Capítulo 1
Rogelio estaba feliz, volvería a ver su novia, esta semana sin ella se había sido una agonía, ya no deseaba seguir así, sin ella todos los días.
El día amaneció nublado, un tanto sombrío, pero para alguien enamorado, cualquier día es perfecto a lado de la persona que ama. Salió a prisa de casa, cuanto antes saliera más tiempo estaría a lado de su novia. Comenzó a recorrer las calles con destino a la parada de carros, donde la esperaría.
No tuvo que esperar mucho, ella llegó pronto igual de feliz que él, aunque Rogelio estaba más nervioso. La abrazó y besó, después de lo cual caminaron de la mano por aquellas calles, las cuales estaban llenas de puestos ambulantes, negocios de ropa y comida era lo que más abundaba.
Era normal todo este esplendor, considerando que había la plaza más grande de Amecameca, la feria de la nuez, el mes de agosto. En esta ocasión todos las personas de poblados vecinos bajaban a ofrecer sus productos, había de todo, helados, pan, atole, mixiotes, dulces típicos, ropa tejida, bordada, suéteres de lana.
Rogelio y su novia caminaron rumbo a un puesto de atole y buñuelos (una tostada de harina delgada con miel), donde tomaron su desayuno. Después de lo cual recorrieron los puestos viendo cada uno de los artículos.
Rogelio estaba dispuesto a complacer a su novia, Clara, le compro todo lo que llamara su atención, desde lo más sencillo hasta un hermoso vestido, estaban felices, radiantes. La tarde les vino pronto, siempre pasaba lo mismo cuando estaban juntos, el tiempo transcurria muy deprisa.
Sin embargo, ahora no estaba triste Rogelio, en cambio estaba ansioso porque llegara el momento de la comida, la llevo a un restaurante donde pidieron la especialidad de la casa, chile en nogada, sólo en esta época podían comerse.
Después de ello, Rogelio desapareció unos minutos, poniendo a Clara nerviosa, pero cuando lo vio, estaba arrodillado frente a ella con un anillo en la mano.
—Clara, en todo este tiempo junto a ti, me he enamorado cada día más, no quiero apartarme de tí, quiero compartir cada instante, cada segundo a tu lado. Por eso, hoy te pido que me concedas el honor de ser mi esposa.
El silencio se extendió en todo el local, casi se podían escuchar las respiraciones de los presentes, todos a la espera de la respuesta. La respiración de Rogelio era entrecortada, estaba muy nervioso, pero rogaba porque le dijera que sí.
—Acepto — dijo Clara por fin, con lágrimas en los ojos.
Se levantó y besó a su ahora prometido, el público aplaudió, todos compartían la felicidad de los novios. Todo era júbilo.
Cuando de pronto al salir, el cielo cambio de forma repentina de color, todo se volvió sombrío, muchas personas gritaban desesperadas. Mirando al horizonte se podía divisar el cielo cubierto por una inmensa fumarola, que volvió la tarde tenebrosa.
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