Primer capítulo.

Gotas de sangre golpeaban contra el volante del auto, mi garganta estaba seca y mi cabeza parecía una bomba a punto de explosión. Veía borroso, nublado hasta casi negro, podía distinguir que estaba en un bosque, en el auto, había tenido un accidente.
Mi cerebro comenzaba a procesar.
Me armé de valor e intenté colocar mis manos sobre el volante, debía ver el lugar con detenimiento, necesitaba saber qué había ocurrido, qué hacía allí.  Parpadeo, una, dos, tres veces; mi vista comienza a enfocarse y logro ver el auto estampado contra un árbol, destrozado. Ahí surgen las preguntas, ¿cómo había sobrevivido ante semejante golpe? Mi cabeza no paraba de trabajar, intentando recordar que había ocurrido anterior al accidente pero nada, mi mente estaba obscura y no creía que se iluminara de repente.
Debía bajar del vehículo y encontrar algún lugar, necesitaba ayuda médica o a alguna persona que me oriente en donde estaba. Correcto, ubicación. Comencé a palpar el auto hasta tocar un bulto, el cual era un celular, con la pantalla destruida pero aún funcionaba, tenía suerte. Lo encendí pero había un problema, la contraseña, no recordaba, ni siquiera lo más mínimo que era una simple clave que debía saber.
Gruñí y miré a mi alrededor, entrecerré mis ojos al ver una luz constante y brillante a lo lejos del bosque, podía ser algún negocio, necesitaba salir y buscar ayuda.
Salí del auto con desgano y dolores que no conocía, la luz comenzaba a distinguirse mejor con cada uno de mis pasos, una sonrisa a medias aparecía en mi rostro hasta que la obscuridad volvió a invadir.

— Mujer morena, tez blanca, estatura baja , vestimenta rasgada. Sí, posee un fuerte golpe en la cabeza. no podemos controlar la sangre. 

Escuchaba palabras en el aire pero no les encontraba sentido, parpadeaba lentamente hasta que finalmente, volví a caer en la obscuridad. 

—Señorita. Señorita... Despierte. — Una voz a lo lejos aparecía, una voz suave y dulce, me sentía relajada al escucharla, me sentía protegida por alguna razón. Abrí mis ojos y me encontré con una mujer de tez blanca y ojos celestes como el caribe, realmente celestial. — Buenos días, soy la enfermera Hawkins, estoy aquí para servirle. Ha tenido un accidente automovilístico y debo hacerle un par de preguntas. 

Asentí con la cabeza, deseaba hablar  pero  las palabras no salían, mi mente me jugaba en contra y las emociones acumuladas no ayudaban en absoluto. — Muy bien, ¿recuerda hacia donde estaba conduciendo antes del accidente? —Preguntó la enfermera. Cerré mis ojos e intente recordar nuevamente, pero como había hecho anteriormente, nada había en mi mente.  Negué con la cabeza, a penas. En sus ojos se notaba la preocupación y la manera en morder su labio inferior me inquietaba,  me daba temor lo que podía decir. — ¿Recuerda cuál es su nombre? — Y ahí es cuando el mundo se paró, el tiempo se frenó y los latidos de mi corazón comenzaron a aumentar, como si éste mismo estuviera por salir de mi pecho. No recordaba mi nombre, ni lo que estaba haciendo ni nada asociado a mí. No recordaba absolutamente nada. 

Lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas y noté la desesperación de la mujer , intentando consolarme cuando no había consuelo para mí en ese momento, ¿qué había ocurrido? Necesitaba recordar y saber, con urgencia, quién era.






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