó inquieta.

—¿Por qué le dices eso? ¿Acaso no es obvio?—preguntó Zenitsu, claramente perdido.

—Suzume no está acostumbrada a ciertas normas sociales—respondió Tanjiro, con un tono de comprensión pero también de preocupación.

Estas palabras no escaparon al oído de Suzume, quien se detuvo un momento tras la puerta, apretando su ropa contra su pecho.

—"No está acostumbrada..."—repitió para sí misma, sintiendo una punzada en el corazón—"¿Estoy avergonzando a Tanjiro?"

Negó rápidamente con la cabeza, intentando apartar esos pensamientos, y se dispuso a cambiarse con determinación. Tenía que concentrarse en la misión. Tenía que demostrar que podía devolverle a Tanjiro toda la generosidad que le había brindado.

Porque, aunque todavía se sentía fuera de lugar en este nuevo mundo, sabía que quería hacerse merecedora del lugar que él le había ofrecido.



—¡Nos vamos ahora, gracias por sus cuidados!—exclamó Suzume, imitando la despedida de Tanjiro con una sonrisa algo nerviosa. Estaba decidida a aprender rápido sobre esas normas sociales que aún le resultaban ajenas; no quería avergonzar a su acompañante.

—Encenderé algunas chispas para ustedes...—anunció la anciana, tomando un pequeño atizador. Suzume e Inosuke intercambiaron miradas confusas, sin entender.

—¡Muchas gracias!—respondió Tanjiro con una reverencia amable. Suzume lo observó de reojo, intentando descifrar el significado de aquello.

—¡¿Qué se supone que está haciendo, vieja bruja?!—vociferó Inosuke abruptamente, adelantándose con intención de atacar a la anciana.

—¡Inosuke, detente!—gritaron al unísono Tanjiro y Zenitsu, sujetándolo de los brazos para frenarlo.

—¡¿Eres idiota o qué?!—reclamó Zenitsu, claramente exasperado—¡La abuela está ayudando a protegernos de los malos espíritus! ¡Después de todo, nos dirigimos a una misión peligrosa!

Suzume bajó la mirada, avergonzada por no haber comprendido antes.

—Esto... mu-muchas gracias por sus buenos deseos—murmuró, intentando mantener la compostura mientras entrelazaba las manos sudorosas frente a ella. La anciana le dedicó una sonrisa cálida y asintió. Suzume sintió un leve alivio al saber que había hecho lo correcto.

—Si son heridos, regresen aquí. Cuídense—les aconsejó la anciana con serenidad—. No importa lo que suceda, vivan con sus frentes en alto. Les deseo suerte en sus próximas batallas.

La mujer se inclinó en una reverencia respetuosa, la cual Suzume imitó con torpeza antes de que el grupo comenzara a alejarse.

—¿Frentes en alto? ¿Qué demonios significa eso?—gruñó Inosuke, rascándose la cabeza.

—Ahora que lo pienso...—musitó Suzume mientras se acercaba a Tanjiro—parece ser algo complicado de lograr... vivir con nuestras frentes en alto.

—''Este tipo realmente no sabe nada''—pensó Zenitsu, rodando los ojos al ver a Inosuke.

—Creo que significa aceptar nuestra situación actual y, a pesar de todo, buscar el camino correcto—reflexionó Tanjiro en voz alta—. Sin miedo, lástima o vergüenza. Al menos, eso es lo que creo que la anciana intentaba decirnos.

—Vergüenza...—repitió Suzume en un susurro, clavando la mirada en el suelo—. "¿Eso quiere decir que voy por mal camino?"

Tanjiro notó el cambio en su expresión y le dedicó una sonrisa cálida.

—¡No te preocupes! Podemos aprenderlo durante nuestro viaje. ¡Estoy seguro de que lo lograremos juntos!

El tono alegre y confiado del joven logró tranquilizarla. Suzume levantó la cabeza y asintió suavemente, contagiada por su optimismo.

—¡¿De qué mierdas estás hablando?!—interrumpió Inosuke con un tono estridente, haciéndolos mirar de reojo—. ¡La única que está equivocada es esa vieja bruja! ¡Ella es la que no entiende nada de nuestra situación!

—¡C-creo que intenta darnos ánimos para nuestro viaje!—intervino Suzume, titubeando ligeramente. Aunque sentía dudas sobre si debía opinar, quería demostrar que podía integrarse al grupo.

—¡Suzume tiene razón!—afirmó Tanjiro con entusiasmo, dedicándole otra sonrisa que hizo que el corazón de la joven latiera un poco más rápido.

Tanjiro comenzó a acelerar el paso.

—¡Vamos!—exclamó, animando al grupo.

—¡Ah, esperen!—gritó Zenitsu, apresurándose para no quedarse atrás.

—¡Una carrera, Gonpanchiro, Blancucha y Cenutrio!—gritó Inosuke, riendo a carcajadas mientras corría.

—¡No nos llamamos así!—protestaron al unísono Tanjiro y Zenitsu, con evidente molestia.

Suzume, a pesar del bullicio, dejó escapar una leve sonrisa mientras seguían avanzando juntos hacia su destino.

┊Montaña Nagatumo

—¡Esperen, esperen!—exclamó Zenitsu con la voz temblorosa, mientras se quedaba sentado en el suelo. Su rostro estaba pálido, y sus ojos brillaban de puro terror mientras miraba a su alrededor con nerviosismo—. ¡Da mucho miedo! ¡Siento que se pone más aterrador cuanto más nos acercamos!

Inosuke soltó un suspiro exagerado, cruzándose de brazos con irritación. Su máscara de jabalí ocultaba cualquier expresión, pero el ligero movimiento de su cabeza dejaba claro su desdén.

—¿Por qué este tipo siempre está sentado?—espetó con un tono cargado de frustración—. De verdad, me sacas de quicio. Eres un anormal.

Zenitsu se puso de pie de golpe, sus cejas tensas y su mandíbula apretada mientras miraba a Inosuke con el rostro rojo de ira.

—¡De ti no quiero escuchar nada, maldito cabeza de cerdo!—le gritó, mientras las venas de sus sienes palpitaban visiblemente—. ¡Yo soy normal, y tú eres el anormal aquí!

Suzume, quien se mantenía detrás del grupo, extendió una mano temblorosa y tiró del haori de Tanjiro. Cuando él la miró, notó la preocupación en sus ojos azul cielo, los cuales brillaban inquietos. Ella señaló con su dedo hacia adelante, y su gesto era suficiente para transmitir la urgencia de sus pensamientos.

—Mira...—murmuró en voz baja.

Tanjiro siguió la dirección que indicaba su dedo y vio a un joven tirado en el suelo, apenas capaz de moverse. Estaba cubierto de heridas y su ropa, que incluía el uniforme del Cuerpo de Exterminio, estaba desgarrada y manchada de sangre.

—A-ayuda...—susurró el muchacho, con una katana medio caída en su mano temblorosa—. Sálvenme...

—¡Espera!—gritó Zenitsu al ver cómo Tanjiro e Inosuke corrían hacia el herido, dejando que el pánico se apoderara de su rostro—. ¡Es peligroso!

—¡Es un cazador del Cuerpo!—exclamó Tanjiro con seriedad, mientras su expresión se tornaba más tensa y decidida—. ¡Algo le ha ocurrido!

Suzume se quedó atrás con Zenitsu, apretando los labios mientras observaba la escena. Su mirada estaba llena de dudas, y sus ojos brillaban con preocupación. Desde que había empezado a viajar con ellos, ningún humano la había atacado directamente, pero este era diferente. Este era un cazador, y los cazadores existían para acabar con demonios.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. Algo estaba mal, lo sentía en el aire denso del bosque. El olor era diferente, pero no podía identificar por qué.

—¡Esperen!—gritó Suzume de repente, dando un paso hacia adelante con los ojos muy abiertos.

Pero fue demasiado tarde. Tanjiro e Inosuke ya estaban cerca del joven herido.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó?—preguntó Tanjiro con urgencia.

Antes de que el joven pudiera responder, su cuerpo fue impulsado hacia atrás con una fuerza brutal, como si una cuerda invisible lo hubiera jalado hacia la penumbra del bosque.

—¡NOS TIENEN ATADOS! ¡AYUDA!—gritó el muchacho mientras desaparecía entre los árboles.

—¡Tenemos que salvarlo!—dijo Tanjiro con un tono tenso, sus ojos estaban entrecerrados, y su mandíbula marcada revelaba la tensión que intentaba contener.

—¡Iré primero!—exclamó Inosuke, dando un salto al frente y agitando sus espadas con un brillo feroz en sus ojos—. ¡Sigan mi trasero tembloroso, cobardes! ¡Estoy hambriento!

Tanjiro levantó una ceja, perplejo por el comentario. Suzume parpadeó un par de veces, ladeando ligeramente la cabeza.

—¿Hambriento?—Suzume repitió con una mezcla de desconcierto, mientras giraba su cabeza.

—Él solo estaba esperando una excusa para lanzarse de lleno...—susurró Zenitsu, encogiéndose en el suelo, su rostro aún pálido y sus manos apretadas sobre las rodillas.

Suzume le lanzó una mirada rápida a Tanjiro, quien le devolvió una sonrisa suave.

—Vamos juntos, Suzume.—dijo, extendiendo una mano hacia ella.

Ella asintió, sintiendo cómo su pecho se relajaba ligeramente ante su confianza. Mientras se adentraban en el bosque, el ambiente se volvía cada vez más oscuro y opresivo. El sonido de espadas cortando telarañas resonaba con ecos inquietantes. Suzume se encontraba detrás de Tanjiro, todavía con sus manos unidas, el mismo detrás de Inosuke que se encargaba de erradicar cualquier insecto que viese.

—¡Tsk!—rechistó el jabalí—¡Qué molesto!—gruñó Inosuke, sus movimientos eran rápidos y precisos mientras apartaba las telarañas con sus hojas.—¡Hay telarañas por todos lados, que molesto!—vocífero agitando sus espadas.

—Sí...—Tanjiro observaba al joven—¡Inosuke!—él mencionado se colocó en posición de defensa.

—¡¿Qué sucede?!

—Gracias.—dijo Tanjiro con sinceridad. Sus cejas se relajaron, y una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Inosuke que ocultaba sus expresiones tras su máscara también—El que Inosuke venga con nosotros en verdad me inspira mucha confianza, la montaña está emitiendo algún tipo retorcido y anormal olor—Tanjiro sonrió tenso—Es como si mi cuerpo estuviera entrando en shock.—la albina se quedó anonadada por sus palabras—Gracias.

Los ojos de Suzume se agrandaron al escuchar esas palabras. Suzume miró a Tanjiro con asombro. Era la primera vez que lo veía admitir algo así.

—"Entonces, él también tiene miedo".—pensó para sí misma, bajando ligeramente la mirada.

—Gracias por estar aquí, Suzume, incluso si no perteneces al cuerpo has venido con nosotros sin dudarlo.—agregó Tanjiro, girándose hacia ella. Su sonrisa era cálida, y sus ojos irradiaban gratitud—.Eres valiente y generosa.

Las palabras resonaron en el corazón de Suzume, haciéndola sentir un calor reconfortante que no había sentido en mucho tiempo.

—Tanjiro tiene una habilidad extraña—dijo Suzume, su voz suave pero cargada de una emoción que no pudo evitar expresar. Su mano se posó sobre su pecho, como si quisiera resguardar la verdad que acababa de revelar. Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios, delicada, mientras sus ojos brillaban con algo indefinido, casi como un destello de ternura.

—¿Habilidad?—Tanjiro frunció el ceño ligeramente, confundido, mientras su rostro se ruborizaba por la mirada atenta de Suzume. Ella asintió con suavidad, dejando que su sonrisa iluminara aún más el ambiente.

—La extraña habilidad de conmover el corazón de la gente—murmuró, como si esa habilidad fuera algo sublime, algo que no necesitaba palabras para comprenderse, pero que su alma reconocía perfectamente.

Inosuke, observándolos desde un rincón de su mente algo confuso, dejó escapar un bufido. Sin embargo, sin poder evitarlo, algo en su subconsciente comenzó a asentir, sintiendo en el aire la misma verdad que ella había pronunciado.

—No importa el origen, tú...—Suzume lo miró, y sus ojos captaron algo más en la mirada de Inosuke. Por un instante, su dureza parecía disolverse, y en su lugar, algo más humano, más vulnerable, asomaba—...tienes esa extraña habilidad de llegar al corazón de las personas.—dijo finalmente mirando a Tanjiro.

El cuerpo de Inosuke se tensó por un momento, como si el reconocimiento de una verdad no dicha le resultara incómodo. A pesar de todo, sus ojos no pudieron apartarse de la sonrisa de Suzume, una sonrisa que rara vez mostraba, pero que en ese instante se sentía como un cálido bálsamo.

—Yo tenía miedo de entrar—susurró Suzume, sus ojos bajando hacia el suelo por un segundo, como si el simple acto de recordar ese temor la hiciera más vulnerable—. Estaba nerviosa, temía sentir la presencia de los demonios, de ver a un espadachín cazador de demonios. Pero tú, Tanjiro...—alzó la mirada, sus ojos azules fijos en él—. Siempre usas las palabras adecuadas en el momento justo.

Tanjiro la observó fijamente, como si no pudiera entender del todo lo que ella quería decir, pero su rostro se suavizó en una sonrisa que le respondió sin necesidad de palabras.

—Suzume...—la voz de Tanjiro emergió cálida, como un refugio en medio de la tormenta. Fue un susurro suave, sincero, que no necesitaba explicación. Era el momento en el que ambos comprendían sin hablar, el momento en que los corazones se entendían por completo.

A lo lejos, Inosuke, que había estado concentrado en la pelea interna que surgía en su pecho, recordó a la anciana que había conocido hacía tanto. La amable anciana que había ofrecido lavar su ropa sin esperar nada a cambio. Algo en su interior se removió, un malestar extraño se apoderó de su pecho, algo que nunca había experimentado antes. Fue entonces cuando entendió. Por primera vez, había conocido la amabilidad, la genuina bondad de las personas.

La misma amabilidad que Tanjiro le ofrecía, sin reservas.

—Gracias.—pensó, sin pronunciar palabra alguna, pero en su mente resonó como un eco profundo.

Tanjiro se giró hacia sus compañeros.

—¡Inosuke, Suzume!—gritó, señalando a un joven que yacía entre los árboles, su cuerpo tambaleándose como si estuviera luchando por mantenerse en pie.

El muchacho comenzó a correr hacia ellos, su espada en guardia, la tensión evidente en sus movimientos.

—Estoy aquí como refuerzo, Kamado Tanjiro, rango 10—se presentó, sudoroso y cansado, mientras sus ojos revelaban una mezcla de ansiedad y determinación.

—¡¿Diez?!—exclamó el desconocido, incrédulo—. ¡¿Por qué no enviaron a un "Pilar"?!

—¿Pilar?—Suzume frunció el ceño, sorprendida. El nombre resonaba en su memoria, trayendo imágenes de sus padres—. ¡Como mamá y papá! ¿Necesitan a alguien tan poderoso?—pensó, mientras su cuerpo se tensaba, poniéndose en guardia.

—Entonces, no es un demonio cualquiera...—musitó, su intuición comenzando a confirmar sus temores.

El joven los miró con desprecio, como si estuviera completamente harto de la situación.

—¡El resultado será el mismo, no importa cuántos de rango diez vengan, es inútil!—gritó, pero antes de que pudiera terminar su frase, Inosuke avanzó con furia, estampando un puño contra su rostro con la fuerza de una tormenta.

—¡Inosuke!—Tanjiro reaccionó al instante, sosteniendo la pierna de Inosuke para evitar que fuera aún más lejos.

Suzume, aunque dudosa, quiso intervenir, pero un sentimiento extraño la detuvo. La idea de tocarlo sin su permiso la hizo vacilar, su corazón se retorció ante la posible invasión de su espacio personal.

—¡Qué molesto!—gritó Inosuke, enrojeciendo por la rabia. Luego, con un gesto brusco, agarró el cabello del muchacho—. ¡Si sigues insistiendo en que estas cosas son inútiles, entonces tu propia existencia es inútil!—Las palabras salieron de su boca como cuchillos afilados, y Suzume no pudo evitar sorprenderse ante la crudeza de su tono—. ¡Date prisa y explica la situación, maldito cobarde!

El joven, dolorido y atrapado entre las manos de Inosuke, comenzó a hablar con dificultad.

—¡Después de recibir nuestras órdenes del cuervo, diez miembros vinimos aquí!—gaspió, mientras su cuerpo temblaba—. Sin embargo, después de adentrarnos en el bosque, ¡los otros cazadores de demonios comenzaron a matarse entre ellos!

—¿Matarse?—Suzume tapó su boca con una mano, sintiendo una extraña presión en su pecho. Sus pensamientos se nublaron, las preguntas afloraron, pero antes de que pudiera formularlas, un sonido agudo y cortante, como una daga afilada, resonó en sus oídos. Era bajo, casi imperceptible, pero lleno de agonía.

—¿Suzume?—Tanjiro la observó preocupado, aún sosteniendo a Inosuke.

Ella miró a su alrededor, los nervios apoderándose de su cuerpo.

—Es terrible, Tanjiro—murmuró, su voz temblando—. Hay muchos.

—¡¿Y ahora qué, blancucha?!—Inosuke, furioso, se giró hacia ella, impaciente.

—¡¡Están usándolos!!—exclamó Suzume, su voz tensa y llena de una angustia incontrolable. Los tres la miraron, confundidos, pero algo en su expresión les hizo comprender que el peligro que enfrentaban era mucho mayor de lo que imaginaban.







El sonido nervioso de un cuervo resonaba en la quietud de la noche, su canto inquieto flotaba en el aire, como si presintiera lo que estaba por suceder. Sin embargo, un par de manos suaves y decididas alcanzaron las plumas del cuervo, apaciguando su vuelo errático. El ave, que al principio se había sacudido y luchado por escapar de la cercanía de los humanos, comenzó a calmarse al sentir la presencia reconfortante de una figura que no solo controlaba su vuelo, sino también el caos del momento.

—Volaste de regreso tan rápido como pudiste...—la voz que habló era serena, pero su tono contenía un peso insostenible, como si estuviera soportando una carga invisible que amenazaba con aplastarla. —Mis espadachines fueron casi todos eliminados, es posible que haya un miembro de las ''Doce Lunas Demonio'' allí—añadió, con una calma inquietante, como si se tratara de una noticia que ya había anticipado, pero que aun así se le clavaba como una daga en el corazón.

A pesar de la gravedad de sus palabras, su tono era suave, como un arroyo que fluye inalterado a través de las rocas, siempre constante. Pero detrás de su calma había un brillo en sus ojos, uno que reflejaba la comprensión de lo que estaba en juego. La mujer levantó la mirada al cielo estrellado, el viento moviendo su haori, que parecía reflejar la fragilidad de una mariposa. No era solo un símbolo de belleza, sino también de letalidad, pues la tela que cubría su cuerpo estaba teñida del color venenoso de sus ojos, un púrpura que evocaba un peligro mortal, como el aguijón de un insecto venenoso.

—Parece ser que necesitamos enviar "Pilares" al lugar, Giyu, Shinobu—sus palabras fueron un susurro entre las sombras de la noche, pero su tono no dejó espacio para la duda. La situación ya no se podía manejar con los espadachines de menor rango, el peligro que acechaba requería la intervención de los más poderosos.

—Órdenes recibidas—respondieron al unísono, sus voces cortantes, como un golpe de espada sobre la roca. La respuesta fue rápida y precisa, sin titubeos, el deber era claro y ambos sabían lo que estaba en juego.

La mujer, sin embargo, permitió que un suspiro de desilusión se escapara de sus labios, mirando hacia el horizonte donde la oscuridad parecía tragar todo a su paso. El peso de la guerra, la violencia constante, la lucha contra los demonios...todo eso pesaba sobre sus hombros, pero no dejaba que se reflejara completamente en su rostro. En cambio, su voz, suave como el aleteo de una mariposa, se deslizaba en el aire.

—Si todos pudiéramos llevarnos bien juntos, todo sería mejor—la sinceridad de sus palabras se notaba, pero había una tristeza oculta en su tono, como si las cicatrices del pasado aún la atormentaran. Sus ojos vibrantes y llenos de veneno observaban a Giyu, que estaba inmóvil a su lado. —Tomioka-san, ¿no piensas lo mismo?

Giyu la miró fijamente, su rostro impasible, sin dejarse llevar por el tono amable de Shinobu. La suavidad de su voz no le afectaba; él estaba demasiado acostumbrado a la brutalidad de la guerra, al silencio que seguía a la muerte.

—Mientras los demonios sigan comiendo humanos...—dijo, su voz baja, grave, cortante como un filo de espada, como si las palabras mismas estuvieran cargadas de años de sufrimiento y sacrificio. Cada sílaba llevaba consigo la fuerza de su propia tristeza. —Ese tipo de pensamiento se trata solo de una fantasía.

Shinobu, al escuchar la respuesta de Giyu, no dijo nada más. Su mirada se suavizó, pero en su interior, la incertidumbre seguía presente. Sabía que sus ideales chocaban con la realidad, pero eso no la detenía. Algo en su corazón todavía le decía que había algo más que la lucha y la muerte. Pero al ver la expresión de Giyu, comprendió que tal vez esa esperanza era solo una fragilidad que no tenía lugar en el mundo que habitaban.

El viento siguió soplando, trayendo consigo el eco de los gritos lejanos de aquellos que luchaban en las sombras. En la oscuridad, las mariposas danzaban alrededor de Shinobu, pero su aguijón estaba listo, preparado para el veneno que la batalla requeriría. Mientras tanto, Giyu seguía en silencio, su mirada fija en el horizonte, sabiendo que la paz era una ilusión, pero la lucha, la lucha siempre sería real.


¡Reportensen cazadores!

Aquí Kana-sensei con un nuevo capítulo, he estado dando ciertas pinceladas a la narrativa, a los que comenzaron a leer pueden ver que he modificado hoy algunos de los capitulos anteriores, volver a leerlo porque cambié mucho contenido <3

Me gustaría pedirles el favor de compartir este fanfic con personas que les agrade Kimetsu no Yaiba, tener más lectores y comentarios me ayuda a mejorar los intereses y objetivos de la historia.

Sus criticas constructivas siempre son bien recibidas <3


Cuidense :D


Kana-sensei

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