Capítulo 20

Narra ________.

—¿Por qué no? —me preguntó mirándome con esos enormes ojos azules.

—Porque es mentira. ¡Una persona no puede hacerte sentir mejor con la presencia! Menos yo. No digas eso, es estúpido.

—¿Cómo que no te puede hacer sentir mejor? Conmigo funciona. Y no es solo la presencia. Es todo de ti. Tu forma de ser, tu sonrisa. —sonrió —Tu risa. —rió de una forma floja. —la forma en la que cuando lees juegas ansiosamente con la página siguiente del libro, deseosa de saber que sigue. Lo feliz que te pones al tomar café. Las veces que preparaste un desayuno para mí. Todo. —gritó un poco esa última parte. —y sí, por si las dudas, te espiaba. —dijo eso último entre enojo y humor.

—No digas eso... —susurré.

—¿Por qué? —me preguntó algo frustrado pero sin dejar de sonreír.

—Porque si dices eso me das a entender como si estuvieras enamorado de mí, y no quiero hacerme falsas ilusiones.

—¿Y no lo estoy acaso? Dime, que tan explícito debo ser para que te des cuenta que estoy enamorado de mí. Dios, ¡ESTOY LOCO POR TI!

—No seas estúpido, estás confundido. —dije ya al borde de las lágrimas y con la voz más rota de lo que nunca la tuve.

—¿Por qué lo estaría?

—Porque no puedes sentir cosas por mí. No por mí. Una simple chica huérfana a la que conociste al borde del suicidio en un cementerio. No es posible. Mierda ¡Estás confundido! No puedes sentir amor por mí. No confundas las cosas. Solo te doy lástima, una lástima tierna que crees confundir con amor, pero en realidad no lo es.

—Te amo.

—Cállate. —tenía ya toda la cara empapada en lágrimas para ese momento.

—Te amo. —repitió.

—¡CÁLLATE, ANDREW!

—¿No lo escuchas? —soltó una risa forzada. —Estoy confesándote todos mis malditos sentimientos y me dices que me calle. ¿Por qué no quieres escucharlo? No lo entiendo, ¿es que después de tanto tiempo no quieres volver a sentirte amada? ¿Qué es lo que te da miedo?

—Me da miedo intentar algo contigo, sobretodo porque te acaban de decir que estás muriendo lentamente.

Andy me dio una mirada indescifrable, como si acabara de decirle algo que le dio justo en el corazón.

—Esa es toda la verdad.

-¿Y eso es todo? ¿te rendirás con lo nuestro?

—No me estoy rindiendo, pero no hay nada que salvar, Andy. Nada.

—Cobarde.

—Estúpido moribundo con cáncer.

—¿En serio? ¿Es lo mejor que tienes?

—¿Qué esperas de mí? Si me quedo contigo, ¿Qué se supone que haga después de tu muerte? He perdido a todos los que quiero, ¿Quieres que me quede mirando como también te pierdo a ti?

—¿Por qué solo debes suponer que voy a morir? —lo miré unos segundos. Él de verdad no temía morir, ni siquiera debe pensar que podría llegar a morir, se veía tan seguro de que no moriría así.

—Porque la vida no es de color rosa, porque la gente muere, todo el tiempo. Y porque a la gente al rededor de mí le suceden cosas malas. No sé porqué Andrew, pero es así. Quizás mi futuro es morir sin nadie al rededor, es una señal quizás.

—Ay, sí, que linda. Una señal divina. Porquerías, ¿desde cuando crees en eso? No te mientas a ti misma. Eres una cobarde, después de perder a todo el mundo, te da miedo acercarte a alguien más porque temes que se vaya. Bien, pues te tengo una noticia, no me iré de tu lado. Y no voy a morir. Y si así fuera, créeme que ni la muerte te libraría de mí. Si no quieres estar conmigo porque moriré, espero no se te olvide que yo te conocí y te salvé mientras estabas muriendo, mientras estabas destrozada, y lo acepté, y me enamoré de cada una de tus partes rotas.

—Es solo que no te imaginas realmente cuanto te quiero... —quizás no era una cobarde, pero sí débil. Lloré y me atraganté con mis propias palabras mientras hablaba. —no quiero perderte.

—Ven aquí. —me señaló un espacio junto a él en su cama. —no me perderás. No lo harás.

Le di una mirada directamente a los ojos, y sentí un montón de paz. Toda la rabia que tenía al principio se transformó en paz. Genial, la bipolaridad de Andy era contagiosa.

Nos mirábamos en silencio durante ratos. Era un silencio muy cómodo.

—No, no puedo más. —dije levantándome rápidamente. La mirada de Andy reflejaba terror.

—Perdón Andy, pero estas camas son muy incómodas, no puedo seguir ahí, perdón.

—Me asustaste... —dijo cerrando los ojos y recobrando el aliento.

—Perdón.

—Ve a casa a descansar, invita a uno de los chicos, o a todos, no quiero que estés sola en casa. Descansa y nos vemos mañana.

Lo miré agradeciéndole y me despedí de manera rápida.

Le pedí a los chicos que me acompañaran y no se negaron. Estaban muy callados, ellos seguían mal, no tanto como cuando no teníamos noticias, pero estaban afectados.

Al llegar a casa, le ofrecí a los chicos de comer, pedimos una pizza, comimos, en silencio, mucho silencio. Y no fue incómodo ya que cada uno lidiaba en su mente con sus propios pensamientos. Y una vez que terminamos, no sé donde se fueron a dormir los chicos, pero yo fui directo a la cama de Andy.

Me saqué algo de ropa, y me acosté debajo de las sábanas, me gustaría decir que la almohada olía a Andy, pero en realidad olía a lavanda, todas las camas olían a lavanda. Odio la lavanda. Pero era reconfortante sentirla y recordarlo a él.

Pensé en todas las posibilidades de que las cosas no resultaran. Muchas. Pero intenté concentrarme en las posibilidades de que sí.

Lo intentaríamos, intentaríamos lo nuestro, él lucharía contra el cáncer, seguiría con la banda. Todo funcionaría.

Y si moría, bueno, ese no era el plan.

Resultaría.

Cáncer.

Andy.

Cáncer

Puto Andy con cáncer.

Funcionaría. Lo sé.

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