¡! Capítulo 1⋆ 🎧
- Sabes, a veces quiero mandar todo al carajo. Esa vieja no tiene respeto - bufó Jimin-. Quiero hacer mi revista, mi propia empresa, y que no esté llena de corrupción.
Ambos amigos estaban en uno de los puestos ambulantes, mientras comían y tomaban.
- Yo te seguiría, definitivamente preferiría que tú fueras mi jefe. Mi guapo jefe con un gran trasero- le guiñó el ojo.
- ¿Por qué estás tan obsesionado?- se rió, empujándolo del hombro.
- ¿Es que no has visto lo grande que es? Yo he intentado hacer mucho ejercicio, pero no lo he logrado- le mostró su trasero.
- Eres un caso, sigue comiendo- le metió comida en la boca antes de que pudiera hablar.
Así pasaron un buen rato, con risas y chistes que se escuchaban por toda la calle. El estrés era mucho para ambos, pero ya comenzaban a sentir los efectos del alcohol.
- Te reto a que le hables a la bruja diciéndole que es una... bruja - retó Jin a Jimin, mientras reía borracho.
- S-si lo hago... ¿q-qué gano?- sonrió.
- Hacemos el cambio de oficina- dijo Jin, con un hipo.
- Vale, pero mejor por mensaje, por si no contesta- ambos rieron mientras Jimin sacaba su celular buscando el contacto.
Ho-seok se acercó a la mesa de los chicos, donde Jin tenía la cabeza apoyada en su mano. Por otro lado, Jimin estaba dormido sobre la mesa con las mejillas sonrojadas. Ho-seok se acercó a Jimin, le quitó el cabello del rostro, admirando lo lindo que era.
- Jimin, despierta -susurró-. Jimin, despierta, tenemos que irnos.
- No quiero irme aún, quiero dormir -contestó adormilado.
- Ya es tarde, mañana tenemos que ir a trabajar -dijo Ho-seok. Jimin abrió un ojo, observando a Ho-seok mientras reía.
- ¡Jin, despierta! -se levantó y gritó, asustando a los demás.
- ¡No grites! -dijo Jin, levantándose enojado-. Yo no te grito cuando estás dormido
- Bueno, será más difícil de lo que esperé -comentó Ho-seok en un susurro para sí mismo.
Con muchas dificultades, Ho-seok logró convencer a ambos de que se fueran, dejando a cada uno en su casa y departamento. Jimin dormía plácidamente, olvidándose de poner su alarma y sin tener en cuenta que mañana su día sería un completo caos.
Estaba llegando a su oficina, ocultándose de su jefa. Rezaba que no estuviera cerca porque aún no estaba listo para enfrentarla, no sabía con exactitud qué decirle. Le daba miedo, y más cuando alguien se atrevía a juzgarla; seguramente ese sería el último día en la empresa. Caminaba observando por todos lados, sin encontrar a la bruja. Mientras más se acercaba a su oficina, sus amigos salieron de las suyas haciendo señas que no entendía.
Intentaba abrir la puerta de su oficina, pero sus amigos se acercaban rápido haciendo toda clase de señas para que no la abriera. Cuando entendió por fin, las cortinas de su ventana se abrieron como en una escena de terror, haciéndolo temblar del miedo. Su jefa estaba adentro con una cara seria y ojos filosos que advertían que no saldría vivo.
— Park Jimin, entra —se cruzó de brazos mientras observaba el temor del chico.
Con pánico, volteó a ver a sus amigos, que solo le deseaban suerte para salir bien de su juicio. Tragando con dificultad, entró, viendo cómo Hye Kyo estaba en su asiento esperando a que se sentara en el banco que tenía a un costado de su escritorio.
— Y bien... ¿Qué excusa tienes? —su tono de voz era grave.
— Yo... —se señaló.
— Sí, te estoy hablando a ti. No hay nadie más aquí —señaló toda la oficina.
Suspiró antes de explicar la situación; tendría que ser muy elocuente para salvarse.
— Sí, bueno. Mi celular se perdió ayer cuando estaba en la calle comiendo —fue lo primero que vino a su mente.
— ¿Seguro? —no mostraba expresión alguna.
— Claro, lamentablemente me di cuenta ya cuando iba llegando a mi casa.
— ¿Por qué llegaste tarde? Tienes un horario y ya son pasadas de las nueve cuando tu entrada es a las ocho de la mañana —señaló el reloj.
— M-me quedé sin... luz —dijo rápidamente—. Eso, me quedé sin luz.
Sonrió en sus adentros; al parecer las cosas iban bastante bien.
— Ganas me sobran de despedirte, demasiadas ganas —se levantó del asiento—. No sabes mentir. Yo nunca mencioné la situación con los mensajes que me enviaste. Si lo perdiste como dices, nunca sabrías sobre esos mensajes. Y sobre tu luz, junto con tu celular, vi unas cuantas publicaciones en la mañana diciendo que ya venías en camino al trabajo.
Se golpeó mentalmente, recordando que había publicado en su cuenta profesional. Ahora tenía la certeza de que sí sería su último día de trabajo.
— Como haces tu trabajo mejor que la bola de inútiles de allá fuera, no me conviene despedirte —se acercó peligrosamente a Jimin—. Pensaré en algo para que recompenses tu error.
Se dirigió a la salida.
— Estate pendiente de tu celular. Me tengo que ir. Por favor, que no se vuelva a repetir —salió de la oficina y Jimin pudo respirar.
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