Capítulo 12
«Two started lovers,
we were destined to be torn apart»
I need to know, Sleeping with Sirens
Mukuro
—¿Quién te has creído que eres?
Frente a mí, el hermano de Natsu no me da tregua. Su mirada dorada me asesina con todo lo que tiene. Me detesta, no se molesta en ocultarlo. Tampoco es que le haya caído siempre bien.
—¿Qué pasa contigo? —le preguntó, pero sé perfectamente lo que le sucede—. Vienes y me empujas como si tal cosa, ¿crees que está bien?
—Sabes muy bien lo que me pasa—dice, enfadado—. No te quiero ver cerca de mi hermano nunca, ¿me has entendido bien? Nunca.
—¿Me lo vas a impedir tú?—arqueo una ceja—. Qué miedo.
—Te lo he advertido. No me importará llevarme una expulsión por eso.
—Ya veremos.
Quiero preguntarle cómo está Natsu, pero sé que no es la pregunta más apropiada sabiendo que soy yo el causante de sus problemas. Además, no me hace falta preguntar pues, si Giotto está aquí reclamándome, es porque está destrozado.
Todo por mi culpa.
Indignado, y con notables ganas de darme un golpe mucho mayor que el empujón que me dio ni bien me vio, se da la vuelta y se marcha. Quisiera decirle que todo era mentira, que yo sí quiero a Nat. Pero no puedo, básicamente porque creo saber quién me espera al otro lado de la puerta de mi casa.
Nunca pensé que ese tipo volviera nuevamente a nuestras vidas.
No quiero llegar, pero sé que es inevitable. Ni bien giro las llaves en la cerradura y entreabro la puerta, un olor a tabaco me inunda la nariz. Frunzo el ceño, tapándome la nariz con una mano y sacando las llaves, para guardarlas en el bolsillo de mi chaqueta, dejo la mochila y sé que debo pasar por el salón, razón del olor.
Mis expectativas se han cumplido, para mi desgracia.
El cenicero está hasta arriba de cigarrillos consumidos, y ese hombre sigue teniendo otro en la boca mientras juega con una botella de alcohol, quizá ron, en su mano.
—Vaya, pero si eres Mukuro. Has crecido, niño.
Sonríe, pero solo siento asco hacia ese tipo.
—¿No vas a saludar a tu padre?
Me niego a llamarlo padre, nunca fue nada parecido para nosotros.
Venía cuando le daba la gana, o básicamente cuando necesitaba dinero. Todo lo que trabajaba se lo gastaba en casinos, y cuando tenía suerte y ganaba más dinero, se iba de viaje por ahí para gastarse todo. Cuando se le acababa, volvía con nosotros y con mi madre.
Ella siempre le recibía con los brazos abiertos, estaba muy enamorada de ese hombre. Él solo jugaba con ella, era la mujer que siempre tendría a su lado y podía usar y tirar, como si fuera un juguete. La humillaba, la maltrataba, le quitaba todo su dinero, pero ella le seguía queriendo y nunca comprendí por qué.
Las pocas veces que estaba con nosotros, nunca nos llevó a nada parecido como un parque. Nos llevaba donde él quería estar, en bares, en prostíbulos, en casinos...
Cuando mamá murió, nosotros nos prometimos que ese tipo no interferiría nunca más en nuestras vidas, menos con nuestra hermana.
Y así fue. Necesitamos algo de tiempo hasta que Daemon cumpla su mayoría de edad y se pueda hacer cargo de nosotros legalmente, pero conseguimos que ese tipo nunca nos encontrara mudándonos. Fue complicado, pero lo logramos.
Ahora me pregunto cómo logró encontrarnos.
—He oído que tenéis a mi linda niña aquí, ¿no? Es mi hija, quiero verla. Estaba muy asustada cuando la vi en el colegio.
Daemon no le habrá dejado ni acercarse, seguro.
—Vete de aquí, esta ya no es tu casa.
—Vaya con el niño, parece que se te han olvidado modales —se ríe—. Quizá deba hacerte aprender a respetar de nuevo.
Doy un paso atrás por instinto mientras se levanta. Conozco todos sus golpes, no podrá pillarme desprevenido. Aún los recuerdo pese al tiempo.
Pero lo que me coge sin preparación previa es que saca una pistola de su bolsillo trasero y me apunta con ella. Contra un arma de fuego no puedo hacer nada, seguro que Daemon no tuvo más remedio que dejarle pasar por eso.
Ya sabía que iría con trucos sucios, como siempre.
—¿Estás seguro, niño?
Cobarde.
Contengo la rabia. Por él, por sus malditas trampas, es porque tuve que dejar a Nat. Sabía que algo así pasaría, porque mi padre nunca quiso que fuéramos "desviados", como él llamaba a la gente homosexual. En nuestra sociedad es algo aceptado, pero en alguna gente como este tipo, no.
Y antes prefiero morir a que algo le pase a Nat.
—Lo siento —me disculpo, tragándome mi orgullo y apretando los puños.
Lo odio. Lo odio demasiado.
—Así me gusta. Tu hermano no quiso dejarme verla, pero tú sí, ¿no?
—Está enferma. No es conveniente.
—Estos críos, se enferman tan fácil... —suspira. Es por su culpa que ella esté así, porque recuerda todo el daño que le hizo cuando era pequeña—. Igualmente, quiero verla. ¿Cuántos añitos tiene ya? ¿Siete? ¿Ocho?
—Tiene nueve —respondo, y sonríe.
—Nueve años, ¿eh? Debe estar ya siendo una señorita.
—Lo sabrías si hubieras sido un buen padre.
Dispara, pero falla a propósito. Ha sido una advertencia. Deja la botella en la mesa y apaga el cigarrillo contra el cenicero.
—Mira, crío, no me importa si tienes... ¿quince? ¿dieciséis años? Me da igual. Tú me respetas.
Si estuviéramos en igualdad de condiciones, seguro que no lo haría. Pero tiene una pistola, y si Nagi me ve muerto, echaría a llorar más de lo que ya llora por la presencia de ese tipo.
Cuando ya la habíamos convencido de que ese hombre no era más que un fantasma, cuando ella era feliz... ¿por qué no pudo estar muerto, como le contamos a Nagi?
—Está en su habitación. Pero Daemon...
—Se ha encerrado ahí, ya lo sé —bufa—. Por eso tú harás que abra.
Hago una mueca. No quiero hacerlo, pero si no lo hago es más que capaz de matarme. Nunca me vio como su hijo, ¿por qué iba a tener compasión ahora?
Suspiro y asiento, yendo a la habitación de mi hermanita mientras ese tipo me sigue.
Lo odio, demasiado.
—Daemon, soy yo, abre...
Por Dios, que no abra.
—Mukuro, lo siento, pero no pienso abrir mientras ese esté en esta casa.
Sonrío, ese es mi hermano.
—Si no abres —dice ese—. Le pego un tiro a tu hermano.
Pone la pistola en mi cabeza y me tenso. Es normal, la muerte no es algo que desee, precisamente.
Oigo como chasquea la lengua y quita el seguro, abriendo la puerta.
—Ya está.
Baja el arma pero no la suelta, y entra en la habitación de mi hermana.
Daemon solo lo mira con el mismo odio que tengo yo reflejado en sus ojos, y aprieta los puños con impotencia, al igual que yo.
Nagi llora, llora aún más al verlo.
—Hermanito...
Nos mira suplicante, y nosotros solo agachamos la mirada, sin poder resistirlo.
—Por favor... no me toque... —solloza, y levanto la mirada para ver que estaba tocando su rostro.
—¡No la toques!
Le echo a un lado de un empujón, haciendo que se vaya a un lado y me pongo en frente de mi hermana, quien sujeta la chaqueta de mi uniforme con fuerza.
Me mira con furia, y me proporciona un golpe que esquivo, pero me llevo un puñetazo que se hunde en mi ojo izquierdo.
Estoy por devolverle el golpe cuando me apunta con la pistola.
—¡Hermano, no...!
—¿Quieres seguir, crío?
Miro de reojo a Nagi, y luego a Daemon, quien niega con la rabia incrustada en sus ojos. Asiento y agacho la cabeza.
—La próxima vez no seré tan bueno —suelta, y se va dando un portazo.
Nagi echa a llorar se nuevo, y yo la abrazo mientras Daemon echa el seguro para que no vuelva a entrar.
Cuando se vuelve, veo de nuevo esa mirada siniestra y sé que planea algo. Algo malo, seguramente.
Sea lo que sea, sé que le apoyaré.
Tsunayoshi
Estoy en una nube durante todo lo que queda de día.
O eso pienso hasta llegar a mi casa y ver a mi hermano Nat llorando en el sofá como si mañana se acabase el mundo.
—Nat, ¿qué sucede?
Levanta la cabeza de entre sus manos para mirarme, y siento la rabia saliendo de él.
—¡Déjame, Tsunayoshi! ¡Ahora no es el momento!
Me quedo helado cuando pronuncia mi nombre completo.
Es curioso cómo cuatro sílabas pueden dejar a alguien con el corazón destrozado.
—Nat, yo... —intento acercarme, pero mis piernas no dan más de un paso.
—¡Que me dejes!
Hunde de nuevo su cabeza, esta vez en una almohada, y yo no sé qué sentir.
Decido que es peor intentar acercarme y subo a la habitación que, de hecho, comparto con Nat. Me fijo en que Gio-nii no está, y no sé muy bien qué hacer.
Dudo en frente de la habitación de mi madre.
No quiero molestar a mamá, debe estar descansando...
—¿Tsu-kun? ¿Eres tú?
Sonrió. Mamá siempre nos ha podido diferenciar, no sé cómo lo hace. Dice que cada uno tiene un olor especial, algo que nos distingue. Supongo que será su instinto de madre.
—Sí, mamá. Soy yo...
—¿Por qué estás triste, Tsu-kun?
Me toco la cara y siento las lágrimas. Si no me lo decía, no me daba cuenta.
—Estoy bien, mamá...
—No seas tonto, Tsu-kun, pasa y dime lo que te ocurre.
Asiento tras dudar levemente y abro la puerta, mirando a mamá. Su cabello castaño en la almohada, su mirada amable observándome y su sonrisa en el rostro.
Estaba viendo la tele, porque está encendida.
—Tsu-kun, estás llorando...
Se sienta en el colchón y me hace una seña para que me acerque. No lo resisto más y sollozo mientras corrió hacia ella.
Necesito sentir su abrazo, su calor...
—Tranquilo, mi niño... —suspira, abrazándome. Ella siempre me ha abrazado cuando lo he necesitado—. ¿Qué sucede?
—Mamá... yo... Nat...
No sé ni por dónde empezar. ¿Qué digo?
—Con calma, Tsu-kun. Tenemos todo el día...
—¡Me odia...! ¡Mamá, yo...! —sollozo, sin poder contenerme—. Yo no sé... por qué... yo no he hecho nada...
En realidad, es verdad. No sé qué he hecho para que me odie. Simplemente, de un día para el otro, apareció sin querer saber nada más de mí.
¿Qué ha pasado...?
—Nat-kun no te puede odiar, Tsu-kun —ríe—. ¿Sabes por qué?
Le miro confuso.
—¿Por qué...?
—Porque sois hermanos —sonríe, y me limpia las lágrimas—. Y los hermanos se quieren, aunque a veces parezca que no. Y vosotros dos sois gemelos, os conocéis desde antes de nacer.
—A Nat nunca le gustó que fuéramos gemelos...
—Nat-kun está feliz de que seas su hermano, al igual que quiere a Gio-kun. Una cosa es que diga que no. Incluso él piensa que no es feliz con eso, pero yo sé que lo es.
—¿Por qué estás tan segura, mamá...?
—Porque soy vuestra madre, y os conozco de arriba a abajo —me acaricia la mejilla—. Y siempre os conoceré. No importa cuánto crezcáis.
—Entonces, ¿Nat no me odia...?
—Nat-kun está confundido. Siente que no puede confiar en nadie, y creo que te echa la culpa de algo —dice, triste—. He visto cómo te mira, y aunque te quiere, te culpa de algo que ni siquiera tú sabes lo que es.
—No he hecho nada...
—Quizá no ha sido necesario que hagas nada.
Pienso en qué podría culparme Natsu. No se me ocurre nada, en verdad. Nunca he hecho nada que pudiera...
—Quizá... Mukuro...
Sí, en sí lo había visto bien hasta hoy, que había faltado Mukuro pero luego lo vi a la salida. Nat se quedó atrás y luego...
—¿Mukuro? —pregunta mamá, y yo asiento.
—Es... un amigo. Bueno, quizá para Nat es algo más...
—Ya veo —sonríe—. Entonces es por amores, ¿eh?
—No, a mí... a mí no me gusta, pero a Nat...
—Pero él piensa lo contrario.
—Quizá, no lo sé...
—Tienes que hablar con él. En realidad, creo que tienes que hablar con tus hermanos y contarles lo que te atormenta, Tsu-kun.
Le miro sorprendido. ¿Cómo...?
—No tengo nada que...
—Vamos, Tsu-kun —ríe—. Soy tu mamá, sé que en tu cabeza ronda algo que no te deja en paz —me acaricia el cabello—. Tus ojitos se nublan cuando piensas en eso, y es porque crees que te vamos a rechazar, ¿verdad? Tienes miedo.
—Mamá...
—Escucha, Tsu-kun. Aunque seas... un alienígena de esos que dan por la tele, aunque no seas el mejor de todos, somos tu familia y te vamos a aceptar como seas.
—Mamá, lo siento... —agacho la cabeza. Lo sabe. Después de ocultarlo tanto, con una sola mirada, ella ya lo sabe—. No quería... decepcionarte.
—No me decepcionas, Tsu-kun —sonríe—. Pero debes confiar en tus hermanos, si quieres que ellos confíen en ti.
Asiento, y beso la mano de mamá con cariño, sonriéndole.
—Lo haré.
Aunque tenga miedo de su reacción.
Salut, lectores.
Ya ya ya, que pudo haber sido mucho peor eh.
NO VALE QUE COJÁIS LA BUENA ME ESCUCHÁIS.
Poz eso.
Ahí lo tenéis. Pudo ser peor, he sido good.
Ale, a elegir 7u7
A de Alecchi
B de Bacchi
CONSTE QUE LA BACCHI QUIERE DRAMA SAD OK
¿Merezco comentario/voto? ¿Disparo? ¿Tartita?
¡Au revoir! Nos leeremos pronto~.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top