Capítulo 11
«Si te dicen que nunca he creído
en la magia, la luz de neón...»
Culpable, Lagarto Amarillo.
Mukuro
El examen acaba, y no me he sabido nada.
Odio las matemáticas.
La profesora me mira por encima del hombro, y sé que ni soñando me va a aprobar. Vieja bruja.
Suspiro. En realidad, me da igual, algún rato lo sacaré. Ahora mismo me preocupa más mi hermana y Natsu.
Recojo mis cosas y me cuelgo la mochila, saliendo del aula y apoyándome contra la pared, mirando a la clase contigua que es donde está Natsu.
No debería tardar en salir, y necesito verlo. Quiero ver que está bien, que está a salvo, que nada le ha ocurrido. Mi imaginación hace que me vea los peores escenarios, y tengo el corazón en un puño al pensar que puedo estar poniéndole en peligro...
Debería... debería explicarle la situación. No, solo lo expondría. Es terco, querría ayudarme, no puedo permitírselo.
Debería hacer algo. Debería protegerlo. Debería...
Debería dejar de estar con él.
—¿Mukuro? ¿Estás bien?
Sus ojos naranjas me miran con preocupación, y suspiro. Tendría... tendría que mentirle. No puede saber nada acerca de mi historia, no puedo ponerlo en el peligro de...
—No, no estoy bien, Nat... Natsume —me corrijo, y frunce el ceño.
—¿Te ocurre algo? —me acaricia la mejilla, y no puedo evitar estremecerme—. ¿Mukuro?
Dejo que todos salgan, que nos quedemos solos. Tan solo le miro, pidiéndole perdón.
Nunca he creído en esas cosas como la magia del amor, el perderte entre sentimientos o hacerlo todo por un simple beso.
Nunca he querido creer en eso. Pero Nat...
No quiero hacerle daño. No quiero hacer esto, pero debo hacerlo. Él no tendrá piedad, no ahora, menos con Nat.
—Natsume, esto... se ha acabado. No quiero seguir mintiéndote.
Sus ojos se abren, mirándome con sorpresa... y dolor. Pena, una profunda tristeza que me estruja el corazón.
Lo siento, lo siento, Nat...
—¿Qué...? ¿De qué hablas, Mukuro...?
—Te he mentido, Natsume. En realidad, yo... no te quiero. Nunca... nunca te he querido.
Por favor, date cuenta que es mentira. Que te amo como a nada, por favor, Nat...
—Eres... eres un... —llora. Las lágrimas salen por sus ojos anaranjados, y me duele. Me duele demasiado...—. ¡Eres un imbécil!
Levanta la mano y tiembla, pero no duda. Me da una bofetada que me cruza la cara, que resuena por todo el lugar, y por todo mi corazón.
—¡Te odio! ¿Me escuchas? ¡No te acerques ni a mí ni a mis hermanos en tu maldita vida!
Las lágrimas le saltan, y detesto verle así. Sin embargo, es necesario. Por su bien.
Sale corriendo, y sé que no puedo reternerle. No debo, no...
Esto es lo mejor para él.
Me apoyo contra la pared, suspirando. Me duele mucho hacerle esto, pero es...
—¡Natsu! —un grito me alarma, y miro hacia arriba, donde está el hermano rubio de Nat, mirando cómo este bajaba corriendo las escaleras.
Intenta seguirle, pero sabe que es en vano. Se detiene a mirarme, enfadado.
—¿¡Qué le hiciste a mi hermano?!
Tsunayoshi
Natsu me preocupa. No me ha hablado desde el recreo, se ha saltado clases y ha salido de los últimos, diciéndome que no le espere.
Vi a Mukuro pensativo, seguramente esperando a mi hermano, y decidí dejarles solos. Pero aún no baja y...
—¡Natsu!
Me ignora, bajando las escaleras a toda prisa, y me pongo en su camino.
Levanta la mirada y veo que está llorando.
—Nat...
—¡Déjame en paz, Tsuna! —grita—. ¡No quiero verte ahora!
Me empuja, y me apoyo en la barandilla de la escalera para no caerme. Lo veo salir del instituto, y mis lágrimas empiezan a caer sin control.
¿Por qué? ¿Por qué me trata así? ¿Qué he hecho...?
—¿Tsunayoshi? ¿Estás bien?
Doy media vuelta y me encuentro a Kyoya, mirándome con preocupación en sus bonitos ojos azul grisáceo.
—Kyoya-san... —me abrazo a él sin pensarlo demasiado, sintiendo su calor—. Yo... Nat...
—Tranquilo... —suspira y me acaricia el cabello. Me siento mejor con él...
—Nat me odia... y yo... no sé por qué...
—No te odia, es tu hermano. Tranquilízate.
—Sí, me odia. No... no me quiere...
Me duele mucho. Me duele en el alma que Natsu no me quiera... Es mi hermano, lo adoro y no quiero perderlo.
—Seguramente solo esté enfadado —gruñe.
No sé si Nat está enfadado conmigo o con el mundo, pero sí sé que Kyoya ahora mismo solo quiere ir a pelearse con él.
Nat... Nat no puede odiarme, ¿no? No puede...
—Gracias —le digo, no puedo hacer otra cosa que agradecerle todo lo que hace por mí.
A pesar de que tiene sus propios problemas, Kyoya siempre me ayuda con los míos. Es injusto, y lo sé, no puedo depender tanto de su ayuda.
—No te preocupes.
Me separo de él y le sonrío algo apenado.
—No, en realidad... siempre me ayudas con mis problemas y me siento... pues un poco mal...
Arquea una ceja, divertido.
—¿Te sientes mal? No digas tonterías, no puede ser peor que enseñarte matemáticas.
—¡No soy tan malo! —reprocho, pero me río.
Kyoya tiene algo que, pese a ser él siempre tan serio, logra hacerme reír en este tipo de situaciones.
—Vamos al patio, parece que te falta el aire.
Asiento y salimos por la puerta que da al lugar donde todos juegan en los recreos. El viento y el sol chocan contra mí y sonrío.
Me apoyo contra la barandilla y me siento con ganas de cantar al aire, al vacío, al sol y al cielo. Siempre lo hago cuando quiero desahogarme
—Aunque me canse~ y vengan miles de días grises~.
—¿Estás cantando?
—Sí —río—. Me gusta, aunque no lo hago muy bien.
—Bueno, no necesitas saber ecuaciones para eso.
—¿Insinúas que lo hago bien?
—Puede ser.
Sus ojos tienen un brillo que nunca antes he visto, y me hipnotiza. Podría quedarme mirando sus ojos toda una vida que no me cansaría de verlos.
No sé bien cuánto tiempo los observo. No tengo ni idea de cuándo nos hemos acercado tanto, de cuándo nuestras narices han rozado sin que nos diéramos cuenta.
No sé bien cuándo he puesto mis brazos detrás de su cuello, ni cuándo él rodeó mi cintura con los suyos.
Tan centrado estaba en sus ojos y su brillo que pudo haber estallado el mundo que yo no me hubiese enterado.
Tampoco sé cuándo nos hemos aproximado tanto.
Lo único que sé es que sus labios tocan suavemente los míos, como si fueran una suave pluma. El contacto de intensifica a medida que los segundos pasan, y es entonces cuando cierro los ojos y me dejo llevar.
Me dejo llevar por su calidez, por su suavidad, por todo lo que me transmite.
Me dejo llevar por él.
Giotto
Miro a ese chico por un largo tiempo, esperando su respuesta.
No me da ninguna, solo agacha la cabeza y veo la marca roja de una mano, seguramente una bofetada.
—No te lo vuelvo a repetir, ¿qué le has hecho?
Yo vi cómo miraba a mi hermano, distinguí que se fijaba más en Natsu de lo usual. Y no me gustó para nada, quizá por eso le comenté a Nat que le gustaba Tsu.
Nuts es muy sensible, y ese chico no tiene sensibilidad. Si es como su hermano, estoy seguro de que piensa en los demás que no sean ellos como una diversión.
No quería que mi hermano sufriera, más que nada porque veía sus sonrojos y sus enfados cada día.
—La verdad —hace una mueca.
—¿Y qué verdad es esa? ¿Por qué mi hermano se ha ido llorando? —exijo saber—. ¡Responde!
—Él... —suspira—. Está... bueno, estaba enamorado de mí y le dije que no le correspondía.
—Pero eso no es todo, ¿o sí? —me cruzo de brazos.
Conozco a mi hermano. En primeras, él jamás se hubiera declarado de no tener una firme certeza de ser correspondido. Tiene demasiado orgullo y mucha dignidad para eso.
Que este me quiera tomar por tonto es otra cosa, pero no permitiré que me tome el pelo.
—No... La verdad es que yo... —parece que quiere responder, pero calla—. Bueno, ¿qué hago explicándote yo esto? No tengo por qué dar razones a nadie.
Eso termina de encender la chispa en mi cuerpo y arremeto contra él, cogiendo su camisa y estampándole contra la pared.
—Mira, como le hayas hecho daño, te juro que te arrepentirás toda tu vida.
—¿Y qué vas a hacerme? ¿Pegarme? —sonríe, y no puedo evitar sentir asco.
¿Cómo mi hermanito se ha enamorado de este elemento?
—Hay peores maneras, te lo aseguro.
Se ríe, y le suelto con rabia. Doy media vuelta y decido que hoy puedo aplazar mi renuncia.
Mi hermano es más importante.
Natsume
¿Por qué?
¿Por qué me ha hecho esto? ¿Por qué he sido tan imbécil de creerle? ¿Por qué...?
¿Por qué lo quiero aún después de todo esto?
Me siento en el banco de un parque y lloro. Lloro como un mar, un océano... y no se acaban mis lágrimas.
«Nunca te he querido».
Estúpido, estúpido... ¡Soy un imbécil!
Yo lo sabía. Lo sabía, lo sabía y aún así permití que me engañara. Dejé que jugara conmigo como si fuera su juguete. ¿Se habrá divertido mintiéndome en mi cara?
—Soy un idiota...
Por quererle. Por creerle. Por seguirle queriendo. Por no olvidar sus besos. Por... por todo lo que él significa para mí.
Yo siempre supe que no me vería como nada más que como el reemplazo de mi hermano, que se daría cuenta de que no soy él y que abriría algún día los ojos.
Siempre lo supe, pero también albergaba esa pequeña esperanza, esa ilusión de que me vería por lo que soy y no por mi aspecto.
Fui tan ingenuo...
—Nat...
Levanto la mirada del suelo para mirar a quien me ha llamado.
Giotto...
—Eh, Nat, ya no llores...
Me sonríe. Sonríe como cuando éramos pequeños, cuando no había más llanto que el del dolor por una herida.
Sonríe como si los años no hubieran pasado.
—Gio-nii... yo...
Lloro. Le abrazo y lloró mucho, demasiado, mis ojos arden y lo odio. Mi corazón duele y lo odio. Mi cabeza duele y también lo odio.
Odio todo ahora mismo.
—Tranquilo, Nat... Estoy contigo, ¿vale? Nunca estarás solo.
Sus palabras me hacen sonreír.
Y, segundos después, caigo profundamente dormido.
Salut, lectores...
A VER. PARA UNA VEZ QUE ELEGÍS LA A ME ELEGÍS LA RUTA QUE YO NO QUIERO OSEA.
Es que de verdah. YO NO QUERÍA SER MALA.
Pero vosotros votastéis, no es mi culpa we.
Ahí tenéis la prueba
Etto, pues eso~
Ruta A de Alecchi (con lof eh)
Ruta B de Bacchi
¿Merezco comentario/voto? ¿Disparo? ¿Tartita?
Au revoir~. Nos leeremos pronto~.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top