Capítulo 3

Se dirigían a la carretera, tenían que buscar la salida, comenzaban a sentir arcadas, la ceniza del volcán hacia que les ardieran los ojos, el cielo estaba rojo, caían pequeñas rocas del cielo, la desesperación se sentía, había gritos y llanto por todas partes.

Sólo había una salida, la otra dirigía a la muerte, carros no cedían el paso nadie hacía nada por nadie, niños lloraban, padres gritaban, ni siquiera eran capaces de ceder el paso los carros entre ellos, lo que sólo provocaba más tráfico y ningún avance.

En momentos como esté, el ser animal y primitivo reinaba, y Rogelio al darse cuenta de ello vio que era mala idea pedir que alguien los llevará, sin embargo no quería darse por vencido sino tenían transporte correrían, pero intentaría salvar a Clara si tuviera que pagar con su vida.

Tomó a Clara de la mano, ella estaba desconcertada, pero seguía a su prometido, pese a todo el caos él era su ancla, su fortaleza su salvación y confiaba en él más que en nadie.

Caminaron, corrieron, huyeron, se alejaron de aquel desastre, apenas salieron a carretera comenzaron a caer más piedras una alcanzó a pegarle a la pierna de Clara, la cual al instante sintió el ardor y dolor, lágrimas corrían por la frustración de no poder hacer nada.

Rogelio la cargo en brazos, resuelto a sacarla de ahí, pero cuando otra piedra se estrelló en su espalda el destino estuvo marcado, en ese instante supieron que no podrían escapar.

Se orillaron y recostaron en el pasto de aquellos sembradíos, y ahí viéndose el uno al otro, se prometieron amor eterno.

Ése día, el que iba a ser el más feliz de la vida de Rogelio se convirtió en el último, pero nada le importaba pues estaba con su amada.

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