Confesión de un tonto para otro tonto

School AU. 

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Se acercaban las preparaciones para la fiesta de medio otoño y todos los miembros del comité organizador se encontraban increíblemente ocupados; aunque por sobre todo, preocupados. 

Ese año lucía como el más problemático de todos, ¡de hecho! No solo era problemático, era agotador. La mitad de sus tareas habían sido estropeadas por el mal clima y la otra mitad necesitaba de nuevas revisiones. Las manos organizadoras no eran suficientes y los ánimos caían peor que la bolsa de Wall Street en el 29. ¡Un caos! ¡Caos con todas sus letras!

Pero ya saben lo que dicen, la tragedia de unos es fortuna de otros. 

Especialmente para un desesperado Shang Qinghua que trataba de huir de una tormenta de nieve segura a derribarlo. Correr, correr y no ser encontrado. Sí, un pobre bueno-para-nada que por alguna razón llegó a parar dentro del comité organizador, pero que a pesar de las inconveniencias, se encontraba eternamente agradecido por el aumento de trabajo.

En vagos términos, dado que se encontraba entre mandado y mandado, evitaba encontrarse con cierta persona de la que había estado huyendo por una semana entera. ¡Tenía sus razones! Incluso más de las que desearía tener.

Aun así, la buena suerte no persigue a los cobardes por mucho tiempo.

Si lo recordaba bien (y lo hacía), todo sucedió porque había terminado sus quehaceres de la tarde y había decidido bajar a la primera planta por algo de beber. El clima le regalaba un agradable día con suave ventisca y hojas cayendo en danzas impresionantes, de esas que brillan entre naranjas y rojos peligrosos. El otoño había llegado y dado que era un tonto sin arreglo, no pudo evitar quedarse pensando en esa belleza por unos momentos más. Tap tap, alguien se acerca, tap tap, ¿debería ignorarlo? Por supuesto, ¿qué más daba?

Grave error.

Nadie le habría podido advertir que justo en ese momento, peligrosamente cerca, se encontraba la persona a la que quería evitar a toda costa. Su respiración de fuerte semental cruzando su cuerpo entero, cada trozo de su piel siendo erizada hasta el punto que era inhumano. Si daba un paso más, ese hombre de por lo menos dos metros de altura iba a tragárselo ahí mismo. 

Mierda. Realmente, realmente no quería verlo. 

Primero, pensaba, debía arreglar sus propios asuntos antes de hacerlo, primero debía prepararse para lo que estaba a punto de pasar. Si algo se rompía dentro de él por la secuencia y la rápidez en que Mobei-Jun pidiera algo, todo se iría al carajo. 

— Has estado huyendo de mí durante toda esta semana— empezó en seco, resaltando lo obvio como con una intención amarga— ¿Con quién has estado?

Shang Qinghua esperaba un golpe o un reclamo, y en vez de ambos, recibía una inquisición. Claramente tenía el derecho de estar con quién sea, ¿no? Además, también tenía una gran excusa. ¡Sí, hora de librarse de ese grandulón y decir adiós!

— Ah, Mobei, verás, se acercan la fiestas de medio otoño y debo ayudar...—respondió, lentamente apartándose de ese lugar. Como su salida de ahí no iba a ser fácil y era consciente de ello, eventualmente sintió como un fuerte agarre le impedía avanzar más.

Mobei-Jun se encontraba extrañamente serio en ese momento. Por supuesto, Shang Qinghua ya sabía a qué se debía eso y por eso mismo debía huir. ¡Huir, huir a donde nunca lo encuentre! Huir y no explicarle por qué lo hizo, huir y no volverlo a ver hasta que tuviera las agallas.

Pero, ¿por qué hacerlo? Él lo sabía perfectamente, y no era nada simple de explicar.

Alrededor de dos semanas atrás como por un azar maldito, se había visto sumergido en un problema muy grande. ¿Preguntan qué era? Pues, en resumidas cuentas, se encontraba repartiendo deberes con algunos alumnos cuando fue a parar a un aula que él creía vacía. Dentro de ella, dos maleantes (jóvenes un año menor que él) se encontraban discutiendo de asuntos. . . ¿Del corazón? Bien, eso no era lo importante.

Lo importante era que su nombre se había repetido cientos de veces, y de la persona que menos esperaba. ¡Exacto! ¡Adivinaron! ¡No me hagan repetirlo más!

— Bien, pero déjame decirte algo antes— agregó calmado, liberando a Shang Qinghua del forcejeo innecesario para luego llevarlo a un rincón de la escuela. La escena que se pintaba con ellos dos tan cerca era digna de ser fotografiada y publicada en el diario escolar, pero por suerte (¿o no?) nadie pasaba por ahí.

No se encontraba listo, definitivamente no, ¡todavía no! Una semana más y podremos averiguarlo, ¡por favor no lo digas!

— Me gustas, sal conmigo— Y de pronto Shang Qinghua sintió como su alma abandonaba su cuerpo. Mierda, mierda, mierda.

Tal manera de decirlo era escalofriante. Un "me gustas" directo, típico de esa personalidad suya que tanto le causaba conflicto. ¡Y para empeorarlo, venía acompañado de una orden! Aun si se había preparado para algo así (mentira), jamás esperó que esas dos palabras pudieran volverlo un desastre.

Por supuesto, Mobei-Jun sabía lo que hacía. Así que, bien, debía calmarse, después de todo, ¿no era acaso él su mayor? ¿Cuándo has visto a un senior mostrar tanto nerviosismo por un junior? ¿No debía ser él quien se confesara? Ah, qué dilema...

Quizás podía dar vuelta a esa situación.

— Sabes, mm, ¿por qué debería aceptar esto?— preguntó mientras frotaba su barbilla, ansioso como nunca, avergonzado hasta la punta de sus cabellos. No iba a dar un sí a esa propuesta con tanta facilidad, es decir, ¡todavía tenía algo de dignidad y amor propio! Aunque era de por sí solo un orgullo disfrazado.

Además, Mobei-Jun era todo un personaje. Desde el momento que se conocieron, ¿cuántas veces había sido golpeado hasta el cansancio? No era como si realmente doliera ser abusado así, pero... ¿No merecía más respeto por ser el mayor? De hecho, esta era una gran oportunidad para tener una venganza. Años de soportar a ese mocoso verían su final de una vez por todas. ¡Que te cojan, Mobei-Jun! ...Bueno quizás eso no, definitivamente eso no, ¿quién se atrevería?

Shang Qinghua, ¡estás divagando demasiado!

— Yo...— susurró, rompiendo el silencio, pero no pudo enlazar las palabras con seguridad. Su rostro, que siempre parecía escultura bellamente moldeada, ahora no enfocaba por ningún lado. Un tono ligero de rosas en pleno florecimiento se apoderó de las mejillas contrarias, volviendo ese hermoso rostro un desastre digno de ver.

Teniendo tal aspecto, ¿cómo iba a destruir sus esperanzas? Tampoco era un descorazonado que disfrutaba del dolor ajeno y, en realidad, no era como si él no quisiera aceptar. Simplemente tenía un problema en conectar la realidad de sus sensaciones y su razón. Ambas le impedían dar el siguiente paso.

— Yo... sé que he sido muy molesto durante estos años, pero yo realmente...— continuó, recortando sus oraciones como si no pudiera hablar con normalidad. Por supuesto que no podía, era una confesión de amor, ¡una confesión de parte del hombre más frío del mundo! — Creo que eres genial...

Mobei-Jun, si esto fuera una novela lo que acabas de decir sería muy OOC de tu parte. ¿Quién te ha enseñado a hablar así?

Además, claro que era genial, ¿quién más podría encargarse de respaldar todos los caprichos del comité escolar sin quejarse? Si quería encontrar un adjetivo que lo sorprendiera, "genial" no era el indicado. Algo más como hermoso, apuesto, talentoso, ¿fuerte y honroso? Sí, eso sonaba mejor para una confesión.

— No entiendo lo que dices, sería mejor si me voy, ¡me están esperando! — trató de emplear como escape, pero no funcionó. Ahora el rostro de ese junior suyo se veía más frustrado que de costumbre. Ya estaba volviendo a sus raíces, al buen y cotidiano Mobei-Jun, ¿no? ¿NO? 

Pero no era nada por el estilo.

— Me gustas, sal conmigo— soltó otra vez, alternando voces de angustia que jamás había sentido en esa persona. Ya ni siquiera estaba seguro de que se tratara del mismo junior que conocía.

— Haz repetido lo mismo de antes...— ¿Qué hacer? Era difícil mirar hacia otro lado y pretender que no escuchaba.

— Shang Qinghua, me gustas, te quiero— decía sin control, sujetando los brazos de su mayor para retenerlo. Si retenerlo no bastaba, se lo pediría otra vez, mil veces. Esa clase de disposición que tenía, que se sentía como una brisa de seguridad, estaba segura de seguir intentándolo. 

— ¿Eres consciente de lo que dices? Ambos somos hombres...— cuestionó algo perdido en lo qué realmente quería reclamar. Sus manos se buscaban en temblores de oscuro miedo, juntándose tanto que se comprometían en una sola. El agarre no dolía, pero de algún modo, algo dentro era molesto.

Mobei-Jun conocía ese lado de la persona que le gustaba. 

— No me importa— Si te retraes y miras a un lado, sé que huyes de lo que realmente quieres. Solo necesitas sentirte confiado, solo necesitas que te dé una razón y voltearás a verme. Deja de jugar con tus manos y mírame.

— ¿Estás seguro?

— Sí— Y de pronto se acerca más, tanto que ya no pueden diferenciar el ritmo de los corazones. Uno no sabe qué decir, otro ya lo ha dicho todo— Shang Qinghua, en serio me gustas

— Pero...

— Sal conmigo— Más que una orden, cargaba con una sútil forma de expresar lo mucho que lo deseaba. Shang Qinghua lo podía sentir muy dentro, tan dentro que quemaba. Lentamente, un cosquilleo, una primera vez, unos ojos que lo consumían completo y una petición que responder.

— Yo... Yo...— Si conectas los vocablos, tienes resuelto el misterio. Son simples pero a la vez tan complicados, ya ni siquiera te conoces.

Aquella persona que te ruega se da cuenta, sonríe y te acaricia. ¿Cuántas veces lo has visto sonreír de esa manera? Ni siquiera tú sabes, pero te unes a esa sonrisa y la atrapas. De alguna manera, el ambientes es menos denso y te calma.

Luego, llega la ruptura de este hilo conector tan lleno de metáforas románticas. Al carajo, no tengo más ideas para escribir.

— Te compraré el ramen que quieras— dice el tonto 1.

El tonto 2 no lo piensa demasiado. 

— ¡Acepto! Digo, ¡¿no?! — La confesión del tonto 1 ha dañado el sistema del tonto 2. Reparaciones, emergencia en la sala AV05. Si dices algo más, lastimarás a quien menos quieres. Escoge la alternativa correcta, esto no es un Otome, ¿pero casi?

— ¿Soy tan terrible?— recarga, colocando esa mirada de decepción sobre sus elegantes orbes, casi a punto de caer. Todo es una treta, alguien le ha enseñado a actuar miserable— ¿Por eso no te gusto?

Mobei-Jun rogándole era toda una escena, ¿no?

— Bueno, quién sabe, nunca dije que no lo hiciera, ¡pero no me malentiendas! — Sus mismas palabras se cruzaban unas con otras. Shang Qinghua quería ser honesto consigo mismo, pero una clase de orgullo sin fundamento se aferraba a él sin darle oportunidad a soltarse. Solo bastaba de unas palabras más, un incentivo que le diera la confianza para decir algo, una señal, ¡cualquier cosa!

Mobei-Jun supo entender y de pronto, un beso, un beso como ninguno, suave, ¿extraño? Tan tierno e inexplicable, como besar un trozo de cielo y sentir que te elevas tanto que nada es real. Un beso, ¡su primer beso en manos de Mobei-Jun!

— ¡O-oye!

— Di que te gusto— soltó sin mayor descaro, todavía tan cerca que era vergonzoso, tan cerca que se sentía mareado. Si le obligaran a decir tales palabras sin un previo ensayo, seguramente no podría soportarlo más.

Pero quería ser sincero por una vez, quería hacerle saber que sus sentimientos habían tomado el mismo camino que él y aceptaba, aceptaba bajo cualquier condición.

— Me gu-gustas...— Y se sentía feliz, ¿feliz? Tan feliz que podría estallar. 

¿Cómo había iniciado todo eso? Un intercambio de palabras, unos golpes y unos insultos; agresiones sin falta que no sabían que desde el momento en que se vieron, ya habían caído el uno por el otro. Qué cliché, qué cliché, ¡es muy cliché! Incluso lo que se supone que deben sentir es cliché, ¿no hay algo más que ofrecer? El amor no necesita de discursos complicados o enramados de promesas que confesan cariño. La simplicidad de las historias reina sobre las palabras.

— Me gustas, Mobei-Jun— Cuando la respuesta salió de sus labios, un intenso abrazo lo inundó entero. Ambos, estrechándose con ternura sabor a miel, no se soltaron hasta muchos segundos después. 

La confesión de un tonto para otro tonto está cargada de inconsistencias literarias y frescas bromas sin sentido. ¿Lograrán ser felices por siempre? Esto no es un Otome, dejen de procrastinar y fuercen a la autora a narrar más sobre estos dos.

¡Adiós!

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Arte: neesawahh. 

Don't do drugs, kids.



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