I

"Entiendo, entiendo", Gojo se rascó el interior de la oreja con el meñique, no poniendo un interés real en la explicación de Suguru, a pesar no tener ni idea del contenido de la misión porque se había olvidado de revisar el informe que Yaga había puesto en sus manos con un movimiento brusco, pues el mocoso nuevamente estaba poniéndole los pelos de punta.

La educada sonrisa de Suguru se crispó, reteniendo el impulso de azotar el informe en la cabeza pálida de su amigo para que la información le llegara a golpes, él no era su jodido vocero y no tenía la obligación de informarle nada. No era un niño, podía tomar sus propias cosas y hacer algo, pero no, el descaro de Gojo Satoru era ilimitado. Shoko pasó una mano por la espalda de su compañero, suavizando los bordes erizados de Suguru, haciendo que permaneciera sentado mientras le lanzaba una mirada fulminante al otro hechicero.

"Lo que no entiendo", prosiguió Gojo como si no pudiera sentir las dagas de Getou taladrando su duro cráneo, inclinó su cabeza hacia la derecha, señalando a la otra hechicera, "es porque la señorita ratonera de biblioteca viene con nosotros".

Utahime emitió un siseó, no pudiendo controlar su molestia, empujando a Gojo lejos de su área personal y cruzándose de brazos de forma obstinada. "Créeme, tampoco es genial para mí. Lo menos que quería hoy era pasar el resto del día soportando tus payasadas".

"Vamos, senpai", todavía suavizando a Getou, Shoko le dio una desinteresada sonrisa a Utahime. "Pasaremos la noche en el onsen Ryokan, la pasaremos bien, de verdad. Este exorcismo seguro no nos llevara mucho tiempo".

"La cuenta corre por Satoru", gruñó Getou, un poco más tranquilo, pero aún con los hombros encorvados por la tensión de no usar la violencia contra su amigo. "Si te molesta demasiado, puedes hacer estallar su cuenta de heredero de clan".

Utahime se lo pensó, había tenido un par de meses bastante pesados y cuando finalmente tenía unos días libres, había sido arrastrada a esta misión con un viaje de casi 4 horas con su kohai menos favorito, titilando a su alrededor con una caída de emociones tan cambiante que estaba jugando con el hilo delgado de su tolerancia, que, cuando se trataba de Gojo Satoru, siempre era algo bastante fino y nervioso; la idea de sumergirse en cálidas aguas termales, ponerse al día con Shoko y dormir en una cómoda habitación de hotel con aire acondicionado sonaba como una generosa y atractiva recompensa.

Sintió el tirón en una de sus coletas, Gojo empujando su cabello hacia él para llamar su atención de regreso a él, quejándose de ella de nuevo, como si apropiarse del asiento vacío destinado a su amiga no hubiera sido suficiente, o tener que aguantar su presencia por el largo viaje y el resto del día y-

Agua cálidas. El rostro brillante. Hombros relajados. Cama suave. Aire acondicionado llenando sus pulmones. Tiempo de calidad con Shoko. Piensa en el futuro. Solo en el futuro-

Harta, dejo caer su mano con una palmada en la muñeca de Gojo, liberando su convicta coleta. Gojo bufó sobándose la mano, haciendo un puchero, pero todavía tenía esa sonrisa cargada de diversión que crispara los nervios de Utahime. "No me estoy quejando, puedes explotarme, Utahime. Soy un activo codicioso y generoso. Seguro que puedo complacer cualquier anhelo descarado que tengas".

"Ya veremos, mocoso", susurró apretando los dientes, por la forma en que Gojo se carcajeó, tomando cautiva de nuevo su coleta, estaba segura que él le escuchó.

"Pero en serio, ¿Por qué te hicieron venir?", giró la cabeza hacia Shoko, quien estaba acomodándose en el hombro de Getou para dormir un poco ahora que ya no se necesitaba de su intervención mediadora. "¿Y a ti también? Si es un exorcismo masivo, lo más seguro sería tenerlas muy lejos de ahí".

"Gracias, Gojo", bufó Shoko, sin calor real, pero poniendo los ojos en blanco. "Siempre quiero escuchar lo inútil que soy en combate, aunque está bien, prefiero verlos cazando como locos que estar en medio de fuego cruzado".

"¿Realmente no escuchaste nada de lo que te dije?", más cansado que molesto, tal vez un poco adormecido por la presencia de Shoko, Suguru le lanzó el informe a Gojo. "No es solo un exorcismo masivo. El equipo de gerentes que estaban transportando un objeto maldito importante se perdió, y el hechicero a cargo esta fuera de servicio hasta nuevo aviso".

Gojo atrapó el papeleo en el aire, se inclinó hacia Utahime, pasando la coleta cautiva detrás de su hombro. "¿Fuera de servicio? ¿Se encontró con las maldiciones? ¿Qué tan mal es su estado?", ojeó el informe con una vista panorámica.

"Muy mal. Parecía que lo habían escupido después de masticarlo. Estaba agonizando al pie las montañas de Sugisawa. Su mente también estaba hecha un caos, como si hubiera recibido una tortura de choque".

"Repugnante", musitó Shoko, moviendo las manos en forma nerviosa, apretándolas entre sí.

"Sugisawa antes fue un pueblo importante de Aomori", empezó Utahime, señalando una fotografía a escala de grises oscurecida con tonos sepia donde podía apreciarse el destartalado torii del santuario de Sugisawa. "Tras un bombardeo de la Segunda Guerra Mundial y la tragedia de Sugisawa, está zona fue declarada totalmente inhabitable y se hizo lo posible por romper todo tipo de comunicación y medio de transporte que podrían dar fuerza a su existencia. Ahora es como una leyenda, pero claramente todavía hay un camino para llegar, y puede que se haya vuelto un nido de maldiciones que no dudaron en arremeter a la cacería de un objeto maldito. Debe ser como un coliseo ahí adentro, maldiciones más fuertes tratando de obtener el control total mientras que la gente todavía lo busca como si fuera un sitio turístico para tomarse fotografías y probar su valor, o hacerse famoso probando su existencia".

La tragedia de Sugisawa. Una forma bastante mediocre de nombrar a una masacre total como la que se había llevado en aquel lúgubre lugar, tan espantosa que la escuela de hechicería y los viejos estirados se habían movilizado rápidamente para suprimir los rumores y la energía negativa de las personas que imponían a la zona, desviando la atención y el camino. El sitio en sí ahora era como un manantial de maldiciones. El monje del santuario había perdido el juicio y había empezado una carnicería que embulló a la villa en la desolación total. Las especulaciones decían que el monje había tenido cierto índice de energía maldita y había empezado a ver cosas que lentamente lo habían consumido hasta el punto en que escuchó susurros que lo impulsaban a destruir a cada ser humano del pueblo de Sugisawa y luego se suicidio. Habían mandado hechiceros de alto calibre, sacerdotes y sacerdotisas para tratar de purificar el pueblo para evitar que se volviera una madriguera de maldiciones, pero la presencia había resultado tan pesada y desagradable que no podían ni llegar al sandö sin vomitar, caer inconscientes o ver alucinaciones que los perseguían incluso al volver a casa.

Habían declarado el lugar como estrictamente restringido y se habían tomado medidas para mantener alejadas a las personas, unos cuantos sellos y amuletos por las zonas aledañas, y las más cercanas hasta donde se pudo llegar al pueblo sin empezar a convulsionar o ser descuartizado por una maldición. El asunto se había olvidado entre los papeles de los altos mandos de Jujutsu hasta que una brigada entera de gerentes y dos hechiceros de semi-grado 2 se habían visto involucrados: 5 desaparecidos, uno al borde de la muerte, uno muerto y un objeto maldito de grado uno extraviado. La energía de maldición de lugar se había extendido y había absorbido zonas que no pertenecían a las zonas aledañas de Sugisawa, si continuaba cerniéndose de esa manera y una maldición conseguía asimilar el objeto maldito, todos los pueblos abajo corrían peligro de ser consumidos.

A pesar de la amenaza inminente, probablemente los ancianos habrían buscando una manera silenciar los rumores y las historias hasta encontrar otra manera de purificarlo. Ahora ya no tenían razones para posponerlo con Gojo y Getou en la escuela. Gojo no tenía problemas en llegar ahí y hacer un juego con Suguru sobre quien podría matar más maldiciones, hablar sobre como el perdedor tendría que lavar la ropa del ganador por una semana, incluyendo la salpicada con repugnante sangre de maldición. Sonaba como una fiesta de niños, habrían muchas fotografías vergonzosas y persecuciones emocionantes, los chillidos de las maldiciones uniéndose a la fotografía mental del cielo rosa escondiéndose detrás de las místicas montañas de Sugisawa, la paz finalmente volviendo a ese asqueroso rincón olvidado por todos sus kamis.

Pero no le gustaba la presencia de Shoko y Utahime. Nada tenía que ver con su senpai gruñona y remilgada que siempre estaba gritándole compostura, en realidad, Gojo estaba bastante complacido de poder arrastrar a Utahime con él y tal vez, poder hacer que ella se relaje un poco, no puede creer que una persona este tan cómoda si está gritando en cada oportunidad que tiene sin apreciar su exquisito sentido del humor, algún día él tiene que poder sacarle una sonrisa. Y Shoko siempre era bienvenida, mediante Gojo y Getou se fortalecían, necesitaban mantener a Shoko más cerca de la escuela, como un seguro de que ellos volvieran y se controlaban, o su amiga sufriría las consecuencias. No era como si realmente ellos quisieran también permitir la muerte de Ieiri Shoko, con su técnica inversa capaz de curarse a sí misma y a los demás, un activo demasiado valioso para dejarlo estropeado en medio de un combate de demostración de poder entre sus compañeros de primero. Un caso era similar con Utahime, aunque con la ausencia de hechiceros capacitados, ella eventualmente tenía que salir a luchar, su técnica no era de combate y solía estar en desventaja en enfrentamientos en solitario, pero se había desangrado las manos y los pies para encontrar vías en las que podía cumplir misiones, defenderse y hacer un uso inteligente de su técnica maldita manteniéndose a salvo.

Pero ellas no pintaban en un exorcismo masivo y mucho menos uno que requiera de ambos hechiceros juveniles de grado especial. Era potencialmente riesgoso para el éxito de la misión, arriesgado para la integridad de ambos hechiceros que tendrían que mantener un ojo en ellas y prácticamente suicida si por algún mal cálculo, alguna terminaba sola. Gojo levantó la mirada de los papeles, su ceño fruncido cuando miro el perfil de Suguru, quien tenía los dientes apretados mirando el panorama cambiar detrás de las ventanas del tren, con una mano protectora alrededor de la forma somnolienta de Shoko. Sintiendo la mirada de su amigo, Getou parpadeó en su dirección por un momento antes de volver a su antigua posición, de alguna manera, el agarre en Shoko presionándose un poco más.

Parpadeó hacia Utahime, que seguía explicando las desapariciones previas que se habían dado a lo largo de los años, estudiantes locales que se habían enterado de la tragedia de Sugisawa y querían comprobar su existencia, viajeros que se habían extraviado del camino, curiosos e incrédulos, y muchos sacerdotes atraídos por la convicción de purificar la mala vibra de la zona. Todos habían sumado casi 30 personas que la sociedad Jujutsu había tomado como un daño colateral durante tanto tiempo mientras que Sugisawa siguiera siendo restringido y pensaran en mejor plan que el aislamiento y el silencio. Habló algo sobre los sellos y los amuletos necesarios para asegurar una purificación a largo plazo, y también de la recuperación del objeto maldito de grado uno. Por supuesto, la técnica de Utahime no era útil para la misión, pero ella era diestra en el conocimiento de amuletos, restricciones y talismanes, se necesitaba encapsular el objeto maldito con prontitud para evitar que sea asimilado por una maldición, y por otro lado, se necesitaban de una variedad de talismanes en la entrada del pueblo para evitar que se convirtiera en un nido nuevamente tras el exorcismo.

La mayoría de hechiceros no se versaba en el arte de los talismanes a pesar de ser una presencia constante en la vida de un hechicero, solo aquellos que venían de santuarios o de templos con un largo linaje de sacerdotes estaban en sintonía con su utilidad y uso, y eran todavía menos aquellos que se dedicaban a su comprensión y estudio suficiente para ponerlos en práctica. Utahime ciertamente era una sacerdotisa diligente y devota, que estaba al tanto del valor de su conocimiento. En cualquier otra situación, habría sido la elección más inteligente y él habría seguido molestándola durante la purificación, pero los hechos estaban disparando a una situación bastante molesta.

Cuando él no la interrumpió, Utahime guardo silencio, se cruzo de brazos y le dio una mirada de reojo con los parpados entrecerrados, como esperando encontrarlo dormido o con la mirada aburrida, pegó un pequeño respingo cuando lo encontró mirándola. "¿Qué?", espetó.

"Nada", empujó la sensación incómoda, él era Gojo Satoru, la preocupación del éxito de la misión y la integridad de sus compañeras era una nimiedad, él podía protegerlas y destripar maldiciones al mismo tiempo, además Suguru iba con ellos, juntos iban a despedazar el lugar hasta los cimientos y dejarlo más limpio que la calva de algún alto mando de Jujutsu. Todo iba a ir de viento en pompa y luego iban a pasarla genial en un onsen, comiendo hasta quedarse dormidos, "¿Es nuevo listón? Se ven bien".

Utahime apretó los labios cuando Gojo tomo presa su coleta de nuevo, en parte molesta por su descaro y en parte curiosa porque él tenía razón, estaba usando nuevos listones. Tras recién entrar en rango semi grado dos, pensó que los listones rosa pastel no eran adecuados para la imagen de madurez y antigüedad que quería transmitir, su abuelo siempre había dicho que tenía cara de bebé mientras le jalaba la mejilla con cariño, su pequeña y rabiosa niña. Pero el mundo Jujutsu era cruel con la inocencia e ingenuidad, incluso si ella lucía como una niña, ella finalmente era una adulta recién ascendida, y tenía que dar una imagen diferente. Aunque el cambio entre rosa y rojo no se sentía como algo extraordinario, el contraste daba imagen suficiente de solemnidad junto a su vestimenta de sacerdotisa.

"¿Supongo?", se mordió la lengua cuando su voz salió en un hilo de voz y quiso apretar los ojos hasta ver solo oscuridad cuando Gojo volvió su atención a ella, sus ojos cerúleos asomándose debajo de los lentes. "Quiero dormir un poco, se útil y dame espacio", ella lo espantó agitando las manos "Chu, chu, vete lejos".

"Siempre soy útil", frunció el ceño ofendido. Tomó sus manos entre las suyas y las presionó. "Y también soy bastante cálido y suave, ¡Me ofrezco como tu almohada personal, Uta! ¡Es una ganga total! Tiempo limitado para reclamarlo".

"Me rehusó", intento jalar sus manos de regreso a su regazo, pero Gojo la apretó un poco evitando su huida. "Gojo", susurró con advertencia.

"Espera, el tiempo limitado se extendió. Ahora es ilimitado, ¡así que no seas tímida!".

"No me interesa", cuando no pudo recuperar sus manos, ella le lanzó una mirada poco impresionada. "¿En serio?".

"También quiero descansar", él lanzó una mirada brillante, ni una pizca de real cansancio en su rostro. "Hueles bien, puedes ayudarme a dormir".

"No soy tu estúpida almohada", ella empujó de nuevo y Gojo finalmente liberó sus manos, y Utahime se tambaleó hacia atrás, recuperándose en el último segundo antes que Gojo tomara su mano de nuevo y la enderezara. "Eres un niño grande, duerme por tu cuenta".

Él hizo un puchero y se encogió de hombros, ella tomo distancia, apoyándose en la pared del tren, las personas habían empezado a desalojar vagón, así que tenía más opciones que al inicio. Por un momento pensó en apoyarse en Shoko, pero ella estaba toda torcida poniendo todo su peso en la figura inclinada Getou apoyado en la pared, aunque se veían como si un dolor de nuca iba a amordazarlos al despertar, había un aire de tranquilidad y paz que no quería interrumpir. Se dio cuenta que los nervios de la misión la habían dejado cansada y que su cuerpo lloraba por un pequeño descanso.

Se acomodó en el otro extremo, se paralizo por un momento pensando en lo expuesta que estaría si se quedaba dormida apartada de su grupo de kohais, tanto ella como ellos necesitaban de mantenerse juntos y que aunque le molestara apoyarse en Gojo, tal vez solo debía mantenerse cerca de él, permaneciendo cerca ante cualquier percance, y era su orgullo quien estaba jugando en su contra. Echó un vistazo a la figura de Gojo, él seguía en la misma posición despatarrada, rascándose la nuca, sin preocupación alguna.

Como si sintiera su mirada, la miró, extendiendo los labios en una sonrisa colmilluda. Ella bufó y le dio la espalda, sentándose mirando la pared, escuchó un par de pasos y luego como algo se sentaba a unos pocos asientos de donde ella estaba. Le frunció el ceño a la pared y respiró profundo, secretamente enojada consigo misma al sentirse más tranquila con él mas cerca.

Presionó los ojos, forzándose a dormir y olvidar que Gojo estaba a unos asientos de distancia de ella, de alguna manera, asegurando su seguridad y un sueño a salvo de cualquier interrupción externa, como una pequeña promesa de paz.


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