Capítulo seis.

Las cosas habían cambiado, había querido escapar de aquella casa pero aquel lugar era como un laberinto, una jaula sin salida, entraba a una habitación y terminaba en una cocina, era todo tan confuso que mi impotencia se veía con facilidad, incluso Hucck comenzaba a notarlo en las cenas, ya que no nos veíamos mucho porque, o yo lograba escapar con la excusa de ir al gran parque de aquella mansión o él estaba ocupado con sus asuntos, que quizá eran no dejarme salir de aquel lugar. Las mujeres que se encargaban de tener el sitio limpio y ordenado solían conversar conmigo, no sabía si lo hacían por amabilidad o porque Hucck era quien las obligaba, no me fiaba mucho de ellas, aunque Lucila parecía tener un afecto especial conmigo pero no se ganaría mi confianza tan rápido. Quizá era su acto para manipularme.

Una tarde como tantas me encontraba sentada en medio del parque, junto a a una piscina y un jardín de rosas enormes, era en el único lugar donde encontraba paz. Con mi lápiz y aquel cuaderno que había encontrado en uno de los cajones de mi mesa de luz, intentaba hacer un plano de todas las habitaciones en las que había entrado y las cuales estaban con llave, debía encontrar una manera para salir que no fuera la puerta principal porque en esta estaba llena de hombres musculosos y vestidos de negro, los cuales parecían guardaespaldas que querían bloquearme la salida. Estaba frustrada porque hacía ya un tiempo que me encontraba encerrada aquí sin poder recordar nada y sin que aquel rubio de ojos claros me dijera nada de mi pasado, me hacía explotar la cabeza de curiosidad y obviamente, terror.
Una segunda opción de escapatoria era difícil de encontrar y la primera era imposible, no tenía manera de salir por la entrada principal, por eso debía encontrar otra salida. Fijé mi mirada en el dibujo que había hecho, depositando toda mi atención en el despacho de Hucck, este solía estar mayormente cerrado con llave y se me estaba prohibido entrar, una persona pensaría que esa no sería la salida ya que es la que más llama la atención pero era el lugar más cómodo y utilizado por Hucck, debía probar. Hice un círculo en el papel, marcando como primera opción de escapatoria hasta que sentí que unos brazos me rodeaban y por pura inercia, tapé el cuaderno con mis brazos.

— Hey, tranquila, tranquila. Soy yo, no te haré daño. Recuerda que estás a salvo conmigo. — Hucck plantó un beso en mi cuello y pegó su barbilla en mi hombro. Podía notar con claridad mi pulsación acelerada si se concentraba en ello y prefería que no lo hiciera. — ¿Qué andabas dibujando, eh? Te veía muy concentrada desde el balcón de nuestra habitación.

Mierda. Quizá ya estaba sospechando y comenzaba a investigarme. Comenzaba a tener sentido que una de las empleadas de la mansión estuviera tan pendiente de mí, no lo había notado anteriormente pero ahora se veía más claro.

—Bueno... Estuve dibujando la casa, ya sabes, es tan grande que me pierdo. —Solté una pequeña risa, intentando disimular los nervios que me transmitía ese hombre.— Intento entenderla, y guiarme con los dibujos para no meterme en cualquier lado y después no poder salir. Soy un poco despistada y mi memoria falla.

Una mentira tras otra. Tenía una memoria envidiable y no era despistada, era completamente observadora, hasta podía notar como observaba cada gesto que hacía y aquello era un beneficio, podía darme cuenta que intentaba ver por mis gestos si mentía o no. Era un hombre difícil, tan observador como yo.

—No es necesario que hagas dibujos, yo puedo enseñarte y guiarte cuando quieras. — Dijo con una sonrisa dulce en su rostro, fingida diría yo.

—No te preocupes, debo divertirme de alguna manera. — Cerré el cuaderno cuando Hucck ya no estaba observándolo y me levanté de inmediato, aquel hombre me dejaba sin aire. — Bueno, quisiera ya acostarme, ya está oscureciendo y me gustaría leer algún libro, si no es molestia.

Hucck sonrió y negó con la cabeza para luego tomarme de la cintura y dejar un suave beso en mi frente. —No hay problema, puedes hacerlo las veces que quieras pero hoy tenemos otros planes.

Me di media vuelta y fijé mi mirada en él, ¿qué planes? ¿Acaso saldríamos de la casa? Esperaba que fuera así, era mi único método de escapar.

—Te explico, tenemos una fiesta en el Palacio Ohusky. Allí habrá comida excelente, libros por doquier y los famosos bailes lentos que tanto te gustaban o quizá, todavía te gustan.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro, era el método perfecto para salir de aquel laberinto y escaparme de una buena vez. A Hucck lo llamaron por teléfono y se alejó rápidamente de mí, como solía hacer. En ese momento no me ponía a pensar con quién conversaba o porqué se alejaba de mí ya que ya tenía mi opción para dejar de hacer esas preguntas y huir.
Decidí entrar a la mansión y buscar la habitación que compartía con Hucck, en el armario gigante y de madera blanca que había en nuestro dormitorio, habían tantas prendas elegantes y particulares vestidos de fiestas, parecía que aquel hombre le gustaban los vestidos estrechos o quizá era a mí. No podía negar que eran lindos. Tomé uno de ellos, llegaba hasta el suelo y brillaba como el mismísimo Sol, dorado con destellos blancos y marcaba bien la cintura por lo que podía observar. Era encantador y elegante.

Luego de arreglarme para esta ocasión, habían pasado ya dos horas, se hacían las ocho de la noche y Hucck estaba cambiándose con apuro, parecía ser un hombre impuntual, tan diferente a mí. Bajé las escaleras y fui hacia la entrada de la mansión, allí me estaban esperando dos de las empleadas junto a esos gigantes hombres, que cuidaban la puerta durante todo el día.

—Señorita Velvet, está usted preciosa. Inigualable. —Dijo Lucila con una mirada de ensueño. Sonreí en forma de agradecimiento y me acerqué hacia la puerta, quería tomar un poco de aire.

—No puede salir hasta que el señor Hucck lo permita. —Dijeron al unísono aquellos robots. Maldecía tanto que estuvieran aquí, hacían mi vida más complicada.

Una risa se escuchó entrar por el comedor y aquellos hombres serios se corrieron de inmediato de la puerta. —Ya, ya. Aquí estoy, llegó la hora de que conozcas tu mundo, princesa. Te enseñaré tu pasado.

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