PROLOGUE: ❝a wide universe❞

LOST GIRL
𝐏𝐑𝐎𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄
❪ a wide universe ❫

GRACE STANLEY  nació siendo una niña perdida. Perdida en sus recuerdos, en el tiempo y el universo.

     A los quince años, perdió a su padre.

     Y se quedó completamente sola.

     Cada cierto tiempo, su cuerpo comenzaba a desvanecerse. Sus partículas se dividían y se volvían a juntar. Y, al rato, aparecía en otro universo. Como si no perteneciera a ningún sitio y a la vez fuera parte de todos.

     En cuanto llegaba a un universo distinto, buscaba un piso a un precio asequible. Después, investigaba si su yo de ese universo estaba viva. Y, de ser así, pasaba a vivir prácticamente entre las sombras. Para bien o para mal, en la mayoría de los universos estaba muerta. Entonces, al menos, podía salir a la calle con tranquilidad.

     Si hacía eso, podría estar un par de meses más en ese universo. Un par de meses más para continuar su investigación, para dejar de huir. Dos meses, para ella, significaban un mundo.

     Sin embargo, por primera vez, sus estimaciones parecieron equivocarse. La pulsera metalizada que llevaba en la muñeca estaba parpadeando desde hace una hora, cada vez más rápido, cada vez apretándose más.

     —Mierda —maldijo en voz alta cuando se le cayeron unos papeles al suelo.

     Los metió en una carpeta, sin importarle arrugarlos.

     La investigación de toda su vida. Genial.

     Metió las carpetas, documentos, papeles y todo lo que que había sobre el escritorio en una mochila. Sus nervios estaban a flor de piel, pero tenía que centrarse.

     —¡Bigotes!

     La sensación de náuseas comenzó a hacerse presente en su estómago, como una alarma en números rojos que le advertía de que se le acababa el tiempo.

      —¡Bigotes! —volvió a llamar.

     Un sonido de algo cayéndose. Después un maullido. E, inmediatamente, tenía al lado a un gato negro ronroneando.

     Sacó de una patada una maleta que tenía preparada con ropa para las emergencias, abrió el armario de golpe y sacó dos de sus vestidos favoritos junto con una mochila para gatos. Agarró sus auriculares, cargador, certera y móvil, hizo una bola con los dos vestidos y los metió dentro de la mochila para gatos.

     Aplastó todo para que quedara espacio y miró a Bigotes.

     —Tú también vas ahí.

     Dando una zancada, agarró con rapidez al gato, antes de que le diera tiempo a irse, y lo metió también dentro de la mochila. Ignorando el bufido, se calzó con las primeras botas que pilló, se puso la mochila en la que estaba Bigotes, agarró la maleta y se echó al hombro la que contenía los papeles de su investigación.

     Se mordió el labio con fuerza, conteniendo una arcada.

     Tanteó los dijes de su pulsera y, cuando encontró el que tenía forma de estrella, lo presionó. Un holograma apareció frente a ella y, con rapidez, pulsó la opción de desactivar.

     No tuvo ni un segundo para despedirse de su antiguo hogar.

Tuvo que apoyarse en la maleta para que las piernas no se le contrajeran, evitando así caerse al suelo.

     Se apretó las sienes con las dos manos, intentando mitigar el dolor, y parpadeó lentamente para volver a situarse. Observar, analizar y sobrevivir.

     —¡Joder, acaba de aparecer de la nada!

     Abrió los ojos de golpe, alarmada, y miró de inmediato el lugar de donde venía la voz. Era un chico, con el pelo moreno y cara de estupefacción, que la miraba como si se tratara de un extraterrestre.

     Observó con atención a su alrededor. Se encontraba en una especie de sótano con aspecto... ¿sombrío? La amplitud del lugar, que estuviera construido en gran medida de piezas únicas hechas de piedra... Maravilloso, había aparecido en una casa de ricos. Miró hacia abajo, observando que llevaba una sudadera, mallas y unos botines marrones con algo de tacón. Hizo una mueca de disgusto.

     —Oye, sé que con estas pintas no te he dado la mejor impresión, pero te prometo que no soy una ocupa —dijo del tirón, acercándose un paso hacia él. El chico retrocedió—. ¿Qué te parece si nos olvidamos de esto? Yo me voy ya, tú no me denuncias y...

     El chico desvió su mirada detrás de ella.

     —¿En serio? No tengo tiempo para esto —dijo una voz distinta.

     Antes de que le diera tiempo a girarse, su cabeza volvió a dar vueltas. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que estaba observando el sótano desde un ángulo muy distinto. Dio unos pasos hacia atrás, aturdida, tropezando consigo misma hasta caer de culo al suelo. Bigotes soltó un maullido.

     Su corazón comenzó a latir con fuerza. Sabía que estaba en problemas. Al lado del chico de antes, se encontraba un hombre con una capa roja, mirándola con exasperación.

     —¿Eres un mago?

     —Hechicero sagrado.

     —Sí, lo que sea. —Se puso de pie, volviendo a agarrar su maleta—. Oye, mirad, sé que he aparecido en vuestra casa de la nada, pero no os he robado. Enserio. Esto es un malentendido, estoy segura de que podemos llegar a un acuerd...

     Al adelantarse hacia ellos, se dio un golpe muy fuerte en la nariz.

     —Jesús.

     Agarrándose la nariz con una mano, miró al vacío que les separaba. Era imposible. Se tenía que haber dado con algo físico.

     —¿Nadie te ha dicho que hablas demasiado? —le dijo el hechicero—. Encuentra al resto —dijo, mirando al chico.

     En un visto y no visto, desapareció a través de un portal. Grace boqueó en el aire, con estupefacción, y una ráfaga de preguntas, cálculos y números comenzó a azotar su mente. ¿Había aparecido en una Tierra que tuviera conocimientos sobre el multiverso? Tal vez tuvieran respuestas. Las respuestas que había estado tratando de alcanzar toda su vida.

     Tal vez podían ayudarla a encontrar su universo. Un universo en el que pudiera permanecer por más de dos años. Un lugar al que llamar hogar.

     —Eh, bueno... tú quédate ahí —comenzó a decir el chico, incómodo.

     Grace golpeó la barrera que la separaba del chico, alarmada.

     —¡Espera, no te vayas! Necesito que me ayudes para...

     —Mira —la cortó, comenzando a hablar aún más rápido que ella—. No pareces mala ni una amenaza así que siento mucho haberte metido en esta situación, todo es culpa mía. Estarás muy confundida, y lo siento, pero lo voy a solucionar, de verdad.

      —No, esp-

     —Tú quédate ahí. Voy a arreglarlo —le dijo, alejándose hacia las escaleras para salir del sótano—. Vuelo enseguida.

     Se terminó de girar, quedando fuera del campo de visión de Grace antes de que le diera tiempo de volver a abrir la boca.

     —¡Soy Peter, por cierto!

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