Capítulo 2
Nadie había hecho caso a los avisos, a los temblores, a las indicaciones de peligro. Todos decían que no pasaba nada, que era normal tal actividad; los expertos sabían que algo así podía pasar, pero no conocían cuando.
Y así comenzó el pánico, así se convirtió el día más feliz de la vida de Rogelio y Clara en desesperación.
Las personas corrían de un lado a otro, buscando formas de salir del lugar, sólo tenían unos minutos, pero sólo había una carretera, y eran miles de personas por motivo de la feria.
Rogelio pensó en su familia, pero también en Clara, necesitaba ponerla a salvó.
—Clara, por favor, intenta salir de aquí, busca un carro que pueda sacarte
—No lo haré, no te dejaré —dijo Clara con lágrimas en sus ojos
—Tienes que hacerlo, necesito que estés a salvo —replicó Rogelio
—¡No! Mi lugar está contigo.
Rogelio sabía que no había poder humano que la hiciera cambiar de opinión, Clara era demasiado terca, y él para ser sinceros prefería tenerla cerca para protegerla.
—Está bien, pero debemos darnos prisa para ir por mí familia y salir pronto de acá
—Está bien —contestó Clara
Se dirigieron hacia relox aquella calle de la iglesia, donde aquella mañana había salido feliz y nervioso Rogelio; ahora iban con paso veloz y con evidente preocupación, nada importa va sólo poner a salvo a los más queridos.
Al llegar, la familia de Rogelio estaba de lo más tranquila, como si fueran ajenos a lo que estaba sucediendo fuera.
—Mamá, papá ¡Aprisa! ¡Debemos salir de aquí! — grito Rogelio
—Tranquilo hijo nada va a pasar, nunca pasa nada más que una fumarola cada dos o tres años —dijo su madre, quién preparaba algo en la cocina
—Pero que no se dan cuenta que está en plena erupción —dijo Rogelio desesperado
—Hijo tranquilízate por favor, nosotros conocemos el comportamiento de don Goyo, es un poco efusivo, pero nada de lo que debamos preocuparnos, recuerdo aquella vez del 2001, el volcán echo una fumarola muy grande, todos corrían asustados pensando que era el fin, pero miranos aquí, nada pasó, como tampoco nada pasará. Clara querida, pásate y toma asiento.
Los padres de Rogelio eran personas mayores de edad, y aferradas a lo que creían, llamando al volcán Popocatépetl "don Goyo", como si de una persona se tratara, creyendo que las fumarolas eran simples muestras de que estaba enojado con su esposa Iztaccíhuatl; creyendo que nada pasaría.
—Pero suegro por favor los expertos dicen que debemos irnos —Intento convencerlo Clara
—No es cierto, es solo una estrategia del gobierno para hacer que abandonemos nuestros hogares que tanto queremos
—Padre tenemos que salir, o moriremos y lo harán por las buenas o te obligaré —dijo Rogelio
—Si así fuera prefiero morir en mi casa —respondió decidido
—¿Y usted suegra? —Clara intentaba mediar la situación
—Pienso lo mismo que mi esposo
—Los amo, pero debo proteger a Clara —dijo Rogelio después de pensarlo un poco—. Y si eso implica tener que dejarlos lo tendré que hacer, hoy le he pedido ser mi esposa y ha aceptado, debo cuidar de ella
—Felicidades a ambos, y si eso has decidido adelante hijo no te detendremos —contestó el padre.
Y así se despidieron con lágrimas en los ojos y con un abrazo, no había más que hacer, Rogelio sabía que sólo así podría proteger de Clara.
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