Leía una y otra vez el dichoso itinerario. Todo estaba minuciosamente planeado, desde citas hasta temas de conversación para conquistar al cantante. La meticulosidad de su jefa lo aterraba.

— ¿Quedó claro? —preguntó su jefa, analizando cada uno de sus movimientos
— No, no quiero hacerlo —contestó firmemente—. Despídame, pero no pienso seguir con esto.

— No es cuestión de querer, tienes que hacerlo. Recuerda que tienes una deuda conmigo que estás saldando —respondió tranquilamente.

— Renuncio, pero no pienso seguir en esto —se levantó de su asiento y se dirigió hacia la puerta de la oficina.

— Al parecer, no quieres ser dueño de tu propia revista y prefieres arruinar tu carrera y la de tus amigos —dijo su jefa, observando cómo Jimin se detenía y la miraba incrédulo.

— Eso es jugar sucio —respondió enojado.

— Recuerda con quién hablas, Jimin. Tengo más poder del que puedes imaginar —sonrió con maldad—. Ya tienes el itinerario y los contactos que te pueden ayudar.

Jimin suspiró con pesadez.

— Reflexiona, no quiero que un buen reportero como tú y tus amigos tengan un trágico final —se levantó de su asiento—. Nos vemos.

Salió de la oficina, dejando a Jimin furioso. Era injusto, pero no veía otra salida.