Capítulo siete.

Me sentía helada, como si aquel lugar fuera un cubo de hielo gigante, repleto de gente congelada con sonrisas fingidas. Permanecía con el ceño fruncido mientras que con Hucck nos adentramos a aquella fiesta elegante y él saludaba a cada persona que se cruzara como si fueran amigos íntimos, parecía estar contento pero yo sólo quería escapar de allí.

- ¿Daphne? - Escuché una voz a mis espaldas. Cuando logré dar media vuelta tenía a una mujer mayor de edad abrazándome como si me conociera. Segundos después se alejó de mí y pude observarla, una mujer de unos sesenta y cinco años, cabello rizado y rubio ceniza, unos ojos realmente bellos, tan iguales a los de Hucck y aquella sonrisa encantadora igual a la del hombre que tenía al lado. Claro, era su madre.

- Soy Wendy, querida. La madre de Hucck. Ha pasado tanto tiempo sin verte que no puedo creer que estás aquí, ¿cómo has estado? ¿Cómo pudiste sobrevivir todo este tiempo?

-Muchas preguntas, mamá. Déjala respirar. -Dijo el rubio, dejando escapar una pequeña risa nerviosa.

No lograba comprender el nerviosismo de Hucck, era como si no quisiera que hablara con su madre porque alguna verdad escupiría.
Nos dirigimos hacia una de las mesas centrales donde habían ciertas personas con aquellas sonrisas fingidas que había mencionado anteriormente, todo parecía una casa de muñecas, plástica y falsa. Sabía que debía aguantar al menos unas horas para que no sea tan obvio el escape pero mi cerebro ya estaba planificando como escapar de aquel lugar. Después de la comida, iría al baño sin la compañía de nadie, y aunque a Hucck le encantaba estar pegado a mí, le daría a entender que necesitaba mi espacio, si era educada y delicada él entendería o eso suponía.

La noche pasaba rápido, la comida era pequeña y extravagante, ponían delicadas piezas que parecían arte en vez de comida, no entendía como la gente podía llenarse con estos platillos. En el centro de salón pasaban bailarinas de ballet, era lo único precioso de aquella velada, hacían que mi noche sea un poco más agradable dentro de tanta miseria y falsedad. No pertenecía a éste mundo pero debía acostumbrarme.
Un hombre vestido de un traje blanco apareció luego de que las bailarinas se despidieran, él hablaba y hablaba sin parar, agradeciendo a las personas que estaban aquí y empezando a nombrar diferentes precios junto a los nombres de aquellas bailarinas tan delicadas. ¿Las estaban subastando? Entre abrí mi boca ante el desagrado y la sorpresa, no podía creer que Hucck pertenecía a esta horrible participación y cada vez confirmaba más que quería estar lejos de un psicópata y enfermo. Me levanté de inmediato y sentí la mirada penetrante de el rubio, suspiré levemente y giré hacia él.

-Iré al baño para refrescarme. Vuelvo en unos minutos. -Dije sin más y me di media vuelta, sin esperar que Hucck respondiera. No debía darle ni una respuesta, sabía que trataría de retenerme el mayor tiempo posible y no quería que eso ocurriera.

Caminé hacía unas escaleras largas con una alfombra color piel que la tapaba, mientras observaba que Hucck y sus compañeros no me estuviesen observando, sabía que si lo hacían estaba perdida, no podría encontrar ningún escape con sus ojos observándome.
Un pasillo largo y rojizo fue visualizado por mis ojos, más de diez cuartos se encontraban en aquel lugar, puertas color madera obscura con el cerrojo dorado, parecía una película de terror por la poca luz que había en la segunda planta de la mansión. Fui observando puerta por puerta hasta que me tope con una que me daba confianza, desde esta se escuchaba autos acelerando, una suave brisa y bocinas sonando a lo loco, sí, me encontraba cerca de una ventana que me daría permiso a escapar.
Al abrir la puerta me encontré con una habitación bien ordenada y ambientada, velas encendidas alrededor de la cama en forma de corazón y un aroma a jazmines. Lucía hermoso pero no tenía tiempo para seguir explorando el lugar.
Unas voces se escucharon de cerca y mi corazón comenzó a latir fuertemente, la amplia ventana estaba abierta y era mi oportunidad de salir antes de que cualquiera viera lo que quería hacer. Corrí hacia mí opción de escape y coloqué un pie en lo que era la pared de la mansión, podía decir que tenía como pequeños escalones por cada ventana y cada piso para mi buena suerte. Sosteniéndome del borde del pequeño balcón que estaba junto a la ventana, intenté cerrarla para que no hubiera sospechas. Miré hacia abajo, para mi buena suerte no era un precipicio, podía saltar y solamente romperme una pierna, pensé irónicamente.

— Ella no está por ningún lado, la busqué pero no la encuentro, lo lamento. —Escuché a un hombre murmurar, acercándose su voz más hacia mi dirección.

—¡Eres un maldito idiota! Debería matarte. — La voz de Hucck sonó dura y ronca, de un segundo a otro tenía a aquel muchacho sobre el borde del balcón, este apenas podía mantener los pies firmes sobre el piso.

Rogaba que no me viera, era mujer muerta si eso sucediera. Mi respiración comenzó a acelerarse y aquel fue el mayor error que pude cometer. Hucck desvió su mirada hacia mi dirección y en sus ojos podía ver confusión y furia. Ya no había libertad.

—¡Salta! ¡Daphne, maldita sea! ¡Salta!

Una voz de abajo se escuchaba claramente, parecía un ángel que venía a rescatarme y antes que Hucck pudiera hacer algo para mantenerme en su prisión salté. Salté con un grito aterrador y lleno de furia a la vez pero por suerte caí en los brazos de aquel hombre quien no pensaba que podía salvarme. No podía creerlo.

Hucck soltó un fuerte grito lleno de odio y salió de la habitación, claramente para buscarme pero no podría, estaba escapando con aquel policía que me había encerrado en prisión y que antes me había defendido de aquel doctor que también me tenía aislada en aquel hospital. Me había dado cuenta que siempre había estado atrapada queriendo escapar y hoy me salvaba aquel policía que me había encerrado pero por alguna extraña razón, confiaba en que no me quitaría mi libertad esta vez.

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